domingo, 31 de marzo de 2013

"RESURREXIT"






El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión.

Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.

La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.

Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.

En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?

Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.

San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)

Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios.

Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido.

La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte.

La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.

Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.

Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.

¿Cómo se celebra el Domingo de Pascua? 

Se celebra con una Misa solemne en la cual se enciende el cirio pascual, que simboliza a Cristo resucitado, luz de todas las gentes.
En algunos lugares, muy de mañana, se lleva a cabo una procesión que se llama “del encuentro”. En ésta, un grupo de personas llevan la imagen de la Virgen y se encuentran con otro grupo de personas que llevan la imagen de Jesús resucitado, como símbolo de la alegría de ver vivo al Señor.

En algunos países, se acostumbra celebrar la alegría de la Resurrección escondiendo dulces en los jardines para que los niños pequeños los encuentren, con base en la leyenda del “conejo de pascua”.

La costumbre más extendida alrededor del mundo, para celebrar la Pascua, es la regalar huevos de dulce o chocolate a los niños y a los amigos.

A veces, ambas tradiciones se combinan y así, el buscar los huevitos escondidos simboliza la búsqueda de todo cristiano de Cristo resucitado.

La tradición de los “huevos de Pascua”

El origen de esta costumbre viene de los antiguos egipcios, quienes acostumbraban regalarse en ocasiones especiales, huevos decorados por ellos mismos. Los decoraban con pinturas que sacaban de las plantas y el mejor regalo era el huevo que estuviera mejor pintado. Ellos los ponían como adornos en sus casas.

Cuando Jesús se fue al cielo después de resucitar, los primeros cristianos fijaron una época del año, la Cuaresma, cuarenta días antes de la fiesta de Pascua, en la que todos los cristianos debían hacer sacrificios para limpiar su alma. Uno de estos sacrificios era no comer huevo durante la Cuaresma. Entonces, el día de Pascua, salían de sus casas con canastas de huevos para regalar a los demás cristianos. Todos se ponían muy contentos, pues con los huevos recordaban que estaban festejando la Pascua, la Resurrección de Jesús.

Uno de estos primeros cristianos, se acordó un día de Pascua, de lo que hacían los egipcios y se le ocurrió pintar los huevos que iba a regalar. A los demás cristianos les encantó la idea y la imitaron. Desde entonces, se regalan huevos de colores en Pascua para recordar que Jesús resucitó.
Poco a poco, otros cristianos tuvieron nuevas ideas, como hacer huevos de chocolate y de dulce para regalar en Pascua. Son esos los que regalamos hoy en día.

Leyenda del “conejo de Pascua”

Su origen se remonta a las fiestas anglosajonas pre-cristianas, cuando el conejo era el símbolo de la fertilidad asociado a la diosa Eastre, a quien se le dedicaba el mes de abril. Progresivamente, se fue incluyendo esta imagen a la Semana Santa y, a partir del siglo XIX, se empezaron a fabricar los muñecos de chocolate y azúcar en Alemania, esto dio orígen también a una curiosa leyenda que cuenta que, cuando metieron a Jesús al sepulcro que les había dado José de Arimatea, dentro de la cueva había un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto.

El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y lo veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto todas las personas.

Así pasó mucho rato, viéndolo; pasó todo un día y toda una noche, cuando de pronto, el conejo vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo que nunca!

El conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado.

Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría y así lo hizo.

Desde entonces, cuenta la leyenda, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordarle al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres.

Sugerencias para vivir la fiesta

·         Contemplar los lugares donde Cristo se apareció después de Su Resurrección
·         Dibujar en una cartulina a Jesús resucitado
·         Adornar y rellenar cascarones de huevo y regalarlos a los vecinos y amigos explicándoles el significado.

Autor: Teresa Fernández | Fuente: Catholic.net 






sábado, 30 de marzo de 2013

María es la primera partícipe de todo el sacrificio







Contemplemos el corazón de la Santísima Virgen -dolorido en la pasión, en las lamentaciones del profeta Jeremías. El profeta está refiriéndose a la destrucción de Jerusalén, pero en esta poesía, que es la lamentación, hay muchos textos que recogen el dolor de una madre, el dolor de María. Como dice el profeta: "Un Dios que rompe las vallas y entra en la ciudad".

Podría ser interesante el tomar este texto desde el capítulo II de las lamentaciones de Jeremías, e ir viendo cómo se va desarrollando este dolor en el corazón de la Santísima Virgen, porque puede surgir en nuestra alma una experiencia del dolor de María, por lo que Dios ha hecho en Ella, por lo que Dios ha realizado en Ella; pero puede darnos también una experiencia muy grande de cómo María enfrenta con fe este dolor tan grande que Dios produce en su corazón.

Un dolor que a Ella le viene al ver a su hijo en todo lo que había padecido; un dolor que le viene al ver la ingratitud de los discípulos que habían abandonado a su hijo; el dolor que tuvo que tener María al considerar la inocencia de su hijo; y sobre todo, el dolor que tendría que provenirle a la Santísima Virgen de su amor tan tierno por su hijo, herido por las humillaciones de los hombres.

María, el Sábado Santo en la noche y domingo en la madrugada, es una mujer que acaba de perder a su hijo. Todas las fibras de su ser están sacudidas por lo que ha visto en los días culminantes de la pasión. Cómo impedirle a María el sufrimiento y el llanto, si había pasado por una dramática experiencia llena de dignidad y de decoro, pero con el corazón quebrantado.

María -no lo olvidemos-, es madre; y en ella está presente la fuerza de la carne y de la sangre y el efecto noble y humano de una madre por su hijo. Este dolor, junto con el hecho de que María haya vivido todo lo que había vivido en la pasión de su hijo, muestra su compromiso de participación total en el sacrificio redentor de Cristo. María ha querido participar hasta el final en los sufrimientos de Jesús; no rechazó la espada que había anunciado Simeón, y aceptó con Cristo el designio misterioso de su Padre. Ella es la primera partícipe de todo sacrificio. María queda como modelo perfecto de todos aquellos que aceptaron asociarse sin reserva a la oblación redentora.

