sábado, 31 de diciembre de 2011

Te Deum (Indulgencía plenaría)



El día de hoy 31 de diciembre se puede recibir la indulgencia plenaria si se recita solemnemente el "Te Deum" en una iglesia, dando gracias a Dios por los beneficios recibidos el último año.

Te Deum

A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre.
te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.

Los cielos y la tierra están llenos
de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza el glorioso coro de los Apóstoles,
la multitud admirable de los Profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te proclama:

Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero,
digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día
has de venir como juez.

Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.

Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

Debiendo recordar las condiciones para conseguir una indulgencia plenaria:

·         Realizar la acción que la Iglesia premia con esta indulgencia.
Estar en gracia de Dios antes de acabar la obra premiada.
Tener intención al menos general de ganar la indulgencia.
·         Solo se puede ganar una indulgencia plenaria cada día.
·         Tener la disposición interior de un desapego total del pecado, incluso venial.
·         Confesarse, al menos veinte días antes. Una misma confesión puede servir para ganar varias indulgencias plenarias.
·         Comulgar, en ese mismo periodo de tiempo. Se necesita una comunión para cada indulgencia plenaria.
·         Rezar por las intenciones del Papa un Padrenuestro y un Avemaría, u otras oraciones. Debe hacerse también en esos días. Se necesita una oración para cada indulgencia plenaria.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Glorificaban y alababan a Dios



"Glorificaban y alababan a Dios por todo lo que habían oído y visto"
Venid, sabios, admiremos a la Virgen Madre, la hija de David, esta flor de belleza que dio a luz la maravilla. Admiremos el manantial de donde brota la fuente, la nave toda cargada de gozo que nos trae el mensaje venido del Padre. En su pecho puro, recibió y llevó a este gran Dios que gobierna la creación, este Dios por el que la paz reina sobre tierra y en los cielos. Venid, admiremos a la Virgen toda pura, maravillosa toda ella. Escogida entre todas las criaturas, ella dio a luz sin haber conocido varón. Su alma Sólo entre las criaturas, parió sin haber conocido a hombre. Su alma estaba llena de admiración, y cada día ella glorificaba a Dios en la alegría por estos dones que parecían no poder unirse: su integridad virginal y su hijo muy amado. ¡Sí, bendito sea el que nació de ella!...

Lo lleva y canta sus alabanzas con dulce cánticos: " tu sitio, mi hijo, está por encima de todo; pero, porque lo quisiste, has sido hecho sitio en mí. ¡Los cielos son demasiado estrechos para tu majestad, y yo, la toda pequeña, te llevo! Que Viene Ezequiel, que te vea sobre mis rodillas; qué se prosterne y adore; qué reconozca en ti aquel que vio ocupar un escaño sobre el carro de los querubines (Ez 1) y el me llamará bienaventurada por su gracia...Isaías proclama: «He aquí a la Virgen que concebirá y dará a luz un hijo» (7,14), venid, contempladme, regocijaos conmigo...He aquí que he dado a luz, manteniendo intacto el sello de mi virginidad. Mirad al Emmanuel que, antaño, estaba escondido para ti... «Venid a mi, los sabios, cantores del Espíritu, profetas que en vuestras visiones habéis revelado las realidades ocultas, agricultores que, después de la siembra estáis distraídos en la esperanza. Levantaos, saltad de jubilo ha llegado el tiempo de la recolección de los frutos. He aquí en mis brazos la espiga de la vida que da el pan a los hambrientos, que sacia a los hambrientos. Alegraos conmigo: yo he recibido la gavilla del gozo».

Autor: San Efrén (V. 306-373) diácono en Siria, doctor de la Iglesia Himno 7 sobre la Virgen

jueves, 29 de diciembre de 2011

¡Alabad el nombre del Señor!


Permitidme, queridos chicos y chicas, que al final de esta Carta recuerde unas palabras de un salmo que siempre me han emocionado: ¡Laudate pueri Dominum! ¡Alabad niños al Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre. De la salida del sol hasta su ocaso, sea loado el nombre del Señor! (cf. Sal 113112, 1-3). Mientras medito las palabras de este salmo, pasan delante de mi vista los rostros de los niños de todo el mundo: de oriente a occidente, de norte a sur. A vosotros, mis pequeños amigos, sin distinción de lengua, raza o nacionalidad, os digo: ¡Alabad el nombre del Señor!

Puesto que el hombre debe alabar a Dios ante todo con su vida, no olvidéis lo que Jesús muchacho dijo a su Madre y a José en el Templo de Jerusalén: « ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? » (Lc 2, 49). El hombre alaba al Señor siguiendo la llamada de su propia vocación. Dios llama a cada hombre, y su voz se deja sentir ya en el alma del niño: llama a vivir en el matrimonio o a ser sacerdote; llama a la vida consagrada o tal vez al trabajo en las misiones... ¿Quién sabe? Rezad, queridos muchachos y muchachas, para descubrir cuál es vuestra vocación, para después seguirla generosamente.

¡Alabad el nombre del Señor! Los niños de todos los continentes, en la noche de Belén, miran con fe al Niño recién nacido y viven la gran alegría de la Navidad. Cantando en sus lenguas, alaban el nombre del Señor. De este modo se difunde por toda la tierra la sugestiva melodía de la Navidad. Son palabras tiernas y conmovedoras que resuenan en todas las lenguas humanas; es como un canto festivo que se eleva por toda la tierra y se une al de los Angeles, mensajeros de la gloria de Dios, sobre el portal de Belén: « Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes El se complace » (Lc 2, 14). El Hijo predilecto de Dios se presenta entre nosotros como un recién nacido; en torno a El los niños de todas las Naciones de la tierra sienten sobre sí mismos la mirada amorosa del Padre celestial y se alegran porque Dios los ama. El hombre no puede vivir sin amor. Está llamado a amar a Dios y al prójimo, pero para amar verdaderamente debe tener la certeza de que Dios lo quiere.
¡Dios os ama, queridos muchachos! Quiero deciros esto al terminar el Año de la Familia y con ocasión de estas fiestas navideñas que son particularmente vuestras.

Os deseo unas fiestas gozosas y serenas; espero que en ellas viváis una experiencia más intensa del amor de vuestros padres, de los hermanos y hermanas, y de los demás miembros de vuestra familia. Que este amor se extienda después a toda vuestra comunidad, mejor aún, a todo el mundo, gracias a vosotros, queridos muchachos y niños. Así el amor llegará a quienes más lo necesitan, en especial a los que sufren y a los abandonados. ¿Qué alegría es mayor que el amor? ¿Qué alegría es más grande que la que tú, Jesús, pones en el corazón de los hombres, y particularmente de los niños, en Navidad?

¡Levanta tu mano, divino Niño,
y bendice a estos pequeños amigos tuyos,
bendice a los niños de toda la tierra!

Autor: Juan Pablo II Vaticano, 13 de diciembre de 1994.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Día de los inocentes



Mateo 2, 13-18
Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió a Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, conforme a la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplieron las palabras del profeta Jeremías: En Ramá se ha escuchado un grito, se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya están muertos.

Reflexión
Creo que para un cristiano del siglo XXI ésta una de las páginas más crueles y difíciles del Evangelio. La vida de Cristo empieza con un reguero de sangre, de sangre inocente.

La tradición ha rodeado de bromas y chistes ese 28 de diciembre en que se memora a estos inocentes. ¿No será que rodeamos de sonrisas lo que nos aterra? Porque ante la escena de la huida de Cristo y la muerte de los pequeños betlemitas un cristiano no puede sentir otra cosa que horror y espanto.

La huida. Podemos imaginarnos lo asustado que quedó José después del anuncio del Ángel. Lo que el ángel le dijo sobre Herodes era desgraciadamente demasiado verosímil. Y José sabía que los solda-dos del rey recorrerían en poco tiempo los ocho kilómetros que separaban la capital de la aldea. Despertó a María, se vistieron precipitadamente aún medio dormidos, recogieron lo más imprescindible y se pusieron en camino.

Así huyeron, sin pararse a pensar, sin estudiar el camino que habrían de seguir, ni dónde podrían refugiarse. Sabían únicamente que tenían que alejarse de la ciudad, poner distancia entre su hijo y Herodes. Y debían hacerlo sin dejar huellas, sin despedirse de nadie.

Huir era dormir durante el día y caminar la noche entera. Suponía volver la cabeza cuando se escuchaba cualquier paso por el camino y ver en cada sombra a los soldados de Herodes. No les habrá resultado fácil, andar de noche por aquellas soledades, sin conocer el camino. Y tuvieron que cruzar el desierto con sus peligros de la arena; la sed y el sol. Y así partieron, sin sospechar que la gran tragedia quedaba a sus espaldas.

El tirano. Cuando Herodes vio que los magos lo habían engañado, estalló su cólera. No podía aceptar que alguien se hubiera burlado de él. Lo que le preocupaba, al rey no era tanto el niño, sino un posible movimiento mesiánico en torno a él, lo que podría dar origen a una sublevación. Entonces decidió cortar por lo sano y mandó asesinar a todos los recién nacidos de Belén y sus alrededores.

Para entender esta decisión inconcebible, hay que conocer el carácter inhumano del rey. El historiador Josefo dice de Herodes que “era un hombre de gran crueldad hacia los demás” y relata varios de sus crímenes; tan espantosos y repugnantes que la matanza de unos cuantos niños judíos parece poca cosa. Y Josefo ni la menciona.

Lo que sí menciona es que en sus últimos años mandó matar a tres de sus propios hijos. Y antes de su muerte decretó eliminar a los principales nobles de su reino lo que ya no pudo realizarse, porque el tirano murió antes. Sólo un hombre tan cruel y violento como Herodes pudo ordenar una matanza tan bárbara como la que cuenta el evangelista.

El sentido. ¿Cuántos fueron los muertos? La leyenda ha multiplicado las cifras: habla da centenares; de miles. Belén era, en aquel tiempo un pueblo pequeño y con sus alrededores no podía tener más de 20 o 30 niños varones menores de dos años.

Pero no es el número lo que nos horroriza, sino el hecho. ¿Por qué murieron estos niños? El hombre de hoy no logra digerir la muerte de los inocentes - a pesar de que nunca han muerto tantos inocentes como en nuestros días. Basta con pensar en el aborto organizado.

