viernes, 30 de noviembre de 2012

Estad preparados







Esperamos el aniversario del nacimiento de Cristo. Según la promesa del Señor, lo veremos pronto. La Escritura espera de nosotros una alegría espiritual tal que, elevándonos por encima de nosotros mismos, salte de gozo al salir al encuentro del Señor...Incluso antes de su llegada, el Señor viene a vosotros. Antes de manifestarse al mundo entero viene a vosotros en una visita íntima, porque ha dicho: “No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros.” (Jn 14,18)

    Verdaderamente hay una venida del Señor frecuente e íntima, según el mérito y el fervor de cada uno,  que durante este período intermedio entre su primera venida y su vuelta el último día nos configura a la primera y nos prepara a la segunda. Si el Señor viene a nosotros ahora es para que su primera venida no quede inútil y la última no sea la venida de su cólera. Por su venida actual, en efecto, se pone a reformar nuestro orgullo según el ejemplo de su humildad en la primera venida y, luego, a reformar nuestro cuerpo humilde a la imagen del cuerpo glorioso que nos mostrará a su vuelta. Por esto debemos implorar con todas nuestras fuerzas y pedir con fervor esta venida intermedia que nos da la gracia de la primera venida y nos promete la gloria de la última...

    La primera venida fue humilde y escondida, la última será esplendorosa y magnífica. La venida de la que hablamos está escondida, pero es igualmente magnífica. Digo “escondida”, no porque sea ignorada por aquel en quien tiene lugar, sino porque se realiza en el secreto del alma... Llega sin ser visto y se aleja sin que uno lo perciba. Su presencia es luz del alma y del espíritu. En el alma se ve al invisible y se conoce al incognoscible. Esta llegada del Señor traspone al alma de quien la contempla en una dulce y dichosa admiración. Entonces, del fondo del hombre brota el grito: “Señor ¿quién se compara a ti?” (Sal 34,10) Lo saben quienes han experimentado su venida y, quiera Dios, que los que no lo hayan experimentado puedan experimentar el deseo de su venida.

Autor: Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense. Segundo sermón para el Adviento, 2-4; PL 185, 15-17

jueves, 29 de noviembre de 2012

Reglas de oro



Me arriesgué a seguir
aquellas dos reglas de oro:
Prioridades y un asunto a la vez.
Resultado excelente.

Ya sólo falta seguirlo siempre,
y así los anhelados frutos
serán siempre excelentes.

Todas las reglas de oro
y los propósitos mejores
tienen un desafío:

¿A que no me cumples más de una semana?

Los grandes hombres son
los ordinarios que aceptan el reto y ganan.
¿Puedes tú? ¿Aceptas el reto?
Apuesta y gana.


Autor: P. Mariano de Blas L.C.

lunes, 26 de noviembre de 2012

El noviazgo enserio






El noviazgo es una etapa de preparación para el matrimonio en la que, de mutuo acuerdo, un hombre y una mujer, inician una relación exclusiva, que puede terminar en el enamoramiento.

Es una etapa que pasa de la mera simpatía o del simple “gustarse” a una nueva relación de mayor conocimiento, donde se debe de investigar si hay una identificación moral y espiritual, o si no hay tal compatibilidad.

El noviazgo es, por su misma naturaleza, una condición transitoria, que termina en matrimonio o en ruptura. La experiencia demuestra que es mejor que el noviazgo sea breve, de un año quizás; más no porque empiezan las “confianzas”, y se puede “caer” porque el amor es de suyo unitivo.

Como a fuerza, ni los zapatos entran, basta la voluntad de una de las partes para que cese el compromiso.

La psicología del varón y de la mujer son distintas. Una mujer descansa cuando habla. Un hombre se cansa cuando habla.

Inteligencia del varón: El modo de sentir del otro es distinto del mío.

Amar es querer el bien; no es fácil perseguir el bien del otro porque hay una tendencia fuerte al egoísmo. Aquel bien que le ofrecemos a la persona amada ha de ser un bien real ha de ser algo que la mejore, y no que me beneficie sólo a mí.

Cuando queremos a una persona la enseñamos a querer, a refrenarse, a ser amable. El mejor modo de querer es luchar por ser amables, en el sentido profundo de la palabra.
Amar es desear que esa persona se desarrolle, sea mejor y alcance la plenitud a la que está llamada. Amar es aplaudir a Dios, es decirle: “Con este sí que te has lucido”.

Escribe una chica joven: Quisiera compartir con los jóvenes de hoy, la experiencia que he tenido. Tengo 20 años y hace un mes empecé un noviazgo. Mi novio me dijo que no quería que nuestro noviazgo fuera sensual.

Al paso de los días él empezó a mostrarse muy cariñoso y me abrazaba en público. Reflexioné y pensé que íbamos demasiado rápido. Comprendí porqué es difícil el autocontrol y porqué tantas adolescentes fácilmente se dejan llevar por el fuego de la pasión y tienen un embarazo no deseado.

La pasión prende en cosa de minutos. Me costó lo inimaginable decidirme a hablar con él porque implica aceptar una debilidad propia y la del ser amado.

El diálogo fue más o menos el siguiente.

