jueves, 18 de julio de 2019

¿Quieres levantar el ánimo? Ponte a “Vivir” con Estopa y Rozalén





Si te levantas de mañana con el ánimo de una tortuga o de un koala, no te preocupes. Estopa y Rozalén han preparado una canción que viene sonando fuerte desde el pasado jueves. Se titula “Vivir” y te carga las pilas en menos de tres minutos. Pruébalo.
“Vivir” es un tema especial, escrito por Rozalén e interpretado por la cantante junto a ese dúo de “brothers” de Cornellá que se ríen de su propia sombra y se meten en el bolsillo a todo el personal con solo salir al escenario.

Estopa, siempre metidos en temas de justicia social y causas solidarias, apoyan esta vez la lucha contra el cáncer de mama. Venden este tema y los fondos que se recauden con las descargas legales irán destinados a la Asociación Española de Lucha contra el Cáncer.

Rozalén convivió unos días con pacientes del cáncer de mama para empaparse de sus sentimientos. Y lo que le ha salido es una lección de humanidad y de ganas de vivir tremendas. El próximo 3 de noviembre está previsto un concierto organizado por la emisora española de radio Cadena 100 en Madrid. Los fondos son para la misma Asociación, AECC, y el lema es, cómo no, “Vivir”.


Author:     Dolors Massot
Article title: ¿Quieres levantar el ánimo? Ponte a “Vivir” con Estopa y Rozalén
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URL:         https://es.aleteia.org/2017/10/23/quieres-levantar-el-animo-ponte-a-vivir-con-estopa-y-rozalen/

miércoles, 17 de julio de 2019

Cinco frases inspiradoras de la llegada del hombre a la luna






De la boca de John Fitzerald Kennedy a Pablo VI, la llegada del hombre a la luna, cuyo 50 aniversario se celebra este 20 de julio, ha dejado frases imborrables, tanto como aquellas inmortales imágenes de la primera caminata lunar. Aquí un recorrido de una travesía que desafió los límites de lo que el hombre creía que podía hacer, y que algunos invitaron a leer y entender en su mayor profundidad desde una perspectiva más trascedente.

J. F. Kennedy

En el que uno de los discursos más emblemáticos de la historia de la retórica política, el presidente John Fitzerald Kennedy (1917-1963) anunció que el hombre llegaría a la luna y dispuso de todos los esfuerzos de su país para concretarlo. Cierto es que la carrera espacial con la Unión Soviética fue acaso la más inocente de todas las disputas de la Guerra Fría, y no por ello estuvo libre de espionajes y episodios oscuros. Pero en aquel discurso del 12 de septiembre de 1092, en el estadio de la Universidad de Rice, JFK propuso una política de Estado, pero también un motivo trascendente para esa política de Estado:

Todavía no hay conflicto, ni prejuicios, ni conflicto nacional en el espacio exterior. Sus peligros son hostiles para todos nosotros. Su conquista merece lo mejor de toda la humanidad, y la oportunidad para una cooperación pacífica en ella pueda que nunca vuelva. ¿Pero por qué, dicen algunos, la luna? ¿Por qué elegir esto como nuestro objetivo? Y ellos bien podrían preguntar ¿por qué escalar la montaña más alta? ¿Por qué, hace 35 años, cruzar el Atlántico en avión? ¿Por qué Rice juega a Texas?

1.Nosotros elegimos ir a la luna. Elegimos ir a la luna en esta década y hacer las otras cosas, no porque sean fáciles, sino porque son difíciles, porque ese objetivo servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y habilidades, porque ese desafío es uno que estamos dispuestos a aceptar, uno que no estamos dispuestos a posponer.

JFK fue asesinado el 22 de noviembre de 1963. El programa Apollo siguió su marcha. Cuando pronunció su discurso, era mayoritario el rechazo al proyecto lunar. Sus palabras fueron inspiración y podrían haber sido decisivas para cambiar el curso de esta historia.

Pablo VI

San Pablo VI, como la humanidad entera, siguió con atención los sucesos de aquel julio de 2019. Y en el rezo del Ángelus y las audiencias, el Papa, siempre preocupado por la reflexión sobre el progreso, fue acompañando, en actitud de admiración y oración, y catequizando, la travesía de los astronautas.

Ángelus del 13 de julio de 1969: Aquí hay una pequeña pero siempre excelente lección de catecismo, que ilumina nuestra difícil meditación en el cosmos. Escucha, como una voz profunda que se eleva desde las profundidades del espacio y los siglos: “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra”. ( Gen. 1, 1). Observa el panorama del cielo y del mundo; Mide, si puedes, la inmensidad; Hazte un concepto de la densidad de la realidad, de la verdad que está contenida en ella; experimenta una emoción de asombro ante la grandeza ilimitada que tenemos ante nosotros; afirmar la distinción irreductible entre Dios el Creador y el mundo creado, y juntos reconocer, confesar, celebrar la inseparable necesidad, que une la creación con su Creador

Además de unirse a la oración y a la espera alegre, victoria sublime del progreso, como la definió, Pablo XVI meditó la jornada que Neil Armstrong pisaría la luna:

2. Ángelus del 20 de julio de 1969: ¿Quiénes somos, capaces de tanto? Haremos bien en meditar sobre el progreso. Hoy el desarrollo científico y operacional de la humanidad alcanza una meta que parecía inalcanzable: ¿el pensamiento y la acción del hombre a donde aún pueden llegar? Nos fascinan la admiración, el entusiasmo, la pasión por los instrumentos, los productos del ingenio y la mano del hombre, quizás hasta el punto de la locura. Y aquí está el peligro: desde esta posible idolatría del instrumento tendremos que mirarnos a nosotros mismos. Es cierto que el instrumento multiplica la eficiencia del hombre más allá de todos los límites; ¿Pero es esta eficiencia siempre a su favor? ¿Lo hace mejor? ¿más hombre? ¿O podría el instrumento no encarcelar al hombre que lo produce y convertirlo en un servidor del sistema de vida que el instrumento en su producción y en su uso impone a su amo? Todo sigue dependiendo del corazón humano.

El salmo que llegó a la luna

No fue Buzz Aldrin el autor ni de este salmo y por supuesto tampoco del Evangelio, pero sí es el hombre que supo llevar la Palabra de Dios a nuestro satélite, por lo que bien se merece el reconocimiento. Presbiteriano, llevó una diminuta comunión preparada por su Iglesia, leyó un pasaje del Evangelio – que la NASA, por un problema judicial que enfrentaba no compartió en vivo con el mundo-, y meditó unos fragmentos del salmo 8 que se había seleccionado:

3. Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?

La pisada

Pese a que él lo hubiese querido, no fue Aldrin el primero en pisar la luna. El honor quedó para el comandante Neil Armstrong, quien pronunció una sublime frase que durante mucho tiempo aseguró haber concebido una vez aterrizado el módulo lunar, pero su hermano, más recientemente, expresó la tenía pensada desde antes de partir desde la Tierra.

4. Es un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad

Subsiste aún la polémica, nunca del todo aclarada por Armstrong, de si el expresó “un hombre” o “el hombre”, debido a que en las grabaciones no se escucha con claridad el fonema en inglés “a”.

Sigue pareciendo un sueño

El periodista Walter Cronkite, el hombre más confiable de Estados Unidos, como se lo definía, fue el privilegiado relator de la CBS para el viaje del Apollo XI. Emocionado, convertido en poeta de la llegada del hombre a la luna, en gestos, en manos sudorosas, en lágrimas, en palabras como estas que decía apenas después de compartir las imágenes de Neil Armstrong:

5. Por miles de años ha sido el sueño del hombre caminar en la luna. Ahora, después de verlo pasar, sabiendo que pasó, sigue pareciendo un sueño.

viernes, 12 de julio de 2019

Que no te afecten las opiniones de los demás





Todos, tú y yo necesitamos tener muy clara la diferencia entre opinión y juicio. Para no meterme en tantas definiciones te lo plantearé así: opinión,”me gusta o no me gusta”; juicio, “es bonito y por eso me gusta o no me gusta porque está feo”. En el juicio ya hay un valor agregado, una cualidad o defecto que yo añadí; aún así, ese pensamiento es mío y no define ni a la persona ni al objeto.

La RAE define “opinión” como el “juicio o valoración que se forma una persona respecto de algo o de alguien”, es decir, el concepto personal que cada uno de nosotros tenemos hacia un tercero, hacia un evento, etc. Opinar es justo eso, lo que yo pienso desde mi conocimiento y mi realidad personal hacia (…), lo que quiere decir que mi pensamiento no define al objeto o a la persona sobre la que emito mi opinión. Es más, y aunque duela, mi opinión habla más de mí que de la otra parte porque habla de lo que realmente hay en mi interior, de lo que soy y de los valores que me rigen.

