sábado, 14 de abril de 2012

El trato de AMISTAD con Jesús




Te queremos compartir, en este espacio “…amigos fuertes de Dios”, un elemento esencial de nuestro carisma y estilo de vida: la oración.

Todos los cristianos estamos llamados a vivir con intensidad la relación con Dios. Los apóstoles se maravillaron al ver a Jesús en constante oración con el Padre. Jesús es el Maestro por excelencia.

Desde esta experiencia evangélica de nuestro Maestro, el Carmelo ha tenido como principal tarea centrar toda la vida en Dios desde esta vivencia orante y espiritual. Por ello, la oración nos adentra a un camino verdadero donde todos tenemos esta dignidad de comunicarnos con Dios. Esta dignidad la encontró Teresa de Jesús en su camino de búsqueda al descubrir cuánto la amaba Dios desde su experiencia humana de debilidad y fragilidad que no cierra las puertas para que Dios nos ofrezca su amor y misericordia.

Por ello, Dios regala a Teresa de Jesús esta experiencia vital de la oración, donde nosotros, los carmelitas descalzos, queremos también ser hombres orantes. La oración la descubrimos como un camino de búsqueda en querer ser amigos del Amigo verdadero. Teresa de Jesús, desde su experiencia orante nos educa y forma en este trato de relación y amistad con Jesús que nos lleva a conocerle y seguirle. Nuestro modo de seguir a Jesús es en la oración que nos hace entender verdades y amar.

Teresa, en su camino de búsqueda, vivió con intensidad la relación con Jesús y nos dice que la oración es tratar muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama[1].  Desde su experiencia, nos propone el camino de la oración como el espacio vital de encuentro con Jesús donde no consiste en pensar mucho, sino en amar… y centrar nuestra atención en mira que te mira. En la oración, para Teresa de Jesús, es poner toda nuestra atención en el OTRO, en Jesús, y no entretenernos en lo que se dice, como se dice, sino en la consideración (conciencia) de la presencia de Jesús. Esto es la verdadera oración. En la oración nos adentramos al dinamismo de la relación, del trato, características propias de una verdadera amistad.

Para ser orantes, hay que ser humanos. Teresa de Jesús apuesta por esta tesis fundamental en el camino de la contemplación. Por ello, propone tres virtudes grandes: amor de unos con otros, desasimiento de todo lo criado y la humildad que es andar en verdad, para ejercitar nuestro proceso de libertad y de relación con Jesús humano

El trato con Jesús por la oración, nos lanza al mundo de la relación. Nos ejercitamos en la relación, en el trato fraterno en la comunidad donde apostamos a vivir valores teresianos como: la alegría, trasparencia, sinceridad, espontaneidad en el trato, amabilidad y afabilidad, respeto, creando juntos un trato cordial en un ambiente de familia. 

Nuestras Constituciones orientan nuestro compromiso como descalzos al servicio de la iglesia: Estamos llamados a la oración, que, alimentada con la escucha de la palabra de Dios y la liturgia, nos conduce al trato de amistad con Dios, no sólo cuando oramos, sino cuando vivimos. Nos comprometemos en esta vida de oración, que se ha de nutrir de la fe, la esperanza y sobre todo de la caridad divina, a fin de poder, una vez purificados los corazones, profundizar en nuestra vocación cristiana y disponernos a una efusión más copiosa de los dones del Espíritu Santo. Así participamos del carisma teresiano y llevamos adelante la inspiración originaria del Carmelo, envueltos por la presencia y el misterio del Dios vivo.

La experiencia orante, desde nuestro carisma, nos hace vivir con intensidad de entrega y donación en todo lo que realizamos. La oración no se centra sólo en los momentos o espacios dedicados a ella, sino que en el Carmelo, se vive como una ACTIDUD DE VIDA que nos lleva a determinarnos del todo a Dios y, cuando es verdadera oración, nos despierta a amar. La experiencia orante es camino para la contemplación que es regalo de Dios. Lo que está de nuestra parte para recibir este gran regalo de Dios es la disposición y libertad para poder recibir. Dios se da del todo, nosotros tenemos que darnos del todo y aprender y educarnos a reconocer las grandezas de Dios. Él se da del todo.


Fraternalmente 

Fr. Germán Melgarejo Lomelín, OCD 
Promotor vocacional


[1]  V. 8,5

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