¿Qué pasaría por la mente de nuestra Señora este sábado en la noche y domingo en la madrugada? Todos los recuerdos se agolpan en la mente de María: Nazaret, Belén, Egipto, Nazaret de nuevo, Canaán, Jerusalén. Quizá en su corazón revive la muerte de José y la soledad del Hijo con la madre después de la muerte de su esposo...; el día en que Cristo se marchó a la vida pública..., la soledad durante los tres últimos años. Una soledad que, ahora, Sábado Santo, se hace más negra y pesada. Son todas las cosas que Ella ha conservado en su corazón. Y si conservaba en el corazón a su Hijo en el templo diciéndole: "¿Acaso no debo estar en las cosas de mi Padre?". ¡Qué habría en su corazón al contemplar a su Hijo diciendo: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, todo está consumado!"

¿Cómo estaría el corazón de María cuando ve que los pocos discípulos que quedan lo bajan de la cruz, lo envuelven en lienzos aromáticos, lo dejan en el sepulcro? Un corazón que se ve bañado e iluminado en estos momentos por la única luz que hay, que es la del Viernes Santo. Un corazón en el que el dolor y la fe se funden. Veamos todo este dolor del alma, todo este mar de fondo que tenía que haber necesariamente en Ella. Apenas hacía veinticuatro horas que había muerto su hijo. ¡Qué no sentiría la Santísima Virgen!

Junto con esta reflexión, penetremos en el gozo de María en la resurrección. Tratemos de ver a Cristo que entra en la habitación donde está la Santísima Virgen. El cariño que habría en los ojos de nuestro Señor, la alegría que habría en su alma, la ilusión de poderla decir a su madre: "Estoy vivo". El gozo de María podría ser el simple gozo de una madre que ve de nuevo a su hijo después de una tremenda angustia; pero la relación entre Cristo y María es mucho más sólida, porque es la relación del Redentor con la primera redimida, que ve triunfador al que es el sentido de su existencia.

Cristo, que llega junto a María, llena su alma del gozo que nace de ver cumplida la esperanza. ¡Cómo estaría el corazón de María con la fe iluminada y con la presencia de Cristo en su alma! Si la encarnación, siendo un grandísimo milagro, hizo que María entonase el Magníficat: "Mi alegría qué grande es cuando ensalza mi alma al Señor. Cuánto se alegra mi alma en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava, y desde ahora me dirán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí, su nombre es Santo". ¿Cuál sería el nuevo Magníficat de María al encontrarse con su hijo? ¿Cuál sería el canto que aparece por la alegría de ver que el Señor ha cumplido sus promesas, que sus enemigos no han podido con Él?

Y por qué no repetir con María, junto a Jesús resucitado, ese Magníficat con un nuevo sentido. Con el sentido ya no simplemente de una esperanza, sino de una promesa cumplida, de una realidad presente. Yo, que soy testigo de la escena, ¿qué debo experimentar?, ¿qué tiene que haber en mí? Debe brotar en mí, por lo tanto, sentimientos de alegría. Alegrarme con María, con una madre que se alegra porque su hijo ha vuelto. ¡Qué corazón tan duro, tan insensible sería el que no se alegrase por esto!

Tratemos de imitar a María en su fe, en su esperanza y en su amor. Fe, esperanza y amor que la sostienen en medio de la prueba; fe, esperanza y amor que la hicieron llenarse de Dios. La Santísima Virgen María debe ser para el cristiano el modelo más acabado de la nueva criatura surgida del poder redentor de Cristo y el testimonio más elocuente de la novedad de vida aportada al mundo por la resurrección de Cristo.

Tratemos de vivir en nuestra vida la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen, Madre amantísima de la Iglesia, que consiste especialmente en la imitación de sus virtudes, sobre todo de su fe, esperanza y caridad, de su obediencia, de su humildad y de su colaboración en el plan de Cristo. 

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net 

viernes, 29 de marzo de 2013

Este es el día...




"Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal. 117,24)... Como cristianos nacimos para el Reino de Dios desde nuestra más tierna infancia... pero, aun siendo conscientes de esta verdad y creyendo plenamente, tenemos muchas dificultades en acoger este privilegio y pasamos largo tiempo en comprenderlo. Nadie, por supuesto, lo comprende plenamente... Y hasta en este gran día, este día entre los días, donde Cristo resucita de entre los muertos... nosotros estamos como recién nacidos... a los que les faltan ojos para ver y un corazón para comprender quiénes somos verdaderamente... Este es el dia de Pascua, repitámoslo una y otra vez, con un respeto profundo y una gran alegría. Como los niños cuando dicen: " Ha llegado la primavera " o " mirad el mar ", para expresar la idea..., digamos: " he aquí el día entre los días, el día real (Ap. 1,10 griego), el día del Señor. He aquí el día en que el Cristo ha resucitado de entre los muertos, el día que nos trae la salvación".

    Este es el día que nos trae lo más grande que podemos comprender. Es el día de nuestro descanso, nuestro verdadero sábado; Cristo ha entrado en su descanso (He 4), y nosotros con Él. Este día nos conduce, en prefiguración, a través de la tumba y las puertas de la muerte, hasta el tiempo del descanso en el seno de Abraham (Hech. 3,20; Lc 16,22). Estamos bastante cansados de la oscuridad, el cansancio, la tristeza y el remordimiento. Estamos bastante cansados de este mundo agotador. Estamos cansados de sus ruidos y su jaleo; su mejor música, es sólo un ruido. Pero ahora reina el silencio, y es un silencio que habla...: tal es nuestra suerte en lo sucesivo. Hoy es el comienzo de días tranquilos y serenos, en los que podemos escuchar a Cristo, con su " voz dulce y tranquila " (1R 19,12), porque el mundo ya no habla más.

    Despojémonos de este mundo, y revistámonos de Cristo (Ef. 4,22; Rm 13,14)... ¡Esforcémonos en desvestirnos así, para revestirnos de cosas invisibles e imperecederas! Esforcémonos en crecer en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, día a día, año tras año, hasta que nos lleve con Él... en el Reino de su Padre y nuestro Padre, de su Dios y nuestro Dios (Jn 20,17).

Autor: Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra. Sermón “La dificultad en realizar los privilegios sagrados”, PPS, t. 6, n°8

jueves, 28 de marzo de 2013

El Jueves Santo








El Jueves Santo se celebra:

 La Última Cena,

 El Lavatorio de los pies,

 La institución de la Eucaristía y del Sacerdocio

La oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.