Es una realidad. La mayoría de las personas siempre vamos a hablar y a opinar. Bueno o malo, pero lo vamos a hacer. Es parte de la vida y de tener boca. Y lo vamos a hacer de acuerdo a nuestro corazón. (Aunque aquí, entre nosotros, más les valdría a muchas personas haber sido mudas porque tienen una boquita que bueno…) La diferencia entre opinar cosas buenos y cosas que no son tan buenas dependerá del interior de cada persona y de las heridas emocionales que arrastren.

Entonces aquí lo importante no es que las personas opinen de nosotros. Lo grave es que pongamos toda nuestra atención a lo que los demás dicen, al grado que dejamos que nuestra vida y estado de ánimo giren alrededor de terceros y de sus opiniones. ¡Qué horror! Les estamos dando poder a los demás sobre nosotros.

Así es, tristemente hay personas que se les va la vida y viven preocupadas por quedar bien con los demás, aunque dejen de ser auténticos. Otras, al estar tan atentas al que dirán, dejan de ser quienes realmente son. Sin caer en cuenta de que, si se siguen preocupando por lo que los demás piensen de ellas, entonces siempre serán prisioneras de terceros.

Viven más atentos e interesados en “cuidar las apariencias” que en realmente vivirlas. ¿Hipócritas? Me suena fuerte este término… Mejor pensemos que son inseguras…

El miedo a las críticas no es otra cosa que dejar de vivir nuestra propia vida por terror a ser rechazados. Por lo tanto, con tal de ser aceptados vivimos atentos a lo que los demás opinen de nosotros, al famoso qué dirán, a lo que los demás piensen de mí.

Casi siempre, las decisiones que toman estas personitas inseguras no son por convicción sino por “quedar bien” y para que hablen bien de ellas. De manera consciente o inconsciente buscan la aprobación porque, en su mundo, eso equivale al amor en forma de aceptación.

Así, viven sus vidas a merced de los demás: no hacen eso porque… “¡qué dirán!”; no se visten así porque… ¡qué dirán!; mejor se portan bien porque… ¡qué dirán!; no piden ayuda en su matrimonio que está en una crisis porque… ¡qué dirán!; las hijas se quedan embarazadas fuera del matrimonio, entonces mejor que aborten porque… ¡qué dirán!; los hijos embarazan a la muchacha y hay que casarlos aunque no haya amor porque… ¡qué dirán!; el marido le puso el cuernote y mejor se calla y no busca apoyo porque… ¡qué dirán!; no se juntan con fulana porque… ¡qué dirán!

Tantos y tantos ejemplos que podemos dar… Aquí está involucrado el ego y la importancia que tú le des al estatus social, profesional, económico, etc. y algo -o mucho- de inseguridad o baja autoestima. Esto está tan arraigado en algunas personas que su estado de ánimo y “sentido de pertenencia” dependerá de cómo las reciban y traten los demás.

¿Que qué dirán? ¡Qué digan lo que quieran! Ya basta de vivir a merced de todos, de sus opiniones y juicios. Para eso tenemos una ley moral grabadísima en el alma que si somos dóciles al Espíritu sabremos escuchar. La voz de nuestra conciencia nunca se calla, y aunque hoy en día alguno que otro la tenga anestesiada, será la que nos diga: “Por ahí sí o por ahí no”.

Entonces lo haremos o lo dejaremos de hacer “por convicción”, porque queremos ser mejores personas, más reales, íntegras, congruentes, coherentes, felices, auténticas, santas… y no por buscar ser aceptados.

Esas personas no han caído en la cuenta de que en el momento en que comiencen a vivir sus vidas de adentro hacia afuera y no de afuera hacia adentro, siendo auténticas y sin “necesidad” de querer quedar bien con nadie, de aparentar lo que no son ni de guardar las apariencias vivirán una vida más libre, plena y en paz.

Para comenzar a soltar este tipo de comportamiento el cual si no se atiende se puede volver neurótico. Es muy importante que aceptemos -una vez más- que lo que otra persona piense de nosotros no es nuestra realidad, es decir, no es nuestra verdad.

Cuando las personas opinan, hablan u ofenden a alguien más, están hablándose y ofendiéndose a ellas mismas porque somos espejos unos de otros. Cuando alguien opina negativamente de nosotros, está opinando -o quizá criticando- algo de ella que ve reflejado en nosotros y que aún no lo ha superado en sí misma.

¿Has caído en cuenta que la mayoría de los que emiten opiniones hacia ti con no muy buena intención que digamos es por pura envidia? Dirás ¿de qué me pueden envidiar si tienen todo? Créeme que en el fondo todo es por envidia -entre muchas otras cosas- porque tienes una luz muy grande que les deslumbra y que ellas quisieran tener y no han podido. Es una pena porque todos tenemos el potencial de ser luz, unos de otros.

Si tu perteneces al grupo de personas que aún está estancada en esos pensamientos y las opiniones de terceros aún te mueven el piso, te sugiero que antes de que permitas que un comentario te llegue a afectar tomes en cuenta lo siguiente:

Ten claro cuál es el propósito de tu vida. ¿El qué dirán de ti? Lo que cada uno quiera decir es asunto suyo y eso no te define. Viniste a este mundo por amor y para el amor; para ser feliz y por ende para hacer felices a los demás. Tu valor como persona depende únicamente de ti, de tus actos, de tu comportamiento y de la dignidad con la que elijas vivir cada momento de tu vida independientemente de las circunstancias que la acompañen y no de lo que los demás piensen u opinen de ti.Es importantísimo que tú sepas quién eres y que tengas tu autoestima en su lugar para que nada ni nadie te mueva el piso y no te pases la vida queriendo convencer al mundo de que eres buena persona. Tampoco es necesario que vayas aclarando opiniones negativas, chismes o rumores que se dicen sobre ti. La misma vida y su aliado el tiempo se encargarán de poner a cada persona y a cada cosa en su lugar. A todos aquellos que “hablaron” de ti y emitieron opiniones malintencionadas, la misma vida se encargará de que paguen y donde más les duela (generalmente lo que más duele son los hijos). Eso no lo digo yo, es ley de vida, lo que tú le das, recibirás.
Nuevamente, ten claro que las críticas negativas y opiniones de terceros, son sólo eso, pensamientos de terceros y estos no te definen. Quítales el poder de que estropeen tu vida. Toma las cosas de quien vienen y no te enganches ni lo tomes personal.
Hazte de mecha grande. Opiniones son sólo opiniones. Cuando escuches el comentario negativo tú simplemente, y con la elegancia que te caracteriza, sonríe. Aunque te esté matando el coraje no hables ni pierdas la compostura. Si de verdad no te aguantas las ganas de hablar, mirándola a los ojos simplemente di: “Gracias por tomarme en cuenta” o “Gracias, pero pienso distinto a ti”. Das la media vuelta y te vas o bien cambias de tema. Por el otro lado, si la opinión que escuchas sobre ti te suma, entonces recibe el halago, pero nunca despegues los pies del piso. Recuerda siempre ser proactivo y no reactivo.
Acéptalo: tienes el derecho de no caerle bien a todos. Mira, no nos engañemos. Es una delicia que nos digan cosas positivas que nos suban el “pH emocional”. A todos nos gusta agradar y escuchar cosas bellas de lo que hacemos y no tanto disfrutamos que nos critiquen. Sin embargo, hay una gran diferencia entre que un comentario mueva un poco nuestro interior a que el mismo comentario estropee nuestro día por completo.
Rodéate de personas positivas y que por lo menos traten de siempre tener una palabra agradable para los demás. Aléjate de las sanguijuelas emocionales que te chupan energía.
Si eres de las personas que hace todo lo posible por ver lo mejor en los demás y te abstienes de hacer comentarios negativos y no críticas, eventualmente ese será el tipo de gente que atraerás hacia ti porque son con las que te sentirás más cómoda porque comparten valores.

Tú sigue creciendo y nunca te detengas por el qué dirán. Este mundo necesita de más personas auténticas, de una sola pieza, congruentes y luminosas como tú y como yo…

¡Vive en paz y suelta el qué dirán! Sólo preocúpate en agradar a Dios haciendo todo cara a Él con rectitud de intención. Lo demás… Lo demás y los demás son lo de menos… ¡A vivir sin cargas que no te corresponden!


Author:     Luz Ream
Article title: Que no te afecten las opiniones de los demás
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jueves, 11 de julio de 2019

Espléndida carta de amor a la esposa que aún no se conoce





Si La conquista del Oeste, 1492: la conquista del paraíso y La ciudad de la alegría están entre tus 3 películas preferidas; si libros como Viaje al centro de la Tierra y Los viajes de Marco Polo tienen un lugar especial en tu mesita de noche, entonces este artículo está escrito para ti.

¿Te atrae el descubrimiento de tierras sin explorar? ¿La llamada de lo desconocido te da escalofríos de emoción? ¿Te tienta salir de misión?

Antes de calzarte las botas, el sombrero y las gafas de sol, plantéate las 5 preguntas siguientes.

Aunque primero, revisemos juntos la definición exacta de ‘pionero’.