-Miguel: No me siento cómoda, es más, me siento mal al no vencerme en este campo. Tú me quieres besar a cada rato y yo me incomodo.

-¡Cómo!..., ¿no te gusta?

-Claro que me gusta; pero me da miedo lo que pueda venir después al no controlar la situación de ahorita. Las caricias no se quedan a un nivel, suben de tono. Es más, no veo bueno vernos a diario.
La pasión se puede disfrazar de “necesidad”, de “amor”, y si no cortamos desde el principio, después nos arrepentiremos...

-Yo... estoy de acuerdo, pienso lo mismo y te agradezco que me hayas dicho eso porque yo no tenía la fuerza para enfrentarlo.  

Me agradeció mi comentario pues lo consideró un paso importante para crecer como pareja. Nos comprometimos a vencernos en ese ámbito y a renunciar al beso diario.

No se trata de que no me bese nunca sino de que no sean besos apasionados, y siempre hay momentos y lugares para dar ese beso. No sé por qué nadie nos habla del comportamiento que se debe de tener en el noviazgo.  

Durante el noviazgo no se advierten los defectos; después de un tiempo se descubren, y esto rompe muchos matrimonios. La gente suele decir que el amor es ciego. Lo ciego no es el amor sino el odio. Cuando una persona se enamora ve lo bueno y lo malo. La bondad que ve es claramente su verdadero ser.

Carlos Cardona: “Procedemos de un acto divino de amor, y nuestra vida entera tiene que consistir esencialmente en amar. La comprensión del amor es la comprensión del universo entero, y de modo muy especial la comprensión de la criatura espiritual, de la persona”.  

Anécdota que cuenta Scott Hahn: Un profesor fue a visitar París, un fin de semana, acompañado por dos alumnos. Vieron a una prostituta parada en una esquina. Vieron que su profesor se dirigió hacia ella y le preguntó:

—¿Cuánto cobra?

—Cincuenta dólares.

—No, es demasiado poco.

—¡Ah!, sí, para los americanos son150 dólares.

—Es aún muy poco.

—¡Ah, claro!, la tarifa de fin de semana es de 500 dólares.

—Incluso eso es demasiado barato.

Para entonces la mujer ya estaba algo irritada.

—Entonces, ¿Cuánto valgo para usted?

—Señora, nunca podré pagar lo que vale usted, pero déjeme hablarle de alguien que ya lo ha hecho.  

La Biblia habla del valor del cuerpo, y dice algo que muchos jóvenes de hoy ignoran: “Fuisteis comprados a gran precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor 6,20). El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor (1 Cor. 6,13). ¿No sabeis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? (1 Cor 6,15)”.  

Ser persona es algo tan grandioso que nadie está a la altura sino otra persona.
Clive Staples Lewis dice que “los amores humanos son realmente como Dios, pero sólo por semejanza, no por aproximación. (...) Los amores  naturales que llegan a convertirse en dioses no siguen siendo amores. Continúan llamándose así, pero de hecho pueden llegar a ser complicadas formas de odio.”

Un adolescente puede amar, pero ¿cómo saber si realmente quiere a su novia? La única manera de saberlo es preguntándole si lo hace mejor: estudiante, hijo, amigo; si a partir de que sale con ella tiene mejores calificaciones y se supera más en el trato con la familia y con los maestros y compañeros. Y ella lo mismo.

Esas son manifestaciones de que se está amando al otro (a) de verdad.  

Cuando alguien dice: “No tengo tiempo”, hay que preguntarle: “para qué”, porque tiempo hay mucho. Hoy, no tenemos tiempo para la amistad porque hemos perdido el gusto por la amistad. Para que el amor crezca es necesario que supere dificultades, por eso es contradictorio que –ante una dificultad- se busque el divorcio, porque éste impide que crezca el amor. Para superar esa dificultad tengo que aprender a amar.  

Hay que saber decir las cosas sin amargura, sin herir, sino de una manera positiva. Todos sabemos ser crueles. Podemos destrozar al otro o podemos matizar. Jamás empleemos el verbo “ser”: “Eres” es un juicio global, que es siempre injusto; mejor: “te has portado de tal modo”.  

Autor:  Rebeca Reynaud en churchforum.org

domingo, 25 de noviembre de 2012

Rey del hogar




Jesucristo es el Rey del hogar.

Y comenzamos con una anécdota de hace ya muchos años, pues se remonta a Septiembre de 1907, cuando un sacerdote peruano, el santo misionero Padre Mateo, se presentaba ante el Papa San Pío X, que estaba ante la mesa de su escritorio, entretenido en cortar las hojas de un libro nuevo que acababa de llegarle.

- ¿Qué te ha pasado, hijo mío? Me han dicho que vienes de Francia...

- Sí, Santo Padre. Vengo de la capilla de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María. Contraje la tuberculosis, y, desahuciado de los médicos, fui a la Capilla a pedir al Sagrado Corazón la gracia de una santa muerte. Nada más me arrodillé, sentí un estremecimiento en todo mi cuerpo. Me sentí curado de repente. Vi que el Sagrado Corazón quería algo de mí. Y he trazado mi plan.