En la mañana de este día, en todas las catedrales de cada diócesis, el obispo reúne a los sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagran los Santos Óleos que se usan en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos.

En la Misa vespertina, antes del ofertorio, el sacerdote celebrante toma una toalla y una bandeja con agua y lava los pies de doce varones, recordando el mismo gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena.

a)Lecturas bíblicas:

Libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14; Primera carta del apóstol San Pablo a los corintios 11, 23-26; Evangelio según San Juan 13, 1-15.

b)La Eucaristía

Este es el día en que se instituyó la Eucaristía, el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Cristo tuvo la Última Cena con sus apóstoles y por el gran amor que nos tiene, se quedó con nosotros en la Eucaristía, para guiarnos en el camino de la salvación.
Todos estamos invitados a celebrar la cena instituida por Jesús. Esta noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Revivamos este gran don y comprometámonos a servir a nuestros hermanos.

c)El lavatorio de los pies

Jesús en este pasaje del Evangelio nos enseña a servir con humildad y de corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para demostrarle nuestra fe en Él. Recordar que esta no es la única vez que Jesús nos habla acerca del servicio. Debemos procurar esta virtud para nuestra vida de todos los días. Vivir como servidores unos de otros.

d)La noche en el huerto de los Olivos

Lectura del Evangelio según San Marcos14, 32-42.: 

Reflexionemos con Jesús en lo que sentía en estos momentos: su miedo, la angustia ante la muerte, la tristeza por ser traicionado, su soledad, su compromiso por cumplir la voluntad de Dios, su obediencia a Dios Padre y su confianza en Él. Las virtudes que nos enseña Jesús este día, entre otras, son la obediencia, la generosidad y la humildad.


Los monumentos y la visita de las siete iglesias 

Se acostumbra, después de la Misa vespertina, hacer un monumento para resaltar la Eucaristía y exponerla de una manera solemne para la adoración de los fieles.
La Iglesia pide dedicar un momento de adoración y de agradecimiento a Jesús, un acompañar a Jesús en la oración del huerto. Es por esta razón que las Iglesias preparan sus monumentos. Este es un día solemne.

En la visita de las siete iglesias o siete templos, se acostumbra llevar a cabo una breve oración en la que se dan gracias al Señor por todo su amor al quedarse con nosotros. Esto se hace en siete templos diferentes y simboliza el ir y venir de Jesús en la noche de la traición. Es a lo que refieren cuando dicen “traerte de Herodes a Pilatos”.






La cena de pascua en tiempos de Jesús

Hace miles de años, los judíos vivían en la tierra de Canaán, pero sobrevino una gran carestía y tuvieron que mudarse a vivir a Egipto, donde el faraón les regaló unas tierras fértiles donde pudieran vivir, gracias a la influencia de un judío llamado José, conocido como El soñador.

Después de muchos años, los israelitas se multiplicaron muchísimo en Egipto y el faraón tuvo miedo de que se rebelaran contra su reino. Ordenó matar a todos los niños varones israelitas, ahogándolos en el río Nilo. Moisés logró sobrevivir a esa matanza, pues su madre lo puso en una canasta en el río y fue recogido por la hija del faraón.
El faraón convirtió en esclavos a los israelitas, encomendándoles los trabajos más pesados.

Dios eligió a Moisés para que liberara a su pueblo de la esclavitud. Como el faraón no accedía a liberarlos, Dios mandó caer diez plagas sobre Egipto.

La última de esas plagas fue la muerte de todos los primogénitos del reino.
Para que la plaga no cayera sobre los israelitas, Dios ordenó a Moisés que cada uno de ellos marcara la puerta de su casa con la sangre de un cordero y le dio instrucciones específicas para ello: En la cena, cada familia debía comerse entero a un cordero asado sin romperle los huesos. No debían dejar nada porque al día siguiente ya no estarían ahí. Para acompañar al cordero debían comerlo con pan ázimo y hierbas amargas. La hierbas amargas ayudarían a que tuvieran menos sed, ya que tendrían que caminar mucho en el desierto. El pan al no tener levadura no se haría duro y lo podían llevar para comer en el camino. Les mandó comer de pie y vestidos de viaje, con todas sus cosas listas, ya que tenían que estar preparados para salir cuando les avisaran.

Al día siguiente, el primogénito del faraón y de cada uno de los egipcios amaneció muerto. Esto hizo que el faraón accediera a dejar a los israelitas en libertad y éstos salieron a toda prisa de Egipto. El faraón pronto se arrepintió de haberlos dejado ir y envió a todo su ejército para traerlos de nuevo. Dios ayudó a su pueblo abriendo las aguas del mar Rojo para que pasaran y las cerró en el momento en que el ejército del faraón intentó pasar.

Desde ese día los judíos empezaron a celebrar la pascua en la primera luna llena de primavera, que fue cuando Dios los ayudó a liberarse de la esclavitud en Egipto.
Pascua quiere decir “paso”, es decir, el paso de la esclavitud a la libertad. El paso de Dios por sus vidas.

Los judíos celebran la pascua con una cena muy parecida a la que tuvieron sus antepasados en la última noche que pasaron en Egipto.

Las fiesta de la pascua se llamaba “Pesaj” y se celebraba en recuerdo de la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto. Esto lo hacían al llegar la primavera, del 15 al 21 del mes hebreo de Nisán, en la luna llena.

Los elementos que se utilizaban en la cena eran los siguientes:

  El Cordero: Al salir de Egipto, los judíos sacrificaron un cordero y con su sangre marcaron los dinteles de sus puertas.


  Karpas: Es una hierba que se baña en agua salada y que recuerda las miserias de los judíos en Egipto.


  Naror: Es una hierba amarga que simboliza los sufrimientos de los hebreos durante la esclavitud en Egipto. Comían naror para recordar que los egipcios amargaron la vida sus antepasados convirtiéndolos en esclavos.


  Jarose: Es una mezcla de manzana, nuez, miel, vino y canela que simboliza la mezcla de arcilla que usaron los hebreos en Egipto para las construcciones del faraón.