Un ‘pionero’ designa a una persona que explora una tierra desconocida para abrir camino a otras personas; atención, no confundirlo con un ‘colono’, el cual explora tierras vírgenes para revalorizarlas, instalarse y extraer beneficio de los recursos naturales descubiertos.

Y ahora, ¿preparado para responder al cuestionario con sinceridad?

Como habrás adivinado, es muy importante reflexionar bien antes de tomar una decisión, de lo contrario, tu aventura soñada podría terminar en pesadilla.



1 — ¿Estás listo para abandonarlo todo?



Miras todo lo que has hecho hasta ahora y tu sonrisa lo dice todo: estás satisfecho. ¡Fantástico!

Tienes un buen trabajo, interesante y bien pagado.

Te construiste hace cinco años un bonito chalé donde vivir y realizarte con tu pequeña familia.

Disfrutas de una amplia red de amigos maravillosos y de una iglesia dinámica en la que participas activamente.

De vez en cuando te escapas para una partida de polo o de golf, o de algo que te permita aliviar tensiones.

Únicamente si superas tus límites y tus hábitos podrías sentir algo más que satisfacción.

¿Y si de convirtieras en el impulsor de un proyecto hermoso, como por ejemplo, construir un orfanato en Brasil?

¿La otra noche viste un programa en la cadena Arte sobre la situación de pobreza al norte de Brasil y sentiste algo arder en tu interior? Sin contar las lágrimas que se acumulaban en tus ojos: ¡todos esos niños en la calle, sin padres, sin educación, sin futuro! Hay una visión que se va perfilando gradualmente dentro de ti y tienes que hacer algo al respecto.

Has hablado de ello con tu mujer y ahora los dos reflexionáis sobre el tema.

Estarías dispuesto a:

– ¿Salir de tu zona de confort?

– ¿Abandonar una carrera prometedora?

– ¿Perder tus relaciones?

– ¿Alejarte de tu familia?

– ¿Hacer los sacrificios necesarios?



2 — ¿Eres capaz de asumir riesgos?



Brotan las dudas. “Sí, bueno, ¿y si…? Pero ¿cómo? Y ¿hasta cuándo?”.

“¿Y mi familia?”.

Cuando se tiene familia, es sumamente difícil tomar este género de decisiones.

Debes elegir si embarcar a tu familia contigo. ¿Tomar riesgos en solitario? ¡Vale! Pero ¿hacer que ellos asuman también el peligro?

O bien que se queden en casa: el salario de tu mujer además de tus ahorros, con eso deberían poder salir adelante durante el tiempo que… Pero ¿cómo vivir alejados? Imposible no verse durante… ¿durante cuánto tiempo exactamente?

No saber qué será del mañana. Es lo peor de todo, el no saber, el no poder controlar el futuro. ¿Y si a tu vuelta tu jefe te ha reemplazado durante tu “año sabático”? ¿Y si lo pierdes todo, todo eso por unos niños felices?

Tendrás que acostumbrarte a eso, a tomar riesgos continuamente. Con las personas, con tu familia, con los huérfanos, con todos los que se hayan embarcado contigo en esta arriesgada aventura.

Cuando no tengáis muy claro el rumbo, deberás inspirarles, motivarles, animarles, tranquilizarles. Ellos dependerán de ti, aunque tú también dependerás de ellos. En efecto, habrás de forjar una confianza mutua, sin conocer realmente las competencias de los demás, pero te habrán cautivado sus sonrisas y su entusiasmo y sabrás delegar en ellos cuando sea necesario.

Y el tiempo pasa y apremia: no hay nada más angustioso que no saber si dispondrás de bastantes recursos durante el tiempo que dure tu misión.

Sin embargo, una frase te ayudará a continuar: el justo vivirá por su fe, ¡bien es sabido!



3 — ¿Estás hecho para tratar con lo desconocido?



Adaptación:

En ciertas situaciones quizás no sepas qué vas a comer ni dónde vas dormir.

Habrá que superar un buen número de obstáculos, puede que tengas que soportar los mosquitos y el sol, no ducharte durante varios días y comer todo el día alubias rojas si no quieres morir de hambre.

Habrá momentos en los que, mientras cultivas la mandioca, tendrás que aprender a mantener tu autocontrol, entrenar tu paciencia y una resistencia que soporte cualquier prueba, para hacer frente a lo imprevisto o a lo desconocido.

¿Te sientes capaz todavía de lanzarte sin tener un plan bien definido? Es un poco como saltar al vacío sin paracaídas.

Improvisación:

Tendrás que aprender a construir un depósito de agua donde recoger el agua de los chaparrones tropicales: ¡por fin podrás ducharte!

Ahora sabes cómo instalar pequeñas trampas alrededor de tu campamento para cazar pequeños animales: ¡se acabaron las alubias!

Y cuentas con los cuatro paneles solares que habías encargado a tu partida ¡o eso creías! Es solo cuestión de una semana, te dijeron… Tu mujer está pendiente del pedido mientras tanto.



4 — ¿Estás equipado de una visión “con 3D”?



Aquello que te encuentres, obstáculos, dificultades, barreras, si tienes una visión “con 3D”, entonces conseguirás superar tus límites, será como una segunda naturaleza para ti.

Descubrimiento: lo que descubras durante tu camino a golpe de machete, entre las lianas y las hierbas altas, no siempre será atractivo ni tranquilizador, pero las serpientes, las arañas y los demás bichos no te dan ningún miedo.

Te encanta conocer gente nueva, adoras las experiencias nuevas, ¡son muy enriquecedoras!

¿Sabrás mantener al día constantemente tu cartografía, revisar tu rumbo y trabajar tu sentido de la orientación y tus prioridades?

Desenvoltura: es algo más fuerte que tú. De pequeño eras fan de la serie McGyver. Tienes un ingenio que te permite transformar una rama en lanza para cazar, una hoja de ruibarbo gigante en parasol, una liana en bebida refrescante.

Has podido reconocer una feijoa o guayabo del Brasil porque en la Navidad de 2012 compraste una cesta de frutas exóticas, para variar. Harto de mandarinas.

Determinación: ¡no se te escapa nada! Una vez te pones en marcha, nada te detiene. Eres rápido a la hora de animar a los que siguen tus pasos. No estás dispuesto a haber hecho todos esos kilómetros, asumido tantos riesgos, gastado todos tus ahorros, esforzado en trazar una ruta en esta irritante jungla… para nada.

Hay que construir ese orfanato, no puedes dejar en la calle a todos esos niños.

Tu lema: avanzar aunque sea a tientas, pero nunca retroceder.

5 — ¿Cuáles son tus motivaciones?

¿Obtener beneficio?

Cuando pongas el último ladrillo del edificio de tu ambicioso proyecto, ¿pensarás en todos los honores que recibirás? ¿Te imaginas ya en los telediarios, en todas las redes sociales, dando entrevistas a diestra y siniestra, con tu foto expuesta por doquier?

Y hay otra estrategia que surge en tu cabeza. A tu vuelta, sin duda, te convertirás en director general de tu empresa y tu salario se multiplicará por tres. Y todo gracias al éxito de tu misión.



¿Autosatisfacción?



Estás orgulloso de ti mismo. Te invade un hermoso sentimiento de triunfo cuando contemplas las paredes encaladas de tu establecimiento. ¿“Tu” establecimiento? ¿No es también de tu familia? ¿Y de todos los voluntarios que se sumaron durante el desarrollo del proyecto?

“Sí, pero sin mí no existiría”.

No olvides que es también gracias a ellos que has podido colocar la placa “Orfanato de la Esperanza” sobre la pared del edificio.

Planta las semillas sin la certidumbre de ver crecer los árboles. Esparce las semillas para que un día otros disfruten de la sombra de esos árboles.



¿Mejorar la vida de otras personas?



Si para sentirte triunfante no necesitas disfrutar de los beneficios de una gran idea ni deslumbrar bajo las luces de las cámaras, si lo que cuenta realmente para ti es el sentimiento de haber conseguido algo, no solo “grande”, sino también profundamente “útil”, entonces ese es tu objetivo.

– Eres un creador de felicidad.

– Tu proyecto mejorará considerablemente la vida de miles de niños a largo plazo.

– Has mostrado el camino a otros que tomaron tu relevo y construyeron otros orfanatos.

– Has descubierto que cuanto más tiempo, más energía y más medios dedicabas a ayudar a los demás, a simplemente mejorar su día a día, más se convertía tu implicación hacia los demás en tu razón de ser.

Ahora eres un auténtico pionero, ¡ojalá que dure!

Después de todas estas constataciones, ¿crees que tienes las cualidades que se requieren para ser un buen pionero? ¿Reúnes todas las condiciones, o casi todas?

Si la respuesta es un gran “sí”, entonces ¡enhorabuena! ¡Estás listo para vivir los mejores momentos!

Si todavía es un “por ahora no”, tómate tu tiempo para madurar un poco tu reflexión.

Si la respuesta es un “no, categórico”, has de saber que hay personas que trazan el camino y hay otras personas que lo siguen.

