miércoles, 18 de abril de 2012

sueño de Juana de Arco



Este «sueño de Juana de Arco» es una tarea escolar, probablemente de junio de 1887, siguiendo el borrador detallados de un Tratado de narraciones; cf Récréations, p. 320, donde apareció este texto por primera vez.

Juana de Arco está en Rouen. Está allí, en su prisión, y pide perdón para sus verdugos, para los ingleses que la han condenado tan injustamente.

Pide perdón también para el rey, para aquel rey que, en vez de la gratitud que debe a la generosa heroína, sólo tiene para ella olvido e indiferencia. ¡Cómo debe de sangrar su corazón cuando, sola y abandonada en su prisión, se acuerda de sus victorias y de sus triunfos! Entonces todo el mundo la aclamaba, veía como las multitudes se apretujaban emocionadas a su paso. Pero hoy todos la abandonan, y no ve más que olvido e indiferencia. Sin embargo, Juana no pierde el valor. Su espíritu está sereno, su confianza en Dios no tiene límites, posee la paz del corazón, da muestras de una conciencia pura. Sus enemigos podrán quitarle la vida, pero aunque todos se unan contra ella no lograrán quitarle lo que tiene de más precioso en la tierra. Se duerme con la conciencia tranquila. Es la víspera de su muerte, pero ¿qué le importa a Dios la muerte?, mañana estará con él. En sus sueños, Juana no ve sus victorias, no consigue nuevos triunfos; se ve transportada a los lugares queridos de su juventud, está en Domrémy, y allí vuelve a ver su rebaño ya sus queridas compañeras, vuelve a jugar los juegos de su niñez, pasa momentos felices con sus familiares, saluda el paisaje que tantas veces contemplaron sus ojos: el vallecito, el río plateado, las verdes praderas, la iglesita donde tantas veces escuchó las voces de sus santos preferidos. En el pueblo la reciben entre transportes de alegría; sus ancianos padres yerguen orgullosos sus blancas cabezas. Juana se encuentra en el colmo de la felicidad. Pero de pronto resuenan fuertes pasos bajo las bóvedas sonoras: son los del carcelero que viene a buscar a la prisionera. Juana se levanta valerosa, fortalecida por su sueño bendito, y se va a coronar en los cielos el sueño que había comenzado en la tierra, y que ya no conocerá interrupciones. Su sueño se convertirá en realidad, durante toda la eternidad gozará de la visión de Dios y volverá a encontrar a su padres a los que tanto había amado en la tierra, y ya nunca se separará de ellos.

Autor: Santa Teresa de Lisieux

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