viernes, 7 de diciembre de 2012

Preparad






Una tierra nueva y un cielo nuevo: Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa, pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción, se revestirá de incorruptibilidad. La caridad y sus obras permanecerán; y todo lo que Dios ha creado para el hombre, se verá libre de la esclavitud del pecado.

    Se nos advierte que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del mundo nuevo...El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección.

(Referencias bíblicas: Is 65,17; Ap 21,1; 1Co 7,31; 2P 3,13; 1Co 2,9; 1Co 15,43.53; 1Co 13,8; Rm 8,21; Lc 9,25; Lc 17,21)

Tomado del texto del Concilio Vaticano II  de la Constitución sobre la Iglesia en el mundo de hoy “Gaudium et Spes”, §39,1-3

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