  Matzá: Es un pan sin levadura que simboliza el pan que sacaron los hebreos de Egipto que no alcanzó a fermentar por falta de tiempo.


  Agua salada: Simboliza el camino por el Mar Rojo.


  Cuatro copas de vino: Simbolizan cuatro expresiones Bíblicas de la liberación de Israel.


  Siete velas: Alumbran dan luz. Esta simbolizan la venida del Mesías, luz del mundo.

La cena constaba de ocho partes:

1. Encendido de las luces de la fiesta: El que presidía la celebración encendía las velas, todos permanecían de pie y hacían una oración.

2. La bendición de la fiesta (Kiddush): Se sentaban todos a la mesa. Delante del que presidía la cena, había una gran copa o vasija de vino.
Frente a los demás miembros de la familia había un plato pequeño de agua salada y un plato con matzás, rábano o alguna otra hierba amarga, jaroses y alguna hierba verde.

Se servía la primera copa de vino, la copa de acción de gracias, y les daban a todos los miembros de la familia. Todos bebían la primera copa de vino. Después el sirviente presentaba una vasija, jarra y servilleta al que presidía la celebración, para que se lavara sus manos mientras decía la oración. Se comían la hierba verde, el sirviente llevaba un plato con tres matzás grandes, cada una envuelta en una servilleta. El que presidía la ceremonia desenvolvía la pieza superior y la levantaba en el plato.

3. La historia de la salida de Egipto (Hagadah) Se servían la segunda copa de vino, la copa de Hagadah. Alguien de la familia leía la salida de Egipto del libro del Éxodo, capítulo 12. El sirviente traía el cordero pascual que debía ser macho y sin mancha y se asaba en un asador en forma de cruz y no se le podía romper ningún hueso. Se colocaba delante del que presidía la celebración les preguntaba por el significado de la fiesta de Pesaj. Ellos respondían que era el cordero pascual que nuestros padres sacrificaron al Señor en memoria de la noche en que Yahvé pasó de largo por las casas de nuestros padres en Egipto. Luego tomaba la pieza superior del pan ázimo y lo sostenía en alto. Luego levantaba la hierba amarga.

4.Oración de acción de gracias por la salida de Egipto: El que presidía la ceremonia levantaba su copa y hacía una oración de gracias. Colocaba la copa de vino en su lugar. Todos se ponían de pie y recitaban el salmo 113.

5. La solemne bendición de la comida: Todos se sentaban y se bendecía el pan ázimo y las hierbas amargas. Tomaba primero el pan y lo bendecía. Después rompía la matzá superior en pequeñas porciones y distribuía un trozo a cada uno de los presentes. Ellos lo sostenían en sus manos y decían una oración. Cada persona ponía una porción de hierba amarga y algo de jaroses entre dos trozos de matzá y decían juntos una pequeña oración.

6. La cena pascual: Se llevaba a cabo la cena.

7. Bebida de la tercera copa de vino: la copa de la bendición.- Cuando se terminaban la cena, el que presidía tomaba la mitad grande de la matzá en medio del plato, la partía y la distribuía a todos los ahí reunidos. Todos sostenían la porción de matzá en sus manos mientras el que presidía decía una oración y luego se lo comían. Se les servía la tercera copa de vino, “la copa de la bendición”. Todos se ponían de pie y tomaban la copa de la bendición.

8. Bendición final: Se llenaban las copas por cuarta vez. Esta cuarta copa era la “Copa de Melquisedec”. Todos levantaban sus copas y decían una oración de alabanza a Dios. Se las tomaban y el que presidía la ceremonia concluía la celebración con la antigua bendición del Libro de los Números (6, 24-26).

Día de la Caridad: 

En México, los obispos, han establecido que el Jueves Santo sea el día de la caridad. El objetivo de esto no es llevar a cabo una colecta para los pobres, sino mas bien el impulso de seguir el ejemplo de Jesús que compartió todo su ser.

Sugerencias para vivir esta fiesta:
 Dedicar un tiempo a la adoración a la Eucaristía
 Hacer la visita de las siete casas.

Autor: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net 

sábado, 23 de marzo de 2013

Jesucristo se despoja de su condición divina




• Lecturas:
- Profeta Isaías 50, 4-7
- Carta de san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
- Lucas 22, 14 – 23, 56

• Con esta liturgia del Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa, que es la conmemoración de los misterios centrales de nuestra redención: la pasión, muerte y resurrección del Señor. Estos días santos han perdido su sentido en la cultura contemporánea; se ha desdibujado su clima de oración para convertirse en una vacación más.

• Con esta liturgia del Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa, que es la conmemoración de los misterios centrales de nuestra redención: la pasión, muerte y resurrección del Señor. Estos días santos han perdido su sentido en la cultura contemporánea; se ha desdibujado su clima de oración para convertirse en una vacación más.

• En este Domingo de Ramos, los invito a tomar conciencia de los misterios que celebramos. La pasión y muerte del Señor, que es el Hijo eterno de Dios hecho hombre, desbordan nuestra manera de comprender la realidad; por eso la cruz de Cristo, para unos es motivo de escándalo, y para otros es una locura.

• Las dos primeras lecturas que hemos escuchado expresan, de manera impactante, el supremo gesto de amor que llevó a Jesús a la cruz:

- El profeta Isaías describe los sufrimientos del siervo de Yahvé quien, con siglos de anticipación, anunció lo que sería la pasión del Señor: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos”. Esta desgarradora escena del siervo de Yahvé es un anticipo de las atrocidades que sufrirá Cristo.

- En su Carta a los Filipenses, san Pablo explica a la comunidad el significado profundo de los acontecimientos que se desarrollaron en Jerusalén durante los días santos; escribe san Pablo: “Cristo, siendo Dios, no consideró que debería aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”.

• El texto de Isaías y las palabras de san Pablo nos indican que la redención de la humanidad hace saltar en mil pedazos los razonamientos humanos para trasladarnos a unos horizontes insospechados de entrega sin límites. A la luz de la sabiduría humana, la cruz de Cristo es escándalo y locura.