Si no te encuentras entre las primeras, entonces es que eres de las personas que siempre están dispuestas a ayudar y a apoyar a los innovadores.

El consejo para ti, entonces, es que participes, ayudes, prestes servicio, apoyes. Los pioneros necesitan personas como tú, porque sin ellas sufrirían todas las penas del mundo para llegar a cabo un proyecto, si es que lo consiguen.

Y ahora, ¿preparado para vivir una experiencia excepcional?

miércoles, 10 de julio de 2019

Asume los retos que Dios te ha permitido tener




Tú eres una persona valiosa, no debes permitir que los obstáculos que a veces te invaden pongan fin a tu camino. Afronta cada situación pensando que es un nuevo reto que Dios te ha permitido tener, para que de ella saques lo mejor de ti y puedas darte cuenta de las capacidades con las que Dios te ha dotado.
Por ningún motivo dejes cosas sin terminar, la meta sigue estando allí, esperando que llegues a disfrutar tu recompensa, no te duermas ni te hagas de la vista gorda. ¡Enfréntalas!, por muy duro que sea la prueba, debes tener el valor de pararte firme y decir: “Aquí estoy, dispuesto a seguir intentándolo”.

Te invito a luchar por ese sueño que Dios puso en tu corazón. Aunque no lo sepas, allí lo tienes sembrado por Él, y lo riega constantemente a través de sus inspiraciones que a diario recibes. ¡No te detengas!, ¡No te desanimes!, ¡Lucha por ellos!, ¡Jesús te acompaña! Sin importar lo que suceda, todo tiene una solución, eres vasija nueva de Dios, confía, aunque creas que ya haya transcurrido mucho tiempo. Que tu fe sea la clave que derrumbe todos los muros que has construido con tu temor, abriendo así, un mundo de posibilidades que antes no estaban a la vista!

Hoy Dios te dice:

“Si el Señor no me hubiera ayudado, ya estaría habitando en la región del silencio. Cuando pienso que voy a resbalar, tu misericordia, Señor, me sostiene; cuando estoy cargado de preocupaciones, tus consuelos me llenan de alegría” (Salmo 94,17-19)

¡Confía! en el Señor tu Dios. Confía en que Él actúa poderosamente en tu vida, te conforta y te alienta a seguir adelante.

Oración

Padre amado, te alabo en todo momento porque sé que cada día abres tu inagotable lluvia de bendiciones a todos los que a Ti acuden confiados. Sales siempre en mi auxilio y me haces vivir tranquilo. Te doy gracias por toda la belleza que colocaste en la creación. En cada rincón de este mundo está reflejado tu magnificencia, la colocas por doquier para que de ella me inunde y te recuerde. Quiero recibir de Ti esa fuerza y ánimo para estar alegre, siempre dispuesto a luchar contra todas las adversidades. Quiero vivir en la serenidad de tus palabras aún en medio de la angustia. Quiero ser testigo de tu poder, que mi fe se vea fortalecida y que me abra puertas hacia unas maravillas jamás vistas. Dame vida en abundancia. Quiero vivir según tu amor y tu justicia. Gracias porque con tus Palabras, sanas mi mente y espíritu y me levantas en victoria ante aquellas circunstancias y problemas en las que yo me veo derrotado. Me conoces y me amas. En Ti creo, por eso te alabo y te adoro. Amén.



Author:     Qriswell Quero
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martes, 9 de julio de 2019

Asume los retos: ¡No te detengas! ¡No te desanimes!





Tú eres una persona valiosa, no debes permitir que los obstáculos que a veces te invaden pongan fin a tu camino, afronta cada situación pensando que es un nuevo reto que Dios te ha permitido tener, para que de ella saques lo mejor de ti y puedas darte cuenta de las capacidades con las que Dios te ha dotado.

Por ningún motivo dejes cosas sin terminar, la meta sigue estando allí, esperando que llegues a disfrutar tu recompensa, no te duermas ni te hagas de la vista gorda. ¡Enfréntalas!, por muy duro que sea la prueba, debes tener el valor de pararte firme y decir: “aquí estoy, dispuesto a seguir intentándolo”.

Te invito a luchar por ese sueño que Dios puso en tu corazón. Aunque no lo sepas, allí lo tienes sembrado por Él, y lo riega constantemente a través de sus inspiraciones que a diario recibes. ¡No te detengas!, ¡No te desanimes!, ¡Lucha por ellos!, ¡Jesús te acompaña! Sin importar lo que suceda, todo tiene una solución, eres vasija nueva de Dios, confía, aunque creas que ya haya transcurrido mucho tiempo. Que tu fe sea la clave que derrumbe todos los muros que has construido con tu temor, abriendo así, un mundo de posibilidades que antes no estaban a la vista!

Hoy Dios te dice:

“Si el Señor no me hubiera ayudado, ya estaría habitando en la región del silencio. Cuando pienso que voy a resbalar, tu misericordia, Señor, me sostiene; cuando estoy cargado de preocupaciones, tus consuelos me llenan de alegría” (Salmo 94,17-19)

¡Confía! en el Señor tu Dios. Confía en que Él actúa poderosamente en tu vida, te conforta y te alienta a seguir adelante.

Oración

Padre amado, te alabo en todo momento porque sé que cada día abres tu inagotable lluvia de bendiciones a todos los que a Ti acuden confiados. Sales siempre en mi auxilio y me haces vivir tranquilo.

Te doy gracias por toda la belleza que colocaste en la creación. En cada rincón de este mundo está reflejado tu magnificencia, la colocas por doquier para que de ella me inunde y te recuerde.

Quiero recibir de Ti esa fuerza y ánimo para estar alegre, siempre dispuesto a luchar contra todas las adversidades.

Quiero vivir en la serenidad de tus palabras aún en medio de la angustia. Quiero ser testigo de tu poder, que mi fe se vea fortalecida y que me abra puertas hacia unas maravillas jamás vistas. Dame vida en abundancia. Quiero vivir según tu amor y tu justicia.

Gracias porque con tus Palabras, sanas mi mente y espíritu y me levantas en victoria ante aquellas circunstancias y problemas en las que yo me veo derrotado. Me conoces y me amas. En Ti creo, por eso te alabo y te adoro. Amén.

lunes, 8 de julio de 2019

8 rasgos de las personas auténticas





Es posible que hayas convivido o convivas con una persona de este tipo y no lo sepas. Estas personas son una ráfaga de aire fresco en tu vida y llenan cualquier espacio en el que estén.
Son fáciles de identificar porque cuando llegan a tu vida, la inundan con buena energía, alegría e inspiración.

Su forma de ser es agradable y cualquiera a su lado se siente bien y en confianza. Las personas auténticas te hacen sentir tan bien que te permiten ser tú mismo.

A su lado, puedes olvidarte de poses e ideas preconcebidas. Saben que cada uno es especial y te harán sentir único. Veamos a continuación los principales rasgos de las personas auténticas.

Escuchan tu opinión y se expresan sin temor
Las personas auténticas saben que existen pocos motivos por lo que las opiniones deben permanecer ocultas.

Si esas personas tienen algo que decir, simplemente lo hacen. Ahora, siempre tienen cuidado de no herir a los demás con sus opiniones. Intentan hacerse oír y hacer valer su opinión, pero no quieren lastimar a nadie.

Muchas veces preferimos ocultar nuestras opiniones porque tememos ser criticados. Las personas auténticas saben que la crítica es muy común pero que no siempre está relacionada con ellas.

Entienden que la opinión que los demás tienen sobre ellas es algo exterior. Una de sus mejores cualidades es que saben que las opiniones no deben ser tomadas como algo personal.

“No se debe temer a aquellos que tienen otra opinión, y sí a aquellos que tienen otra opinión pero que son muy cobardes para manifestarla” (Napoleón I)

Actúan según motivaciones internas y no externas
¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo sólo porque querías hacerlo? Las personas auténticas rigen sus vidas por su propia escala de valores y hacen sólo lo que desean.

Saben que no pueden depender de los demás para ser felices, ni alcanzar sus objetivos. Son independientes y están dispuestas a arriesgarse para llegar donde desean.

3. Su mejor amigo es su “interior”

Las personas auténticas son muy diferentes entre sí. Algunas tienen muchos amigos porque se relacionan con facilidad. Otras son más introvertidas y prefieren tener pocos amigos que sean muy cercanos.

Nunca las verás haciendo algo que va en contra de su escala de valores, y su diálogo interior es positivo. Ellas no se sabotean a sí mismas, ni hacen cosas que puedan perjudicarlas.

Evitan juzgar
Las personas auténticas saben que no es fácil seguir su propio camino, por eso no pierden tiempo juzgando a los otros.

Es probable que si tienen algo que decir o una opinión sincera, la expresen. Luego olvidarán el asunto y dejarán que tomes tus propias decisiones. Puedes contar con ellas de manera honesta.

Conocen y valoran sus características particulares
Aunque los medios de comunicación nos convenzan de que ciertos patrones de belleza son los adecuados, las personas auténticas saben que cada uno es especial. Ellas no se preocupan en cumplir patrones de belleza.