La Iglesia, venerando con cariño a estos pequeños ha tratado de entender el misterio de su muerte: aún no hablaban y ya confesaron a Cristo. Dieron testimonio de Él; no con sus palabras, sino con su sangre. Ellos fueron sin saberlo, los primeros mártires. Más aún, ellos fueron sal-vadores del Salvador. Porque no sólo murieron por Cristo, si no también murieron en lugar de Él.
Fueron los primeros cristianos, los primeros santos de la Iglesia. Por eso tienen asegurados; desde hace muchos siglos, su lugar privilegiado en el calendario de los Santos. Y, por eso, tenemos hoy la alegría de celebrar su fiesta.

Queridos hermanos, que estos Santos Inocentes nos ayuden a nosotros a dar valientemente testimonio de Cristo ante los hombres, tanto con nuestra palabra como con nuestra vida.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Autor: Padre Nicolás Schwizer del Instituto de los Padres de Schoenstatt

martes, 27 de diciembre de 2011

El regalo perfecto



"El día que mi María José nació, en verdad no sentí gran alegría porque la decepción que sentía parecía ser más grande que el gran acontecimiento que representa tener hijo. Yo quería un varón.
A los dos días de haber nacido, fui a buscar a mis dos mujeres, una lucía pálida y la otra radiante y dormilona. En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisa de María José y por el negro de su mirada fija y penetrante, fue entonces cuando empecé a amarla con locura, su carita, su sonrisa y su mirada no se apartaban ni un instante de mi pensamiento. Todo se lo quería comprar, la miraba en cada niño o niña, hacía planes, todo sería para mi María José."

Este relato era contado a menudo por Randolf, el padre de María José. Yo también sentía gran afecto por la niña que era la razón más grande para vivir de Randolf, según decía él mismo. Una tarde estaba mi familia y la de Randolf haciendo un picnic a la orilla de una laguna cerca de casa y la niña entabló una conversación con su papá, un diálog que todos escuchamos...

-Papi, cuando cumpla quince años... ¿Cuál será mi regalo?.
-Pero mi amor si apenas tienes diez añitos... ¿No te parece que falta mucho para esa fecha?.
-Bueno papi, tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.

La conversación se extendía y todos participamos de ella. Al caer el sol regresamos a nuestras casas.
Una mañana me encontré con Randolf enfrente del colegio donde estudiaba su hija quien ya tenía catorce años.
El hombre se veía muy contento y la sonrisa no se apartaba de su rostro. Con gran orgullo me mostró el registro de calificaciones de María José, eran notas impresionantes, ninguna bajaba de nueve puntos y los estímulos que les habían escrito sus profesores eran realmente conmovedores, felicité al dichoso padre y le invité a un café.

María José ocupaba todo el espacio en casa, en la mente y en el corazón de su familia, especialmente en el corazón de su padre. Todo ocurrió un domingo, muy temprano, cuando nos dirigíamos a misa... En ese momento María José tropezó con algo, o eso creímos todos, y ella dio un traspié. Sin embargo, en ese momento no cayó pues su padre la tomó de inmediato, evitando que se lastimara. De cualquier forma, ya instalados en el auto, vimos como María José se tumbó lentamente sobre el banco y casi perdió el conocimiento. Inmediatamente, buscando un taxi, la llevamos al hospital.
Allí permaneció por diez días y fue entonces cuando le informaron que su hija padecía de una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero no era algo definitivo, que debían practicársele otras pruebas para llegar a un diagnóstico firme.
Los días iban transcurriendo, Randolf renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de María José, su madre quería hacerlo pero decidieron que ella trabajaría, pues sus ingresos eran superiores a los de él. Una mañana Randolf se encontraba al lado de su hija cuando ella le preguntó:
- ¿Voy a morir, no es cierto?. Te lo dijeron los médicos.
- No mi amor, no vas a morir, Dios que es tan grande, no permitiría que pierda lo que más he amado en el mundo- respondió el padre.

- ¿Van a algún lugar?. ¿Pueden ver desde lo alto a las personas queridas?. ¿Sabes si pueden volver?.
- Bueno hija, respondió, en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre eso, pero si yo muriera, no te dejaría sola. Estando en el mas allá buscaría la manera de comunicarme contigo, en última instancia utilizaría el viento para venir a verte.
- ¿Al viento?- replicó María José. - ¿Y cómo lo harías?.
- No tengo la menor idea hija, solo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

Ese mismo día por la tarde, llamaron a Randolf, el asunto era grave, su hija estaba muriendo, necesitaban un corazón
pues el de ella no resistiría sino unos quince o veinte días más. ¡Un corazón!. ¿Dónde hallaría un corazón?. ¿Lo vendían en la farmacia acaso, en el supermercado, o en una de esas grandes tiendas que propagan por radio y televisión?. ¡Un corazón!. ¿Dónde?.

Ese mismo mes, María José cumpliría sus quince años. Fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, las cosas iban a cambiar. El domingo por la tarde, ya María José estuvo operada y todo salió como los médicos lo habían planeado. ¡Éxito total!.
Sin embargo, Randolf no había vuelto por el hospital y María José lo comenzó a extrañar. Su mamá tuvo que explicarle que ya que todo estaba bien, a partir de ese momento su papá era quien trabajaría para sostener la familia. María José permaneció en el hospital por quince días más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte y así lo hicieron. Al llegar a casa todos se sentaron en un enorme sofá y su mamá con los ojos llenos de lágrimas le entregó una carta de su padre.
María José, mi gran amor:
"Al momento de leer mi carta, debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa de los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no poder estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir sentí que yo también moriría contigo, y me preguntaba ¿qué podía hacer?... después de tanto pensar y sentir mil cosas dentro de mi, decidí finalmente que la mejor manera de hacer algo por ti era darle respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías diez años y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás ha hecho. Te regalo mi vida entera, sin condición alguna para que hagas con ella lo que creas que es mejor, sintiendo muchas cosas bellas y sabiendo que en el mundo lo más importante es que quieras vivir, ¡Vive hija!. Te amo!!!!...

También quiero que sepas que hoy, mañana y siempre estaré a tu lado, siempre. Te Amo y siempre Te Amaré, porque eres lo más grande y hermoso que Dios me ha dado... siempre estaré contigo, siempre TE AMARÉ..."
María José lloró todo el día y toda la noche. Al día siguiente, fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá, lloró como nadie lo ha hecho y susurró:
-Papi ahora puedo comprender cuanto me amabas, yo también te amo aunque nunca te lo dije. Por eso también comprendo la importancia de decir "TE AMO". Y te pido perdón por haber guardado silencio... en ese instante las copas de los árboles se movieron suavemente y cayeron algunas flores.
Sintió María José que un suave viento rozó su cara y una brisa fresca besó sus mejillas. Alzó la mirada al cielo sintiendo una paz inmensa y dio gracias a Dios por eso. Se levantó y caminó a casa con la alegría de saber que lleva en su corazón "el amor más grande del mundo"...

lunes, 26 de diciembre de 2011

Ya está aquí


Ya está aquí
Ya viene
el Mesías, el Señor,
promesa cumplida de Dios.

Llega la plenitud
de los tiempos.
Dios nos envía a su Hijo.

El Señor dice a mi Señor:
“Yo te he engendrado hoy”
Aquí está la Nueva Alianza
en la que Dios será el Padre de todos;
y nosotros seremos sus hijos.

Así es la ternura del corazón de Dios
que guía nuestros pasos cada día por caminos de paz.

“Ha suscitado una fuerza”
Lc 1, 69



Toquen los Instrumentos
Bendito sea el Señor,
Dios de Israel y Dios del mundo
en estos días de Navidad
en que quiere permanecer entre nosotros.

A lo largo de la historia,
ha mostrado su ternura
y nunca ha olvidado
la alianza que pactó.

El corazón de Dios está abierto
a los que viven en el temor
y titubean en la noche:
Él les muestra el camino.

Bendito sea Juan, tu enviado
que prepara tu venida.
Benditas sean las mujeres y los hombres
que nos abren el camino.

Bendito sea el Señor que ha suscitado una fuerza que nos salva
Lc 1, 68-69



Oh
Oh sabiduría salida de la boca de Dios,
Palabra hecha carne como nosotros, ¡ven!

Oh guía de Israel,
zarza ardiente, nube de fuego, ¡ven!

Oh raíz de Jesé,
hijo de David, de Belén, ¡ven!

Oh llave de David,
puerta abierta a Dios, ¡ven!

Oh sol naciente
esplendor del Padre, resplandor de su rostro, ¡ven!

Oh Rey del Universo,
piedra angular de la Iglesia, ¡ven!

Oh Emmanuel,
Dios con nosotros, Dios en nosotros
¡ven!

