martes, 31 de julio de 2012

Gratuidad







Es el carácter de aquello que nace, de modo incondicional y libre, de una iniciativa sobreabundante. Es gratuito el amor de Dios (creación, elección), plenamente revelado en Cristo (redención) y proprio también de los cristianos (cf. → caridad). Existe también una posible perversión de la gratuidad.


- En la tradición bíblica y cristiana el primer acto de gratuidad por parte de Dios es la creación misma. La creatio ex nihilo se debe únicamente al deseo de comunicar generosamente la propia bondad (cf. 2 M 7,28; Rm 4,17; Concilio Laterano IV, DS 800). El acto creador sucede con una decisión soberanamente libre ("Liberrimo consilio", según la expresión del Concilio Vaticano I, DS 3025). La gratuidad de la creación es el encuentro entre la plenitud de la bondad de Dios omnipotente y la radical contingencia de la criatura. Otra manifestación de total gratuidad, según las escrituras, es toda la historia de Israel: su elección, su redención de la esclavitud, el don de la Torah y la entrada en la Tierra Prometida. El libro del Deuteronomio no se cansa de recalcar la desproporción entre el don concedido por Yhwh y el beneficiario humano (cf. Dt 7,7; 6,11; 9,5). 


En el NT brilla con aun más fuerza la gratuidad de la iniciativa divina. Gratuita es la revelación de Dios y de sus misterios (cf. Mt 11,26-27; Lc 11,32), como también la elección de los apóstoles primero (cf. Mc 3,13; Jn 15,16), y después la Pascua de Jesús (cf. Rm 1,1). Es Dios quien nos amó primero (1 Jn 4,19), entregándonos su Hijo (Rm 8,32), cuyo amor consiste en morir por nosotros, malvados y pecadores (Rm 5,6-8). 


Tal es el → Evangelio de la gratuidad de la → salvación y de la justificación (cf. Rm 3,24; 2 Tm 1,9). A todos los testigos escogidos se les encomienda el tesoro del Evangelio, del que nadie nunca podrá llamarse digno (cf. 2 Co 4,1.7). Más bien: las dos "columnas" de la historia de la Iglesia, Pedro y Pablo, están personalmente marcados por la experiencia de la gratuita misericordia de Cristo (cf. p.e. Jn 21,15ss e 1 Co 15,10; UUS 91). El fiel y gratuito testimonio se transforma en una natural incumbencia para los apóstoles (cf. Mt 10,8; 1 Co 9,18; 11,7).


- A la experiencia del amor gratuito de Dios (cf. Lc 6,35) y preferencial por los pecadores (cf. Lc 15; 19,1-10) debe responder el agradecimiento humano del saberse beneficiado de un don no merecido (cf. la pecadora perdonada Lc 7,36-50). Tal reconocimiento se difunde hasta la conversión y la reparación del mal cometido (cf. Zacarías, Lc 19,8). El pecado más grave es precisamente la falta de percepción del don gratuito recibido (cf. el siervo despiadado, Mt 18,23-35). 


Al contrario, si ya el AT había intuido la belleza de la gratuidad: (cf. Si 7,33-34: "La gracia (cháris) de tu dádiva llegue a todo viviente, ni siquiera a los muertos rehuses tu gracia. No te rezagues ante los que lloran, y con los afligidos muéstrate afligido"), tanto más el NT propugnará el amor sin condiciones: "Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis (cháris)? Pues también los pecadores aman a los que los aman. Si hacéis el bien a los que os lo hacen a vosotros ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. 


Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio (mêden apelpízontes); y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos" (Lc 6,32-35). En concreto esto se manifiesta → en el perdonar como se ha sido perdonados y beneficiando a todos, sin distinción, sin ninguna acepción de persona (cf. St 2,1ss). Forma parte de la gratuidad evangélica también el "malgastar" las cosas más preciosas para el Señor, como hizo la mujer de Betania (cf. Mc 14,4) y como en la tradición ininterrumpida de la Iglesia lo hacen las personas consagradas (cf. VC 104).


- El amor por la verdad exige que se mencione también el lado oscuro de la gratuidad. Corruptio optimi pessima. Así como la gratuidad evoca la libertad, la iniciativa y la sobreabundancia en el bien, así la gratuidad del mal, el odio, la crueldad, el sadismo son una respuesta trágica del perverso giro del más grande amor. Se encuentra en esto un signo inequívoco de la existencia del demonio ("me han odiado sin razón [dôrêan]", Jn 12,25).


Autor: C.L. Rossetti | Fuente: Vatican.va 

lunes, 30 de julio de 2012

Caridad





Si observamos nuestro mundo actual y le tomamos la temperatura para ver cuál es el grado de caridad que tiene, creo que el termómetro acusaría baja presión. 


