miércoles, 5 de octubre de 2011

Origen del Ángelus



Acudiendo a la Sagrada Escritura, y haciendo un estudio comparado de las distintas versiones de la salutación angélica, comprobamos que en ocasiones se opta por una traducción popular, a riesgo de perder altura teológica y semántica en la expresión. Si partimos de los textos originales, en Hebreo el saludo es (suena) “Shalôm Lad Myriam”: Paz a María; y en Griego: “Jaire, María”; es decir: “Alégrate, María”.

Exégetas cualificados explican que el saludo de S. Gabriel encierra un significado extraordinario: de una parte, se trata del  “Shalôm” hebrero “que indica la Paz, la vida total, la plenitud de los dones de Dios”; pero también abarca la alegría del saludo mesiánico por el Rey que viene. En este sentido es todavía más que el simple “Jaire” griego, pues en la Anunciación, se cumplen sobre la Inmaculada los textos bíblicos de Is 12,6; So 3,14; Za 2,14, 9,9; etc:  “Alégrate sobremanera, Hija de Sión. Grita exultante, Hija de Jerusalén. He aquí que viene a Ti tu Rey, Justo y Victorioso...” (Za 9,9).

Este Saludo Mesiánico –acompañado del “llena de Gracia”-  es el que produce la turbación de la Humilde Esclava de Dios. Y no resulta fácil encontrar una fórmula equivalente para un saludo tan denso. Quizás algo así como “Exulta de Paz, María, llena-de-Gracia”. Por eso en la Bula “Innefabilis Deus”, el Beato Pío IX reconoce que “con ese singular y solemne saludo, jamás oído, se manifestaba que la Madre de Dios era sede de todas las gracias divinas, y que estaba adornada de todos los carismas del Divino Espíritu; más aún, que era como tesoro casi infinito de los mismos, y abismo inagotable,...”(n.12)

Es evidente que del Saludo al que se refiere el Papa de la Inmaculada al “Dios te salve” español hay un abismo. Como la Virgen es la Reina de la Humildad, y ve el cariño de los corazones, no se habrá disgustado. Pero ha llegado la hora de que sus hijos adultos purifiquen esa Oración. Y lo harán impulsados por el Divino Esposo de María; en efecto: “El mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la Fe por medio de sus Dones” (C. Vaticano II, Dei Verbum, c.1,5) .

Autor: Fdo. Alejandro Jiménez Alonso

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