martes, 31 de enero de 2012

Don Bosco




A DON Bosco se le ha llamado con razón «el santo de la alegría». Cuando Pablo VI, el año 1975, regaló a la Iglesia su carta sobre la alegría, «Gaudete in Domino», nombró a San Juan Bosco como uno de los santos que mejor habían aprendido y comunicado el carisma de la alegría.
Ya en sus tiempos de estudiante en Chieri, hacia el 1832, fundó «la Sociedad de la Alegría» entre sus compañeros, mostrando su opción por buscar lo positivo en la vida y evitar toda tristeza («melancolía, fuera de la casa mía»).
Y esa fue una de las claves principales de su pedagogía con los niños y los jóvenes: la vida entendida como fiesta y la fe como felicidad. Por una parte, la música, el teatro, las excursiones, el deporte. Por otra, la alegría sobrenatural de la fe. En todo momento la alegría del existir, del poder trabajar, de la entrega a los demás, la alegría de la vida de cada día.
El optimismo, la confianza en Dios y en las personas, saber ver y gozarse de los valores que hay en este mundo, sin lamentarse continuamente, son los secretos de su pedagogía humana y religiosa. La alegría envuelve la vida de piedad y el estudio, abre a la esperanza y suscita energías para hacer el bien. En la famosa carta de 1884, desde Roma, lo que más echa de menos don Bosco, y recomienda que recuperen, es la alegría que antes reinaba en sus colegios, y que los impregnaba de serenidad y cercanía. Don Bosco, por el camino de la alegría, condujo a muchos jóvenes a cimas importantes de espiritualidad cristiana.
Domingo Savio, su discípulo predilecto, describiéndole a su amigo Gavio el programa de la vida del Oratorio de Valdocco, lo resumió en una frase: «Nosotros hacemos consistir la santidad en estar alegres». No es una frase ocurrente y superficial. La alegría, en la pedagogía de don Bosco, es fruto de la conjunción de valores muy profundos, humanos y cristianos a la vez: la conciencia de ser hijos de Dios, el cumplimiento del deber, la piedad eucarística y la devoción a la Virgen, la visión concreta y sencilla del camino de la santidad, los valores de las personas y de la vida.
Hay frases predilectas de don Bosco que nos revelan el secreto de su serenidad: la del Eclesiastés (3,12), que tenía como señal en su breviario: «No hay más felicidad que alegrarse y buscar el bienestar en la vida»; la de Santa Teresa de Jesús: «Nada te turbe, nada te espante», que fue el primer consejo a sus directores en los «recuerdos» de 1886; y la consigna que da a los suyos: «Haced el bien, estad alegres y dejad que canten los pájaros». Un pensador, F. Orestano, afirmó que «si san Francisco de Asís santificó la naturaleza y la pobreza, san Juan Bosco santificó el trabajo y la alegría».
Por eso, el buen humor, la risa, el rechazo de las actitudes sin naturalidad y de las distancias de respeto hacia el educador, aunque sea sacerdote o religioso, todo ello unido al optimismo de fondo, hace del clima educativo salesiano un clima de distensión donde se vive a gusto, y en el que uno se siente un poco como en su casa, y en el que se percibe que una libertad real es posible. Así se entiende que en la casa de don Bosco el juego, el teatro, la expresión corporal, la gimnasia, el canto, etc., tienen tanta importancia.