Se proclama su nombre:
“Maravilloso-Consejero, Dios Fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la Paz”
Isaías 9, 5

domingo, 25 de diciembre de 2011

Razones para la alegría



Boris Pasternak escribía: “El trabajo ayuda siempre, puesto que trabajar no es realizar lo que uno imaginaba, sino descubrir lo que uno tiene dentro”.
Narra MARTÍN DESCALZO:
Cuentan de un famoso sabio alemán que, al tener que ampliar su gabinete de investigaciones, fue a alquilar una casa que colindaba con un convento de carmelitas. Y pensó: ¡Qué maravilla, aquí tendré un permanente silencio! Y con el paso de los días comprobó que, efectivamente, el silencio rodeaba su casa... salvo en las horas de recreo. Entonces en el patio vecino estallaban surtidores de risa, limpias carcajadas, un brotar inextinguible de alegría Y era un gozo que se colaba por puertas y ventanas. Un júbilo que perseguía al investigador por mucho que cerrase sus postigos. ¿Por qué se reían aquellas monjas? ¿De qué se reían? Estas preguntas intrigaban al investigador. Tanto que la curiosidad le empujó a conocer las vidas de aquellas religiosas. ¿De qué se reían si eran pobres? ¿Por qué eran felices, si nada de lo que alegra a este mundo era suyo? ¿Cómo podía llenarles la oración, el silencio? ¿Tanto valía la sola amistad? ¿Qué había en el fondo de sus ojos que les hacía brillar de tal manera?
Aquel sabio alemán no tenía fe. No podía entender que aquello —que para él eran puras ficciones, puros sueños sin sentido—, llenara un alma. Menos aún que pudiera alegrarla hasta tal extremo.
Y comenzó a obsesionarse. Empezó a sentirse rodeado de oleadas de risas que ahora escuchaba a todas horas. Y en su alma nació una envidia que no se decidía a confesarse a sí mismo. Tenía que haber ‘algo’ que él no entendía, un misterio que le desbordaba. Aquellas mujeres, pensaba, no conocían el amor, ni el lujo, ni el placer, ni la diversión. ¿Qué tenían, si no podía ser otra cosa que una acumulación de soledades?
Un día se decidió a hablar con la priora y ésta le dio una sola razón:
-Es que somos esposas de Cristo.
-Pero -arguyó el científico- Cristo murió hace dos mil años.
Ahora creció la sonrisa de la religiosa y el sabio volvió a ver en sus ojos aquel brillo que tanto le intrigaba.
-Se equivoca -dijo la religiosa-; lo que pasó hace dos mil años fue que, venciendo a la muerte, resucitó.
-¿Y por eso son felices?
-Sí. Nosotras somos testigos de su resurrección
Muchos conocemos la labor de Teresa de Calcuta con los enfermos y los más pobres de entre los pobres. Escuchemos lo que dice: “El milagro más grande no es que hagamos ese trabajo, dijo Teresa de Calcuta, sino que nos sintamos felices de hacerlo”.
Cristo ha venido a salvar, no a atormentar. Si hay algo de negativismo en nuestra vida, es señal de no estar en el camino adecuado. Hay almas que se quejan continuamente; eso supone no comprender la Encarnación del Hijo de Dios. Que deseemos la intimidad con Dios, una intimidad fuerte, profunda. Paladear lo que es estar con Dios, a través de hablar con él.
Dios da una alegría que no da el mundo. El cristianismo es la respuesta a muchas preguntas humanas existenciales pero a veces el ser humano no busca allí. Lo que más se adecua al ser humano es el amor a Cristo. El cristianismo es la religión que invita a permanecer en la intimidad con Dios. Decía un joven: Señor: Tú quieres que estemos contentos. Razones para quejarse hay abundantes, pero como cristianos tenemos una razón para estar contentos: que Dios está con nosotros.
Hay tristeza en el que tiene avaricia o envidia, pero hay que luchar para que no penetren en el alma, pues sin alegría no se puede vivir. Pío XI hablaba del “terrible cuotidiano”. El tener que hacer todos los días a las mismas horas, los mismos oficios. Es quizá lo que Jesús llamaba “la cruz de cada día”. Para ser amigo de Jesús hay que aceptar cada día su propia cruz (Lc 9,23).
Hay que experimentar que Dios nos ama, que está cerca. Jesucristo nos enseña: “en el mundo tendréis tribulaciones pero yo he vencido al mundo”: Estamos con él. Ese es el secreto de la alegría. Dice Santo Tomás que la alegría no es propiamente una virtud distinta de la caridad sino efecto de ella. Una persona enamorada está feliz, exultante. No hay alegría sin amor, porque la alegría es acto y efecto del amor. “La alegría es el amor que se paladea; es el amor disfrutado” (Santo Tomás, 2,2).
Los seres humanos se mueven por imitación. Los modelos los pone la televisión, la moda, el cine, gente sin valores. Tenemos esa misión: ser testigos del amor a Dios. A esto somos enviados, pero nuestro testimonio no será convincente si nos falta alegría.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Carta al Niño Jesús




Querido Jesús:
Hace días que te hemos escrito una carta, pero no nos atrevemos a echarla, lleva malas noticias. Y ya sabes que según qué cosas se diga, cuesta mucho decirlas. Esperamos que nos entiendas, por eso la ponemos en el correo.
Se acerca Navidad, el día en que tú quieres volver a la tierra.
Hemos pensado que no vale la pena que vuelvas. Las razones por las que nos parece inútil tu vuelta son muchas:
En las fiestas de Navidad todos los años pasa lo mismo: unos días de fiesta, mejores comidas, vestidos elegantes, mucha bebida, regalos, noches sin dormir. . . Y llega el día siguiente de los Reyes y todo y todos continuan como antes de las fiestas.
Vemos que son muchas las cosas que van mal por aquí y no parece que se vayan a arreglar: gente sin trabajo o mal pagada, gente que tienen casa y familia, pero viven como si no la tuviesen, matrimonios que viven malamente, pueblos que no se ayudan. . . y en las ciudades: atentados, violaciones, miseria, etc.. Y en muchas partes del mundo guerra y hambre.
Tu Navidad es un comercio para alimentar a los que ya están hartos: para burlarnos del "Paz a los hombres de buena voluntad...". Se hacen regalos a quienes ya tienen o a aquellos de quien se espera algún favor. Los hermanos de lejos o que no son de los "nuestros" no reciben ni una migaja de nuestras cosas, ¿Qué pueden pensar de nuestra Navidad?.
¿Ves? No sirve para nada que vuelvas. Son muy pocos los que te van a escuchar. No despiertes a los pastores, no llames a los ángeles, no hagas caminar en vano a los Reyes. Quédate en el cielo y lo pasarás mejor.
Perdona si nos hemos pasado con nuestros consejos, pero son realistas. Interesan más el dinero, los banquetes, los regalos, las armas que el "Niño del portal" y lo que nos puede decir.
Queríamos acabar diciéndote "adiós" que quiere decir que sigas con Dios. Acabamos diciéndote: "Con-los-hombres", arregla esto como puedas porque sigues con los hombres.
Tuyos.
Unos jóvenes de Solsona (España).

Respuesta de Jesús
Queridos amigos:
Os agradezco vuestra carta. La hemos leído con José y María y la hemos comentado todos los del cielo. No tengáis miedo de explicarme vuestras cosas por muy negras que os parezcan. Me interesan y os prometo que ninguna de vuestras cartas quedará sin respuesta. Me habéis escrito: "No vale la pena que vuelvas porque mucha gente no hace caso de eso". Aquí sí que os equivocáis de medio a medio. Tengo que explicaros dos cosas: Una, cómo estoy ya entre vosotros -y dentro de vosotros- y otra cómo casi todos los hombres me buscan y me suelen encontrar. Cualquier día podemos hablar. De momento, comenzad a pensarlo y sobre todo intentad experimentarlo.
Ahora, ya en vísperas del 25 de Diciembre, quiero recordaros algunas maneras de celebrar la Navidad. Cristianos como vosotros la celebran, la celebramos muy bien. Escuchad.
- Cada vez que pensáis en los otros entendéis la NAVIDAD
- Cada vez que rezáis y ayudáis a rezar descubrís la NAVIDAD.
- Cada vez que admiráis y queréis la belleza, la vida, la justicia, la bondad, queréis y admiráis la NAVIDAD.
- Cada vez que te decides a perdonar, consolar. comprender, crear alegría. . ., anticipas la NAVIDAD.
- Cada vez que descubres tus miserias y las aceptas y cuentas contigo mismo y conmigo, deseas la NAVIDAD.
- Cada vez que tú, novio, tratas a la novia que quieres; cada vez que tú, esposo, tratas a tu esposa como José trataba a María. Cada vez que tú, novia, tratas al novio que quieres; cada vez que tú, esposa, tratas a tu esposo como María trataba a José... disfrutáis ya de la NAVIDAD.
- Cada vez que los mayores veis a los pequeños como semejantes a mí, a Jesús; cada vez que los pequeños sabéis ver en los mayores a mi Padre, hacéis venir la NAVIDAD.
- Cada vez que te preparas o eres ya un buen profesional honrado y capaz, aseguras una vida de NAVIDAD.
- Cada vez que buscas a los pobres, a los que no tienen nombre, a los necesitados, celebras y haces celebrar la NAVIDAD.
No acabaría. Paro. Sois suficientemente listos y buenas personas para continuar la lista y encontrar la manera de celebrar tu Navidad, mi Navidad, nuestra Navidad.
Recuerdos a los padres, hermanos y amigos; a los abuelos y al más desgraciado del pueblo. Saludad de mi parte a los que os cuesta saludar. Estoy con vosotros y con cada uno de vosotros.
Jesús

viernes, 23 de diciembre de 2011

Yo te he engendrado hoy



«Yo te he engendrado hoy»
"El Señor me ha dicho: Tu eres mi hijo, yo te he engendrado hoy". Con estas palabras del Salmo segundo, la Iglesia inicia la Santa Misa de la vigilia de Navidad, en la cual celebramos el nacimiento de nuestro Redentor Jesucristo en el establo de Belén. En otro tiempo, este Salmo pertenecía al ritual de la coronación del rey de Judá. El pueblo de Israel, a causa de su elección, se sentía de modo particular hijo de Dios, adoptado por Dios. Como el rey era la personificación de aquel pueblo, su entronización se vivía como un acto solemne de adopción por parte de Dios, en el cual el rey estaba en cierto modo implicado en el misterio mismo de Dios.
En la noche de Belén, estas palabras que de hecho eran más la expresión de una esperanza que de una realidad presente, han adquirido un significado nuevo e inesperado. El Niño en el pesebre es verdaderamente el Hijo de Dios. Dios no es soledad eterna, sino un círculo de amor en el recíproco entregarse y volverse a entregar. Él es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Más aún, en Jesucristo, el Hijo de Dios, Dios mismo se ha hecho hombre. El Padre le dice: "Tu eres mi hijo". El eterno hoy de Dios ha descendido en el hoy efímero del mundo, arrastrando nuestro hoy pasajero al hoy perenne de Dios. Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan potente que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso, a fin de que podamos amarlo. Es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, su bondad nos toque, nos sea comunicada y continúe actuando a través de nosotros. Esto es la Navidad: "Tu eres mi hijo, hoy yo te he engendrado". Dios se ha hecho uno de nosotros, para que podamos estar con Él, llegar a ser semejantes a Él. Ha elegido como signo suyo al Niño en el pesebre: Él es así. De este modo aprendemos a conocerlo. Y sobre todo niño resplandece algún destello de aquel hoy, de la cercanía de Dios que debemos amar y a la cual hemos de someternos; sobre todo niño, también sobre el que aún no ha nacido.
S.S. Benedicto XVI Homilía del 25/12/05

jueves, 22 de diciembre de 2011

Adviento



Latin ad-venio, llegar.