El Papa San Pío X aparentaba escuchar distraído, sin prestar mucha atención a lo que le decía el joven sacerdote, que parecía un poco soñador.

- Santo Padre, vengo a pedir su autorización y su bendición para la empresa que quiero iniciar.

- ¿De qué se trata, pues?

- Quiero lanzarme por todo el mundo predicando una cruzada de amor. Quiero conquistar hogar por hogar para el Sagrado Corazón de Jesús.

Entronizar su imagen en todos los hogares, para que delante de ella se consagren a Él, para que ante ella le recen y le desagravien, para que Jesucristo sea el Rey de la familia. ¿Me lo permite, Santo Padre?

San Pío X era bastante bromista, y seguía cortando las hojas del libro, en aparente distracción. Ahora, sin decir palabra, mueve la cabeza con signo negativo. El Padre Mateo se extraña, y empieza a acongojarse:

- Santo Padre, pero si se trata de... ¿No me lo permite?

- ¡No, hijo mío, no!, sigue ahora el Papa, dirigiéndole una mirada escrutadora y cariñosa, y pronunciando lentamente cada palabra: ¡No te lo permito! Te lo mando, ¿entiendes?... Tienes mandato del Papa, no permiso. ¡Vete, con mi bendición!

A partir de este momento, empezaba la campaña de la Entronización del Corazón de Jesús en los hogares. Fue una llamarada que prendió en todo el mundo. Desde entonces, la imagen o el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús ha presidido la vida de innumerables hogares cristianos. Jesucristo, el Rey de Amor, desde su imagen bendita ha acogido súplicas innumerables, ha enjugado torrentes de lágrimas y ha estimulado heroísmos sin cuento.

¿Habrá pasado a la historia esta práctica tan bella? Sobre todo, y aunque prescindamos de la imagen del Sagrado Corazón, ¿dejará de ser Jesucristo el Rey de cada familia?...

Hoy la familia constituye la preocupación mayor de la Iglesia y de toda la sociedad en general.

Porque vemos cómo el matrimonio se tambalea, muchas veces apenas contraído.

El divorcio está a las puertas de muchas parejas todavía jóvenes.

Los hijos no encuentran en la casa el ambiente en que desarrollarse sanamente, lo mismo en el orden físico que en el intelectual y el moral.

Partimos siempre del presupuesto de que la familia es la célula primera de la sociedad. Si esa célula se deteriora viene el temido cáncer, del que de dicen que no es otra cosa sino una célula del cuerpo mal desarrollada.

Esto que pasa en el orden físico, y de ahí tantas muertes producidas por el cáncer, pasa igual en el orden social. El día en que hayamos encontrado el remedio contra esa célula que ya nace mal o ha empezado a deformarse, ese día habremos acabado con la mayor plaga moral que está asolando al mundo.

Todos queremos poner remedio a las situaciones dolorosas de la familia.

Y todos nos empeñamos cada uno con nuestro esfuerzo y con nuestra mucha voluntad en hacer que cada casa llegue a ser un pedacito de cielo.

¿Podemos soñar, desde un principio, en algún medio para evitar los males que se han echado encima de las familias?
¿Podemos soñar en un medio para atraer sobre los hogares todos los bienes?..

¡Pues, claro que sí! Nosotros no nos cansaremos de repetirlo en nuestros mensajes sobre la familia. Este medio es Jesucristo.

Empecemos por meter a Jesucristo en el hogar.
Que Cristo se sienta invitado a él como en la boda de Caná.

Que se meta en la casa con la libertad con que entraba en la de los amigos de Betania.
Que viva en ella como en propia casa, igual que en la suya de Nazaret... Pronto en ese hogar se notará la presencia del divino Huésped y Rey de sus moradores. En el seno de esa familia habrá paz, habrá amor, habrá alegría, habrá honestidad, habrá trabajo, habrá ahorro, habrá esperanza, habrá resignación en la prueba, habrá prosperidad de toda clase.

Jesucristo, Rey universal, ¿no es Rey especialmente de la Familia?... Acogido amorosamente en el hogar, con Él entrarán en la casa todos los bienes....

Autor: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net

sábado, 24 de noviembre de 2012

96




1. La luz, la alegría y la paz, que en el tiempo pascual inundan a la comunidad de los discípulos de Cristo y se difunden en la creación entera, impregnan este encuentro nuestro, que tiene lugar en el clima intenso de la octava de Pascua. En estos días celebramos el triunfo de Cristo sobre el mal y la muerte. Con su muerte y resurrección se instaura definitivamente el reino de justicia y amor querido por Dios.

Precisamente en torno al tema del reino de Dios gira esta catequesis, dedicada a la reflexión sobre el salmo 96. El Salmo comienza con una solemne proclamación: "El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables" y se puede definir una celebración del Rey divino, Señor del cosmos y de la historia. Así pues, podríamos decir que nos encontramos en presencia de un salmo «pascual».

Sabemos la importancia que tenía en la predicación de Jesús el anuncio del reino de Dios. No sólo es el reconocimiento de la dependencia del ser creado con respecto al Creador; también es la convicción de que dentro de la historia se insertan un proyecto, un designio, una trama de armonías y de bienes queridos por Dios. Todo ello se realizó plenamente en la Pascua de la muerte y la resurrección de Jesús.