Es el cuerpo que expresa la alegría de vivir de la persona; esa alegría que se encuentra viviendo en un clima de confianza y de paz con Dios. Pues, para don Bosco, es en la medida en que uno está en paz como se encuentra en profunda paz consigo mismo y con los demás: todo esto parece muy ordinario hoy. Pero, ¿ha pasado también a los actos? ¿Habría tantos jóvenes buscando el calor artificial de las sectas o de ciertas comunidades informales, si hubieran encontrado en su familia, en su escuela, en la residencia de estudiantes, este clima de paz y de serenidad alegre que creaba don Bosco a su alrededor?
Es verdad que existen paces falsas que pueden desarmar a los jóvenes, pero la verdadera alegría, la que brota del encuentro profundo del otro con Dios, tiene siempre un papel desestabilizador. Hace sentir cuán falsas son las promesas de felicidad hechas por la publicidad de nuestra sociedad, esas promesas que nos hacen creer que la felicidad surgirá de la acumulación de los bienes, del dinero y de los objetos de consumo. La verdadera alegría, por el contrario, transmite deseos de cambiar algo; la verdadera alegría nos enseña que la felicidad brota de la relación y del encuentro con el otro. La verdadera alegría busca con quién comunicarse. Tal vez por eso, a poco más de cien años de la muerte de don Bosco, 16.913 salesianos, 15.308 salesianas, más cientos de miles de cooperadores, antiguos alumnos y simpatizantes de la llamada Familia Salesiana, esparcidos por el mundo, intentan transmitir el mensaje de su fundador.
¡Cómo entendió don Bosco la importancia que tiene, para los grupos juveniles, «la vida del patio». Con la iglesia y con las aulas es uno de los tres principales factores educativos; y es para la sicología del chico, como para las posibilidades formativas, un elemento indispensable. La vida del patio es el lugar clásico donde se revela la índole del jovencito, y donde se le puede estudiar para orientarlo. Saber educar en medio del recreo y con el recreo, es una especialidad de la tradición de don Bosco.
Él siempre quería la alegría, el movimiento, el ruido. «Désele al niño amplia libertad para correr, saltar, alborotar a su gusto», ha dejado escrito en sus páginas de oro. La alegría, el regocijo, es, en la casa de don Bosco, el undécimo mandamiento, y es un factor de primer orden en su pedagogía. No podía ver a los muchachos cabizbajos y enfurruñados: temía el ocio en los recreos; por eso no quería bancos en los patios de sus casas.
Don Bosco fascinaba a sus jóvenes sobre todo con sus juegos de mano, con su arte y con su maestría en el juego. Él era lo que conviene mucho a todo pedagogo, un «magíster ludi» de alta cualidad, y el juego era para él el elemento de la alegría. El método pedagógico que don Bosco desarrolló en los años de la fundación de su ciudad juvenil en Turín (1846) tenía que ser una pedagogía de la alegría.
Para concluir: una invitación a la alegría cristiana y salesiana. Es una herencia de corazón de la Virgen María en su Magnificat. Preciosa la que recibimos del evangelio de Jesús y del patrimonio de nuestros mayores en la Familia Salesiana. Vivir en alegría, porque nos sentimos amados por Dios, en su presencia, invadidos por la energía vital del Resucitado, llenos de su Buena Noticia, poseídos de su Espíritu, imitando la alegría de corazón de la Virgen María en su Magnificat.
Una alegría que, antes de ser pedagogía, es forma de vida y convicción de fe que brota del Evangelio y que luego, espontáneamente, se transmite a los demás, haciéndoles uno de los mejores regalos que se les puede hacer en este mundo de hoy: la alegría.
Autor: Higinio Martínez Crespo (Diario de León)