Conforme al uso actual [1910], el Adviento es un tiempo litúrgico que comienza en el Domingo más cercano a la fiesta de San Andrés Apóstol (30 de Noviembre) y abarca cuatro Domingos. El primer Domingo puede adelantarse hasta el 27 de Noviembre, y entonces el Adviento tiene veintiocho días, o retrasarse hasta el 3 de Diciembre, teniendo solo veintiún días.
Con el Adviento comienza el año eclesiástico en las Iglesias occidentales. Durante este tiempo los creyentes son exhortados

  • a prepararse dignamente a celebrar el aniversario de la venida del Señor al mundo como la encarnación del Dios de amor,
  • de manera que sus almas sean moradas adecuadas al Redentor que viene a través de la Sagrada Comunión y de la gracia, y
  • en consecuencia estén preparadas para su venida final como juez, en la muerte y en el fin del mundo.
Simbolismo

La Iglesia prepara la Liturgia en este tiempo para lograr este fin. En la oración oficial, el Breviario, en el Invitatorio de Maitines, llama a sus ministros a adorar "al Rey que viene, al Señor que se acerca", "al Señor que está cerca", " al que mañana contemplaréis su gloria". Como Primera Lectura del Oficio de Lectura introduce capítulos del profeta Isaías, que hablan en términos hirientes de la ingratitud de la casa de Israel, el hijo escogido que ha abandonado y olvidado a su Padre; que anuncian al Varón de Dolores herido por los pecados de su pueblo; que describen fielmente la pasión y muerte del Redentor que viene y su gloria final; que anuncian la congregación de los Gentiles en torno al Monte Santo. La Segunda Lectura del Oficio de Lectura en tres Domingos están tomadas de la octava homilía del Papa San León (440-461) sobre el ayuno y la limosna como preparación para la venida del Señor, y en uno de los Domingos (el segundo) del comentario de San Jerónimo sobre Isaías 11:1, cuyo texto él interpreta referido a Santa María Virgen como "el renuevo del tronco de Jesé". En los himnos del tiempo encontramos alabanzas a la venida de Cristo como Redentor, el Creador del universo, combinados con súplicas al juez del mundo que viene para protegernos del enemigo. Similares ideas son expresadas los últimos siete días anteriores a la Vigilia de Navidad en las antífonas del Magnificat . En ellas, la Iglesia pide a la Sabiduría Divina que nos muestre el camino de la salvación; a la Llave de David que nos libre de la cautividad; al Sol que nace de lo alto que venga a iluminar nuestras tinieblas y sombras de muerte, etc. En las Misas es mostrada la intención de la Iglesia en la elección de las Epístolas y Evangelios. En las Epístolas se exhorta al creyente para que, dada la cercanía del Redentor , deje las actividades de las tinieblas y se pertreche con las armas de la luz; que se conduzca como en pleno día, con dignidad, y vestido del Señor Jesucristo; muestra como las naciones son llamadas a alabar el nombre del Señor; invita a estar alegres en la cercanía del Señor, de manera que la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie los corazones y pensamientos en Cristo Jesús; exhorta a no juzgar, a dejar que venga el Señor, que manifestará los secretos escondidos en los corazones. En los Evangelios la Iglesia habla del Señor que viene en su gloria; de Aquel en el que, y a través del que, las profecías son cumplidas; del Guía Eterno en medio de los Judíos; de la voz en el desierto, "Preparad el camino del Señor". La Iglesia en su Liturgia nos devuelve en espíritu al tiempo anterior a la encarnación del Hijo de Dios, como si aún no hubiera tenido lugar. El Cardinal Wiseman ha dicho:
Estamos no sólo exhortados a sacar provecho del bendito acontecimiento, sino a suspirar diariamente como nuestros antiguos Padres, "Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo: ábrase la tierra y brote la salvación." Las Colectas en tres de los cuatro Domingos de este tiempo empiezan con las palabras, "Señor, muestra tu poder y ven" - como si el temor a nuestras iniquidades previniera su nacimiento.

Duración y Ritual

Todos los días de Adviento debe celebrarse el Oficio y Misa del Domingo o Feria correspondiente, o al menos debe ser hecha una Conmemoración de los mismos, independientemente del grado de la fiesta celebrada. En el Oficio Divino el Te Deum, jubiloso himno de alabanza y acción de gracias, se omite; en la Misa el Gloria in excelsis no se dice. El Alleluia, sin embargo, se mantiene. Durante este tiempo no puede hacerse la solemnización del matrimonio (Misa y Bendición Nupcial); incluyendo en la prohibición la fiesta de la Epifanía. El celebrante y los ministros consagrados usan vestiduras violeta. El diácono y subdiácono en la Misa, en lugar de las dalmáticas usadas normalmente, llevan casullas plegadas. El subdiácono se la quita durante la lectura de la Epístola, y el diácono la cambia por otra, o por una estola más ancha, puesta sobre el hombro izquierdo entre el canto del Evangelio y la Comunión. Se hace una excepción en el tercer Domingo (Domingo Gaudete), en el que las vestiduras pueden ser rosa, o de un violeta enriquecido; los ministros consagrados pueden en este Domingo vestir dalmáticas, que también pueden ser usadas en la Vigilia de la Navidad, aunque fuera en el cuarto Domingo de Adviento. El Papa Inocencio III (1198-1216) estableció el negro como el color a ser usado durante el Adviento, pero el violeta ya estaba en uso al final del siglo trece. Binterim dice que había también una ley por la que las pinturas debían ser cubiertas durante el Adviento. Las flores y las reliquias de Santos no debían colocarse sobre los altares durante el Oficio y las Misas de este tiempo, excepto en el tercer Domingo; y la misma prohibición y excepción existía relacionada con el uso del órgano. La idea popular de que las cuatro semanas de Adviento simbolizan los cuatro mil años de tinieblas en las que el mundo estaba envuelto antes de la venida de Cristo no encuentra confirmación en la Liturgia.

Origen Histórico

No se puede determinar con exactitud cuando fue por primera vez introducida en la Iglesia la celebración del Adviento. La preparación para la fiesta de la Navidad no debió ser anterior a la existencia de la misma fiesta, y de ésta no encontramos evidencia antes del final del siglo cuarto cuando, de acuerdo con Duchesne [Christian Worship (London, 1904), 260], era celebrada en toda la Iglesia, por algunos el 25 de Diciembre, por otros el 6 de Enero. De tal preparación leemos en las Actas de un sínodo de Zaragoza en el 380, cuyo cuarto canon prescribe que desde el diecisiete de Diciembre hasta la fiesta de la Epifanía nadie debiera permitirse la ausencia de la iglesia. Tenemos dos homilías de San Máximo, Obispo de Turín (415-466), intituladas "In Adventu Domini", pero no hacen referencia a ningún tiempo especial. El título puede ser la adición de un copista. Existen algunas homilías, probablemente la mayor parte de San Cesáreo, Obispo de Arlés (502-542), en las que encontramos mención de una preparación antes de la Navidad; todavía, a juzgar por el contexto, no parece que exista ninguna ley general sobre la materia. Un sínodo desarrollado (581) en Mâcon, en la Galia, en su canon noveno ordena que desde el once de Noviembre hasta la Navidad el Sacrificio sea ofrecido de acuerdo al rito Cuaresmal los Lunes, Miércoles, y Viernes de la semana. El Sacramentario Gelasiano anota cinco domingos para el tiempo; estos cinco eran reducidos a cuatro por el Papa San Gregorio VII (1073-85). La colección de homilías de San Gregorio el Grande (590-604) empieza con un sermón para el segundo Domingo de Adviento. En el 650 el Adviento era celebrado en España con cinco Domingos. Varios sínodos hicieron cánones sobre los ayunos a observar durante este tiempo, algunos empezaban el once de Noviembre, otros el quince, y otros con el equinoccio de otoño. Otros sínodos prohibían la celebración del matrimonio. En la Iglesia Griega no encontramos documentos sobre la observancia del Adviento hasta el siglo octavo. San Teodoro el Estudita (m. 826), que habló de las fiestas y ayunos celebrados comúnmente por los Griegos, no hace mención de este tiempo. En el siglo octavo encontramos que, desde el 15 Noviembre a la Navidad, es observado no como una celebración litúrgica, sino como un tiempo de ayuno y abstinencia que, de acuerdo a Goar, fue posteriormente reducido a siete días. Pero un concilio de los Rutenianos (1720) ordenaba el ayuno de acuerdo a la vieja regla desde el quince de Noviembre. Esta es la regla al menos para algunos de los Griegos. De manera similar, los ritos Ambrosiano y Mozárabe no tienen liturgia especial para el Adviento, sino sólo el ayuno.