Explíquenme, si no, el porqué del hambre, de las injusticias, las violencias, los asesinatos, las divisiones en la familia, los abortos abiertos o clandestinos, las riñas, las envidias. ¿Por qué existen indiferencias ante las cosas de los demás; por qué nos hemos acostumbrado a pasar como si nada pasase ante el sufrimiento del prójimo, ante el dolor de los demás, ante las heridas físicas o morales de los demás? ¿Por qué se reacciona con tanto desinterés ante los triunfos de los demás? Malos tratos, falta de amabilidad y cortesía, rencores, murmuraciones. No hemos todavía creado la civilización del amor, que tanto anhelaba Pablo VI. La causa es clarísima: no vivimos el mandamiento del amor, de la caridad. Han pasado 20 siglos de Cristianismo y este mandamiento nuevo sigue casi sin ser estrenado.


Y dado que nosotros somos padres de familia sería bueno preguntarnos: ¿estoy educando a mis hijos para el amor, para la generosidad, para la entrega o, por el contrario, para el egoísmo, el desinterés por el prójimo, para el bienestar y la comodidad? Ellos tienen el derecho de ver en sus padres este ejemplo de donación, entrega, amor al prójimo porque "las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran".


La Sagrada Escritura es muy clara al respecto. Podríamos resumir su mensaje en esta frase: la caridad es la señal característica del cristiano; tan es así, que quien vive la caridad ese es el verdadero cristiano y quien no la vive, no es cristiano. Así de sencillo y así de claro.


Espiguemos algunos textos que prueben lo que hemos dicho:


"Si hablando lenguas de ángeles...si no tengo caridad, nada soy" (1Cor 13)
"En esto conoceréis que sois mis discípulos" (Jn 13,34)
"Quien dice amara a Dios, pero no ama, es un mentiroso" (1 Jn 4,20).
"Quien no ama, permanece en las tinieblas (1 Jn 2,9).
"En esto se conocen los hijos de Dios y los hijos del diablo" (1 Jn 3,10).


Merecería todo un artículo la explicación de la parábola sobre el buen samaritano, ejemplo de caridad desinteresada, generosa y heroica (Lucas 10,30ss). Los personajes los podríamos dividir en dos grupos: “Los del viva yo”, el homo sapiens, el tío listo; a este grupo de listos pertenecen los bandoleros, los transeúntes y el mesonero. En el segundo grupo está el homo bonus, el hombre bendito pero un poco tonto para esta vida, el que no dice "viva yo" y va por ahí un poco despistado preocupándose por los demás; es el samaritano que recoge, cura y cuida al herido. 


Dos grupos que pueden a su vez dividirse en tres actitudes frente al prójimo necesitado de ayuda, de consuelo: la actitud de los ladrones (roban, desvalijan, muelen a palos, critican, matan); la de los indiferentes que pasan de largo para no comprometerse, y se desentienden totalmente porque están pensando en "sus cosas", en sus negocios, van a lo suyo...¿y los demás? "¡que los cuide el gobierno! ¡a mí qué!". Y la tercera actitud, la cristiana y la humana: llega hasta él, lo ve, se para, se compadece, se baja, venda, lo cura, lo sube, lo lleva a la posada, paga por él, se desvive. El, un samaritano, ¡qué contradicción!


¡Qué pocos samaritanos hay en este mundo! Si hubiera más, este planeta tierra sería más humano, más respirable, más amable. 


Motivos de mi caridad


1) Cada hombre es hijo queridísimo de Dios, creado por amor, redimido por amor, a quien cuida con su Providencia amorosa. Por eso Dios considera hecho a él mismo todo mal inferido contra su hijo. ¿Acaso uno de ustedes, si matan a su hijo, se queda impasible, indiferente? Dios llora ante los atropellos e injusticias que a diario se cometen contra los hombres, sus hijos. 


2) Cada hombre, además, es nuestro hermano. Si Dios es nuestro Padre común, creo que es fácil deducir el silogismo. Si se comprendiera esto no existiría el apartheid, es decir, la discriminación racial, ni los altercados entre los mismos hermanos carnales por la herencia dichosa.


3) Porque es el mandamiento nuevo que Cristo nos dejó. Motivo fuerte y decisivo porque nos define: o somos de Cristo o no somos de Cristo. 


Hay que hacer una distinción importante entre caridad y filantropía. La filantropía es el amor que se dirige a los demás hombres sin pasar por Dios, por el simple hecho de que forman una sociedad humana; es puramente horizontal y se mueve por motivos humanos, buenos en sí y laudables en realidad: ayudar a los que están necesitados de dinero, de cultura, de cariño, de servicios...Y la caridad es el amor a los hombres en cuanto hijos de la gran familia de Dios. 


Hay que tener presente que la caridad no excluye la filantropía, sino todo lo contrario, la eleva y ennoblece: podemos amar al prójimo como hijo de Dios y además por sus cualidades humanas.