lunes, 30 de enero de 2012

CRISTO MANIFESTADO EN EL RECUERDO



“No fue, aparentemente, sino después de su resurrección, y en particular después de su ascensión, al bajar el Espíritu Santo, cuando los Apóstoles comprendieron que (nuestro Salvador) había estado con ellos.  Lo comprendieron cuando todo había terminado, no en el momento mismo. Vemos aquí, a mi parecer, el rastro de un principio general que se presenta sin cesar a nuestros ojos, en la Escritura y en el mundo, es decir, que no discernimos la presencia de Dios en el tiempo en que está con nosotros, sino después, cuando miramos para atrás hacia lo paso y transcurrido.

La misma historia de nuestro Salvador proporcionará ejemplos que apoyan esa notable ley...
(los ejemplo citados remiten a Jn 13,7; 12,26; Lc 24,32, y luego a trozos del A.T.: Gen 28,11-17; 32,30; Juec 6,22; etc.)

Tal es la ley de Dios en la Escritura: dispensar sus bendiciones en el silencio y el secreto, de modo que no las discernamos en el mismo momento sino sólo después.
Considera ahora cuanto concuerda aquello con lo que ocurre en la economía providencial de nuestra vida cotidiana.  Sobrevienen acontecimientos que nos causan placer o pena; no captamos en el momento su significado, no vemos en ellos la mano de Dios.
¡Oh Providencia de Dios, maravillosamente silenciosa y sin embargo irresistible!  ¿Cómo poder verla, sino después, como recompensa de nuestra fe, contemplando a lo lejos la nube de gloria que, en el instante de su presencia, era demasiado tenue, demasiado impalpable para nuestros sentidos mortales?

Asimismo, en muchas otras ocasiones que no son ni llamativas, ni dolorosas, ni gratas, sino totalmente ordinarias, podemos reconocer a la postre que nuestro Señor estaba con nosotros, y, como Moisés, adorarlo.

De ahí viene, tal vez, que los años transcurridos traigan consigo tanto perfume en el recuerdo, mientras en el mismo momento pensábamos encontrar poco placer en ellos, al no tener conciencia, al no poder tener conciencia del placer que recibíamos, aunque de veras nos fuese dado.  No sabemos, en el momento, sino sentir: sólo después, nuestra razón reconoce.
Lo que es cierto para el destino de los individuos, lo es también para la Iglesia.  Sus épocas felices lo son en el recuerdo.

Para concluir: aprovechemos lo que cada día, lo que cada hora que pasa nos enseña.  Lo que nos parece oscuro cuando nos sale al encuentro, refleja al Sol de Justicia cuando ya pasó.  Que ello nos enseñe al menos para el porvenir a tener fe en lo que no vemos...”

Autor: Cardenal Newman

domingo, 29 de enero de 2012

LA EXISTENCIA DE DIOS




1. El problema de su demostración. Podríamos pensar que Dios puede ser perceptible directamente por la razón, al modo como vemos las verdades del tipo "los triángulos tienen tres lados"; a estas proposiciones las denomina Sto. Tomás evidentes en sí mismas; en ellas el predicado se incluye en el sujeto pues en la esencia de sus objetos se encuentra la propiedad referida en la proposición. Son, además, evidentes para nosotroscuando las vemos como verdaderas con solo comprender el concepto sujeto. Si la existencia de Dios se incluyese en su esencia, entonces podríamos captar la verdad de la proposición “Dios existe” con la mera comprensión del término "Dios"; algunos filósofos (S. Anselmo p. ej.) creerán que se puede mostrar la existencia de Dios basándose en ese supuesto (el "argumento ontológico"). Sto Tomás mantendrá, por el contrario, que no cabe una argumentación de ese género porque la esencia de Dios no nos es dada con la misma claridad que por ejemplo, la esencia del triángulo. Ello quiere decir que la proposición "Dios existe" no es evidente para nosotros, aunque sea evidente en sí misma (pues es verdad que la existencia se incluye en la esencia de Dios).

2. Las cinco vías. Según Sto. Tomás, la demostración meramente racional de la existencia de Dios no es la adecuada pues no es acorde a las facultades humanas; debemos llegar a Dios a partir de lo más conocido para nosotros, de la experiencia sensible. Sus pruebas (las Cinco Vías) tienen antecedentes en Aristóteles y Platón y son demostraciones a posteriori: parten de los efectos de la actuación de Dios en el mundo para remontarse a Él como causa última. La Tercera Vía comienza destacando uno de los rasgos más importantes de todos los objetos finitos, la radical insuficiencia de su ser, la contingencia: todos los seres existen pero podrían no existir; si existen y podrían no existir es pensable un tiempo en el que no existían; y si nada más que ellos existiera en la realidad, ahora nada tendría que existir. Como este no es el caso, es preciso suponer que exista unser necesario, un ser que tenga la razón de su existencia en sí mismo y no en otro, y ese ser es Dios. La Quinta Vía parte de la existencia de orden en el mundo natural y de la necesidad de que exista siempre una inteligencia que dirija el comportamiento de aquellos seres que tienen conducta final, conducta ordenada a un propósito. Es el caso de que los seres naturales no disponen de inteligencia, luego han tenido que ser creados por otro ser que les haya dado su disposición al comportamiento más adecuado para alcanzar los fines que les son propios; en conclusión, debe existir una Inteligencia Ordenadora a la que cabe llamar Dios.