• Los seres humanos buscamos, legítimamente, ser aceptados y reconocidos, tener unos mejores ingresos; estas aspiraciones son justas. Sin embargo, el plan de salvación nos presenta una realidad estremecedora: Cristo, siendo Dios, se despoja de su condición divina, abraza la cruz para que nosotros pudiéramos acceder a la dignidad de hijos de Dios. Este es el misterio de amor y entrega que conmemoramos en estos días santos. Por eso los invito a no tomar a la ligera la Semana Santa; no nos quedemos en una mirada superficial de las ceremonias y procesiones de estos días, que pueden ser más o menos pintorescas. En el silencio de la oración, dejémonos interpelar por el amor de Cristo que, dando su vida, nos permite acceder a una realidad absolutamente nueva.

• La liturgia de este domingo conmemora la entrada del Señor en Jerusalén, donde estaba el Templo, centro de la vida religiosa del pueblo de Israel. Jerusalén es una ciudad única; es reconocida como la ciudad santa de las tres grandes religiones monoteístas: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

• Jesucristo, el Mesías anunciado por los profetas, toma posesión de la capital del rey de David, de una manera insólita; cabalgando en un burro; sin pretensiones; al pasar por sus calles, la gente sencilla reconoce el liderazgo excepcional que irradiaba, mientras que los poderosos lo fulminaban con sus miradas cargadas de odio.

• Para los fieles de la Iglesia Católica, este Domingo de Ramos está acompañado de fuertes emociones; el Papa Francisco asume su servicio como Vicario de Cristo con humildad, despojándose de aquellas formas externas asociadas con el poder y la riqueza. Los ojos del mundo cristiana – no sólo de los católicos - están puestos en el nuevo Papa; los fieles esperan que lidere la renovación de la Iglesia de manera que, a través del testimonio de sus Pastores, se disipen las nubes de sospechas que impiden que los valores del Evangelio transformen la cultura contemporánea, hambrienta de espiritualidad y sentido.

• El Papa Francisco llena de esperanza a la Iglesia; oremos para que tenga la fortaleza para cambiar lo que haya que cambiar.

Autor: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

viernes, 22 de marzo de 2013

Palabras de la Sabiduría






«Las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno» . Así dice: las almas de cuantos abrazan la senda de la rectitud con devoto amor en sus obras están en manos del Auxiliador Supremo, así que, por estas obras con las que se elevan hacia la altura de la justicia en pos de los cielos, no les quebrantará el tormento de la perdición, porque la luz verdadera los apacienta en el temor y en el amor de Dios. Ahora bien, después de que Adán y Eva fueran expulsados del jardín de las delicias, conocieron la obra de concebir y parir hijos. Pero como al caer en la muerte por su desobediencia percibieron la dulzura del pecado -cuando supieron que podían pecar-, transformaron la justicia de esta obra procreadora que Yo instituí en placer ignominioso; y, aunque debían saber que la agitación de sus venas no era para la dulzura del pecado, sino por amor de los hijos, la entregaron a la lujuria, bajo el hechizo del Demonio: al perder la inocencia de la procreación, la condenaron a la culpa. Así que esto no ocurrió sin la persuasión del Demonio, que lanzó sus dardos contra esta obra para que no se consumara sin su maleficio, cuando dijo: «He aquí mi fuerza: la procreación de los hombres; por tanto, el hombre es mío». Y, comprendiendo que el hombre participaría de sus tormentos al seguirle, murmuró de nuevo para sí: «Todas las iniquidades son contrarias al Dios Todopoderoso, pues no hay en Él injusticia alguna». Entonces, el asechador ocultó esto con gran sigilo en su corazón: si un hombre, por propia voluntad, se comprometía con él, no podría librarse de sus cepos.

Por eso albergaba Yo el secreto designio de enviar a Mi Hijo para redimir a los hombres y que pudieran regresar a la Jerusalén Celestial. Ninguna iniquidad pudo oponerse a este designio Mío, porque cuando Mi Hijo vino al mundo, reunió a Su alrededor a todos los que quisieron escucharle y seguirle abandonando el pecado.

Pues Yo soy justo y recto y no Me complazco en la iniquidad a la que tú, oh hombre, abrazas, sabiendo que puedes hacer el mal. Porque Lucifer y el hombre intentaron ambos, cuando fueron creados, rebelarse contra Mí y no pudieron mantenerse en pie, al caer del bien y elegir el mal. Pero Lucifer abarcó todo el mal y rechazó todo el bien y, sin probarlo siquiera, se precipitó en la muerte. En cambio, Adán saboreó el bien al aceptar la obediencia, aunque apeteció el mal y, llevado de su ambición, lo cometió cuando se alzó en rebeldía contra el Señor. Por qué sucedió esto, no es tarea tuya, oh hombre, indagarlo, ni qué ocurrió antes del comienzo de los tiempos, o qué pasará cuando llegue el último día: nada de todo esto puede saber el mortal, pues sólo Dios lo conoce, salvo lo que revele Él a Sus elegidos.

Pero esa fornicación común entre los hombres es abominable ante Mi faz, porque, en el principio, creé al varón y a la mujer en la pureza y no en el oprobio. Por tanto, esos hipócritas en cuya opinión les es lícito fornicar, según los apetitos animales, con quienes deseen, son indignos a Mis ojos; pues despreciando la honra y la altura de su razón, miran a las bestias y a ellas se asemejan. ¡Ay de aquellos que así vivan y en esta ignominia porfíen!

Autor: Santa Hildegarda de Bingen. Tomado del libro  Scivias: Conoce los caminos  





Oración a Santa Hildegarda de Bingen

Santa Hildegarda, protectora y portavoz nuestra escucha la oracion de tus hijos que te llaman ante tu tumba. El Espíritu Santo te ha llenado de dones maravillosos y te ha anunciado el camino de Dios. Consíguenos que por tu intercesión que nos atengamos a los mandamientos de Dios y contigo consigamos la felicidad del Cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén





jueves, 21 de marzo de 2013

Mis ovejas








Mis ovejas, dice el Señor, oyen mi voz. ¿Pensáis que sois ovejas de Dios no oyendo a Dios? Os vengáis por una parte, estáis en vuestras enemistades, y por otra parte decís: recemos un poco. No sois ovejas de Dios, andáis de un rebaño en otro, no oiréis la voz del Señor, y no la oyendo, no sois de Él. […] Amar a vuestros enemigos, amar y querer bien a quien os quiere mal (Mt 5,44; Lc 6,27ss), esto es ser oveja de Jesucristo. ¿Quieres conocer si eres oveja de Jesucristo? Pues mira si te duele perdonar a tu prójimo, y oyendo que dice Dios: “¡Perdona!”, sí perdonas. […]

         Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco. […] Oyen mi palabra, ellas pacen en mi dehesa y comen de mi hierba, conózcolas, guárdolas yo. Y síguenme. Porque donde voy yo van ellas; adonde estoy yo están ellas; no me pierden paso las buenas ovejas. Las que conocen a su pastor, de cualquier manera siguen a su pastor; va el pastor por breñales y espinas, y va la oveja coja, y aquí se deja el pedazo de la lana, acullá se rompe el pellejo, y como puede, cansada como está, siempre sigue a su pastor. ¡Oh pastor bendito, y cómo curáis vos la ovejita coja y cansada, cómo volvéis por el cristiano que os va siguiendo y va cansado y sudando y, como puede, no deja de seguir vuestros pasos! ¡Cómo y con qué amor volvéis vos a él y tomáis a cuestas sus trabajos, y le ayudáis a pasar el camino, y le ponéis miera adonde la ha menester, como buen pastor! […] Seguid a Jesucristo, mirad las pisadas del pastor. No quieras dejar a tu pastor por el mal paso e irte tú por el bueno y por las plazas anchas. […] Hallólos en lugar espantoso y en lugar solo (cf. Dt 32,10) ¿No andáis con vuestro pastor? ¿No seguís a Jesucristo? Andáis en lugar solo y lleno de terror. Halló las ovejas que no eran suyas en lugar lleno de temor. […]

         El que quisiere ser mi oveja, el que quisiere ser mío, niéguese a sí, no piense en sí, no quiera lo que el Señor no quiere. […] Seguís sus pisadas por el llano; amáis sus misericordias, holgáis con los consuelos; y porque se os mete por las espinas, dejáis a Jesucristo; porque os pone en una tribulación, porque se os esconde para conocer quién sois sin Él, decís luego: “Háseme escondido, ya no me quiere, ya no me consuela”; perdéis luego el rastro; luego decís que os castiga, que os ha quitado la gracia. No así, no. […] Entrad en las espinas, aunque pensáis que os habéis de espinar, que ahí hallaréis al Señor; entrad en los trabajos, que se ha metido para que le busquéis; entrad en los trabajos, entrad en vencer la carne, en desechar al demonio; entrad en la carne, que, si entráis, tened por cierto que ahí se entró, pensad que ahí lo hallaréis.

         “Si vienes tras mí, ven sin ti. No pienses en ti; haz cuenta que no eres”. No tengas en nada espinarte, que ahí está el Señor. ¿Qué fuera de ti, cristiano, si Jesucristo dijera: “Quiero ir a salvar el mundo por lo llano, pero si hay espinas no quiero”? ¿Qué fuera de ti? ¿Qué hicieras tú si Dios no se pusiera contra todo el mundo y se entrara rascuñado por las espinas y trabajos que pasó? ¿Qué fuera de ti si Él no quisiera pasar trabajos y si, habiendo llegado al paso de la muerte, no dijera: Hágase, Padre, como tú quieres y no como yo quiero (Lc 22,42); y si no quisiera que le espinara la espina de la pobreza, de la paciencia y de la caridad que, con todo cuanto pasaba, tenía para perdonarlos? ¿Y sabéis a cuánto llegó? Que lo coronaron de espinas, lo azotaron, lo escupieron, lo mofaron y le hirieron mil injusticias que no se pueden escribir ni contar, y al fin no pararon hasta ponerlo en la cruz. Pero si Jesucristo dijera, como tú, que no se quisiera meter por espinas, ¿qué fuera de ti? Y si por ti se metió el Señor de los señores por tan grandes trabajos, ¿qué mucho que tú te metas siquiera por alguno de ellos? Síguele y conocerás que eres su oveja. […]

         Mis ovejas me siguen; yo les doy la vida eterna y no perecerán para siempre (cf. Jn 10,27-28). No penséis, ovejitas, que os quedaréis así. Seguidme, que no andaréis desconsoladas. Yo daré –dice el Señor- a mis ovejas la vida eterna. […] En mi divinidad, en aquella infinita bondad, en la infinita luz, allí las apacentaré yo, allí les daré yo el manjar de vida, allí gozarán de mí, allí pacerán en aquella fertilidad de aguas, en aquellos suavísimos ríos que corren agua de infinita bondad y suavidad, allí las recrearé yo. […]

         Lleguemos al Señor; bebamos de su fuente; apacentémonos en sus prados; amémosle. Sacaréis aguas que beber de las fuentes del Salvador, dice Isaías (cf. Is 12,3). Refrescaréis vuestras llagas; lavaréis lo podrido; beberéis de aquella agua suavísima que da vida; y si os halláredes fatigados, tiene Dios unos montes muy altos, que da el sol en el lado de ellos, y de la otra parte hace sombra y frescura. Sentaos a la sombra. […]. Da en aquellos montes el sol de justicia, y por la otra parte hace sombra el sol de misericordia. Miraré al Cordero sin mancilla, miraré aquel Dios omnipotente, que por nosotros, sin deber nada, quiso ser azotado y escarnecido, y sobre todos sus trabajos y angustias, crucificado. Me sentaré yo a esta sombra. Miraré las frescuras de ella; miraré las esperanzas y consuelos que hay en ella para pasar mi camino y refrigerando mis llagas, rociando mis pasiones, consolándome con el desconsuelo que por mí el Señor pasó, y mirando que mi pastor, sólo por sacar mi ánima de entre la espinas, porque no me espinase, quiso Él entrar en ellas y espinarse.

         Debajo de la sombra me asentaré y allí descansaré para ir tras mi pastor.

Autor: San Juan de Ávila, Sermón 15. ¡Dichosas ovejas que tienen tal Pastor! Miércoles de la semana de Pasión, en Obras Completas, t. III: Sermones. BAC, Madrid 2002, 207-219.






Oración que usaba San Juan de Ávila, compuesta por su devoción

Todopoderoso y sempiterno Dios,
yo protesto delante de vuestra divina majestad
que nada soy y nada valgo,
y que, si algo tengo,
Jesucristo, mi Señor me lo ganó.

