jueves, 30 de junio de 2011

El pequeño Luis


El pequeño Luis de seis años decidió una mañana prepararles pancakes a sus papás para desayunar.

Encontró un grán tazón y una cuchara, acercó una silla a la mesa, y trató de alzar el pesado paquete de harina para abrirlo. La mitad del paquete quedó desparramada entre la mesa, la silla y el suelo.

Tomó toda la que pudo con sus manitas y la puso dentro del tazón, y después le puso un poco de leche y azúcar, haciendo una mezcla pegajosa que empezaba a chorrear por los bordes. Además habían ya pequeñas huellas de harina por toda la cocina, dejadas por el y su gatito.

Luis estaba totalmente cubierto con harina, y estaba empezando a frustrarse.

El quería darles una sorpresa a sus papás haciendo algo muy bueno, pero todo le estaba saliendo al revés. No sabía qué más había que agregar a su pasta, o si había que hornear los pancakes, pues ni siquiera sabía como usar el horno.

Cuando miró otra vez la mesa, su gatito estaba lamiendo el tazón, por lo que corrió a apartarlo de la mesa, pero por accidente se volcó el cartón de leche y además se quebraron unos huevos que habían sobre la mesa al caer al suelo. Intentó agacharse a limpiarlo pero se resbaló y quedó con toda su pijama pegajosa, llena de harina y huevo.

En ese momento vio a su papá de pie en la puerta. Dos grandes lágrimas se asomaron a sus ojos. El solo quería hacer algo bueno, pero en realidad había causado un gran desastre.

Estaba seguro de que su papá lo iba a regañar y muy posiblemente a castigarlo.

Pero su papá sólo lo miraba en medio de aquel desorden. Entonces, caminando encima de todo aquello, tomó en sus brazos a su hijo que lloraba, y le dio un gran abrazo lleno d amor, sin importarle llenarse el mismo de harina y huevo.

Así es como Dios nos trata. A veces tratamos de hacer las cosas bien, pero sin quererlo terminamos haciendo un desastre. Nuestra familia se pelea, o insultamos a un amigo, o hacemos mal nuestras obligaciones, o desordenamos nuestra vida.

Otras veces solo podemos llorar, porque ya no sabemos qué más hacer.

Entonces es cuando Dios nos toma en brazos, nos perdona y nos demuestra que nos ama, sin importarle que pueda ensuciarse con nuestra suciedad.

Pero por el simple hecho de habernos equivocado, no debemos dejar de “preparar pancakes” para Dios o para alguien especial...

Tarde o temprano lo lograremos, y Dios estará orgulloso de nosotros, porque no nos dimos por vencidos...

Sor Teresita bate el récord: 84 años de clausura


BUENAFUENTE DE SISTAL, miércoles, 29 de junio de 2011.– Sor Teresita es la monja de clausura que más tiempo lleva en un monasterio: 84 años. Un verdadero récord Guinness. En la actualidad tiene 103 años y sigue viviendo en su convento de toda la vida: Buenafuente del Sistal (Guadalajara).

Pertenece a la orden del Císter y ha sido durante más de 20 años superiora de su comunidad religiosa. Española nacida en Foronda (Álava), ha participado con otros nueve monjas de clausura en un libro titulado “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?” (LibrosLibres),para explicar la riqueza interior y la felicidad que supone la vida contemplativa.

“No sabía nada de monjas”

El día que nació Benedicto XVI, sor Teresita ingresaba en el Convento Cisterciense de Buenafuente. “Me dio miedo entrar. Pero el Señor me ayudó. Yo venía 'zote', no sabía nada de monjas, pero Él y santa Teresita me ayudaron y entre ellos se las arreglaron para que no me acobardara”.

Dedica su vida a la oración por los demás y al trabajo en el Convento. Según sus propias palabras, “aunque rezo mucho, tengo mis fugas… Tengo una imaginación muy loca. En cuanto me descuido, ya estoy distraída. Entonces vuelvo a rezar a la Virgen María y ella me trae a la oración o a mi trabajo.

“Siempre he sido un poco 'trasto' y lo seguiré siendo. Por eso le digo a la Virgen tantas veces: Quiero mirar en tus ojos, hablar con tu boca, oír con tus oídos y amar con tu corazón”. Vivo en su corazón, porque sé cómo soy yo...”.

“No puedo vivir aburrida en el Convento”

Sor Teresita es la imagen de la felicidad: “No se puede vivir aburrida en el Convento. Terminas mal. O eres feliz o nada”.


¿Su secreto para la felicidad?: “Cada uno es feliz en su profesión. La felicidad se siente siguiendo cada uno su vocación. Eso sólo lo sabe quién lo vive”.


Sor Teresita (Valeria de nombre de civil), sin embargo tuvo una vocación tardía: “No me gustaban las monjas, ¡con lo bien que se estaba en casa! Éramos labradores. Estábamos en el campo de la mañana a la noche, trabajando, pero lo pasábamos bien. Yo era la mayor de 7 hermanos y con mi hermana me pasaba el día haciendo bromas, éramos felices”.

“Pero mi padre, viendo la vida que llevábamos en el campo, ¡y pensando que las monjas no trabajaban!, nos decía a mi hermana y a mí: ¿y no querríais ser monjas…? Y yo, por contentar a mi padre, le recé a la patrona de Vitoria y le pedí que me diese vocación… ¡Y vaya si me la dio!”.

