domingo, 25 de marzo de 2012

Necesitamos sólo una cosa



Hay quien se ha preocupado por la exhumación. No se hacía a la idea de entrar en la cripta y encontrar una situación diferente de la que había visto durante cuarenta años, y no ver el bloque de granito azul del labrador sobre el cual han apoyado la mano, entre otros, la beata Madre Teresa de Calcuta y el Siervo de Dios Papa Juan Pablo II. Y de nada servía explicar a los “nostálgicos” que es lo que sucede con todos los santos.

Hay quien se ha preocupado de la ostensión. A alguien, con un conocimiento no profundo de la espiritualidad del Padre Pío, le parecía una violación del comportamiento de humildad con el cual el santo Hermano ha vivido toda su existencia. Y no era suficiente explicar que, si es verdad que el Padre Pío nunca quería exhibirse y escondía los dones sobrenaturales recibidos del Señor, no titubeaba cuando confirmaba las propias experiencias místicas e incluso enseñaba sus estigmas, por las cuales sentía “vergüenza”, incluso a las personas a las cuales no tenía confianza, cuando examinando los corazones le indicaban que aquel impacto habría sacudido la conciencia o despertado la fe.

Alguno ha expresado su opinión quedita. Otros han tenido oculta la propia perplejidad bajo la disponibilidad a aceptar, con respetuosa y filial obediencia, lo que había decidido la Iglesia. No ha faltado quien ha preferido manifestar el propio disentimiento delante de faros y telecámaras, para conquistarse un poco de notoriedad o para ajardinar una popularidad un poco oscurecida. Han sido ocho millones y medio de personas que han compartido la decisión de los Frailes, del Arzobispo y de la Santa Sede, aprovechando de estos diecisiete meses de ostensión para vivir la emoción del encuentro sensible con san Pío de Pietrelcina, esperando obtener un beneficio para el propio crecimiento espiritual o simplemente curiosidad, que a veces se vuelve un vehícolo para la acción de la gracia santificante.

También ahora, después del cierre de la urna en un sarcófago y el retiro del cuerpo del Padre Pío a las miradas de los fieles y de los peregrinos, ha habido alguna voz de disentimiento. Ya se había vuelto familiar ese rostro durmiente que reproducía perfectamente las facciones del Santo después de su muerte. Se había vuelto un punto de referencia de tantas oraciones, de tantas lágrimas, de tantas esperanzas el cuerpo mortal de aquel hombre que, en vida, ha evangelizado también a través de su cuerpo, que se ha vuelto imagen especular de la muerte y de la resurrección de Cristo. También la nueva situación, en menos de un año y medio, ha sido capaz de crear familiaridad, nostalgia, y de esta forma una pregunta, siempre la misma, repetida y escuchada miles de veces: ¿Porqué volver a taparlo? Ha pensado nuestro Ministro Provincial a dar la respuesta exactamente en la primera fase de la larga y conmovente ceremonia de clausura.

Finalmente hay quien se está preocupando, con sorprendente tempestividad, del futuro y todavía no anunciado traslado desde la cripta actual a la que está en la iglesia dedicada a san Pío de Pietrelcina, bendecida el veintiuno de junio pasado por el Santo Padre al final de su visita pastoral a San Giovanni Rotondo.

Tanta participación, emotiva y pasional, demuestra que el Padre Pío no viene advertido sólo por los devotos del santo, como un potente intercesor, sino que viene considerado como un amigo, uno de familia. Pero, también en este caso, no hay que pararse sólo en la superficie.

Qué bonito hubiera sido si la atención que se ha concentrado sobre la modalidad de la sepultura del Padre Pío fuese por lo menos igualada, en los medios de información y sobre todo en los corazones, a la atención de la espiritualidad y a las enseñanzas del Santo, quizás recordando lo que Jesús dijo refiriéndose a las hermanas de Lázaro: “Marta, Marta, tú te afliges y te agitas por muchas cosas, pero sólo necesitamos una cosa. María ha elegido la parte mejor, que no le será quitada”.

Autor: Francesco D. Colacelli  extraído de La Voz del Padre Pío (Año XXXVIII - n. 6 - NOVIEMBRE/DICIEMBRE 2009)

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