Educar a los hijos para la caridad


¿Para qué estoy educando yo a mis hijos: para la caridad, la donación, la generosidad, la entrega, el aprecio por los demás...o para el egoísmo, la comodidad, la satisfacción de sus gustos y caprichos, antojos?


A cuantos padres de familia yo he visto que se desviven porque sus hijos tengan todo, viajen por todo el mundo, consigan los mejores puestos, las mejores notas; tengan más y mejor; que coman mucho, que se diviertan. 


Y a pocos, a poquísimos padres de familia he visto que enseñen y eduquen a sus hijos para la caridad con el prójimo. ¡Ni ellos mismos les dan ejemplo de verdadera y auténtica caridad, porque están encerrados en su mundillo cómodo, facilitón, preocupados por el tener más y mejor.


Te ofrezco aquí unos consejos para que eduques a tu hijo para el amor a los demás y de esta manera podamos gozar de la civilización cristiana, la civilización del amor. 


1) Enseña a tu hijo esta verdad: somos hijos de Dios y todos los hombres formamos una familia, y juntos tenemos que hacer más amable este mundo, más humano y respirable.
2) Dile que los demás merecen respeto, estima y aprecio: jamás les permitas criticar, matar la fama del prójimo.
3) Enséñale a estar siempre abierto a todas las necesidades de los hombres y a tratar de solucionarlas en la medida de sus posibilidades. 
4) Incúlcale el saber perdonar las ofensas, pues esto es propio de un cristiano; a saber disculpar y comprender los defectos del prójimo.
5) Demuéstrale que la magnanimidad, el alegrarse por los triunfos del prójimo, el desvivirse por él, le acerca cada día más al ideal cristiano, y le ensancha los límites de su corazón. Y al contrario, que el egoísmo achica el alma, la empobrece y la avejenta.
6) Y esto lo conseguirás, si tú le das el ejemplo. Ahora bien, si en tu familia sólo priva el bienestar, la comodidad, el deseo de tener y poseer, de pasarla bien...entonces los hijos nunca tendrán las fuerzas para ser generosos con los demás.
7) Enséñale las obras de misericordia espirituales y corporales:enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo y rogar a Dios por los vivos y difuntos. Dar de comer, dar de beber, dar posada, procurar ropa a los necesitados, ayudar a los encarcelados y exiliados, acompañar a quienes sufren la muerte de un ser querido.


Pecados contra este amor 


1) Odio: consiste en desear y hacer mal al prójimo.
2) Envidia: entristecerse de un bien o alegrarse de un mal ajeno.
3) Discordia: desacuerdo por no querer ceder, debido a mi amor propio.
4) Contienda: es el altercado o discusión violenta con las palabras.
5) Riña: discusión pero con golpes y heridas.
6) Escándalo: es una palabra o un hecho que proporciona a los demás ocasión de pecado.
7) cooperación al mal: ayudar a otro a realizar un pecado, p.e. robar, abortar, asesinar.


Conclusión


Vivamos este primer mandamiento.


Autor: P. Antonio Rivero, L.C.

domingo, 29 de julio de 2012

Ayuda








«¿Quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). Fue una pregunta maliciosa que dio origen a una de las parábolas más bellas que nos narra san Lucas en su evangelio.

El relato habla de un hombre cualquiera, seguramente un judío que bajaba de Jerusalén a Jericó después de una visita a la ciudad. La desgracia le sobrevino cuando una banda de malhechores lo asaltó y se fueron dejándolo medio muerto. 

Dos hombres, un levita y un sacerdote, pasaron por allí. Se acercan con curiosidad a ver qué pasa con aquel hombre que yace desmayado en el suelo. Después de observar y dar un rodeo se alejan. ¿Por qué se van? Porque no tienen nada para ayudar a aquel pobre infeliz. ¿Para qué meterse en líos si tal vez ya está muerto?

Eran hombres de alcurnia, que salieron de su residencia aquel día sin imaginarse que en el camino se podrían encontrar en una situación así. Dentro de sus planes no estaba encontrar personas necesitadas, y por eso se vinieron ligeros y sin equipaje.

A la parábola se añade un cuarto personaje. Un samaritano que iba de viaje, un no-judío; uno que no debía pararse a atender a su antagonista religioso, uno que no estaba obligado a nada con aquel desgraciado; uno que no era “prójimo” según los criterios humanos de la época.

¡Qué sorpresa! Aquel hombre extranjero y sin compromiso alguno con el desvalido, parece que había salido de su casa con la única finalidad de atender a este desdichado. Lleva todo consigo: vendas, aceite, cabalgadura, dinero y, sobre todo, un corazón desembarazado y sin fronteras de raza, religión y costumbres. Es de esta manera como comienza una auténtica revolución protagonizada por el cristianismo y que ha cambiado por completo el mundo.