Se concentran en conocerse a sí mismas y se valoran por lo que son. También conocen sus defectos y puntos débiles, y aprenden a sacar provecho de ellos o a disminuir sus efectos negativos.

No dan consejos que ellas mismas no seguirían
Las personas auténticas saben que criticar, juzgar o hablar de más es negativo. También saben que dar una opinión o consejo es más fácil que seguirlo. Por eso, cuando les pides un consejo, piensan mucho antes de hablar.

Las reconocerás porque son las personas que dan los consejos más realistas. Hablan desde su propia experiencia porque no sugerirían hacer algo que ellas mismos no harían.

Se cuidan física y emocionalmente
Las personas auténticas valoran quienes son y hacen lo posible por mantener su cuerpo y su mente en forma. Se dan tiempo para realizar sus rituales de belleza, salen a hacer ejercicio, cuidan su alimentación, y sus relaciones interpersonales.

Saben que la vida consiste en establecer prioridades y dar a cada cosa su importancia y su tiempo.

Las personas auténticas respiran libres y permiten que quien las rodea sea honesto. Tal vez tú mismo seas una de esas personas pero no te habías dado cuenta, o tengas a tu lado a una persona auténtica.

Si tienes a una de esas personas a tu lado, valórala y acéptala pues ella hará lo mismo contigo.


Author:     A maravilhosa
Article title: 8 rasgos de las personas auténticas
Website title: Aleteia.org | Español - valores con alma para vivir feliz
URL:         https://es.aleteia.org/2016/04/04/8-rasgos-de-las-personas-autenticas/

viernes, 5 de julio de 2019

Es el divino silencio




«Hace poco pude ver en casa de unos amigos una representación de San José que me ha hecho pensar mucho. Es un relieve procedente de un retablo portugués de la época barroca, en el que se muestra la noche de la fuga hacia Egipto. Se ve una tienda abierta, y junto a ella un ángel en postura vertical. Dentro, José, que está durmiendo, pero vestido con la indumentaria de un peregrino, calzado con botas altas como se necesitan para una caminata difícil. Si en primera impresión resulta un tanto ingenuo que el viajero aparezca a la vez como durmiente, pensando más a fondo empezamos a comprender lo que la imagen nos quiere sugerir».

1. «Mi corazón vigila»

«Duerme José, ciertamente, pero a la vez está en la disposición de oír la voz del ángel (Mt II, 13, ss.). Parece desprenderse de la escena lo que el Cantar de los Cantares había proclamado: Yo dormía, pero mi corazón estaba vigilante (Cant, V, 2). Reposan los sentidos exteriores, pero el fondo del alma se puede franquear. En esa tienda abierta tenemos una figura del hombre que, desde lo profundo de sí mismo, puede oír lo que resuena en su interior o se le diga desde arriba; del hombre cuyo corazón está lo suficientemente abierto como para recibir lo que el Dios vivo y su ángel le comuniquen. En esa profundidad el alma de cualquier hombre se puede encontrar con Dios. Desde allá Dios nos habla a cada uno y se nos muestra cercano».

[Reposan los sentidos exteriores, pero el alma está despierta. Dice un punto de Camino (368). «¿Te aburres? —Es que tienes los sentidos despiertos y el alma dormida»].



«Sin embargo, la mayoría de las veces nos hayamos invadidos por cuidados, inquietudes, expectativas y deseos de todas clases; tan repletos de imágenes y apremios producidos por el vivir de cada día, que, por mucho que vigilemos externamente, se nos pierde la interna vigilancia y, con ella, el sonido de las voces que nos hablan desde lo íntimo del alma. Ésta se halla tan cargada de cachivaches, y son tantas las murallas elevadas en su interior, que las voz suave del Dios próximo no puede hacerse oír. Con la llegada de la Edad Moderna, los hombres hemos ido dominando cada vez más el mundo, y disponiendo las cosas a la medida de nuestros deseos; pero estos adelantos en nuestro dominio sobre las cosas, y en el conocimiento de lo que podemos hacer con ellas, ha encogido a la vez nuestra sensibilidad de tal manera, que nuestro universo se ha tornado unidimensional. Estamos dominados por nuestras cosas, por todos los objetos que alcanzan nuestras manos, y que nos sirven de instrumentos para producir otros objetos. En el fondo, no vemos otra cosa que nuestra propia imagen, y estamos incapacitados para oír la voz profunda que, desde la Creación, nos habla también hoy de la bondad y la belleza de Dios».

[Pensemos un poco si nos pasa esto. ¿Dónde están nuestros pensamientos y nuestro corazón? ¿Qué es lo que los llena el alma? ¿Vamos adquiriendo cada vez más gusto por las cosas de Dios? ¿Vamos desarrollando la capacidad para lo espiritual, para oírle?].


«Ese José que duerme, pero que al mismo tiempo se halla presto para oír lo que resuene por dentro y desde lo alto —porque no es otra cosa lo que acaba de decirnos el Evangelio de este día—, es el hombre en el que se unen el íntimo recogimiento y la prontitud. Desde la tienda abierta de su vida, nos invita a retirarnos un poco del bullicio de los sentidos; a que recuperemos también nosotros el recogimiento; a que sepamos dirigir la mirada hacia el interior y hacia lo alto, para que Dios pueda tocarnos el alma y comunicarnos su palabra. La Cuaresma es un tiempo especialmente adecuado para que nos apartemos de los apremios cotidianos, y dirijamos nuevamente nuestros pasos por los caminos del interior».
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[Todos los años, el viernes de la primera semana de Adviento, en la Liturgia de las Horas, leemos un texto de San Anselmo, que nos puede ayudar a comprender la importancia del silencio. San Anselmo, de familia noble, nació en Aosta (Lombardía). Su madre confió su educación a los benedictinos. Mientras se reponía de una enfermedad decidió abrazar la vida monástica. Su padre, Gondulfo, se opuso a su vocación y Anselmo abandona la casa paterna. Viajó a Francia e ingresa en el monasterio benedictino de Bec, en Normandía. Llega a ser abad y, más tarde, arzobispo de Cantorbery (1093). Uno de sus escritos más famosos es el Proslogion:

«Deja un momento tus ocupaciones habituales, hombre insignificante, entra un instante en ti mismo, apartándote del tumulto de tus pensamientos. Arroja lejos de ti las preocupaciones. Reposa en Dios un momento, descansa siquiera un momento en él. Entra en lo más profundo de tu alma, aparta de ti todo, excepto Dios y lo que puede ayudarte a alcanzarlo; cierra la puerta de tu habitación y búscalo en el silencio. Di con todas tus fuerzas, di al Señor: “Busco tu rostro; tu rostro busco, Señor”. Y ahora, Señor y Dios mío, enséñame dónde y cómo tengo que buscarte, dónde y cómo te encontraré.

Si no estás en mí, Señor, si estás ausente, ¿dónde te buscaré? Si estás en todas partes, ¿por qué no te veo aquí presente? Es cierto que tú habitas en una luz inaccesible, ¿pero dónde está esa luz inaccesible?, ¿cómo me aproximaré a ella? ¿quién me guiará y me introducirá en esa luz para que en ella te contemple? ¿Bajo qué signos, bajo qué aspectos te buscaré? Nunca te he visto, Señor y Dios mío, no conozco tu rostro.

Dios altísimo, ¿qué hará un desterrado, lejos de ti?, ¿qué hará este servidor tuyo, sediento de tu amor, que se encuentra alejado de ti? Desea verte y tu rostro está muy lejos de él. Anhela acercarse a ti y tu morada es inaccesible. Arde en deseos de encontrarte e ignora dónde vives. No suspira más que por ti y jamás ha visto tu rostro.

Enséñame a buscarte, muéstrame tu rostro, porque si tú no me lo enseñas no puedo buscarte. No puedo encontrarte si tú no te haces presente. Te buscaré deseándote, te desearé buscándote, amándote te encontraré, encontrándote te amaré» (SAN ANSELMO, Proslogion, en Brev. I, Viernes de la Primera Semana de Adviento).

Se comprende que sólo podremos encontrar a Dios si entramos en nosotros mismos mediante el silencio interior.

«Es el divino silencio que se hace en el alma cuando el hombre —invocando humildemente la ayuda del Espíritu Santo— consigue acallar en su mente y en su corazón las voces de la imaginación incontrolada, del egoísmo o de las pasiones, para escuchar —en una quietud humilde y enamorada— solamente la voz de Dios» (J. Herranz, Atajos del si-lencio, p. 126).

Lo dice la Madre Teresa de Calcuta: «El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz» (Madre Teresa de Calcuta).

No tener miedo a aislarse de los demás: «Recogerse no es alejarse, aislarse. Es abrazar. Es re-coger en Dios a los otros y a las cosas que tenemos a nuestro alrededor» (De nuestro Padre, citada por J. Herranz, Atajos del silencio). La contemplación es acción más rectitud de intención; diálogo más amor al prójimo].