FRANCIS MERSHMAN
Transcrito por Carl H. Horst
Traducido por Juan I. Cuadrado

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Navidad




ORIGEN DE LA PALABRA
La palabra para Navidad en el antiguo inglés tardío es Cristes Maesse, la Misa de Cristo, hallada por primera vez en 1038, y Cristes-messe en 1131. En holandés se dice Kerst-misse, en latín Dies Natalis, de donde se deriva la palabra francesa Noël, e Il natale en italiano; en alemán Weihnachtsfest, de previo a la Sagrada Vigilia. El término Yule (Navidad) es de origen incierto. El nombre en anglosajón era geol, fiesta: geola, nombre de un mes (cf. el islandés iol, una fiesta en diciembre).
CELEBRACIONES TEMPRANAS
La Navidad no figuraba entre las primeras fiestas celebradas antiguamente por la Iglesia. Ireneo y Tertuliano la omiten en su lista de fiestas; Orígenes, teniendo en cuenta quizá la deshonrosa Natalitia imperial, afirma (Hom. VIII sobre el Lev. en Migne, P.G., XII, 495) que, en la Sagrada Escritura sólo los pecadores, nunca los santos, celebraban la fecha de su nacimiento; Arnobio (VII, 32 en P.L., V, 1264) incluso ridiculiza el "cumpleaños" de los dioses.
Alejandría
La primera evidencia sobre esta fiesta la encontramos en Egipto. Aproximadamente en el año 200 A.D., Clemente de Alejandría (Strom., I, XXI en P.G., VIII, 888) dice que ciertos teólogos egipcios "de manera bastante curiosa" indican, no sólo el año, sino también el día del nacimiento de Cristo, colocándolo el 25 de Pachon (20 de mayo), del vigésimo octavo año del reinado de Augusto. [Ideler (Chron., II, 397, N.) piensa que lo hicieron así, creyendo que el noveno mes en el que nació Cristo, era el noveno mes de su calendario]. Otros declaran que la fecha fue el 24 ó 25 de Pharmuthi (19 ó 20 de abril). Clemente, en su obra "De paschæ computus", escrita en el 243 y falsamente atribuida a Cipriano (P.L., IV, 963 ss.), da como fecha del nacimiento de Cristo el 28 de marzo, fecha en la que el sol material se creó. Pero Lupi ha demostrado (Zaccaria, Dissertazioni eec. del p. .A. M. Lupi Faenza, 1785, p. 219) que no existe un mes en el año en el que respetables autoridades no hayan designado como fecha del nacimiento de Cristo. Clemente, sin embargo, nos dice también que los basilianos celebraban la Epifanía, y, probablemente junto con esta fiesta, el Nacimiento de Cristo, el 15 ó 11 de Tybi (10 ó 6 de enero). Esta doble conmemoración se hizo popular, en parte, porque la aparición a los pastores fue considerada una manifestación de la gloria de Cristo, conmemorándosele entre las más importantes solemnidades, y celebrada el día 6 de enero; también, en parte, porque en la manifestación dada en el Bautismo, muchos códices (por ejemplo el Codex Bezæ) erradamente ponen que las Divinas palabras fueron sou ei ho houios mou ho agapetos, ego semeron gegenneka se (Tu eres mi Hijo Amado, yo te he engendrado hoy) en lugar de en soi eudokesa (en quien me complazco), leído en Lucas 3,22. Abrahán Ecchelensis (Labbe, II, 402) cita en las Constituciones de la Iglesia de Alejandría de tiempos de Nicea la frase: dies Nativitatis et Epiphaniæ; Epifanio (Hær., li, ed. Dindorf, 1860, II, 483) cita una sorprendente ceremonia semi-nóstica en Alejandría en la que, en la noche del 5-6 de enero, una extraña cruz con la imagen de Kore estampada en ella, era llevada en procesión alrededor de una cripta, mientras se entonaba el canto: "Hoy, a esta hora, Kore dio a luz al Eterno"; Juan Casiano, en sus "Colaciones" (X, 2 en P.L., XLIX, 820), escrita entre los años 418-427, dice que los monasterios egipcios todavía observan la "antigua costumbre"; pero, Pablo de Emesa, predicó el 29 de Choiak (25 de diciembre) y el 1 de enero del 433 ante Cirilo de Alejandría, y sus sermones (véase Mansi, IV, 293; apéndice del libro de los Hechos. Conc. Eph.) muestran que la celebración de Diciembre estaba firmemente establecida en aquel lugar, y los calendarios demuestran su permanencia. Por ello, la tradición de celebrar esta fiesta en diciembre, llegó a Egipto alrededor de los años 427 y 433.
Chipre, Mesopotamia, Armenia, Asia Menor.
En Chipre, a finales del cuarto siglo, Epifanio se declara en contra del Alogi (Hær., li, 16, 24 en P.G., XLI, 919, 931) que Cristo nació el 6 de enero y se bautizó el 8 noviembre. Efraín de Siria (cuyos himnos son de Epifanía y no de Navidad), muestra que Mesopotamia todavía celebraba la fiesta del nacimiento de Cristo trece días después del solsticio de invierno; es decir, el 6 de enero; asimismo, Armenia ignora, y sigue ignorando la celebración de Diciembre. (Cf. Eutimio, "Pan. Dogm.", 23 en P.G., CXXX, 1175; Nicéforo, "Hist. Eccl.", XVIII, 53 in P.G., CXLVII, 440; Isaac, Catholicos de Armenia del siglo once o doce, "Adv. Armenos", I, XII, 5 in P.G., CXXII, 1193; Neale, "Holy Eastern Church", Introd., p. 796). En Capadocia, los sermones de Gregorio de Niza sobre San Basilio (quién murió antes del 1 enero del 379) y sus dos siguientes, predicados en la fiesta de San Esteban (P.G., XLVI, 788; cf, 701, 721), demuestran que en el año 380, el 25 de diciembre ya era ahí celebrado, a menos que, siguiendo los argumentos demasiado ingeniosos de Usener (Religionsgeschichtliche Untersuchungen, Bonn, 1889, 247-250), debemos colocar esos sermones en el año 383. También Asterio de Amaseia (siglo quinto) y Amfiloquio de Iconio (contemporáneo de Basilio y Gregorio) celebraban en sus diócesis ambas fiestas -Epifanía y Natividad- de forma separada (P.G., XL, 337 XXXIX, 36).
Jerusalén
En el año 385, Silvia de Burdeos (o Eteria, como parece evidente debe ser llamada) quedó profundamente impresionada por las espléndidas fiestas sobre la infancia del Señor Jesús celebradas en Jerusalén. Ellos celebraban la "Natividad"; el Obispo iba de noche a Belén, regresando a Jerusalén para las celebraciones del día. La fiesta de la Presentación se celebraba cuarenta días después. Pero este cálculo empezaba desde el día 6 de enero, y la fiesta duraba hasta la octava de esa fecha. (Peregr. Silv., ed. Geyer, pp. 75 ss.). Nuevamente, (en la pág. 101) ella menciona como muy importantes fiestas, la Pascua y la Epifanía. Como podemos ver, en el 385, el 25 diciembre no era observado en Jerusalén. Este dato verifica las citas dadas por Juan de Nikiu (c. 900), tomadas de las cartas entre Cirilo de Jerusalén (348-386) y el Papa Julio I (337-352), con el propósito de conseguir que en Armenia se celebre la Navidad el día 25 diciembre (véase P.L., VIII, 964 ss.). Cirilo declara que su clero no puede realizar en la misma fecha de la fiesta del Nacimiento y Bautismo, una procesión a Belén y Jordania. (Esta posterior práctica es un anacronismo). Él le pide a Julio que le asigne a la Navidad, su verdadera fecha "tomándola de los documentos del censo traídos por Tito a Roma"; Julio asigna como fecha el 25 de diciembre. Otro documento (Cotelier, Patr. Apost., I, 316, ed. 1724) dice que Julio le escribió a Juvenal de Jerusalén (c. 425-458), informándole que Gregorio Nacianceno, en Constantinopla estaba siendo criticado por "dividir la fiesta en dos". Julio murió en el año 352, y por el 385, Cirilo no había introducido cambio alguno cambio; de hecho, Jerónimo, escribiendo aproximadamente en el 411 (en Ezeq., P.L., XXV, 18), reprocha a Palestina el hecho de celebrar el nacimiento de Jesús (cuando Él se ocultaba) en el día de la fiesta de la Manifestación. Cosme Indicopleustes sugiere (P.G., LXXXVIII, 197) que, incluso a mediados del siglo sexto, Jerusalén se distinguía por combinar las dos conmemoraciones, arguyendo que en Lucas III,23, el día del bautismo de Cristo se realizó el día de Su cumpleaños. Sin embargo, la conmemoración en Jerusalén de David y del Apóstol Santiago se realizaba el día 25 de diciembre, hecho que muestra que esta fiesta no era celebrada en este día. Usener, tomando argumentos del "Laudatio S. Stephani" de Basilio de Seleucia (c. 430. -P.G., LXXXV, 469), piensa que Juvenal intentó introducir esta fiesta, pero que la fama del nombre de Cirilo hizo que la fecha se mantuviera sin variación.
Antioquía
En Antioquía, durante la fiesta de San Filogonio, Crisóstomo predicó un importante sermón. Esto sucedió, casi con certeza, en el año 386, aunque Clinton da como fecha el 387, y Usener, por una larga reestructuración de los sermones del santo, en el 388 (Religionsgeschichtl. Untersuch., pp. 227-240). Pero, entre febrero del 386, época en la que Flaviano ordenó a Crisóstomo de sacerdote, y diciembre, hay tiempo suficiente para la predicación de todos los sermones en cuestión. (Véase Kellner, Heortologie, Friburgo, 1906, pág. 97, n. 3). En vista a una reacción por algunas fiestas y ritos judíos, Crisóstomo intenta unir Antioquía en la celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre, ya que parte de la comunidad ya lo venía haciendo desde hacía más o menos diez años. Él declara que en Occidente esta fiesta es celebrada en esa fecha, anothen; esta introducción en Antioquía la cual él siempre buscó, fue opuesta por los conservadores. Esta vez, Crisóstomo tuvo éxito; en una iglesia llena de gente, defendió esta nueva costumbre. No era ninguna novedad; desde Tracia a Cádiz esta fiesta era observada debidamente, ya que su milagrosa difusión demostró su autenticidad. Además, Zacarías, que era sacerdote, entró en el Templo el Día de la Expiación, recibiendo el anuncio de la concepción de Juan, por consiguiente, fue en septiembre; seis meses después, Cristo fue concebido, es decir, en Marzo, naciendo en Diciembre.