Ser prójimo o hacerse prójimo: esa es la cuestión. Jesucristo ha querido decirnos que el cristiano no nace prójimo, se hace prójimo. Con Cristo la hermandad rompe las murallas que la historia, la tradición y las costumbres pueden haber impuesto. La pregunta no es ya ¿con quién tengo la obligación de vivir la caridad y tratarlo como mi hermano?, sino ¿cuánto estoy dispuesto yo a hacerme prójimo de cualquier persona que se cruza en mi camino necesitada de mí?

La caridad ahora no conoce diferencia entre palestino y judío, entre norcoreano y surcoreano, entre oriental y occidental, entre republicano y demócrata, entre inmigrante y ciudadano...

Si cualquier persona puede ser mi prójimo, no puedo darme el lujo de ir ahora por la vida con las manos vacías ocupado en mi proyecto y en mi itinerario. La vida no es un paseo para estar viendo el paisaje y canturrear mientras hay muchos que yacen al borde del camino, despojados de su dignidad y heridos por la miseria y el pecado. De un cristiano se pide que vaya equipado, sobre todo de un corazón magnánimo y generoso abierto a escuchar el grito del que gime pidiendo ayuda.

Con Cristo la caridad no es una obligación jurídica ni una simple norma de cortesía y protocolo. Depende de mi generosidad, en la medida en la que esté dispuesto a dejar mi cabalgadura para llegar a decir: lo que gastes de más te lo pagaré a mi regreso (cf. Lc 10,35). Depende de la apertura de mi alma para aceptar la invitación del Maestro: «Ve y haz tú lo mismo» (Lc 10,37).

Autor: Jesús David Muñoz, L.C.






Después de esta bella reflexión los invito de manera solidaria y fraterna, que apoyemos a todos los que lo necesiten ya sea en centros de acopio de víveres o artículos para de productos como:

  • Agua embotellada (de preferencia, envases de un litro)
  • Alimentos no perecederos,(leer que son los artículos perecederos anexo a este)
  • Artículos de limpieza
  • Artículos de higiene personal
  • Pañales desechables (para niños menores de 2 años y adultos)
  • Toallas sanitarias


Existen en nuestras localidades distintos centros de apoyo y ayuda, iniciando por nuestras casas, colecturías, notarias y oficinas parroquiales, además de todos los organismos nacionales e internacionales de apoyo.
Hay que recordar la frase de la Madre Teresa de Calcuta “Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más.”  Y el lema “Dar de si, sin pensar en si” de Rotary International.










Que son y cuales son los Alimentos no perecederos

Alimentos no perecederos, tienen una larga vida útil y no requieren refrigeración. Unidades de alimentos para refugios sin hogar o esfuerzos de respuesta ante desastres solicitan principalmente alimentos no perecederos. Si son almacenamiento su propio kit de preparación para emergencias, incluyen una variedad de alimentos no perecederos para mantener a su familia alimentado durante un desastre.

Productos enlatados

Incluso carnes como el pescado, pollo, carne de vacuno o jamón deviled vienen en latas. Verduras se encuentran comúnmente en latas; Elija baja en sodio o sin sal agregada variedades por razones de salud y para minimizar la necesidad de agua potable, que puede estar limitado en caso de emergencia. Frutas enlatadas también son comunes, y conservadas en su propio jugo de frutas son menor en azúcar de las frutas viscoso. Sopa enlatado puede preparar una comida de stand alone, especialmente si la sopa contiene una alta proporción de verduras y carnes.

Productos secos

La mayoría de productos secos son no perecederos, aunque algunos pueden perder su textura o sabor con el tiempo. Pasta, harina de avena y arroz tienen una larga vida útil y hacen las comidas de llenado cuando preparado. Mezclas en caja de sopa, pastas y arroz agregar sabor a no perecederos estándar de productos secos. Para un equipo de emergencia, incluyen listos para comer alimentos secos, como los cereales para el desayuno.

Alimentos deshidratados

Campistas y survivalistas a menudo traen alimentos deshidratados, originalmente desarrollados para los militares, en sus viajes. También llamado MREs, o “alimentos listos para comer”, las bolsas contienen alimentos completamente cocidos se pueden comer como es o cálido y rehidratan con agua hirviendo. Alimentos deshidratados trabajan bien en kits de emergencias porque son compactos y pueden almacenarse durante muchos años.

Otros alimentos

Alimentos no perecederos también incluyen aquellos que no requieren refrigeración después de la apertura, tales como la mantequilla de maní. Individuo sirviendo de tamaños de algunos alimentos, tales como cajas de jugo, también podría calificar como alimentos no perecederos, si se les consumen totalmente antes de refrigeración se necesitarían. La mayoría los condimentos como ketchup, mostaza y salsa de soja son no perecederos. Agua embotellada, por supuesto, es no perecederos y es una parte importante de cualquier kit de preparación para emergencias.



sábado, 28 de julio de 2012

Enfermos





El Sacramento de la Unción de Enfermos confiere al cristiano una gracia especial para enfrentar las dificultades propias de una enfermedad grave o vejez. Se le conoce también como el "sagra viático", porque es el recurso, el "refrigerio" que lleva el cristiano para poder sobrellevar con fortaleza y en estado de gracia un momento de tránsito, especialmente el tránsito a la Casa del Padre a través de la muerte.