2. «He aquí la sierva del Señor»

[Ahora nos fijaremos en otra faceta del relieve portugués que llamó tanto la atención del Papa: la disponibilidad de San José para amar la voluntad de Dios, fuera cual fuera, que incluía el dolor y la incertidumbre].

«Pasemos al segundo punto. Ese José que vemos está pronto para erguirse y, como dice el Evangelio, cumplir la voluntad de Dios (Mat. I, 24; II, 14). Así toma contacto con el centro de la vida de María, la respuesta que diera ella en el momento decisivo de su existencia: He aquí la sierva del Señor (Luc, I, 38). En él sucede lo mismo con su disposición a levantarse: Aquí tienes a tu siervo, dispón de mí. Coincide su respuesta con la de Isaías en el instante de recibir el llamamiento: Heme aquí, Señor, envíame (Is, VI, 8, en relación con I Sam, III, 8 y ss.). Esa llamada informará su vida entera en adelante. Pero también hay otro texto de la Escritura que viene aquí a propósito: el anuncio que Jesús hace a Pedro cuando le dice: Te llevará a donde tú no quieras ir (Jn, XXI, 10). José, con su presteza, lo ha hecho regla de su vida: porque se halla preparado para dejarse conducir, aunque la dirección no sea la que él quiere. Su vida entera es una historia de correspondencias de este tipo».

«Comenzó con la primera comunicación de las alturas: la del ángel al darle información sobre el secreto de la maternidad divina de María, el misterio de la llegada del Mesías. De improviso, la idea que se había hecho de una vida discreta, sencilla y apacible, resulta trastornada cuando se siente incorporado a la aventura de Dios entre los hombres. Al igual que sucediera en el caso de Moisés ante la zarza ardiente, se ha encontrado cara a cara con un misterio del que le toca ser testigo y copartícipe. Muy pronto ha de saber lo que ello implica: que el nacimiento del Mesías no podrá suceder en Nazareth. Ha de partir para Belén, que es la ciudad de David; pero tampoco será en ella donde suceda: porque los suyos no le acogieron (Jn, I, 11). Apunta ya la hora de la Cruz: porque el Señor ha de nacer en las afueras, en un establo. Luego viene, tras la nueva comunicación del ángel, la salida para Egipto, donde ha de correr la suerte de los sin casa y sin patria: refugiados, extranjeros, desarraigados que buscan un lugar donde instalarse con los suyos».

«Volverá, pero sin que hayan terminado los peligros. Más tarde, sufrirá la dolorosa experiencia de los tres días durante los que Jesús está perdido (Luc, II, 46), esos tres días que son como un presagio de los que mediarán entre la Cruz y la Resurrección: días en los que el Señor ha desaparecido y se siente su vacío. Y, al igual que el Resucitado no habrá de retornar para vivir entre los  suyos con la familiaridad de aquellos días que se fueron, sino que dice: No quieras retenerme, porque he de subir al Padre, y podrás estar conmigo cuanto tú también subas (cfr. Jn, XX, 17), así ahora, cuando Jesús es encontrado en el Templo, reaparece en primer plano el misterio de Jesús en lo que tiene de lejanía, de gravedad  de grandeza. José se siente, en cierto modo, puesto en su sitio por Jesús, pero a la vez encaminado hacia lo alto. Yo debía ocuparme de las cosas de mi Padre (Luc, II, 19). Es como si le dijera: Tú no eres padre mío, sino guardián, que, al recibir la confianza de este oficio, has recibido el encargo de custodiar el misterio de la Encarnación».

«Y morirá por fin José sin haber visto manifestarse la misión de Jesús. En su silencio quedarán sepultados todos sus padecimientos y esperanzas. La vida de este hombre no ha sido la del que, pretendiendo realizarse a sí mismo,  busca en sí solamente los recursos que necesita para hacer de su vida lo que quiere. Ha sido el hombre que se niega a sí mismo, que se deja llevar a donde no quería. No ha hecho de su vida cosa propia, sino cosa que dar. No se ha guiado por un plan que hubiera concebido su intelecto, y decidido su voluntad, sino que, respondiendo a los deseos de Dios, ha renunciado a su voluntad para entregarse a la de Otro, la voluntad grandiosa del Altísimo. Pero es exactamente en esta íntegra renuncia de sí mismo donde el hombre se descubre».

«Porque tal es la verdad: que solamente si sabemos perdernos, si nos damos, podremos encontrarnos. Cuando esto sucede, no es nuestra voluntad quien prevalece, sino ésa del Padre a la que Jesús se sometió: No se haga mi voluntad, sino la tuya (Luc, XXII, 42). Y como entonces se cumple lo que decimos en el Padrenuestro: Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo, es una parte del Cielo lo que hay en la tierra, porque en esta se hace lo mismo que en el Cielo. Por esto San José nos ha enseñado, con su renuncia, con su abandono que en cierto modo adelantaba la imitación de Jesús crucificado, los caminos de la fidelidad, de la resurrección y de la vida».



3. San José, peregrino

«Nos queda un tercer aspecto. Mirando a ese José que está vestido como peregrino, comprendemos que, a partir del momento en que supiera del Misterio, su existencia sería la del que está siempre en camino, en un constante peregrinar. Fue así la suya una vida marcada por el signo de Abraham: porque la historia de Dios entre los hombres, que es la historia de sus elegidos, comienza con la orden que recibiera el padre de la estirpe: Sal de tu tierra para ser un extranjero (Gen, XII, 1; Hebr, XI, 8 y ss.). Y por haber sido una réplica de la vida de Abraham, se nos descubre José como una prefiguración de la existencia del cristiano. Podemos comprobarlo con viveza singular en la Primera Carta de San Pedro y en la de Pablo a los Hebreos. Como cristianos que somos nos dicen los Apóstoles— debemos considerarnos extranjeros, peregrinos y huéspedes (I Ped, 1, y 17; II, 11; Hebr, XIII, 14): porque nuestra morado, o, como dice San Pablo en su Carta a los Filipenses, nuestra ciudadanía está en los Cielos  (Fil, III, 20)».

«Hoy suenan mal esas palabras sobre el Cielo: porque tendemos a creer que, apartarnos de cumplir nuestros deberes en la tierra, nos enajena de nuestro mundo. Tendemos a creer que nuestra vocación no es solamente hacer un Paraíso de la tierra y en esta concentrar nuestras miradas, sino a la vez dedicarle por completo el corazón y los esfuerzos de nuestras manos. Pero sucede en realidad que, al comportarnos de ese modo, lo que estamos haciendo justamente es destrozar la Creación. Ello es así porque, en el fondo, los anhelos del hombre, la saeta de sus ambiciones, apuntan en dirección al infinito. De aquí que, hoy más que nunca, comprobemos que únicamente Dios puede saciar al hombre por completo. Estamos hechos de tal forma, que las cosas finitas nos dejan siempre insatisfechos, porque necesitamos mucho más: necesitamos el Amor inagotable, la Verdad y la Belleza ilimitadas».

«Aunque ese anhelo sea insuprimible, podemos, por desgracia, desplazarlo de nuestros horizontes, y con ello perseguir las plenitudes buscando solamente en lo finito. Queriendo tener el Cielo ya en la tierra, esperamos y exigimos todo de ella y de la actual Sociedad. Pero, en su intento de extraer de lo finito lo infinito, el hombre pisotea la tierra e imposibilita una ordenada convergencia social  porque a sus ojos cada uno de ellos aparece como amenaza u obstáculo; y porque arranca del mundo material y del biológico, algunos de los componentes que necesitaría preservar para sí mismo. Tan solo cuando aprendamos nuevamente a dirigir nuestras miradas hacia el Cielo, brillará la tierra con todo su esplendor. Únicamente cuando vivifiquemos las grandes esperanzas de nuestros ánimos con la idea de un eterno estar con Dios, y nos sintamos nuevamente peregrinos hacia la Eternidad, en vez de aherrojarnos a esta tierra, sólo entonces irradiarán nuestros anhelos hacia este mundo para que tenga también él esperanza y paz».



4. Conclusión

«Por todo ello, demos gracias a Dios en este día porque nos ha dado ese Santo, que nos habla de recogernos en Él; que nos enseña la prontitud, y la obediencia, y la abnegación, y la actitud de caminantes que se dejan llevar por Dios; y que nos dice por esto mismo la manera de servir igualmente a nuestra tierra. Demos gracias así mismo por esta fiesta jubilar en la que podemos comprobar que sigue habiendo personas con el ánimo abierto a la voluntad de Dios, y preparadas para escuchar sus llamamientos y marchar a su lado hacia donde Él quiera llevarlas. E imploremos la gracia de lo Alto para que, demostrando también nosotros vigilancia y prontitud, y procediendo en nuestras vidas con loa misma plenitud de la esperanza, nos veamos un día recibidos por Dios, que constituye nuestro auténtico Destino de caminantes hacia la comunión en la vida eterna».