2. Recorramos ahora el texto de este salmo, que la liturgia nos propone en la celebración de las Laudes. Inmediatamente después de la aclamación al Señor rey, que resuena como un toque de trompeta, se presenta ante el orante una grandiosa epifanía divina. Recurriendo al uso de citas o alusiones a otros pasajes de los salmos o de los profetas, sobre todo de Isaías, el salmista describe cómo irrumpe en la escena del mundo el gran Rey, que aparece rodeado de una serie de ministros o asistentes cósmicos: las nubes, las tinieblas, el fuego, los relámpagos.

Además de estos, otra serie de ministros personifica su acción histórica: la justicia, el derecho, la gloria. Su entrada en escena hace que se estremezca toda la creación. La tierra exulta en todos los lugares, incluidas las islas, consideradas como el área más remota (cf. Sal 96, 1). El mundo entero es iluminado por fulgores de luz y es sacudido por un terremoto (cf. v. 4). Los montes, que encarnan las realidades más antiguas y sólidas según la cosmología bíblica, se derriten como cera (cf. v. 5), como ya cantaba el profeta Miqueas: "He aquí que el Señor sale de su morada (...). Debajo de él los montes se derriten, y los valles se hienden, como la cera al fuego" (Mi 1, 3-4). En los cielos resuenan himnos angélicos que exaltan la justicia, es decir, la obra de salvación realizada por el Señor en favor de los justos. Por último, la humanidad entera contempla la manifestación de la gloria divina, o sea, de la realidad misteriosa de Dios (cf. Sal 96, 6), mientras los "enemigos", es decir, los malvados y los injustos, ceden ante la fuerza irresistible del juicio del Señor (cf. v. 3).

3. Después de la teofanía del Señor del universo, este salmo describe dos tipos de reacción ante el gran Rey y su entrada en la historia. Por un lado, los idólatras y los ídolos caen por tierra, confundidos y derrotados; y, por otro, los fieles, reunidos en Sión para la celebración litúrgica en honor del Señor, cantan alegres un himno de alabanza. La escena de "los que adoran estatuas" (cf. vv. 7-9) es esencial: los ídolos se postran ante el único Dios y sus seguidores se cubren de vergüenza. Los justos asisten jubilosos al juicio divino que elimina la mentira y la falsa religiosidad, fuentes de miseria moral y de esclavitud. Entonan una profesión de fe luminosa: "tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses" (v. 9).

4. Al cuadro que describe la victoria sobre los ídolos y sus adoradores se opone una escena que podríamos llamar la espléndida jornada de los fieles (cf. vv. 10-12). En efecto, se habla de una luz que amanece para el justo (cf. v. 11): es como si despuntara una aurora de alegría, de fiesta, de esperanza, entre otras razones porque, como se sabe, la luz es símbolo de Dios (cf. 1 Jn 1, 5).

El profeta Malaquías declaraba: "Para vosotros, los que teméis mi nombre, brillará el sol de justicia" (Ml 3, 20). A la luz se asocia la felicidad: "Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre" (Sal 96, 11-12).

El reino de Dios es fuente de paz y de serenidad, y destruye el imperio de las tinieblas. Una comunidad judía contemporánea de Jesús cantaba: "La impiedad retrocede ante la justicia, como las tinieblas retroceden ante la luz; la impiedad se disipará para siempre, y la justicia, como el sol, se manifestará principio de orden del mundo" (Libro de los misterios de Qumrân: 1 Q 27, I, 5-7).

5. Antes de dejar el salmo 96, es importante volver a encontrar en él, además del rostro del Señor rey, también el del fiel. Está descrito con siete rasgos, signo de perfección y plenitud. Los que esperan la venida del gran Rey divino aborrecen el mal, aman al Señor, son los "hasîdîm", es decir, los fieles (cf. v. 10), caminan por la senda de la justicia, son rectos de corazón (cf. v. 11), se alegran ante las obras de Dios y dan gracias al santo nombre del Señor (cf. v. 12). Pidamos al Señor que estos rasgos espirituales brillen también en nuestro rostro.

Autor:  S.S. Beato Juan Pablo II, Audiencia del Miércoles 3 de abril del 2002

viernes, 23 de noviembre de 2012

Cristo Rey, su corona los pobres







Rey sois, Dios mío, sin fin, que no es reino prestado el que tenéis. Cuando en el Credo se dice: “Vuestro reino no tiene fin”, casi siempre me es particular regalo. Aláboos, Señor, y bendígoos para siempre; en fin, vuestro reino durará para siempre. Pues nunca Vos, Señor, permitáis se tenga por bueno que quien fuere a hablar con Vos, sea sólo con la boca... Sí, que no hemos de llegar a hablar a un príncipe con el descuido que a un labrador, o como con una pobre como nosotras, que como quiera que nos hablaren va bien.

    

Razón es que, ya que por la humildad de este Rey, si como grosera no sé hablar con él, no por eso me deja de oír, ni me deja de llegar a sí, ni me echan fuera sus guardas; porque saben bien los ángeles que están allí la condición de su rey, que gusta más de esta grosería de un pastorcito humilde, que ve que si más supiera más dijera, que de los muy sabios y letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con humildad.