Lo escencial del sacramento consiste en ungir la frente y las manos del enfermo acompañada de una oración litúrgica realizada por el sacerdote o el obispos, únicos ministros que pueden administrar este sacramento.

La Unción de enfermos se conocía antes como "Extrema Unción", pues sólo se administraba "in articulo mortis" (a punto de morir). Actualmente el sacramento se puede administrar más de una vez, siempre que sea en caso de enfermedad grave.

¿Qué es la Unción de Enfermos?

Es el sacramento que da la Iglesia para atraer la salud de alma, espíritu y cuerpo al cristiano en estado de enfermedad grave o vejez.

¿Cuántas veces puede recibir el sacramento un cristiano?

Las veces que sea necesaria, siempre que sea en estado grave. Puede recibirlo incluso cuando el estado grave se produce como recaída de un estado anterior por el que ya había recibido el sacramento.

¿Qué efectos tiene la Unción de enfermos?

La unción une al enfermo a la Pasión de Cristo para su bien y el de toda la Iglesia; obtiene consuelo, paz y ánimo; obtiene el perdón de los pecados (si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la reconciliación), restablece la salud corporal (si conviene a la salud espiritual) y prepara para el paso a la vida eterna.

Fuente: Catecismo 


viernes, 27 de julio de 2012

En tus manos todo se multiplica





En el desierto, nuestro Señor multiplicó el pan, y en Caná convirtió el agua en vino. Acostumbró el paladar de sus discípulos a su pan y a su vino, hasta el momento en que les daría su cuerpo y su sangre. Les hizo probar un pan y un vino transitorios para excitar en ellos el deseo de su cuerpo y de su sangre vivificante. Les dio estas pequeñas cosas generosamente, para que supieran que su don supremo sería gratuito.

        Se los dio gratuitamente, aunque habrían podido comprárselos, con el fin de que supieran que no pagaban una cosa inestimable: ya que, si podían pagar el precio del pan y del vino, sin embargo no podrían pagar su cuerpo y su sangre. No sólo nos colmó gratuitamente de con sus dones, sino que además nos trató con afecto. Nos dio estos dones gratuitamente para atraernos, con el fin de que vayamos a él y recibamos gratuitamente este bien por muy grande que sea la eucaristía.

        Estas pequeñas porciones de pan y de vino que nos dio, eran dulces a la boca, pero el don de su cuerpo y de su sangre es útil para el espíritu. Nos atrajo con estos alimentos agradables hacia el palacio, con el fin de acercarnos hacia lo que da vida a nuestras almas... La obra del Señor alcanza todo: en un santiamén, multiplicó un poco de pan. Lo que los hombres hacen y transforman en diez meses de trabajo, sus diez dedos lo hicieron en un instante... De una pequeña cantidad de pan surgió una multitud de panes; fue como en el momento de la primera bendición: "Sed fecundos, multiplicaos, cubrid la tierra" (Gn 1,28).

Autor: San Efrén (v. 306-373)

jueves, 26 de julio de 2012

DIOS TE LLAMA A UNA VIDA PLENAMENTE FELIZ






¿Te has preguntado alguna vez porqué tu vida frecuentemente es superficial, vacía, insignificante? ¿Has pensado que de algún modo andas como esclavizado y experimentas adentro de ti un ansia viva de amar y ser amado tal como eres? ¿Te has percatado ya de que tú no eres el quicio del universo y de que eres frágil, débil? ¿Sabes que todos tenemos que morirnos y que ninguno escoge el día o la hora? ¿Sabes ya que no estás en el mundo por casualidad ? Si quieres experimentar un Amor que salva, sin juzgarte ni condenarte, un Amor que ama porque nos conoce sin tapujos ni máscaras porque sabe como somos realmente, escucha y acepta que:


1º.- Dios te ama y tiene un plan para tu vida. Su amor incluye a todo ser humano. "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él" (Juan 3,16 s.)


2º.- Acepta que El pecado te separa de Dios. El pecado es la rebelión del hombre contra Dios, que resulta de la desobediencia a la voluntad de Dios. Todos hemos pecado "Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios" (Romanos 3,23). De ordinario el hombre trata de encontrar significado a los distintos sucesos y acontecimientos de su vida y busca la felicidad en las cosas, en el dinero, en el trabajo, en la filosofía, etc. Hasta que se percata de que sus propios esfuerzos no pueden salvar. Ignora que Dios se manifiesta en la historia porque Dios hace que la historia se convierta en salvación por su gracia: "Y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús" (Rom. 3, 24). "Porque habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros,sino que es don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2,8-9)


3º.- Acepta que Cristo Jesús murió por nuestros pecados. Él murió en nuestro lugar. "En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; - en verdad, apenas habrá quién muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (Romanos 5,6-8)