Autor: Javier Echegoyen Olleta


sábado, 28 de enero de 2012

Tomás de Aquino


 
El 28 de enero la Iglesia católica recuerda a Santo Tomás de Aquino.
 
Santo Tomás de Aquino es uno de los grandes Santos que Dios ha dado a su Iglesia. Merece ser conocido, venerado, invocado. Su lección de vida y doctrina cristiana no debe caer en el olvido. La Iglesia del tercer milenio lo necesita como guía espiritual.
Este santo italiano fue sacerdote dominico y es mundialmente reconocido como una de las figuras más importantes de la Teología cristiana.

SS. el  Papa Benedicto XVI nos dice de este santo:

“La convicción de Santo Tomás de que somos naturalmente capaces de conocer principios de la ley moral natural, sigue siendo actual y que esa ley enraizada en la verdad de la naturaleza del hombre, es la base del respeto a la dignidad humana y de los derechos humanos”. 
 
 

El amor de una madre



Después del terremoto en Turquía, cuando los rescatistas comenzaron a buscar sobrevivientes entre las ruinas de la casa de una joven mujer, vieron el cuerpo de ella por uno de los orificios de las ruinas de la casa. Les pareció extraña la postura del cuerpo, estaba sobre sus rodillas y su cuerpo hacia adelante como cuando una persona se arrodilla para adorar, con el rostro hacia el suelo; su cuerpo estaba inclinado hacia adelante y sus manos estaban sujetas a algún objeto. 

El peso de la casa quebró su espalda y su cuello. Con mucha dificultad, el líder del equipo de rescate puso sus manos y brazos para ver si la mujer aun estaba con vida. Pero la dureza del cuerpo y la temperatura del mismo, anunciaban que la mujer había muerto. El tenía la esperanza de que la mujer aun estaría con vida. 

Él y su equipo salieron de las ruinas de la casa para seguir su trabajo en busca de más víctimas. Por alguna razón, el líder del equipo sintió una necesidad enorme de regresar a donde el cuerpo de la mujer se encontraba. Una vez más se arrodilló y puso sus manos en el espacio que les permitía alcanzar el cuerpo y decidió de revisar debajo de ese cuerpo sin vida. Instantáneamente empezó a gritar: "¡Un niño! ¡Hay un niño aquí!" El equipo entero regresó para cuidadosamente remover los escombros alrededor del cuerpo de la mujer. 

Ahí encontraron un niño de 3 meses de edad envuelto en una frazada estampada con flores debajo del cuerpo de la madre. Obviamente , la mujer hizo su ultimo sacrificio por salvar a su hijo. Cuando la casa comenzó a caer, ella uso su cuerpo para proteger a su hijo. El pequeño niño aun dormía cuando el equipo lo levanto de los escombros. El doctor del equipo vino enseguida a revisar al pequeño. 

Una vez que abrió la frazada, vio un celular dentro. Había un mensaje de texto en la pantalla que decía: "Si puedes sobrevivir, tu tienes que recordar que TE AMO". El celular pasó por cada uno de los miembros del equipo de rescate. Cada persona que leyó el mensaje, no pudo más que llorar. "Si puedes sobrevivir, tu tienes que recordar que te AMO". 

¡¡Cuán grande es el amor de una madre por su hijo!!!

viernes, 27 de enero de 2012

Este enseñar con autoridad es nuevo



"El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió." Es esta la manera de expresar su dolor: retorcerlo. El demonio, puesto que no había podido alterar el alma del hombre, ejerció su violencia sobre su cuerpo. Estas manifestaciones físicas eran, por otra parte, el único medio que tenía para dar a entender que iba a salir de aquel hombre. Al manifestar su presencia el espíritu puro, el impuro no puede hacer más que retirarse...