    

Así que, no porque El sea bueno, hemos de ser nosotros descomedidos. Siquiera para agradecerle el mal olor que sufre en consentir cabe sí una como yo, es bien que procuremos conocer su limpieza y quién es. Es verdad que se entiende luego en llegando, como con los señores de acá, que con que nos digan quién fue su padre y los cuentos que tiene de renta y el dictado, no hay más que saber...Sí, llegaos a pensar y entender, en llegando, con quién vais a hablar o con quién estáis hablando. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender cómo merece ser tratado este Señor, que los ángeles tiemblan delante de él. Todo lo manda, todo lo puede, su querer es obrar. Pues razón será, hijas, que procuremos deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro esposo y que entendamos con quién estamos casadas, qué vida hemos de tener.

Autor: Santa Teresa de Jesús (1515-1582), fundadora del Carmelo Descalzo, mística, doctora de la Iglesia. Camino de Perfección, cap. 22

jueves, 22 de noviembre de 2012

Ser




Cuando yo era pequeño, los niños en el parque citaban en broma la famosa frase de Shakespeare: “Ser o No Ser; Esa es la Cuestión”. Pero en realidad no entendíamos lo que significaba.

Más tarde supe que el personaje de Shakespeare. Hamlet, quien dice estas líneas, es un príncipe melancólico que se entera de que su tío ha asesinado a su padre y se ha casado con su madre. El horror de esta realidad es tan perturbador que él piensa en el suicidio. Su duda era: “Ser” (continuar viviendo) o “No Ser” (quitarse la vida).

A veces, el sufrimiento de la vida puede llegar a ser tan abrumador que somos tentados a caer en la desesperación.

Las pruebas pueden hacer parecer que la vida no vale la pena. Centrarnos en nosotros mismos puede llevarnos a la desesperación. Pero poner nuestra confianza en Dios nos da una perspectiva completamente diferente. Mientras vivamos en este mundo, podemos tener la certeza de que nuestro Dios Todo-suficiente puede sostenernos. Y como sus seguidores, siempre tendremos un propósito divino para “Ser”.

Las pruebas nos hacen pensar; pensar nos hace sabios; la sabiduría hace que la vida sea provechosa.

Extraído de Nuestro Pan Diario, Edición Anual 2010

martes, 20 de noviembre de 2012

Fuente de serenidad




Hace algunos años contemplé con asombro cómo varios adolescentes arrojaron a un compañero a una alberca. El problema consistía en que aquel jovencito no sabía nadar. Su desesperación fue terrible y se contorsionaba con violencia dando manotazos en el agua para mantenerse a flote mientras todos los veían con rostros de incredulidad. Muchos le gritaban instrucciones para que pudiera resolver su problema, pero nadie se tiró a ayudarlo dado que todos estaban convencidos de que no podría pasarle nada malo: Estaba en una zona poco profunda y le hubiera bastado con quedarse quieto en posición vertical para que, pisando el fondo pudiera mantener la cabeza y la mitad del cuello fuera del agua, así que cuando uno de sus pies rozó el suelo el desenlace fue el esperado por todos los demás.

Dejemos a un lado si el método para enseñar a nadar era o no el más apropiado. En cuanto broma no cabe duda que fue de mal gusto, pero la experiencia tuvo algo de positivo, pues aquel muchachito descubrió que podía meterse al agua en ese lugar sin riesgo.

Ahora bien, no cabe duda que a diferencia de otras creencias, el cristianismo es una doctrina que permite tener una base sólida pues primeramente se apoya en las capacidades de Dios, es decir, en su omnipotencia y en su providencia mucho más que en nuestras capacidades personales. Ya sé que algunos opinarán sobre el particular que esto no es más que una manifestación de que los hombres inventamos a Dios para llenar nuestros vacíos de poder y para resolver ingenuamente nuestras dudas. A lo cual podría responder que los alimentos no existen porque yo tenga hambre, sino que tienen una existencia independiente de quienes los puedan desear para satisfacer una necesidad. Lo mismo sucede con Dios, pues aunque yo tenga hambre de él, su existencia no depende de mis carencias.

La fe en Dios me permite enfrentar la vida con una visión distinta -sobrenatural- y éste es un valor agregado de no poca importancia, dado que se convierte en el soporte más sólido de la virtud de la serenidad. Copio unos textos de Salvador Canals en su libro Ascética Meditada donde habla de esta cualidad tan importante en la vida del ser humano y tan especialmente necesaria en nuestra época.

“¡Qué quedaría en nuestra vida, amigo mío, de tanta preocupaciones, inquietudes y sobresaltos, si en ella entrase esta virtud cristiana de la serenidad. Nada, o casi nada. Mira, si no, cómo el simple transcurso del tiempo nos da, casi siempre, la serenidad del pasado; y , en cambio, tan sólo la virtud puede garantizarnos la serenidad del presente y del futuro. Y es que el tiempo, al pasar, deja cada cosa en su sitio: aquella cosa o aquel acontecimiento que tanto nos preocupó y aquella otra que tanto nos alteró, ahora que todo ha pasado, son apenas una sombra, un claroscuro en el cuadro general de nuestra vida.