4º.- Acepta que eres un pecador y pídele perdón a Dios. El arrepentimiento incluye:
1.reconocimiento de nuestros pecados,
2.dolor por nuestros pecados,
3.confesión de nuestros pecados,
4.estar dispuestos a abandonar nuestros pecados.
Dios a prometido perdonarnos: "si confesamos nuestros pecados, Él fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1ª de Juan 1,9)
5º.- Recibe a Cristo como tu Salvador. Cristo está Vivo. ha resucitado de entre los muertos y te llama: "He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye hoy mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." (Apocalipsis 3,20) Recíbelo ahora mismo. "Mas a todos lo que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios." (Juan 1,12). Y por tu parte,
1.Arrepiéntete de tus pecados.
2.Pídele a Dios que perdone tus pecados.
3.Recibe a Cristo como tu salvador personal. Puedes orar así:

Dios de amor, sé que soy un pecador y confieso que necesito que me perdones. Creo que Jesucristo murió por mis pecados. Acepto a Jesucristo resucitado como mi salvador personal. Padre, si Tú me ayudas, si Tú me concedes el Espíritu Santo, abandonaré mi vida de pecado. Sé que tu gracia y tu poder me capacitarán para vivir una vida que valga la pena. Amén. Gracias, Señor.
Esto te ayudará a vivir una vida que vale la pena .Asegúrate que tienes el perdón de Cristo. Busca un sacerdote y otros cristianos que se interesen en ti. Lee tu Biblia y reza todos los días. Comparte tu fe con otros. Establece una relación vital con la Iglesia Católica, que es el Cuerpo de Cristo.


Tomado de la página: http://www.devocionario.com/textos/dios_1.html



miércoles, 25 de julio de 2012

Paz




Plegaria por el amor y la paz





Oh Dios, que eres el insondable abismo de la paz,
el inefable mar del amor,
la fuente de bendiciones y el dador de afecto,
que envías paz a quienes la reciben.
Ábrenos hoy el mar de tu amor,
y riéganos con arroyos tormentosos
de las riquezas de tu gracia
y de las dulcísimos fuentes de tu bondad.
Haznos hijos de tranquilidad y herederos de paz,
y enciende en nosotros el fuego de tu amor.
Siembra en nosotros temor de ti;
fortalece nuestra debilidad con tu poder;
únenos estrechamente a ti,
y los unos a los otros,
en firme e indisoluble vínculo de unidad.
Amén.








Paz 


¡ Señor !
¡ Colma de esperanza mi corazón
y de dulzura mis labios!
Pon en mis ojos la luz que acaricia y purifica,
en mis manos el gesto que perdona.
Dame el valor para la lucha,
compasión para las injurias,
misericordia para la ingratitud y la injusticia.
Líbrame de la envidia
y de la ambición mezquina,
del odio y de la venganza.
Y que al volver hoy nuevamente
al calor de mi lecho, pueda,
en lo más íntimo de mi ser,
sentirte a Tí presente.
Amén.

martes, 24 de julio de 2012

Dondequiera




Dondequiera que pongas tu mirada,
dondequiera que fijes tu atención,
dondequiera que un átomo subsista,
ENCONTRARAS A DIOS.

En las formas diversas de las nubes,
en los rayos dorados que da el sol,
en el brillo que lanzan las estrellas,
ENCONTRARAS A DIOS.

En los dulces balidos que en los prados
el rebaño da al silbo del pastor,
en los trinos cambiantes de las aves.
ENCONTRARAS A DIOS.

En la sangre que corre por tus venas,
en la misma conciencia del tu YO,
en los propios latidos de tu pecho,
ENCONTRARAS A DIOS.

En la santa figura de la madre
cuyo seno la vida te donó,
en la franca sonrisa de una hermana,
ENCONTRARAS A DIOS.

En las lindas pupilas de la joven
que de amores prendió tu corazón,
en la grata visión de un ser querido,
ENCONTRARAS A DIOS.

En las horas de sombra y amargura
cuando a solas estés con tu dolor
si le buscas en la sombría noche
ENCONTRARAS A DIOS