Finalmente, aunque no estuvo nunca en Roma, sabía que los documentos del censo sobre la Sagrada Familia, todavía se encontraban ahí. [Esta apelación a los archivos romanos es bastante antigua, desde Justino Mártir (Apol., I, 34, 35) y Tertuliano (Adv. Marc., IV, 7, 19). En las falsificaciones de Cirilino, se dice que Julio calculó la fecha basándose en Josefo, de la misma forma que Crisóstomo se basó en injustificadas suposiciones sobre Zacarías]. Por ello, sabemos que Roma ha observado esta fiesta el 25 de diciembre, bastante tiempo antes del año 388, pues ese es el año en que Crisóstomo decretó el 25 de diciembre como fecha oficial de esta fiesta (P.G., XLVIII, 752, XLIX, 351).
Constantinopla
En el año 379 ó 380, Gregorio Nacianceno se convirtió en exarchos de esta nueva fiesta en Constantinopla, es decir, en iniciador, ciudad en la que después de la muerte de Valente, la ortodoxia renació. Sus tres Homilías (véase Hom. XXXVIII en P.G., XXXVI), fueron predicadas en días sucesivos (Usener, op. cit., pág. 253) en la capilla privada conocida con el nombre de Anastasia. Durante su destierro en el 381, esta fiesta desapareció.
Sin embargo, según Juan de Nikiu, Honorio, cuando estuvo en Constantinopla durante una visita, fijó con Arcadio, la observación de esta fiesta según la fecha romana. Kellner dice que esta visita se realizó en el 395; Baumstark (Oriens Chr., 1902, 441-446) dice que fue entre el 398 y el 402. Este último se basa en una carta de Jacobo de Edesa, citada por Jorge de Beeltân, en la que afirma que la Navidad fue llevada a Constantinopla desde Italia por Arcadio y Crisóstomo, ciudad en la que, "según historias", se había celebrado desde tiempos Apostólicos. El episcopado de Crisóstomo duró desde el año 398 al 402; por consiguiente, la fiesta debe de haber sido introducida entre esas fechas por el Obispo Crisóstomo, así como en Antioquía por El sacerdote Crisóstomo. Pero Lübeck (Hist. Jahrbuch., XXVIII, I, 1907, pp. 109-118) declara que las evidencias de Baumstark son inválidas. Otra declaración, incluso más importante pero poco acreditada, es el argumento de Erbes (Zeitschrift f. Kirchengesch., XXVI, 1905, 20-31), declarando que esta fiesta fue introducida por Constantino en el año 330-35.
Roma
En Roma, la evidencia más antigua la tenemos en el Calendario de Filocalio (P. L., XIII, 675; puede verse en su totalidad en J. Strzygowski, Kalenderbilder des Chron. von Jahre 354, Berlín, 1888), recopilado en el 354, el cual contiene tres importantes datos. En el calendario civil, el 25 de diciembre figura como "Natalis Invicti". En el "Depositio Martyrum", una antigua lista de mártires romanos y universalmente venerados, el día 25 de diciembre dice: "VIII kal. ian. natus Christus in Betleem Iudeæ". También menciona en el "VIII kal. mart." (22 de Febrero) la Cátedra de San Pedro. En la lista de cónsules, encontramos cuatro extraños registros eclesiásticos: los días en que nació y murió Cristo; la llegada a Roma y martirio de San Pedro y San Pablo. Esta significativa entrada dice: "Chr. Cæsare et Paulo sat. XIII. hoc. cons. Dns. ihs. XPC natus est VIII Kal. ian. d. ven. luna XV", es decir, durante el consulado de (Augusto) César y Paulo, nació Nuestro Señor Jesucristo en la octava antes de las calendas de Enero (25 de Diciembre), un día Viernes, el día catorceavo de la luna. Los detalles concuerdan con la tradición y las posibilidades. El epact, aquí XIII, normalmente es XI; el año es A.U.C. 754, una fecha que se creyó primero dos siglos después; ningún año, entre el 751 y el 754 pudo el día 25 de diciembre caer viernes; la tradición es constante en colocar el nacimiento de Cristo un miércoles. Es más, según la fecha dada para la muerte de Cristo (duobus Geminis coss., es decir, el 29 A.D.), Cristo murió a los veintiocho años. Además, estos datos en una lista de cónsules, queda claro que son una interpolación. Pero, ¿no están estos dos datos también en el "Depositio Martyrum"? Aquí encontramos sólo el día del nacimiento de Cristo en la carne, por lo que puede ser que encabece el año de los natales espirituales de los mártires; pero el 22 febrero está totalmente fuera de lugar. Aquí, como en el fasti consular, fueron, por conveniencia, insertadas algunas fiestas populares. El calendario civil en sí mismo no fue exclusivamente modificado, pues dejó de ser útil después del abandono de las fiestas paganas. Por ello, aun cuando el "Depositio Martyrum" sea, como es probable, del año 336, no queda claro si el calendario contiene evidencias anteriores al propio Filocalio, es decir, al 354, salvo que, en efecto, la pre-existencia de esta celebración popular represente la posibilidad de su reconocimiento oficial. Si el manuscrito Chalki de Hipólito es genuino, tendríamos evidencias sobre esta fiesta de Diciembre desde aproximadamente el 205. El pasaje pertinente [el cual existe en el manuscrito de Chigüí, sin las palabras entre paréntesis, y que siempre a sido citado así antes de Jorge Syncellus (c. 1000)] dice así:
He gar prote parousia tou kyriou hemon he ensarkos [en he gegennetai] en Bethleem, egeneto [pro okto kalandon ianouarion hemera tetradi] Basileuontos Augoustou [tessarakoston kai deuteron etos, apo de Adam] pentakischiliosto kai pentakosiosto etei epathen de triakosto trito [pro okto kalandon aprilion, hemera paraskeun, oktokaidekato etei Tiberiou Kaisaros, hypateuontos Hrouphou kai Hroubellionos. - (Comm. In Dan., iv, 23; Brotke; 19)
"La primera venida de Nuestro Señor en la carne [en la que fue engendrado], en Belén, sucedió [el 25 de diciembre, el cuarto día] durante el reinado de Augusto [el cuadragésimo segundo año, y] en el año 5500 [desde Adán]. Sufrió en Su trigésimo tercer año [el 25 de marzo, en el decimoctavo año de Tiberio César, durante el consulado de Rufo y Rubelio]".
La interpolación es clara, y es un hecho admitido por Funk, Bonwetsch, etc., Los nombres de los cónsules [los cuales debían ser Fufio y Rubelio] están equivocados; Cristo vive treinta y tres años; en el genuino de Hipólito treinta y uno; estos minuciosos datos no tienen nada en común con los del milenarista Severiano; además, es poco creíble que Hipólito conociera estos detalles, cuando sus contemporáneos (Clemente, Tertuliano, etc.) al tratar este tema, lo ignoran o guardan silencio; o, después de haberlo publicado, seguía estando sin dichas anotaciones (Kellner, op. cit., pág. 104, tiene un excursus sobre este pasaje).
San Ambrosio (de virg., III, 1 en P. L., XVI, 219) ha preservado un sermón predicado por el Papa Liberio I en San Pedro, cuando, el día de Natalis Christi, Marcelina, la hermana de Ambrosio, tomó el velo. El pontificado de este Papa fue desde mayo del 352 hasta el 366, exceptuando los años 355-357, época en la que estuvo desterrado. Si Marcelina se hizo monja después de la edad canónica -veinticinco-, y si Ambrosio nació en el año 340, lo más probable es que este hecho ocurriera después del 357. Si bien el sermón abunda en referencias apropiadas para la Epifanía (las bodas de Caná, la multiplicación de los panes, etc.), aparentemente se debe a (Kellner, op. cit., pág. 109) un orden en su pensamiento, y no a que hubiese sido pronunciado el día 6 de enero, una fiesta que sólo fue conocida en Roma bastante después. Sin embargo, Usener defiende (pág. 272) la teoría de que Liberio lo predicó en esa fecha, en el 353, instituyendo la fiesta de la Natividad en diciembre de ese mismo año; pero, Filocalio justifica nuestra suposición que esta fiesta antecedió a su pontificado por algún tiempo, aunque Duchesne lo relega al 243 (Bull. crit., 1890, 3, pp. 41 ss.) algo que no es muy de alabar. En Occidente, el Concilio de Zaragoza (380) ignora aún la fiesta del 25 de diciembre (véase can. XXI, 2). El Papa Siricio, escribiendo en el año 385 (P. L., XII, 1134) a Himerio, en España, distingue las fiestas de Navidad y de Epifanía; pero no queda claro si se está refiriendo a la costumbre romana o española. Ammiano Marcelino (XXI, ii) y Zonaras (Ann., XIII, 11) fechan una visita que hizo Juliano el Apóstata a una iglesia de Vienne, en la Galia, durante la Epifanía y la Natividad, respectivamente. A menos que sean dos visitas, Vienne en el año 361 d. C, combinaba estas fiestas, aunque la fecha exacta es dudosa. Durante la época de Jerónimo y Agustín, la fiesta de Diciembre fue establecida, aunque este último (Epp., II, liv, 12, en P.L., XXXIII, 200) la omite en una lista de fiestas de primera importancia. A partir del cuarto siglo, el calendario de Occidente le asignan a esta fiesta el día 25 de diciembre. En conclusión, en Roma la Navidad se celebraba el día 25 de diciembre desde antes del 354; en Oriente, en Constantinopla, no antes del 379, a menos que sigamos a Erbes y rechacemos a Gregorio, diríamos que fue desde el 330. Por lo tanto, es casi universalmente aceptado que la fecha llegó a Oriente desde Roma, por el Bósforo, durante el reavivamiento anti-arriano, y gracias a los defensores de la ortodoxia. De Santi (L'Orig. delle Fest. Nat., en Civiltæ Cattolica, 1907), siguiendo a Erbes, dice que Roma tomó la fiesta de la Epifanía de Oriente, con un claro sentido Navideño, y, junto con un creciente número de Iglesias Orientales, la celebró el 25 de diciembre; después, Oriente y Occidente dividieron sus fiestas, dejando la Epifanía el 6 de enero, y la Navidad el 25 de diciembre. La primera hipótesis sigue siendo más aceptable.
ORIGEN DE LA FECHA
Los Evangelios