        «Todos se preguntaron estupefactos: '¿Qué es esto?'». Fijémonos en los Hechos de los Apóstoles y en los signos que dieron los primeros profetas. ¿Qué dicen los magos del Faraón al ver los prodigios que hacía Moisés? "Es el dedo de Dios" (Ex 8,15). A pesar de ser Moisés quien los lleva a cabo, reconocen que hay un poder mayor. Más tarde los apóstoles obraron otros prodigios: "¡En el nombre de Jesús, levántate y camina!" (Hch 3,6); "Y Pablo, en el nombre de Jesucristo, ordenó al espíritu salir de aquella mujer" (Hch 16,18). Siempre se recurre al nombre de Jesús. Pero  aquí ¿qué es lo que él mismo dice? "Sal de él" sin precisar más. Es en su propio nombre que ordena al espíritu de salir. «Todos preguntaron estupefactos: '¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo». La expulsión del demonio no era en sí mismo nada nuevo: los exorcistas de los hebreos lo hacían corrientemente. Pero ¿qué dice Jesús? ¿Cuál es esta enseñanza nueva? ¿Dónde está la novedad? La novedad reside en que Jesús manda a los espíritus impuros con autoridad propia. No cita a nadie: él mismo da la orden; no habla en nombre de otro sino en nombre de su propia autoridad.

Autor:  San Jerónimo (347-420), presbítero, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia Comentario al evangelio de Marcos, 2; PLS 2, 125s

jueves, 26 de enero de 2012

PARÁBOLA DEL LAICISTA



Ahora que el rancio laicismo ilustrado ha desencadenado la guerra de los símbolos, resulta, además de divertido, adecuado, releer la parábola de Chesterton en su imponderable libro La esfera y la cruz , cap. I. Después, añadimos unos párrafos del profesor de teología bíblica Francisco Varo , con ocasión de la Navidad, que explican muy bien la irrisoriedad de suprimir los símbolos por decreto ley.

-Una vez conocí a un hombre como usted, Lucifer -dijo articulando con lentitud y monotonía desesperantes-. Opinaba también...

-¡¡No existe otro hombre como yo!!- gritó Lucifer con tal violencia que estremeció la nave.

-Como iba diciendo -continuó Miguel-, ese hombre opinaba también que el símbolo del cristianismo era un símbolo de barbarie y de sinrazón. Su historia es un tanto divertida. Viene a ser también una alegoría perfecta de lo qué les ocurre a los racionalistas como usted. Comenzó: por supuesto, negándose a tolerar un crucifijo en su casa, ni siquiera pintado, ni pendiente del cuello de su mujer. Decía, igual que usted, que era una forma arbitraria y fantástica, una monstruosidad, amada por .ser paradójica. Después fue haciéndose cada vez más violento y ..excéntrico; quería derribar las cruces de los caminos, porque vivía en un país católico romano. Finalmente, en un acceso de furor trepó al campanario de la iglesia parroquial y arrancó la cruz, blandiéndola en el aire, y profiriendo atroces soliloquios, allá en lo alto, bajo las estrellas. Una tarde, todavía en verano, cuando se encaminaba a su casa por un caminito vallado, el demonio de su locura vino sobre él con esa violencia y demudación tan fuertes que trastruecan el mundo. Se había detenido un momento, fumando, delante de una empalizada interminable, cuando sus ojos se abrieron. Ninguna luz brillaba, no se movía una hoja, pero él vio, como en una mutación súbita del contorno, que la empalizada era un ejército innumerable de cruces ligadas unas a otras, de la colina al valle. Enarboló el garrote y se fue contra ellas, como contra un ejército. Y milla tras milla, en todo el camino hasta su casa, fue rompiéndolas y derribándolas. Porque aborrecía la cruz y cada empalizada era una pared de cruces. Cuando llegó a su casa estaba completamente loco. Se dejó caer en una silla, y luego se alzó de ella porque los travesaños del maderamen repetían la imagen, insufrible. Se arrojó en una cama, lo que sirvió para recordarle que la cama, igual que todas las cosas labradas por el hombre, correspondía al diseño maldito. Rompió los muebles, porque estaban hechos de cruces. Pegó fuego a la casa, porque estaba hecha de cruces. En el río lo encontraron.