“Necesitamos de la serenidad de la mente, para no ser esclavos de nuestros nervios o víctimas de nuestra imaginación, necesitamos de la serenidad del corazón, para no vernos consumidos por la ansiedad ni por la angustia; necesitamos también de la serenidad en nuestra acción, para evitar oscurecimientos, superficiales e inútiles derroches de nuestras fuerzas. La mente serena da firmeza y pulso para el mando: la mente serena encuentra la palabra justa y oportuna que ilumina y consuela; y sabe ver en profundidad y con sentido de la perspectiva, sin olvidarse de los detalles y de las circunstancias, que han de resaltar en una visión de conjunto.

“Objetividad y concreción; análisis y síntesis, suavidad y energía; freno y espuela, visión de conjunto de detalles; todas estas cosas y muchas otras abarca, en síntesis armónica, la virtud cristiana de la serenidad... El dominio de nuestro propio ser, el equilibrio en los juicios, la reflexión ponderada y serena, el cultivo de la propia inteligencia, el control de los nervios y de la imaginación, exigen lucha y firmeza, y también perseverancia en el esfuerzo. Y ése es el precio de la serenidad”.

Quizás nos convenga dejar de manotear desesperadamente, haciendo un alto en el camino para poder escuchar la voz de Dios, que nos da indicaciones sobre cómo hemos de manejar nuestra vida, y así recuperar esa paz que este mundo no puede ofrecernos.

Autor: P. Alejandro Cortés González-Báez

lunes, 19 de noviembre de 2012

Lo hacemos




Siempre que hablamos de Dios lo hacemos con un gran amor --no digamos ya con un gran respeto--, y siempre tratamos de crecer en la fe, en la confianza y en el amor de ese Dios que nos ama y que nos espera.

Cualquiera diría que esto es muy fácil, y, sin embargo, todos tenemos la experiencia --porque lo oímos mil veces-- de que muchos, cuando sufren algo que les parece injusto, tienen miedo a Dios y dudan de todo: dudan de que Dios exista, dudan de que les ame, y dudan de que Dios les reserve algún bien, y se preguntan:
- Si Dios existe, si Dios me ama, ¿por qué Dios no me escucha? ¿Por qué ha de mandarme este sufrimiento? ¿Por qué tiene que venirme este mal?
Esta queja la oímos muchas veces. Pero, ¿no es cierto que Dios nunca está más cerca de nosotros que cuando sufrimos, como el papá y la mamá sobre el niñito que se ha agravado?...

Se cuenta muchas veces lo que ocurrió en el más terrible campo de concentración y de exterminio de la Segunda Guerra Mundial. Estaban formados todos los prisioneros ante un espectáculo macabro, contemplando al compañero colgado en la horca. En medio del silencio aterrador, se levanta una voz estremecedora:
- ¿Y dónde está Dios?
Ante este grito de un descreído, se alza la voz de un creyente, mientras su dedo señala al que cuelga del patíbulo:
- ¡Dios está ahí!

Cierto. Allí estaba Dios, allí estaba Jesucristo, que extendía a aquel campo de la muerte su propia muerte en la cruz. Porque Dios estaba junto a la horca y las cámaras de gas para salvar a las víctimas inocentes, como estaba en el Calvario esperando que Jesús muriese y fuera sepultado, para resucitarlo después con gloria.

Dios no quiere nuestros males. Dios pedirá cuentas a los causantes del dolor ajeno. Dios nos librará definitivamente un día de todo lo que ahora nos atormenta.

Si tenemos estas convicciones, la prueba se convierte en resignación cristiana y en mérito ante Dios.

Ciertamente, que el dolor es un misterio. ¿Por qué Dios permite el mal? No lo sabremos nunca en este mundo. En este mundo estamos viendo el tapiz o el bordado al revés: todo son hilos que se entrecruzan en un desorden feo y sin ninguna dirección fija. Habrá que mirarlo por el otro lado para asombranos de la obra de arte que allí se esconde.

Únicamente en la vida futura entenderemos el dolor de este mundo, cuando veamos que esas pruebas han sido el camino --angustioso, pero seguro-- por el que Dios nos ha llevado a la salvación.

La gran respuesta a nuestra pregunta la tenemos en Jesucristo clavado en la cruz. Inocente como Jesús, ninguno. ¿Y por qué Jesús ha tenido que sufrir como nadie en este mundo?

Cuando parece que Dios se ha escondido en nuestra vida es precisamente cuando nos mira con más amor. Está detrás de las cortinas de la ventana mirando cómo caminamos por la calle del mundo; nosotros no lo vemos, pero a Él no se le escapa ninguno de nuestros movimientos.

No entendemos su Providencia, pero sabemos besar su mano amorosa cuando nos permite algún mal.
La palabra de Job es una de las más repetidas de toda la Biblia:
- Si recibimos los bienes de la mano de Dios, ¿por qué no vamos a recibir los males? Males que no nos vienen de la mano de Dios, pero que son permitidos por Dios para nuestro bien.