Los Evangelios no proporcionan ayuda alguna acerca de la fecha del nacimiento de Cristo; según sus datos, nos encontramos con argumentos contradictorios. Parece imposible que el censo se haya realizado en invierno: toda una población no podría haberse puesto en camino. Por otra parte, sí pudo haberse realizado en invierno; pues sólo durante esta época del año el trabajo en el campo era suspendido. Pero, Roma no era tan considerada. Además, las autoridades difieren acerca de si los pastores solían cuidar sus rebaños y dejarlos pastear durante las noches de la estación de las lluvias.
El servicio en el templo de Zacarías
Los argumentos que se basan en el ministerio en el templo de Zacarías, no son de fiar, aunque, los cálculos sobre su antigüedad (ver más arriba) han sido reavivados de una manera más complicada, por ejemplo por Friedlieb (Leben J. Christi des Erlösers, Münster, 1887, pág. 312). Se dice que, las veinticuatro clases de sacerdotes judíos servían en el Templo, cada una, durante una semana; Zacarías pertenecía a la octava clase, los Abia. El Templo fue destruido en el año 9 Ab, 70 d. C.; la tradición rabínica tardía dice que la primera clase, los Jojarib, estaban sirviendo entonces. De estos datos poco fiables, asumiendo que Cristo nació el año 79 A.U.C., y que en ningún momento, de esos setenta turbulentos años, la sucesión semanal falló, se calcula que la octava clase sirvió durante la semana del 2 al 9 de octubre del año 748 A.U.C., por lo que se deduce que la concepción de Cristo fue en marzo, y su nacimiento en diciembre. Kellner (op. cit., pp. 106, 107) declara que es muy poco serio calcular la semana que Zacarías estuvo sirviendo en el Templo partiendo de cualquier referencia anterior o posterior.
Analogía con las fiestas del Antiguo Testamento
Parece imposible poder relacionar la analogía que existe entre la Pascua y Pentecostés judías, con la Pascua y Pentecostés cristianas, con la Navidad y la fiesta de los Tabernáculos, como lo hizo, por ejemplo, Lightfoot (Horæ Hebr, et Talm., II, 32), argumentando desde las profecías del Antiguo Testamento, por ejemplo la de Zacarías 14, 16 ss,; combinando, además, la muerte de Cristo ocurrida en Nisan, con la profecía de Daniel de un ministerio de tres años y medio de duración (9, 27), declara que el nacimiento se realizó en Tisri, -septiembre. Esto es tan poco feliz como relacionar el 25 de diciembre con la fiesta Oriental (Diciembre) de la Dedicación (Jos. Ant. Jud., XII, VII, 6).
Natalis Invicti
La conocida fiesta solar del Natalis Invicti, celebrada el 25 de diciembre, ejerció una fuerte influencia sobre nuestra fecha Navideña. Para conocer la historia del culto solar, su importancia en el Imperio romano, y su sincretismo con el Mitraísmo, véase la obra de Cumont "Textes et Monuments" etc., I, ii, 4, 6, pág. 355. Mommsen (Corpus Inscriptionum Latinarum, 1², pág., 338), en la que ha recogido datos sobre esta fiesta, la cual llegó a su punto máximo de popularidad bajo Aureliano, el 274. Filippo del Torre, en 1700, advirtió su importancia; habría que subrayar que, como ya se ha dicho, sin la adición en el Calendario de Filocalo. Nos sería imposible aquí, el poder perfilar la historia e idioma del simbolismo solar aplicado a Dios, el Mesías y a Cristo, tanto en los canónicos judíos o cristianos, en la patrística, o obras de devoción. Los himnos y oficios de Navidad abundan en esto; Cumont ha delineado bien los textos (op. cit., addit. Nota C, pág. 355).
El primer texto conocido que une o relaciona el nacimiento de Cristo y el del sol, lo tenemos en Cipriano, "De pasch. Comp"., xix, "O quam præclare providentia ut illo die quo natus est Sol. nasceretur Christus". - "¡Oh, qué maravillosamente actuó la Providencia, que en el día en el que nació el Sol. Cristo debía nacer". -En el siglo cuarto, Crisóstomo, en su obra "del Solst. Et Æquin". (II, pág., 118, ed. 1588), dice: "Sed et dominus noster nascitur mense decembris. VIII KAL. Ian. Sed et Invicti Natalem appelant. Quis utique tam invictus nisi dominus noster?. Vel quod dicant Solis esse natalem, ipse est Sol iustitiæ". - "No obstante, Nuestro Señor, también nace en el mes de diciembre. en la octava antes de las calendas de enero [25 diciembre]., Pero ellos lo llaman el "Nacimiento del Invencible". ¿Quién hay que sea tan invencible como Nuestro Señor.? O, si ellos dicen que es el día del nacimiento del Sol, Él es el Sol de Justicia". Ya Tertuliano (Apol., 16; cf. Ad. Nat., I, 13; Orig. c. Cels., VIII, 67, etc.) tuvo que afirmar que el Sol no era el Dios de los cristianos; Agustín (Tract. XXXIV, in Joan. En P. L., XXXV, 1652) denuncia la identificación herética entre Cristo y el Sol. El Papa León I (Serm. XXXVII in nat. dom., VII, 4; XXII, II, 6 en P. L., LIV, 218 y 198) reprocha duramente los remanentes del culto solar -los cristianos, en la misma puerta de la basílica de los Apóstoles, se voltean para adorar al naciente sol. El culto al sol ha legado rasgos en el culto popular moderno en Armenia, en donde los cristianos dieron en la antigüedad, de manera temporal y externa, culto al sol material (Cumont, op. cit., pág. 356).
Debemos considerar aquí, que incluso al "bautizar" de manera deliberada y legítima una fiesta pagana, no tuvo otro significado que el de la necesidad de transferir la supuesta fecha. El "nacimiento en la montaña" de Mitra y el de Cristo en una "gruta" no tienen nada en común: la adoración de Mitra por los pastores (Cumont, op. cit., I, II, 4, pág., 304 ss.) fue tomada prestada de las fuentes cristianas, y no viceversa.
Otras teorías de origen pagano
El origen de la Navidad no debe buscarse en los Saturnales (1-23 de diciembre), ni tampoco en el santo nacimiento a media noche de Eleusis (véase J.E. Harrison, Prolegom., pág. 549) con su probable conexión a través de Frigia, con los herejes nasenos, o con la ceremonia alejandrina citada anteriormente; ni tampoco con los ritos análogos al culto del solsticio de invierno en Delphi, cuna de Dionisio, con su revocación desde el mar a un nuevo nacimiento (Harrison, op. cit., 402 ss.).
La teoría astronómica
Duchesne (Les origines du culte chrétien, París, 1902, 262 ss.) nos presenta la teoría "astronómica", en la que, tomando el día 25 de marzo como el de la muerte de Cristo [históricamente imposible, pero tan antigua como Tertuliano (Adv. Jud., 8)], el instinto popular, el cual quiere conocer con exactitud el número de años de una vida Divina, pone Su concepción en esa misma fecha, siendo Su nacimiento el 25 de diciembre. Esta teoría se apoya en el hecho que algunos montanistas (Sozomeno, Hist. Eccl., VII, 18) celebraban la Pascua el 6 de abril; así, tanto el 25 de diciembre y el 6 de enero son simultáneamente explicados. Es más, el cálculo sigue en su totalidad los argumentos basados en el número y en la "conveniencia" de la astronomía, en aquella época muy popular. Desgraciadamente, no existe evidencia contemporánea alguna sobre la celebración en el siglo cuarto de la Concepción de Cristo, en el día 25 de marzo.
Conclusión
El presente escritor se inclina a pensar que, estando el origen de esta fiesta en Oriente o Occidente, y a pesar de la abundancia de fiestas análogas celebrando el solsticio de invierno, éstas pueden haber ayudado, aunque de manera imprecisa, en la elección de la fecha de diciembre, de la misma manera que cuando se fijó la fecha del Natalis Invicti en el solsticio de invierno, aparte de la adaptación deliberada o de curiosos cálculos, para fijar en ese mismo día la fiesta cristiana.
LITURGIA Y COSTUMBRES
El calendario
Al fijare esta fecha, quedaron también fijadas la de la Circuncisión y de la Presentación; la de la Expectación y, quizás, la de la Anunciación de la Santísima Virgen María; también la del Nacimiento y Concepción del Bautista (cf. Thurston en Amer. Eccl. Rev., Diciembre, 1898). Hasta el siglo décimo la Navidad era considerada, en los documentos pontificios, el inicio del año eclesiástico, como se sigue haciendo en las Bulas; Bonifacio VIII (1294-1303) restauró temporalmente esta costumbre, la cual Alemania sostuvo durante algún tiempo más.
Las celebraciones populares
El códice Theod., II, 8, 27 (cf. XV, 5,5) prohíbe, en el año 425, los juegos del circo durante el 25 de diciembre; aunque no fue hasta el Códice de Justino III, 12, 6 (529) que esta prohibición fue realmente impuesta. El Segundo Concilio de Tours (can. XI, XVII), en el año 566 ó 567, proclama la santidad de los "doce días" desde la Navidad hasta la Epifanía, y el deber de ayunar durante el Adviento; el de Agde (506), en los cánones 63-64, decreta una comunión universal, y el de Braga (563) prohíbe el ayuno durante el Día de Navidad. Pero, las celebraciones populares navideñas aumentaron tanto, que en 1110 se dieron las llamadas "Leyes del Rey Cnut", decretando un ayuno desde Navidad hasta Epifanía.
Las tres Misas
Las tres misas que señalan para esta fecha el Misal de Gelasio y el Gregoriano, y éstas con un martirologio especial y sublime, y con la dispensa, si fuera necesaria, de la abstinencia, todavía hoy son guardadas. Si bien Roma señala sólo tres Misas para la Navidad, Ildefonso, un Obispo español, en el 845, alude a una triple Misa en Navidad, Pascua, Pentecostés, y la Transfiguración (P.L., CVI, 888). Estas Misas, de medianoche, al alba, e in die, están místicamente relacionadas con la distribución judía y cristiana, o (como lo dice Santo Tomás, Summa Theol., III:83:2) al triple "nacimiento" de Cristo: en la Eternidad, en el Tiempo, y en el Alma. Los colores litúrgicos variaban: negro, blanco, rojo, o (por ejemplo en Narbona) se usaba el rojo, blanco, y violeta (Durand, Rat. Div. Off., VI, 13). El Gloria era sólo entonado al principio de la primera Misa de ese día.