Bendito seáis, Señor, que me disteis tal Hijo;
y bendito sea tal Hijo,
que me reconcilió con tal Padre.

Al arcángel San Miguel pido me alcance gracia
para conocer el tesoro que Jesucristo,
mi Señor, me ganó.

Amén

miércoles, 20 de marzo de 2013

El amor de caridad






Objeciones por las que parece que el amor de caridad termina en Dios y no se extiende al prójimo:

1. Así como a Dios debemos amor, le debemos también temor, a tenor de estas palabras de la Escritura: Y ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor sino que le temas y le ames? (Dt 10,12). Ahora bien, es distinto el temor que inspira el hombre, o temor humano, del que inspira Dios, que es o servil o filial, como hemos expuesto (q.19 a.2). Es, pues, distinto el amor de caridad con que amamos a Dios y el amor con que amamos al prójimo.

2. Según el Filósofo en VIII Ethic., ser amado es ser honrado. Y es distinto el honor debido a Dios, que es honor de latría, y el debido a la criatura, honor de dulía. Es, por lo mismo, distinto el amor de Dios y el amor del prójimo.

3. La esperanza —según la Glosa— engendra la caridad. Pero la esperanza se ha de poner en Dios de tal forma, que son reprendidos quienes la ponen en el hombre, según la Escritura: Maldito el hombre que espera en el hombre (Jer 17,5). En consecuencia, a Dios se le debe una caridad que no se extiende al prójimo.

Contra esto: está el testimonio de la Escritura: Mandamiento tenemos de Dios: que el que le ame ha de amar a su hermano (1 Jn 4,21).

Respondo: Según hemos expuesto (1-2 q.54 a.3), los hábitos no se diferencian sino porque cambia la especie de sus actos; todos los actos de una especie pertenecen al mismo hábito. Pues bien, dado que el carácter específico de un acto lo constituye la razón formal de su objeto, por fuerza han de ser de la misma especie el acto que versa sobre la razón formal del objeto y el que recae sobre un objeto bajo tal razón formal, como son específicamente lo mismo la visión con que se ve la luz y la visión con que se ve el color por medio de la luz. Ahora bien, la razón del amor al prójimo es Dios, pues lo que debemos amar en el prójimo es que exista en Dios. Es, por lo tanto, evidente que son de la misma especie el acto con que amamos a Dios y el acto con que amamos al prójimo. Por eso el hábito de la caridad comprende el amor, no sólo de Dios, sino también el del prójimo.

A las objeciones:

1. El prójimo tanto puede ser temido como amado de dos maneras. Primera, por lo propio de él, como el tirano es o temido por su crueldad o amado por el deseo de conseguir algo de él. En este sentido, el temor y el amor humano se distinguen del temor y del amor de Dios. En segundo lugar, también es temido y amado el hombre por lo que hay de Dios en él. Y así, es temido el brazo secular, porque ha recibido de Dios la misión de castigar al malhechor, y es amado por justicia. Este temor y amor del hombre no se distinguen del temor de Dios, como tampoco de su amor.

2. El amor se refiere al bien en general, mientras que el honor se refiere el bien propio de la persona honrada, ya que se le tributa como testimonio de la propia virtud. Por eso el amor no se diferencia específicamente por la diversidad de bienes diferenciados con tal que se refieran a un bien común; el honor, en cambio, se diferencia por los bienes particulares de cada uno. Según eso, amamos con el mismo amor de caridad a todos los prójimos, en cuanto les referimos a un bien común que es Dios, mientras que les rendimos honores distintos según la cualidad intransferible de cada uno. Igualmente, tributamos a Dios el honor especial de latría por su excelencia única.

3. Son vituperados los hombres que esperan en el hombre como principal autor de salvación; mas no los que esperan en él como instrumento en dependencia de Dios. Sería asimismo reprensible quien amara al prójimo como fin principal; pero no quien lo ame por Dios, lo cual es propio de la caridad.

Autor: Santo Tomás de Aquino, Summa Teológica



Oración del estudiante compuesta por Santo Tomás de Aquino

Oh Dios, fuente de la sabiduría,
principio supremo de todas las cosas.
Derrama tu luz en mi inteligencia
y aleja de ella las tinieblas
del pecado y de la ignorancia.
Concédeme penetración para entender,
memoria para retener, método para aprender,
lucidez para interpretar y expresarme.
Ayuda el comienzo de mi trabajo,
dirige su progreso, corona su fin,
por Cristo nuestro Señor.
Amén.









martes, 19 de marzo de 2013

Santo del silencio







A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca esta de Jesús y de la Stma. Virgen María.

Nuestro Señor fue llamado "hijo de José" (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 12:55).

No era padre natural de Jesús (quién fue engendrado en el vientre virginal de la Stma. Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios), pero José lo adoptó y Jesús se sometió a el como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!

San José es llamado el "Santo del silencio" No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. José fue "santo" desde antes de los desposorios. Un "escogido" de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.

Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. Son al mismo tiempo las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación.

San Mateo (1:16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3:23), su padre era Heli.  Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.

Según San Mateo 13:55 y Marcos 6:3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero. San Justino lo confirma (Dial. cum Tryph., lxxxviii, en P. G., VI, 688), y la tradición ha aceptado esta interpretación.

Si el matrimonio de San José con La Stma. Virgen ocurrió antes o después de la Encarnación aun es discutido por los exegetas. La mayoría de los comentadores, siguiendo a Santo Tomás, opinan que en la Anunciación, la Virgen María estaba solo prometida a José.  Santo Tomás observa que esta interpretación encaja mejor con los datos bíblicos.

Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y San José tendría quizás de 18 a 20 años de edad cuando se desposó con María. Era un joven justo, casto, honesto, humilde carpintero...ejemplo para todos nosotros.

La literatura apócrifa, (especialmente el "Evangelio de Santiago", el "Pseudo Mateo" y el "Evangelio de la Natividad de la Virgen María", "La Historia de San José el Carpintero", y la "Vida de la Virgen y la Muerte de San José) provee muchos detalles pero estos libros no están dentro del canon de las Sagradas Escrituras y no son confiables.