“Una vez tuve la tentación de imaginar cómo hubiera sido mi vida fuera, porque me pareció que aquí no hacía nada. Es una crisis que pasamos muchas, pensar que aquí no hacemos nada. Pero lo hablé con un sacerdote y me dijo que tenía una vocación muy hermosa. Merece la pena, no tiene ni punto de comparación darle tu vida a Dios con nada más. Yo soy muy feliz y no envidio nada de fuera. Es una gracia de Dios. La vocación y la perseverancia. Son dos gracias que me ha dado Dios”.

Esta experta en tortilla de patatas (las mejores según el resto de las hermanas del Convento), todos los días recibe y lee la prensa y cree que todavía le quedan cosas por hacer: “Si Dios me sigue teniendo aquí, por algo será”. “Sé que muchos no entenderán mi manera de vivir, pero yo no entiendo otra”.

¿El resumen de su vida?: “El don más grande que he recibido en estos más de 100 años ha sido la oración. Sin ella no se puede sostener uno. Cada día es una opción de oración. Yo no dejo de repetir: “Gracias, perdón, Gracias, perdón”.

ZENIT

miércoles, 29 de junio de 2011

Una historia judia


Una historia judia presenta de forma distinta la diversidad de las respuestas, de las cuales depende el orden de la ley.-

Habia un santo que se llamaba Hillel, reputado por su dulzura y modestia.-

Un idólatra, que queria convertirse al judaísmo, fue a ver a otro santo llamado Shamai y le preguntó:

- Cuantas clases de leyes tenéis?

- Dos -contestó Shamai- La Ley escrita y la ley oral.-

- Acepto la ley escrita -dijo el hombre- pero me es imposible someterme a la ley oral.- La rechazo.-

- Entonces fuera de aqui ! - gritó Shamai muy irritado.-

El idólatra, rechazado, fue a ver a Hillel y le dijo lo mismo:

- Acepto la enseñanza de la ley escrita, pero rechazo la ley oral.-

- Muy bien- dijo Hillel - no hay problema.-

Y empezó su enseñanza.- El primer día, enseñó al idólatra los mandamientos elementales de la ley escrita.-

Al día siguiente volvió a empezar, pero en un orden diferente.-

Al neófito aquello le sorprendió.-

- Pero . . . si ayer me enseñaste de otra manera . . .!!!

- Y confiaste en mi ayer?

- Naturalmente.-

- Y no fue eso confiar - le dijo entonces Hillel- en la ley oral?

martes, 28 de junio de 2011

Un judío


Un judío, con la mejor de las intenciones, había enviado a su hijo al colegio más caro de la colectividad judía, el Talmut. Pese a sus  intentos, Samuel no daba pie con bola. Boleta del primer mes:
   Matemáticas: 2
  Geografía: 6
  Historia: 4
  Literatura: 2
  Conducta 0.
 
Estas espantosas calificaciones se repetían mes a mes, hasta que el tipo se cansó:
 - Samuel, escúchame bien lo que te voy a decir: Si el próximo mes tus calificaciones y tu comportamiento no mejoran, te voy a mandar a estudiar a un colegio católico.
 
Al mes siguiente las notas de Samuel fueron una tragedia sólo comparable  al hundimiento del Titanic y el padre cumplió con su palabra. A través  de un rabino cercano a su familia, se conectó con un obispo que le recomendó un buen colegio franciscano al cual Samuel fue enviado.
 
Boleta del primer mes:
   Matemáticas: 9
   Geografía: 8
   Historia: 9
   Literatura: 10
   Conducta: 10.
 
 Segunda boleta:
   Matemáticas: 10
   Geografía: 9
   Historia: 10
   Literatura: 10
   Conducta: 10.
 
 Un día el padre le preguntó:
- Samuel, ¿Qué es lo que pasa que te va tan bien en la escuela?
¿Cómo ha sucedido este milagro?
- No se, papá. Me presentaron a todos los compañeros y a todos los profesores y luego, una tarde, fuimos al templo. Cuando entré, vi a un señor crucificado, con clavos en las manos y en los pies, con cara de haber sufrido mucho y todo ensangrentado. Pregunté "¿Quién es Ése?" y me respondió un alumno de los cursos superiores:
 
 - Ése, era un judío igual que tu.
 

- Entonces me dije: "A caray, aquí no se andan con varas"

lunes, 27 de junio de 2011

Eco


Un hijo y su padre estaban caminando en las montañas. De pronto el hijo se cae, se lastima y grita: "Ahhhh"
Para su sorpresa oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña: "Ahhhh!"

Con curiosidad el niño grita: "¿Quien esta ahí?" Y escucha: " ¿Quién esta ahí?"

Enojado con la respuesta, el niño grita: "¡Cobarde!". Y recibe de respuesta: "¡Cobarde!".

El niño mira a su padre y le pregunta: "¿Que sucede?"

El padre le contesta: "Presta atención hijo".

Y grita: "¡Te admiro!". Y la voz responde: "¡Te admiro! "¡Eres un campeón!" "¡Eres un campeón!"

Y el padre le explica: "la gente lo llama ECO", pero en realidad es, la VIDA... que te devuelve todo lo que haces...

Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones. Si deseas mas amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor. Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean. Si quieres una sonrisa en el alma, dirige una sonrisa al alma de los que conoces.

Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida. La vida te dará de regreso... exactamente aquello que tú le has dado.

Tu vida, no es una coincidencia, es un reflejo de ti.

Alguien dijo: "Si no te gusta lo que recibes de vuelta, ¡revisa muy bien lo que estás dando!".