Le preguntaron un día a Teresita:
- ¿Has tenido que sufrir hoy también muchos dolores?
- Sí, pero porque los quiero. Yo quiero todo lo que me envía Dios.

En esta respuesta de la querida Santa está la clave que resuelve todo el problema. Para ella, nos se trataba solamente de resignación y de simple aceptación. Era más. Era querer lo que Dios quería, haciendo de las dos voluntades una sola. Esto es el colmo de la virtud cristiana. Esto es lo que hacen tantos hermanos nuestros, de quienes decimos que están en lo más alto de la santidad.

El mal, por otra parte, no puede triunfar. Dios le tiene puesto un límite del cual no pasará.
Dios no quiere que nuestra vida sea un fracaso. Si permite la tempestad es para dar después la bonanza. Si consiente que los ojos derramen lágrimas, es para convertirlas después en júbilo y alegría.

Dios siempre hace brotar una rosa en medio de las espinas. El dolor entonces, sostenido con valentía, se convierte en la elegancia de la vida.

Un sabio escritor nos lo dice bellamente:
- El dolor, para los que viven en el Espíritu, se convierte en el más recio hilo telefónico, por el cual transmitimos a Dios un himno de amor, como el más hermoso saludo que los hijos pueden dirigir a su Padre, inspirado por el Espíritu Santo.

Hay que repetirse constantemente ese eslogan tan conocido: ¡Dios me ama!
El día en que nos convencemos de ello, y sabemos vivir la realidad que entraña, ese día se ha encontrado la clave misteriosa de la felicidad verdadera... . 

Autor: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net

domingo, 18 de noviembre de 2012

Conocer a Dios







1. ¿Cómo conocer a Dios? Hay tres caminos principales: observar la creación, aprender lo que Él nos ha revelado de sí mismo, y hacer oración.

2. ¿Qué nos dice la creación sobre Dios? Observando las criaturas se pueden sacar varias conclusiones sobre el Creador:

o Dios es muy sabio y poderoso para crear un universo tan espléndido (big bang ; evolucionismo).
o El Creador posee en grado máximo las perfecciones que vemos en las criaturas, sin mezcla de defectos o limitaciones. Por ejemplo, Dios es Bueno y Justo, y no es mortal.
o Dios es espiritual, pues los seres materiales se pueden romper.
o Dios es eterno: el Creador ha de existir siempre, pues si no, ¿quién lo crea a Él?

3. ¿Qué nos dice la Revelación sobre Dios? Estudiar las enseñanzas de Jesucristo es un camino bueno y preciso para conocer a Dios. Así se puede aprender entre otras cosas que:

o Dios premia a los buenos (cielo) y castiga a los malos (infierno).
o En Dios hay tres personas: Padre, Hijo, y Espíritu Santo.
o Dios nos ama mucho: el Hijo de Dios se hizo hombre y murió en la Cruz para salvarnos.

4. ¿Qué aprendemos en la oración sobre Dios? La oración es un modo sencillo y profundo de conocer al Señor. Nos adentra en la amistad e intimidad divinas. Allí entendemos mejor sus planes y deseos. Lo que le disgusta y agrada de nuestro comportamiento particular y de los hombres en general. También en la oración podemos pedir ayuda a Dios, y este auxilio divino es medio muy eficaz para acercarse a Él.

5. Un buen camino para conocer a Dios: esforzarse en llevar una vida santa. Este afán por cumplir la voluntad divina robustece y aumenta el Amor al Señor, y el amor descubre mil cosas sobre el amado. Además, Dios mismo se manifiesta más íntimamente a los que le aman. 

Autor: Ignacio Juez | Fuente: www.ideasrapidas.org 

sábado, 17 de noviembre de 2012

Entrega








Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.
Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.

Autor: Charles de Foucauld

viernes, 16 de noviembre de 2012

Conectados a tu palabra






 "Queda todavía mucha tierra por conquistar " (Jos 13,1)... Considera el primer advenimiento de nuestro Señor y Salvador, cuando vino para sembrar su palabra sobre la tierra. Se adueñó de toda la tierra por la sola fuerza de esta siembra: hizo huir a las fuerzas adversas y a los ángeles rebeldes que dominaban los espíritus de las naciones, y al mismo tiempo sembró su palabra y difundió sus iglesias. Tal fue su primera posesión de toda la tierra.

     Sin embargo a través de la Escritura, yo te mostraré lo que es la segunda conquista de una tierra de la que se le dice a Josué / Jesús que todavía queda mucha por conquistar. Escucha las palabras de Pablo: " Hace falta que reine hasta que haga de todos sus enemigos estrado de sus pies " (1Co 15,25; Sal. 109,1).He aquí la tierra sobre la que se dice, que ha sido dejada hasta que todos estén completamente sometidos a sus pies y qué así herede todos los pueblos... En cuanto a nuestro tiempo, vemos muchas cosas " que quedan " y todavía no están sometidas a los pies de Jesús; por tanto hace falta que lo posea todo. Porque no podrá llegar el fin del mundo hasta que todo se le haya sometido. El profeta dice en efecto: " Que domine de mar a mar, del gran río al confín de la tierra " (Sal. 72 LXXl), y " Desde las orillas de los ríos de Cus, mis adoradores, los deportados traerán mi ofrenda” (Sof 3,10).