Amor virginal

Algunos libros apócrifos cuentan que San José era un viudo de noventa años de edad cuando se casó con la Stma. Virgen María quien tendría entre 12 a 14 años. Estas historias no tienen validez y San Jerónimo las llama "sueños". Sin embargo han dado pie a muchas representaciones artísticas. La razón de pretender un San José tan mayor quizás responde a la dificultad de una relación virginal entre dos jóvenes esposos. Esta dificultad responde a la naturaleza caída, pero se vence con la gracia de Dios. Ambos recibieron extraordinarias gracias a las que siempre supieron corresponder. En la relación esposal de San José y la Virgen María tenemos un ejemplo para todo matrimonio.  Nos enseña que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y por ende un don de Dios.  San José y María Santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús.  La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma mas pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.

El matrimonio fue auténtico, pero al mismo tiempo, según San Agustín y otros, los esposos tenían la intención de permanecer en el estado virginal. (cf.St. Aug., "De cons. Evang.", II, i in P.L. XXXIV, 1071-72; "Cont. Julian.", V, xii, 45 in P.L.. XLIV, 810; St. Thomas, III:28; III:29:2).

Pronto la fe de San José fue probada con el misterioso embarazo de María. No conociendo el misterio de la Encarnación y no queriendo exponerla al repudio y su posible condena a lapidación, pensaba retirarse cuando el ángel del Señor se le apareció en sueño:

"Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Angel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer." (Mat. 1:19-20, 24).

Unos meses mas tarde, llegó el momento para S. José y  María de partir hacia Belén para apadrinarse según el decreto de Cesar Augustus. Esto vino en muy difícil momento ya que ella estaba en cinta. (cf. Lucas 2:1-7).

En Belén tuvo que sufrir con La Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació el hijo de la Virgen. El atendía a los dos como si fuese el verdadero padre. Cual sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y mas tarde los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él".(Lucas 2:33).

Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un ángel: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Mateo 2:13.  San José obedeció y tomo responsabilidad por la familia que Dios le había confiado.

San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto.   Esto representaba dificultades muy grandes: la Sagrada familia, siendo extranjera, no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo y la consecuente pobreza. San José aceptó todo eso por amor sin exigir nada.

Una vez mas por medio del ángel del Señor, supo de la muerte de Herodes: "«Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.»  El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel.  Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea". Mateo 2:22.

Fue así que la Sagrada Familia regresó a Nazaret. Desde entonces el único evento que conocemos relacionado con San José es la "pérdida" de Jesús al regreso de la anual peregrinación a Jerusalén (cf. Lucas 2, 42-51).  San José y la Virgen lo buscaban por tres angustiosos días hasta encontrarlo en el Templo.  Dios quiso que este santo varón nos diera ejemplo de humildad en la vida escondida de su sagrada familia y su taller de carpintería.

Lo mas probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Canaá ni se habla mas de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto.

Según San Epifanius, San José murió en sus 90 años y la Venerable Bede dice que fue enterrado en el Valle de Josafat. Pero estas historias son dudosas.

La devoción a San José se fundamenta en que este hombre "justo" fue escogido por Dios para ser el esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra.  Durante los primeros siglos de la Iglesia la veneración se dirigía principalmente a los mártires. Quizás se veneraba poco a San José para enfatizar la paternidad divina de Jesús. Pero, así todo, los Padres (San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros), ya nos hablan de San José.  Según San Callistus, esta devoción comenzó en el Oriente donde existe desde el siglo IV, relata también que la gran basílica construida en Belén por Santa Elena había un hermoso oratorio dedicado a nuestro santo.

San Pedro Crisólogo: "José fue un hombre perfecto, que posee todo género de virtudes" El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento. "Y así se desarrollaba el carácter de José, crecía "de virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad.

En el Occidente, referencias a (Nutritor Domini) San José aparecen  en el siglo IX en martirologios locales y en el 1129 aparece en Bologna la primera iglesia a él dedicada.  Algunos santos del siglo XII comenzaron a popularizar la devoción a San José entre ellos se destacaron San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudiz y Santa Brígida de Suecia. Según Benito XIV (De Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17), "La opinión general de los conocedores es que los Padres del Carmelo fueron los primeros en importar del Oriente al Occidente la laudable práctica de ofrecerle pleno culto a San José".

En el siglo XV, merecen particular mención como devotos de San José los santos Vicente Ferrer (m. 1419), Pedro d`Ailli (m. 1420), Bernadino de Siena (m. 1444) y Jehan Gerson (m. 1429).  Finalmente, durante el pontificado de Sixto IV (1471 - 84), San José se introdujo en el calendario Romano en el 19 de Marzo. Desde entonces su devoción ha seguido creciendo en popularidad.  En 1621 Gregorio XV la elevó a fiesta de obligación. Benedicto XIII introdujo a San José en la letanía de los santos en 1726.

San Bernardino de Siena  "... siendo María la dispensadora de las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada? " Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años.

Los franciscanos fueron los primeros en tener la fiesta de los desposorios de La Virgen con San José. Santa Teresa tenía una gran devoción a San José y la afianzó en la reforma carmelita poniéndolo en 1621 como patrono, y en 1689 se les permitió celebrar la fiesta de su Patronato en el tercer domingo de Pascua. Esta fiesta eventualmente se extendió por todo el reino español. La devoción a San José se arraigo entre los obreros durante el siglo XIX.  El crecimiento de popularidad movió a Pío IX, el mismo un gran devoto, a extender a la Iglesia universal la fiesta del Patronato (1847) y en diciembre del 1870 lo declaró Santo Patriarca, patrón de la Iglesia Católica. San Leo XIII y Pío X fueron también devotos de San José. Este últimos aprobó en 1909 una letanía en honor a San José.

Santa Teresa de Jesús   "Tomé por abogado y señor al glorioso San José." Isabel de la Cruz, monja carmelita, comenta sobre Santa Teresa: "era particularmente devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado."

"No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo...No he conocido persona que de veras le sea devota que no la vea mas aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a El se encomiendan...Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y vera por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devocion..." -Sta. Teresa.

San Alfonso María de Ligorio nos hace reflexionar: "¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?" José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.

Bibliografía: Souvay, Charles L., Saint Joseph, Catholic Encyclopedia,   Encyclopedia Press, Inc. 1913.