Lucifer le miraba mordiéndose un labio.

-¿Es verdad esa historia? -preguntó.

-¡Oh, no! -dijo Miguel vivamente-. Es una parábola. Es la parábola de todos los racionalistas como usted. Empiezan ustedes rompiendo la cruz, y concluyen destrozando el mundo habitable. Les dejamos a ustedes diciendo que nadie debe ir a la iglesia contra su voluntad: Cuando les encontremos de nuevo estarán ustedes diciendo que nadie tiene la menor voluntad de ir a ella. Les dejamos a ustedes diciendo que no existe el lugar llamado Edén. Les encontramos diciendo que no existe el lugar llamado Irlanda. Parten ustedes odiando lo racional y llegan a odiarlo todo, porque todo es irracional, y...


Autor: G. K. Chesterton

miércoles, 25 de enero de 2012

El amor de Dios




«La voluntad de Dios sea siempre el único refugio de la nuestra, y su cumplimiento, nuestro consuelo».

«Preguntamos muchas veces: ¿cómo os encontráis?, a pesar de que vemos a los interrogados en muy buena salud. Permitidme, pues, que sin desconfiar de vuestra virtud y constancia, yo os pregunte por amor: ¿amáis mucho a Dios, señora? Si lo amáis mucho, pensaréis mucho en Él, hablaréis mucho con Él y de Él, os uniréis a menudo a Él en el Santísimo Sacramento. Que sea para siempre Él nuestro propio corazón».
¿No es delicioso este fragmento de una carta de san Francisco de Sales a la Sra. de Traves? Me preguntaréis por qué lo traigo a colación. Porque es un modelo acabado de exquisita sencillez y porque contiene en resumen toda la doctrina del Santo sobre esta virtud, que debe caracterizar nuestras relaciones con Dios y que él explicaba así a sus Hijas de la Visitación:

«La sencillez no es sino un acto de caridad puro y simple, sin otro fin que conseguir el amor de Dios; y nuestra alma es sencilla cuando no tenemos otra pretensión en todo lo que hacemos».

Pero San Francisco de Sales hace notar que «no sabernos lo que es amar a Dios. El amor de Dios no consiste en grandes gustos o sentimientos, sino en una mayor y más firme resolución de darle gusto en todo y tratar, lo más que podamos, de no ofenderle; y en rogar para que aumente la gloria de su Hijo. Estas cosas son señal de amor».

Respecto a los que andan buscando «muchos ejercicios y medios para poder amar a Dios», escribe san Francisco de Sales:

«¡Pobres gentes! Se atormentan por encontrar el arte de amar a Dios y no saben que el único arte es amarlo; piensan que se necesita cierta destreza para adquirir este amor y, sin embargo, sólo se encuentra en la sencillez». Para amar a Dios «no hay más arte que... ponerse a practicar las cosas que le son agradables, pues es el único medio de encontrar y conseguir ese amor sagrado, siempre que esta práctica se lleve a cabo con sencillez, sin turbarse ni inquietarse».

Ahí, precisamente, está la dificultad. Nuestro amor propio lo complica todo e incesantemente tenemos que superar los obstáculos que pone en el camino del puro amor: inquietudes de espíritu, consideración de nuestras miserias, apego excesivo a nuestra voluntad. Todo esto lo supera la sencillez, que nos sitúa en un profundo espíritu de fe, en la paz y en la santa indiferencia.