El origen histórico de esta triple Misa, probablemente fue de la siguiente manera (cf. Thurston, en Amer. Eccl. Rev., Enero, 1899; Grisar, Anal. Rom., I, 595; Geschichte Roms. im mittelalter I, 607, 397; CIV. Catt., 21 septiembre de 1895, etc.): La primera Misa era celebrada en el Oratorium Præsepis en Santa María La Mayor -una iglesia probablemente asimilada desde el principio a la basílica de Belén- y la tercera en San Pedro, reprodujeron en Roma el doble Oficio de Navidad mencionado por Eteria (véase lo anteriormente dicho) en Belén y Jerusalén. La segunda Misa era celebraba por el Papa en la "capilla real" del Palatino, para los miembros de la corte bizantina, es decir, la capilla de Santa Anastasia, como fue originalmente llamada, al igual que la basílica en Constantinopla, Anastasis, y como ella, fue construida para reproducir la basílica del mismo nombre de Jerusalén -y como ella también, finalmente abandonó el nombre de "Anastasis", por el de la mártir Santa Anastasia. La segunda Misa fue, por consiguiente, una deferencia que el Papa hacia a la iglesia imperial en su fiesta patronal. Las tres lugares se mantuvieron así, pues, por el año 1143 (cf. Ord. Romani en P. L., LXXVIII, 1032) el Papa dejó de oficiar la tercera Misa en el distante San Pedro, y la empezó a decir en el altar mayor de Santa María La Mayor. En esta tercera Misa, León II inauguró, en el año 800, por medio de la coronación de Carlomagno, el Sacro imperio romano. Este día se convirtió en el favorito para las ceremonias de la corte, y en él, por ejemplo, Guillermo de Normandía fue coronado en Westminster.
Las representaciones dramáticas
La historia de la dedicación del Oratorium Præsepis en la basílica de Liberio, de las reliquias allí guardadas y sus imitaciones, no pertenecen a esta disertación [cf. Crib; Relics. Los datos están bien dados por Bonaccorsi (Il Natale, Roma, 1903, ch. IV)], pero la práctica de dar una expresión dramática, o por lo menos espectacular, a los hechos de la Navidad, fueron lo que, de alguna manera, dieron origen a los misterios litúrgicos. Por ejemplo, el ordinaria de Ruán y el de Reims, colocan el officium pastorum inmediatamente después del Te Deum y antes de la Misa (cf. Ducange, Gloss. med. et inf. Lat., s.v. Pastores); posteriormente, la Iglesia celebró un segundo misterio "profético" después de Tierce, en la que la Vigilia y la Sibila se unían con los profetas del Antiguo Testamento para honrar a Cristo. (Para más detalles sobre Vigilias y obras sobre la Navidad y profecías, ver la obra de Comparetti, "Virgil in Middle Ages", pág. 310 ss.). La obra "To out-herod Herod", es decir sobreactuar, muestra la violencia de Herodes.
Los pesebres, Belenes o Nacimientos
San Francisco de Asís en el año 1223 dio origen a los pesebres o nacimientos que actualmente conocemos, popularizando entre los laicos una costumbre que hasta ese momento era del clero, haciéndola extra-litúrgica y popular. La presencia del buey y del burro se debe a una errónea interpretación de Isaías 1, 3 y de Habacuc 3, 2 (versión "Itala"), aunque aparecen en el magnífico "Pesebre" del siglo cuarto, descubierto en las catacumbas de San Sebastián en el año 1877. El burro en el que Balaam montó, en el misterio de Reims, hizo que la fiesta recibiera el nombre de Festum Asinorum (Ducange, op. cit., s.v. Festum).
Los himnos y villancicos
La degeneración de las obras dramáticas ocasionó la difusión de villancicos y pastorales, a los cuales se les a otorgado en ocasiones, una posición cuasi-litúrgica. Prudencio, en el siglo cuarto, es el primero (y único en su siglo) en escribir himnos para la Navidad, pues los himnos "Vox clara" (himno para Laudes en Adviento) y "Christe Redemptor" (Vísperas y Maitines de Navidad) no pueden ser asignados a Ambrosio. Sin embargo, el himno "A solis ortu", pertenece a Sedulio (siglo quinto). Los primeros Weihnachtslieder alemanes datan de los siglos undécimo y duodécimo; los primeros villancicos conocidos datan del siglo undécimo, y del siglo decimotercero. El famoso "Stabat Mater Speciosa" es atribuido a Jacopone Todi (1230-1306); "Adeste Fideles" data del siglo decimoséptimo. Pero, éstos aires populares, e incluso palabras, deben de haber existido desde mucho tiempo antes de que fueran puesto por escrito.
Tarjetas y regalos
La costumbre pagana centrada en las calendas de enero, influyó en las de Navidad. Tiele (Yule and Christmas, Londres, 1899) ha recolectado muchos interesantes ejemplos. La strenæ (eacute;trennes) del 1 de enero romano (fuertemente condenado por Tertuliano, de Idol., XIV y X, y por Máximo de Turín, Hom. el CIII, de Kal. gentil., en P.L., LVII, 492, etc.) sobrevivió en la costumbre de los regalos Navideños, las tarjetas, y cajas.
Las fogatas Navideñas
Las fogatas durante las calendas eran un escándalo en Roma, y San Bonifacio logró que el Papa Zacarías las aboliera. Pero, probablemente esta fogata de Navidad, en sus muchas formas, era originalmente encendido sólo debido al invierno. Sólo a partir de 1577 se convirtió en una ceremonia pública en Inglaterra; su popularidad, sin embargo, creció inmensamente, sobre todo en la Provenza; en la Toscana, la Navidad es simplemente llamada ceppo (bloque, leño -Bonaccorsi, op. cit., pág. 145, n. 2).
Además, estuvo también relacionada con otras costumbres; en Inglaterra, un siervo tenía el derecho de alimentarse a expensas de su señor, durante todo el tiempo que durase el fuego de una rueda de madera, que su señor le entregaba, el señor también entregaba a su siervo una carga de madera, cuando nacía un niño; Kindsfuss era el nombre de un regalo que se le daba a los niños cuando les nacía un hermano o hermana, e incluso, los animales de la granja también recibían el suyo, cuando Cristo, el hermano universal, nacía (Tiele, op. cit., pág. 95 ss.).
El árbol de Navidad
Gervasio de Tilbury (siglo trece), narra que en Inglaterra el grano era expuesto la noche de Navidad, para que adquiera la fertilidad del rocío que cae en respuesta al "Rorate Cæli"; la tradición en la que los árboles y las flores florecen durante esta noche, es citada por primera vez, de un geógrafo árabe del siglo décimo, y se extendió por toda Inglaterra. Alrededor del siglo decimotercero, en la épica francesa, se ven velas en los árboles florecientes. En Inglaterra, el bastón de José de Arimatea era el que florecía en Glastonbury y en otros lugares; cuando el 3 de septiembre se convirtió en 14 de septiembre, en el año 1752, 2000 personas estuvieron observando si el espino Quainton (cratagus præcox) brotaría en la nueva fecha Navideña; y como no lo hizo, se negaron a guardar esta nueva fecha. De esta costumbre de decorar los árboles tomada de las calendas (que fue prohibido por el Arzobispo Martín de Braga, c. 575, P. L., LXXIII -el muérdago fue legado por los Druidas), surgió el del árbol de Navidad, mencionado por primera vez en el año 1605 en Estrasburgo, e introducido en Francia e Inglaterra, recién en el año 1840, por la princesa Helena de Mecklenburg y el príncipe Consorte respectivamente.
El visitante misterioso
Sólo con mucha cautela debemos relacionar al misterioso bienhechor de la noche de Navidad -Knecht Ruprecht, Pelzmärtel en un caballo de madera, San Martín en un caballo de batalla blanco, Martín en un corcel blanco, San Nicolás y su equivalente "reformado", el Padre de la Navidad, quien junto con su esposa Berchta, desciende en las noches entre el 25 de diciembre y el de 6 enero, en un caballo blanco, para bendecir la tierra y los hombres. Las fogatas y las ruedas encendidas iluminaban las colinas, se adornaban las casas, los juicios eran suspendidos y se celebraban fiestas (cf. Bonaccorse, op. cit., pág. 151). Knecht Ruprecht, de todos modos (mencionado por primera vez en un misterio de 1668 y condenado en 1680 como un demonio) era sólo un siervo del Santo Niño.
Celebraciones no-católicas
Sin duda alguna, los nuclei cristianos asumieron costumbres paganas. Pues las momias de las calendas; el extraordinario y obsceno Modranicht; el pastel en honor de la "placenta" de María, condenado por el Concilio de Trullan (692), canon 79; el Tabulæ Fortunæ (comida y bebida ofrecidas para obtener alzas, condenado en el 743), véase Tiele, op. cit., cap. VIII, IX -los datos de Tiele son quizá de mayor valor que sus deducciones- y Ducange (op. cit., s. vv. Cervula y Kalendæ).
En Inglaterra, la Navidad fue prohibida por un Acta del Parlamento en 1644; debía de ser considerado día de ayuno y de mercado; las tiendas fueron obligadas a abrir; los budines de ciruela y los pasteles de carne picada y frutas fueron condenados como paganos. Los conservadores se resistieron; en Canterbury se derramó sangre; pero después de la Restauración, los disidentes continuaron llamándola Yuletide "Fooltide".
Además de los trabajos mencionados en el artículo, véase también, Die Geschichte des deutschen Weihnachts (Leipzig, 1893); MANN-HARDT, Weihnachtsblüthen in Sitte u. Sage (Berlin, 1864); RIETSCHEL, Weihnachten in Kirche, Kunst u. Volksleben (Bielefeld and Leipzig, 1902); SCHMID, Darstellung der Geburt Christin der bildenden Kunst (1890); MÜLLER, Le costumanzi del Natale (Rome, 1880); CORRIERI, Il Natale nelle letterature del Nord in Cosmos Cath. (December, 1900); ERBES, Das Syrische Martyrologium, etc., in Zeitschr. F. Kirchengesch. (1905), IV (1906), I; BARDENHEWER, Mariä Verkündigung (Freiburg, 1905); DE KERSAINT-GILLY, Fêtes de Noël en Provence (Montpellier, 1900); DE COUSSEMAKER, Drames Liturgiques du Moyen Age (Paris, 1861); DOUHET, Dict, des mystères in MIGNE, Nouv, encycl. théol., XLIII; PÉREMÈS, Dict. De Noëls, ibid. LXIII; SMITH AND CHEETHAM, dict. Christ. Antiq., s.v. Christmas.
CYRIL MARTINDALE
Trascrito por Susanti A. Suastika
Traducido por Julián Alejandro Nieva