Autor: Arturo Gutiérrez Martin

lunes, 23 de julio de 2012

Rió





Cristo Pasa a la Ribera de tu Vida

En este día, Cristo pasa junto a la ribera de vuestra vida joven. Prestad atención a su llamado y seguidle decididamente, como lo hicieron un día aquellos discípulos a quienes el Maestro les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Cristo tiene necesidad de cada uno de' vosotros como la tuvo de Pedro, de Santiago y de Juan. Vosotros sois las manos, los pies, los ojos, la mente, el corazón de Jesucristo. Sois los canales y los medios por los que Él se va a comunicar a la humanidad. ¡Qué honor el que os hace Cristo! ¡Qué dulce y abrumador el peso que hoy coloca sobre vuestros hombros jóvenes! Es el peso imponderable de la redención, en la que se contiene la felicidad personal y eterna de cada hombre

domingo, 22 de julio de 2012

La Soledad




"Estaba la Madre dolorosa,
junto a la Cruz y lloraba
mientras el Hijo moría.
Su alma triste y amorosa,
traspasaba dolorosa
una espada de agonía.
¡Cuán triste y afligida
se vio la madre querida
de tantos tormentos llena!.
Cuando ante sí contemplaba
y con firmeza aceptaba
del Hijo amado la pena.
¿Y cuál hombre no llorara
si a la Virgen contemplara
sumergida en tal dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
si así, Madre, te sintiera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo
vio en su tormento tan profundo
a Jesús la dulce Madre.
Vio morir a su Hijo amado,
-que rindió desamparado-,
el espíritu al Padre.
Oh Madre, fuente de amor
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Que siempre, por Cristo amado
mi corazón abrazado,
más viva en él que conmigo.
Para que a amarle me anime
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y poder participar
de sus penas, mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la Cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santa,
llore yo con fuerza tanta,
que el llanto, dulce me sea!.
Que su pasión y su muerte
haga mi alma mas fuerte,
y siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore;
que en ella viva y adore,
con un corazón propicio.
Su verdad en mi encienda
y contigo me defienda
en el día del gran Juicio.
Haz que Cristo con su muerte
sea mi esperanza fuerte
en el supremo vaivén.
Que mi cuerpo quede en calma
y con él vaya mi alma
a la eterna gloria.
Amén.

sábado, 21 de julio de 2012

Riquísima

 


Orar sin desfallecer:
 
El Señor nos dijo que "es necesario orar siempre y no desfallecer" (Lc 18,1); "estad en vela, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza" (21,36). Y lo mismo nos mandaron los Apóstoles: "Aplicáos asiduamente a la oración" (Rm 12,12), "perseverad constantemente en la oración" (Col 3,2), "noche y día" (1Tes 3,10).

Si el Señor nos manda orar siempre, ello significa que quiere orar en nosotros siempre, por la acción de su Espíritu. Por tanto, en la medida en que no oramos y que vivimos olvidados de Dios, en esa medida estamos resistiendo al Espíritu de Jesús.

Pues bien ¿cómo podremos orar siempre? Muchas prácticas privadas tradicionales nos ayudarán a ello: la repetición de jaculatorias, la atención a la presencia de Dios, la ofrenda reiterada de nuestras obras, las súplicas frecuentes ocasionadas por las mismas circunstancias de la vida, la petición de perdón con ocasión de tantos pecados nuestros o ajenos, las alabanzas y acciones de gracias "siempre y en todo lugar"... Siempre y en todo lugar tenemos que avivar la llama de la oración continua.

La Oración de las Horas

Pero la Iglesia, enseñada por Cristo y los Apóstoles, nos ha enseñado para alcanzar la permanencia en la plegaria un medio sumamente precioso: la Oración de las Horas. Por éstas van siendo santificadas todas las horas de nuestras jornadas, y todo el tiempo de nuestra existencia va quedando impregnado de oración, de alabanza, de súplica, de intercesión y de acción de gracias. Así nuestra vida, haciéndose una "ofrenda permanente", se hace toda ella preparación y extensión de la eucaristía.

La Oración de las Horas centra en Dios la vida de los fieles, y ajustándose al ritmo biológico y secular de la naturaleza -día y noche, trabajo y descanso, vigilia y sueño-, asegura al Pueblo de Dios una armonía permanente entre la acción y la contemplación, entre el tiempo laborioso y el festivo, entre la atención a este mundo y la expectación del cielo. En una palabra, hace que los fieles participen de la armonía de la vida de Cristo:

"Su actividad diaria estaba tan unida a la oración que incluso aparece fluyendo de la misma, como cuando se retiraba al desierto o al monte para orar, levantándose muy de mañana, o al anochecer, permaneciendo en oración hasta la cuarta vigilia de la noche" (OGLH 4).

¿Pero esta armonía, siempre mantenida, entre orar y laborar, realizable sin duda en la vida monástica, no será un ideal imposible para los sacerdotes, religiosos y laicos que viven en el mundo? El Vaticano II pedía expresamente que en la ordenación de la plegaria eclesial se tuvieran en cuenta las condiciones de la vida actual (SC 88). En estas condiciones de la vida moderna se presentan sin duda dificultades peculiares para un ritmo habitual de la oración, como pueden ser a veces jornadas laborales prolongadas, seguidas de largos descansos, tiempos empleados en viajar al trabajo, horarios cambiantes, difícilmente previsibles, etc. Pero también se dan facilidades considerables, al menos en relación a épocas pasadas: limitación acentuada del horario laboral, racionalización ordenada de los tiempos de trabajo, horarios fijos, fines de semana y vacaciones mucho más amplios, etc. No exageremos las dificultades. De hecho, la gran mayoría de los ciudadanos modernos viven un horario sumamente rutinario, y cada día -según nos informan las estadísticas- dedican a la lectura de los diarios media o una hora, y a la contemplación de la televisión dos o tres horas. Y todo ello con una considerable regularidad, aunque haya días en que no puedan hacerlo...