Autor: San Francisco de Sales

martes, 24 de enero de 2012

El amor a nuestra vocació



«Además de los mandamientos generales -escribe san Francisco de Sales-, hay que cumplir exactamente los mandamientos particulares que nuestra vocación nos impone»', porque también ellos son expresión de  la voluntad divina. «Y quien no los cumpliere -prosigue-, aunque resucitara muertos, no dejaría de estar en  pecado y condenarse si muriera así. Por ejemplo, los obispos tienen el deber de visitar a sus ovejas, para enseñarles, corregirlas y consolarlas. Si yo permaneciera toda la semana en oración, si ayunara toda mi vida, pero no visitase a las mías, me perdería. Si una persona casada hiciera milagros pero no cumpliese sus deberes matrimoniales para con su cónyuge, o no cuidase de sus hijos, sería peor que un infiel, dice san Pablo». Esta es una verdad que es necesario profundizar: nuestra vocación y sus deberes son queridos  por Dios. Pero ¿nos consagramos verdaderamente a los deberes de nuestro estado de vida para agradar a Dios? « ¡Ay! -decía el Santo-, todos los días pedimos a Dios que se haga su voluntad, y, cuando llega el momento de cumplirla, ¡cuánto trabajo nos cuesta! Nos ofrecemos al Señor, le repetimos: Señor, soy todo vuestro, aquí tenéis mi corazón. Pero cuando quiere servirse de él, ¡somos tan cobardes! ¿Cómo podemos decirle que somos suyos, si no queremos acomodar nuestra voluntad a la de Él?». ''Tengamos en cuenta, además, que esos «mandamientos particulares de nuestra vocación», son, al igual que los generales, «dulces, agradables y suaves». «¿Qué es, pues, lo que nos los hace molestos? En realidad, solamente nuestra propia voluntad, que quiere reinar en nosotros al precio que sea... Queremos servir a Dios, pero haciendo nuestra voluntad y no la suya. No nos corresponde a nosotros escoger a nuestro gusto; tenemos que ver lo que Dios quiere, y si Él quiere que yo le sirva en una cosa, no debo servirle en otra». Pero eso no hasta. Una persona fervorosa, «devota», como dice el obispo, debe cumplir sus deberes, todos sus deberes, con amor y con gozo.

«Esto no es todo -continúa san Francisco de Sales-, sino que, para ser devoto, no sólo hay que querer  cumplir la voluntad de Dios, sino hacerlo con alegría. Si yo no fuera obispo, quizá no querría serlo, por saber lo que sé; pero, puesto que lo soy, no solamente estoy obligado a hacer todo lo que esa penosa vocación exige, sino que debo hacerlo con gozo, y complacerme en ello y sentir agrado. Es lo que dice san Pablo: que cada uno permanezca en su vocación ante Dios. No tenemos que llevar la cruz de los demás, sino la nuestra, y para poderla llevar, quiere núestro Señor que cada uno se renuncie a sí mismo, es decir, a su propia voluntad. Es una tentación decir: Yo quisiera esto y lo otro, yo preferiría estar aquí o allá. Nuestro Señor sabe bien lo que hace; hagamos lo que Él quiere y quedémonos donde Él nos ha puesto».

Autor: San Francisco de Sale

lunes, 23 de enero de 2012

Reliquias



El culto a las reliquias se remonta a los primeros años del cristianismo, alcanzando un gran desarrollo durante la Edad Media. A lo largo de la Edad Moderna estos objetos sacros siguieron siendo objeto de veneración entre el pueblo gracias al interés que demostró el Concilio de Trento por acrecentar la devoción de las creyentes hacia los mismos. Una muestra evidente de ello la encontramos en la el peregrinar de las reliquias del Beato Juan Pablo II por el territorio mexicano en estos momentos, la veneración popular a las reliquias de Santa Teresa del Niño Jesus y de la misma manera las de San Juan Bosco entre otros muchos más santos de la Iglesia. Podemos hablar a detalle de las reliquias más quisiera que primero analizáramos como se presentan las reliquias en la biblia. Una de las primeras menciones de una reliquia aparece en el libro II Reyes 2, 9- donde “Eliseo recibe de Elías el manto con el cual hace milagros” en este mismo libro aparece el siguiente hecho en el que se nos narra que un muerto resucita al tocar los huesos de Eliseo: "Estaban unos sepultando un hombre cuando vieron la banda y, arrojando al hombre en el sepulcro de Eliseo, se fueron. Tocó el hombre los huesos de Eliseo, cobró vida y se puso en pie."( II Reyes 13,21) ya en el nuevo testamento aparecen los siguientes hechos, "Dios obraba por medio de Pablo milagros no comunes, de forma que bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos o mandiles que había usado y se alejaban de ellos las enfermedades y salían los espíritus malos". Hechos 19,11-12, en estos tres sucesos las reliquias de hombres santos fueron instrumentos para obrar milagros. Además tenemos que recordar las palabras de Nuestro Señor Jesús quien prometió a los Apóstoles que harían milagros. Dios puede utilizar las cosas naturales de forma sobrenatural. Cf. Tb. 11, 7-15.