Autor: Cardenal Joseph Ratzinger

En 1992 (cfr. J. Ratzinger, De la mano de Cristo. Homilías sobre la Virgen y algunos Santos, Eunsa, Pamplona 1997, pp. 37-42).
Ra la Sagrada Escritura: Mateo 1, 16.18-21.24ª.

Entre corchetes hacemos algunos comentarios a las palabras del Cardenal.


Silencio, por favor







“¡Silencio!, por favor”.

Esta indicación que encontramos en hospitales, bibliotecas, centros de culto, debería estar escrito en el interior de cada persona.

El hombre necesita silencio. Lo recordaba Pablo VI en su conocida homilía en Nazaret el 5 de enero de 1964: “Cuánto deseamos aprender la gran lección del silencio que nos ofrece siempre la escuela de Nazaret; cómo deseamos también que se renueve y fortalezca en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para todos nosotros, que estamos aturdidos por tantos ruidos y tumultos, tantas voces de nuestra ruidosa y, en extremo, agitada vida moderna”.

Ambiente anti-silencio
En efecto, el ambiente actual de baraúnda y ajetreo es, sin duda, obstáculo para el cultivo del silencio. La vida del hombre parece haber roto definitivamente los marcos tradicionales de la soledad comunitaria y del recogimiento religioso. Pero si ahondamos un poco con sagacidad o tacto, notaremos enseguida el ingente vacío interior que lleva consigo este modo de vivir. Vemos a los hombres gozar tanto con sus pasatiempos, lujos y riquezas, y quedar con el alma vacía, sin paz.

En el huracán de la vida moderna no está Dios. Hoy todo se realiza de una manera precipitada, sin calma, sin serenidad, sin equilibrio, sin silencio. El hombre cree que ha penetrado en el fondo de las cosas porque ha visto, ha viajado, ha oído… pero en realidad no ha penetrado nada; últimamente no ha sabido vivir en un clima de silencio que hiciera fructificar las experiencias tenidas.



El hombre moderno está ganando el mundo pero está perdiendo el alma. El hombre está enfermo, sufre el ruido de las calles, pero sobre todo padece por los ruidos que han penetrado dentro de sí mismo. Hoy, algunos consideran el silencio casi un lujo; a pesar de su inmenso valor, sin embargo, con mucha frecuencia, el ser humano no sabe hacer silencio, y cuando ya lo tiene, no sabe qué hacer con él: o se aburre, o huye de él, como de un estorbo inútil. Necesita el hombre espacios de encuentro consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y, sobre todo, con Dios.

El amante del silencio
En cambio, el hombre en el silencio interior espera, está preparado, habituado a recibir las cosas con provecho; no es un tonel agujereado como el hombre deseoso de exterioridades. En este silencio fácilmente se haya Dios. Es lo que más necesitan los hombres de hoy: buscar a Dios con avidez, con avaricia, con el silencio de la propia interioridad. El mundo actual presentaría otro rostro, si todas las personas supieran observar esta virtud y palpar sus efectos positivos en el enriquecimiento progresivo de la propia interioridad. Pero no todos practican el silencio; más bien son reducidos los grupos de almas amantes del silencio.

Y entre esos grupos debemos encontrarnos nosotros, los hombres y mujeres que buscamos a Dios. Estamos llamados a ser personas amantes del silencio.

Nuestra ruta
Seguiremos este esquema: en los primeros capítulos profundizaremos lo que nos dice la Sagrada Escritura sobre el silencio para definir en los capítulos siguientes en qué consiste esta virtud y cuáles son sus principales enemigos y obstáculos. La mayor parte del libro será dedicado a la pedagogía del silencio, es decir, a cómo alcanzar esta virtud en cada una de las facultades y potencias de la persona. Por último ofreceremos algunas anotaciones sobre los ámbitos del silencio: con los demás, consigo mismo hasta llegar al abandono o silencio con Dios.

Pablo VI, el 15 de noviembre de 1963, decía: “El mensaje divino no se comunica automáticamente, no llega por los caminos de la expresión sensible. Mis ojos no sirven, el mundo externo puede, sí, expresarme un lenguaje superficial, pero de suyo, en su interior, permanece mudo, no transmite la palabra divina. ¿Qué hacer? ¿Nos habla el Señor en el silencio o en el ruido? Respondemos todos: en el silencio. Entonces, ¿por qué no nos ponemos a la escucha en cuanto se percibe un leve susurro de la voz divina junto a nosotros?”


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Dos motivos para vivir el silencio
De entre los diversos motivos que nos deben inducir a amar y vivir con plenitud la virtud del silencio, el párrafo leído nos presenta, quizá, los dos más importantes:

Vida interior
En primer lugar, el silencio es indispensable para la vida interior. En el ambiente de silencio, de atención serena, la sensibilidad se agudiza para la luz e inspiraciones del Espíritu Santo y es preparada para el influjo de la gracia. Guardar silencio es sumergirse en el vacío, es una acción y una plenitud. El silencio es el que prepara a los santos, el que los comienza, el que los continúa, el que los acaba y perfecciona.

Nuevamente Pablo VI: “¿Habla Dios al alma agitada o al alma en calma? Sabemos muy bien que, para escucharlo, debemos tener un poco de calma, de tranquilidad… es preciso aislarse un poco de toda preocupación y excitación acuciantes, y estar nosotros mismos, nosotros solos dentro de nosotros. El punto de cita no está fuera, sino en nuestro interior. La vida espiritual exige una verdadera y propia interioridad”.

Lo sabemos muy bien: Dios no habla en el tumulto de impresiones, ni en la disipación. Cuando el alma está en silencio interior y exterior, cuando el alma está recogida dentro de sí, entonces es cuando Dios habla y cuando el alma puede escucharlo. Muchas veces el Espíritu Santo está clamando con gemidos inenarrables, pero el alma no los oye porque se encuentra fuera de sí, atenta a lo que sucede fuera.

El hombre necesita de la vida interior, y por lo tanto del silencio, para vivir en plenitud nuestra relación con Dios. Así mismo, como religiosos que vivimos en una comunidad o seglares en una familia, debemos también esforzarnos por respetar la vida interior de aquellas personas con las que convivimos; más aún, tenemos que facilitársela con nuestro ejemplo, evitando todos los estorbos que pueden menoscabarla.

Compromiso apostólico
Un segundo motivo para cultivar la virtud del silencio se encuentra en nuestro compromiso apostólico y pastoral. En el testimonio y transmisión de la Palabra de Dios debemos ser hombres y mujeres de ponderación en el hablar. Es difícil hablar bien. La ponderación es una cualidad estimada pero exige un esfuerzo y una reflexión constantes. Más que el resultado de un trabajo puramente humano, es el fruto de una interioridad silenciosa y reposada. Pues sólo el ponderado en su espíritu es capaz de pensar antes de hablar, de consultar antes de exponer las propias opiniones. Solo él sabe discernir las circunstancias.

Las palabras, las decisiones del hombre que sabe guardar silencio en toda la amplitud del término, no caen en vacío al ser respaldadas por la ponderación, por la mesura y por la exactitud. Sus palabras no las provoca la improvisación, ni el egoísmo. Las suscita la rectitud y la caridad.

Como hombres y como apóstoles, necesitamos hablar bien, y, para alcanzar esta meta, nos es imprescindible el silencio. Para hablar bien se requiere antes pensar bien, y solo podemos pensar bien en un clima interno de silencio.

En resumen, el silencio es una virtud oculta pero grandiosa, necesaria para la santidad auténtica.



Especial sobre el Silencio

El silencio de los sentidos: El desorden y el derroche externo reclaman y hablan a los sentidos, pero no se piensa, no se reflexiona, no se piensan las cosas, todo pasa.

El silencio de la imaginación: Silencio de la imaginación es dar pruebas de confianza plena en el Amado, es decir, de certeza de que su amor nunca nos faltará en el futuro, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra.

El silencio de la memoria: Del silencio exterior al silencio interior

El silencio de la mente: Se debe aprender a callar para saber hablar a tiempo. El silencio que medita no es egoísmo intelectual. El silencio ha de ser preparación fecunda para hablar. El que calla y medita para aprender a hablar y para saber hablar a tiempo, tiene siempre el pensamiento despierto, activo, abierto a la creatividad.

El silencio de la voluntad: La voluntad debe seguir la propuesta de la razón pero no debe realizarla porque la razón se lo pide sino por amor. Eso significa silencio de la razón: no hacer las cosas por deber sino por amor.

El silencio de uno mismo: Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta...Ese “nada” me falta implica que no me hace falta tener gustos personales. ¿Cómo es posible esto?, ¿no significa eso un despersonalizarme?

Los doce grados del silencio: Es el silencio el que prepara a los santos, el que los comienza, el que los continúa, el que los acaba.

La importancia del silencio para el encuentro con Jesús, según la Madre Teresa de Calcuta: No podemos entrar inmediatamente en la presencia de Dios sin una experiencia de un silencio interior y exterior

La oración en la vida Cristiana: La oración consiste en elevar el corazón a Dios. Cuando una persona ora, entra en una relación personal con Dios, en una relación de amistad con Dios.