    Resulta de ahí, que en su segundo advenimiento Jesús dominará esta tierra de la que queda mucho por conquistar. ¡Pero bienaventurados aquellos qué habrán sido adquiridos desde el primer advenimiento! Serán verdaderamente colmados de favores, a pesar de la resistencia de tantos enemigos y los ataques de tantos adversarios; recibirán... su parte de la Tierra prometida. Pero cuando la sumisión tenga que hacerse por la fuerza, el día en que hará falta que " sea destruido el último enemigo, es decir la muerte " (1Co 15,26), no existirán favores para los que se nieguen a someterse.

Autor: Orígenes (c. 185-253), sacerdote y teólogo. Homilía sobre el libro de Josué, n° 16, 3; SC 71

jueves, 15 de noviembre de 2012

¿Sabes como llamarle?



A eso de caer y volver a levantarte,
de fracasar y volver a comenzar,
de seguir un camino y tener que torcerlo,
de encontrar el dolor y tener que afrontarlo,
a eso, no le llames adversidad,
llámale SABIDURÍA


A eso de sentir la mano de Dios y saberte impotente,
de fijarte una meta y tener que seguir otra,
de huir de una prueba y tener que encararla,
de planear un vuelo y tener que recortarlo,
de aspirar y no poder,
de querer y no saber,
de avanzar y no llegar,
a eso, no le llames castigo,
llámale ENSEÑANZA


A eso, de pasar días juntos radiantes,
días felices y días tristes,
días de soledad y días de compañía,
a eso, no le llames rutina,
llámale EXPERIENCIA


A eso, de que tus ojos miren y tus oídos oigan,
y tu cerebro funcione y tus manos trabajen,
y tu alma irradie y tu sensibilidad sienta,
y tu corazón ame,
a eso, no le llames poder humano,
llámale MILAGRO.

Autor: Desconocido 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Humo




El único sobreviviente de la inundación de un barco a causa de una terrible tormenta terminó en una isla completamente inhabitada. El hombre, desesperado, rezaba incansablemente a Dios pidiendo por su rescate; todos los días miraba hacia el horizonte en busca de alguna señal de algún barco pero nada parecía asomarse. 

Cansado, decidió construir una pequeña choza donde pudiese protegerse de las inclemencias del clima y poner en un solo lugar sus pocas pertenencias. Pero un día, mientras escarbaba en el duro suelo en busca de alimentos se dio con la sorpresa de que su pequeña y pobre choza era consumida por el fuego de las llamas. Lo peor había pasado, pues todo se había perdido. El hombre estaba devastado y entró en una profunda depresión. 

- "¡Dios mío como pudiste hacerme esto!", lloró amargamente. 

Al día siguiente, muy temprano por la mañana, el hombre despertó por el sonido de un barco que se aproximaba a la isla. Venían a rescatarlo. 

- "¿Cómo supieron que estaba aquí?", preguntó a los hombres que lo rescataron 

- "Vimos tus señales de humo", contestaron ellos. 

Es muy fácil perder la esperanza y desalentarnos cuando las cosas no salen bien. Sin embargo, jamás debemos perder la fe en Dios porque Él está siempre pendiente de todo lo que nos sucede, aún cuando nuestras dificultades nos sumerjan en un profundo dolor y sufrimiento, Él estará ahí para confortarnos con su gracia y amor. 

Recordemos la próxima vez que cuando nuestro corazón esté ardiendo en llamas, puede ser una señal de humo para que Dios con su infinito amor y gracia venga a nuestro auxilio. 

Y, para todas aquellas cosas negativas que solemos decirnos a nosotros mismos, Dios siempre tuvo y tiene palabras reconfortantes y muy esperanzadoras. 

Nosotros decimos: "Es imposible" 
Dios dice: "Lo imposible para los hombres es posible para Dios" (Lucas 18, 27)

Nosotros decimos: "Estoy muy cansado" 
Dios dice: "Yo os daré descanso" (Mateo 11, 28-30) 

Nosotros decimos: "Nadie realmente me ama" 
Dios dice: "Yo te amo" (Juan 3, 16; 13, 34) 

Nosotros decimos: "No puedo seguir" 
Dios dice: "Mi gracia es suficiente" (II Corintios 12, 9) 

Nosotros decimos: No puedo hacerlo 
Dios dice: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Filipenses 4,13) 

Nosotros decimos: "No estoy disponible" 
Dios dice: "Siempre estoy disponible" (II Corintios 9, 8) 

Nosotros decimos: "No me puedo perdonar" 
Dios dice: "Yo te perdono" (I Jhon 1, 9; Romanos 8, 1) 

Nosotros decimos: "Tengo miedo" 
Dios dice: "No te he dado un espíritu de temor" (II Timorenses 1,7) 

Nosotros decimos: "No soy lo suficientemente inteligente" 
Dios dice: "Yo te he dado sabiduría" ( I Corintios 1, 30) 

Nosotros decimos: "Me siento solo" 
Dios dice: "No te dejaré ni te abandonaré" (Hebreos 13, 5)

Autor: Desconocido