En los comienzos de la iglesia ya se hablaba de distintas formas de las reliquias para lo cual leeremos a continuación algunos textos que nos hablan de ellas:

La Carta de los fieles de la Iglesia de Esmirna, año 156 A.D. es representativa de la veneración a los mártires: "Tomamos los huesos, que son más valiosos que piedras preciosas y más finos que oro refinado, y los pusimos en un lugar apropiado, donde el Señor nos permitirá reunirnos"

San Jerónimo (siglo IV) esbozó en su Carta a Ripparium las razones por las que se veneran las reliquias: “No rendimos culto y no adoramos por temor a hacerlo a las creaturas en vez de al Creador, pero veneramos las reliquias de los mártires para adorarle más a El, dueño y Señor de los mártires”.

San Gregorio de Nyssa (siglo IV) describe en su Panegírico a San Teodoro Mártir el significado y la vivencia de tocar las reliquias: “Sólo los que han experimentado la felicidad de tocar las reliquias y han obtenido sus peticiones pueden saber cuán deseable es y qué gran recompensa”.

San Agustín de Hippo (siglo V) en su libro La Ciudad de Dios dice: “Está claro que quien tiene afecto por alguien venera lo que queda de ésa persona tras su muerte, no sólo su cuerpo sino partes de él e incluso cosas externas, como sus ropas. Entonces, en memoria de ellos [los santos] debemos de honrar sus reliquias, principalmente sus cuerpos, que eran templos del Espíritu Santo”.


Tenemos que tener muy en cuenta que existen tres grados de reliquias los cuales son:



Además debemos de tener muy en cuenta las Declaraciones de la Iglesia sobre las reliquias:
·    La Iglesia aprueba la veneración de reliquias auténticas. (Concilio de Trento)
·    Ley Canónica, #1190.
1. Está terminantemente prohibido vender reliquias sagradas.
2. Las reliquias insignes así como aquellas otras que gozan de gran veneración del pueblo no pueden en modo alguno enajenarse válidamente o trasladarse a perpetuidad sin licencia de la Sede Apostólica.

Ver: pecado de simonía.

En el proceso de intentar identificar la reliquia específica usted que la explicación está en latín o italiano. Se ha compilado un breve  glosario para  proporcionarle las definiciones de las palabras normalmente usadas en los relicarios:

arca mortuaria - la caja mortuoria, recipiente
arca sepulerali - el ataúd
breviario - el breviario
coronse spinse D.N.J.C. - la corona de espinas de Nuestro Señor Jesucristo
[cravio] corporis - el cuerpo
de velo - del velo
domini nostri jesu christi, D.N.J.C. - Nuestro Señor Jesucristo
domo - la casa
ex bireto - de la birreta
ex capillus - del pelo
ex carne - de la carne
ex cineribus - de las cenizas
ex indumento - de la ropa
ex ligneo pulvere, mixto pulveri corporis, quem residuum continebat prima capsa funeralis - de los restos de la madera, mezcló con el polvo del cuerpo, el residuo de que se contuvo en la primera caja, [o sarcófago]
ex ossibus - de los huesos
ex praecordis - del estómago o intestines
ex praesepis - el lugar de nacimiento de D.N.J.C.
ex pelle - de la piel
ex pluviali - la capa pluvial [la capa llevó para la Bendición]
ex sportula - de la cesto pequeña
ex stipite affixionis - probablemente los medios "del poste de la paliza"
ex strato - del techado [la manta]
ex tela serica quae tetigit cor - de la tela de seda que tocó el corazón
ex tunica - de la túnica