Authors:          P. Juan Carlos Ortega, L.C.
Article title: Silencio, por favor
Website title: Catholic.net
URL:         http://es.catholic.net/op/articulos/58027/cat/172/silencio-por-favor.html#modal

jueves, 4 de julio de 2019

La oscuridad también puede curar




Carl Gustav Jung trabajó muy bien con el concepto de “sombra” dentro de la psicología analítica. Dentro de ese contexto, la sombra no es más que un aspecto que descuidamos y negamos en nosotros mismos, solo que de una manera inconsciente. Como toda sombra, se queda detrás de nosotros y, por eso, difícilmente la vemos o nos damos cuenta cuando se acerca. También existen casos en que nos encontramos en una completa oscuridad y, por eso, también no la percibimos.
Observo cada vez más claramente que las personas no se permiten mirar su propia sombra y dejar espacio a ella en sus vidas. El punto más complicado para nosotros, seres humanos, es darnos cuenta de la presencia de esa sombra y darle un buen lugar en nuestras vidas, creyendo que puede – y que traerá – la curación que tanto buscamos.

Es muy importante que tengamos en mente que jamás reconoceremos la luz si no pasamos por ella y si no damos espacio a la oscuridad en nuestras vidas. La sombra (u oscuridad – como prefieras llamarla) nos ayuda a reconciliarnos con nuestra propia historia, además de proporcionarnos la aceptación de nosotros mismos, que tanto buscamos en otras personas. Vivir y dar espacio a la oscuridad, es decir: “Vamos hacia adelante. Me volveré cada vez más fuerte después de que pase la tempestad”.

No podemos olvidar cuáles son los tipos de dinámicas que componen ese concepto que llamamos sombra. Dentro de ella, están nuestros miedos, los traumas del pasado, las decepciones y la falta de perdón que nos envenenan cada día más, además de los sueños no realizados. Si nos escondemos de nuestra sombra, o si la escondemos de los demás, todo eso que cargamos dentro adquiere una mayor ferocidad y nos impedirá ser felices.

Una sombra amiga – cuando la tomamos así – es capaz de darnos abrigo en días de sol y luz fuerte, es capaz de descansar nuestros ojos y, con ello, nos ayuda a restablecer contacto con nuestra propia alma, muchas veces, perdida en algún momento de nuestro día. Para que eso suceda, tenemos que aprender a aceptarla, es decir, necesita ser integrada en nosotros como un todo, conscientemente, y las características que despreciamos en nosotros mismos necesitan verse como parte de nosotros – porque lo son. ¡Es necesario hacer de la sombra, nuestra tierna amiga!

Dar espacio a nuestra propia sombra es permitirnos vivir en lo oscuro en algunos momentos y dar un paso más para la reconciliación con nuestra propia historia. Por lo tanto, no podemos olvidar que nuestro crecimiento personal y nuestro bienestar psicológico, dependerán siempre de nuestra capacidad de dar luz a nuestra oscuridad. Después de este acto de valentía, iniciar un trabajo delicado, pero valioso, para curarnos, para encontrar el alma perdida, que tal vez tanto buscamos.


Author:Talita Rodrigues
Article title:La oscuridad también puede curar
Website title:Aleteia.org | Español - valores con alma para vivir feliz
URL:https://es.aleteia.org/2019/05/11/la-oscuridad-tambien-puede-curar/

miércoles, 3 de julio de 2019

Pasar por una ruptura amorosa soltando lastre





Soltar lastre, dejarse llevar… es una buena forma para seguir adelante y extraer las lecciones de una experiencia tan dolorosa como la de un corazón roto. Helen Monnet, coach profesional certificada, relaxoterapeuta, especialista en psicología y autora del cuaderno de ejercicios Lâcher prise (ed. Larousse) nos explica cómo hacerlo.

– ¿Qué significa soltar lastre?

Helen Monnet: La imagen de una hoja otoñal da una mejor idea del concepto de “soltar lastre”. Antes de desprenderse repentinamente del árbol, el momento habrá ido precedido de un largo secado, sucesivos golpes de viento. Del mismo modo, el proceso de soltar las riendas, abandonarse, soltar lastre, requiere tiempo. Para que sea perenne, debe ser la culminación de un desapego progresivo en el que yo distingo tres etapas:

Tomo consciencia de que algo en mi vida es inadecuado, molesto, que dificulta mi bienestar y ya no me conviene.
Comprendo que ya no lo quiero y veo en qué medida puedo separarme de ello sin daños.
Tomo distancia y me despego de ello, como un fruto maduro que cae de un árbol.
El proceso es similar a una relajación. Los pensamientos parasitarios vienen a nuestra mente, tomamos conciencia de ellos, respiramos y los ponemos a un lado. Poco a poco, se van por sí mismos. El mayor obstáculo para soltar lastre es actuar al calor de la ira, del capricho o de la emoción. En ese caso es imposible liberarse por completo y desprenderse en paz.

– ¿Cuál es tu primer consejo en caso de ruptura amorosa?

Cada persona reacciona de manera diferente a una ruptura amorosa. También depende de cuánto tiempo duró la relación, si fue un amor de vacaciones o si duró meses o años. En cualquier caso, en ese momento hay que consolarse, disfrutar, comer chocolate, llorar, irse de vacaciones, dormir bien, acurrucarse en el sofá, recurrir a las personas buenas de tu entorno con las que puedas desahogarte.

Aquellos que realmente pueden ayudar no son quienes te juzgan en vez de apoyarte ni quienes te parasitan con sus propios problemas, sino aquellos que son positivos, en quienes confiamos y con quienes podemos compartir nuestra carga.

Hay que buscar también a nuestra “madre interior”. En psicoanálisis, a esto se le llama “introyección”. Es un sujeto amado interiorizado que nos tranquiliza y nos calma. Dependiendo de la persona, la introyección está más o menos presente. Se trata de acusar el golpe, sin añadir nada, sin rehacer la historia diciéndonos, por ejemplo: “si no lo/la hubiera conocido”, “si no hubiera dicho esto o aquello”, etc.

– ¿Qué aconsejas hacer una vez pasada esta primera fase?

Tomarse un tiempo para ver qué pasó en esa relación, observar sin culpabilizar cuáles fueron los puntos de inflexión que fueron empeorando la situación poco a poco. Recordar las acciones del otro u otra que puedan habernos decepcionado e identificar cuál es nuestra propia responsabilidad.

Esta revisión puede realizarse solo o en compañía de un coach personal. Y, sobre todo, no intentar volver a ver a ese ser querido.

Luego, es momento de buscar qué lecciones se pueden extraer de esta experiencia. Esta será la base de nuestra renovación. Por ejemplo, ¿no me convenía esa historia en términos de territorio, porque permití que invadieran mi espacio vital? ¿De qué manera no se respetaron mis necesidades? Este es un tema importante para las mujeres, que a menudo olvidan sus propias necesidades para satisfacer las de los demás.

Un fracaso amoroso también puede hacer aparecer heridas o necesidades insatisfechas que se remontan a la infancia temprana, como sentimientos de abandono o traición. Es importante identificar esos daños con la mayor sinceridad posible, con ayuda si es necesario. De lo contrario, las rupturas podrían reproducirse. Una vez identificadas las necesidades, la “madre interior” se pondrá en movimiento más fácilmente.

Me parece verdaderamente necesario durante este proceso el aceptar la soledad. No serviría arrojarse a los brazos de otra persona sin haber realizado antes este trabajo.

– Después de una ruptura, ¿cómo se conserva la confianza en el futuro?

Practicando la satisfacción. Por supuesto, una ruptura no es fácil, pero los pequeños placeres de la vida están siempre al alcance de la mano: un paseo, una exposición, un buen desayuno, etc. Sin embargo, es necesario mantener una actitud mínimamente receptiva. El soltar lastre, porque permite el desapego, nos pone en este estado. Dejando de lado la energía concentrada en el pasado, en darle vueltas a la cabeza, queda disponible otra energía para disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Apoyándose en eso, volverá la confianza física. El hecho de marcharse, de cambiar de contexto, incluso unos pocos días, permite desarrollar mejor esta receptividad.

¿Y no nos tienta suplir la falta del otro sumergiéndonos en el trabajo, por ejemplo?

Si se compensa con el trabajo, con el alcohol, con la comida, con el deporte, se corre el riesgo de caer en un exceso que, tarde o temprano, pasará factura. En cualquier caso, eso significaría que no hemos soltado ese lastre, que no hemos afrontado ese sufrimiento. Hay que aceptar el no sentirse bien durante un tiempo, pero confiar en la compañía de nuestra “madre interior”. ¡Hay que mimarse! Conozco a algunas personas que, durante este periodo incómodo, ¡dormían con su osito de peluche!



Author:            Bénédicte Saint-Germain
Article title: Pasar por una ruptura amorosa soltando lastre
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