Imitando a Jesús, nosotros debemos abrir espacio en nuestra vida para la oración, lo que, no siempre, pero a veces, nos exigirá madrugar, o trasnochar, o despedirnos de la gente con quien estamos -como él lo hacía, llegado el caso (+Mc 6,46). La experiencia, no sólamente la teoría, nos enseña que generalmente los cristianos que valoran de verdad la oración como un valor esencial, hallan tiempo para ella, y que incluso lo hallan con una cierta regularidad diaria. La oración privada, "en lo secreto" (Mt 6,6), sea o no la de las Horas litúrgicas, no suele ser en modo alguno irrealizable.
 
Eficacia santificante del Oficio Divino para los que lo oran:

a) El diálogo con Dios. "La santificación humana y el culto a Dios se dan en la Liturgia de las Horas de forma tal que se establece aquí aquella especie de diálogo entre Dios en los hombres, en el que "Dios habla a su pueblo... y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración"(SC 33)" (OGLH 14). De este modo, la santificación de los orantes viene obrada por el Espíritu Santo, cuya presencia en la oración litúrgica de la Iglesia es infalible y segura, precisamente por su carácter sacramental.

b) La Palabra divina vivificante. El Oficio Divino guarda y acrecienta continuamente en los fieles el sensus fidei, como todas las acciones sacramentales de la Iglesia (+SC 59), pues "los que participan en la Liturgia de las Horas pueden hallar una fuente abundantísima de santificación en la Palabra de Dios, que tiene aquí principal importancia. En efecto, tanto las lecturas como los salmos que se cantan en su presencia están tomados de la Sagrada Escritura, y las demás preces, oraciones e himnos están penetrados de su espíritu" (OGLH 14).

c) La intercesión suplicante. La Oración litúrgica es impetración poderosísima, pues "no es sólo la voz de la Iglesia, sino también la misma voz de Cristo, ya que las súplicas se profieren en el nombre de Cristo, es decir "por nuestro Señor Jesucristo", y la Iglesia continúa así las plegarias y súplicas que brotaron de Cristo durante su vida mortal, por lo que poseen singular eficacia" (OGLH 17). Y esta eficacia suplicante, que es en favor de todos los hombres, es sin duda en favor primeramente de los mismos orantes.
Dimensión escatológica de la Liturgia de las Horas:
En toda "liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios, como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero (Ap 21,2; Col 3,1; Heb 8,2)" (SC 8). Ahora bien, en el cielo, Cristo vive siempre para interceder por nosotros ante el Padre (+Heb 7,25; 1Jn 2,1).

Según esto, podemos estar ciertos de la presencia de Cristo glorioso en las Horas litúrgicas, y de que éstas no son sino "la voz de Cristo, con su Cuerpo, que ora al Padre" (SC 84; OGLH 15). De él, pues, reciben las Horas toda su fuerza cultual y suplicante. De él, de la Virgen María y de los Apóstoles, de los bienaventurados y de los ángeles, reciben la Liturgia de las Horas toda su dignidad, santidad y belleza.

"Con la alabanza que a Dios se ofrece en las Horas, la Iglesia canta asociándose al himno de alabanza que perpetuamente resuena en las moradas celestiales; y siente ya el saber de aquella alabanza celestial que resuena de continuo ante el trono de Dios y del Cordero, como Juan describe en el Apocalipsis" (OGLH 16).

Por otra parte, en esta dimensión escatológica de la liturgia en general, y de las Horas en particular, no hay ningún escapismo angelista, ni olvido alguno de los compromisos temporales. Al contrario, la esperanza del Reino, avivada en la Liturgia de las Horas, potencia a los cristianos en orden a la transformación del mundo presente.

"Hasta nosotros ha llegado la plenitud de los tiempos (+1Cor 10,11), y la renovación del mundo está irrevocablemente decretada y empieza a realizarse en cierto modo en el siglo presente (LG 48). De este modo la fe nos enseña también el sentido de nuestra vida temporal, a fin de que unidos con todas las criaturas anhelemos la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8,15). En la Liturgia de las Horas proclamamos esta fe, expresamos y alimentamos esta esperanza, participamos en cierto modo del gozo de la perpetua alabanza y del día que no conoce ocaso" (OGLH 16).

La Iglesia, cuando ora y canta salmos, santificando el curso del tiempo humano, está haciendo presente en este mundo visible el misterio de la salvación y está haciendo eficaz su llegada a los hombres.


Extracto del libro "Oración al paso de las Horas", de Julian Lopez Martin. Fundación Gratisdate.