viernes, 8 de marzo de 2013

Ignorar las Escrituras







Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: Estudiad las Escrituras, y también: Buscad, y encontraréis, para que no tenga que decirme, como a los judíos: Estáis muy equivocados, porque no comprendéis las Escrituras ni el poder de Dios. Pues, si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.

Por esto, quiero imitar al padre de familia que del arca va sacando lo nuevo y lo antiguo, y a la esposa que dice en el Cantar de los cantares: He guardado para ti, mi amado, lo nuevo y lo antiguo; y, así, expondré el libro de Isaías, haciendo ver en él no sólo al profeta, sino también al evangelista y apóstol. Él, en efecto, refiriéndose a sí mismo y a los demás evangelistas, dice: ¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva! Y Dios le habla como a un apóstol, cuando dice: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá a ese pueblo? Y él responde: Aquí estoy, mándame.

Nadie piense que yo quiero resumir en pocas palabras el contenido de este libro, ya que él abarca todos los misterios del Señor: predice, en efecto, al Emmanuel que nacerá de la Virgen, que realizará obras y signos admirables, que morirá, será sepultado y resucitará del país de los muertos, y será el Salvador de todos los hombres.

¿Para qué voy a hablar de física, de ética, de lógica? Este libro es como un compendio de todas las Escrituras y encierra en sí cuanto es capaz de pronunciar la lengua humana y sentir el hombre mortal. El mismo libro contiene unas palabras que atestiguan su carácter misterioso y profundo: Cualquier visión se os volverá –dice– como el texto de un libro sellado: se lo dan a uno que sabe leer, diciéndole: «Por favor, lee esto». Y él responde: «No puedo, porque está sellado». Y se lo dan a uno que no sabe leer, diciéndole: «Por favor, lee esto». Y el responde: «No sé leer».

Y, si a alguno le parece débil esta argumentación, que oiga lo que dice el Apóstol: De los profetas, que prediquen dos o tres, los demás den su opinión. Pero en caso que otro, mientras está sentado, recibiera una revelación, que se calle el de antes. ¿Qué razón tienen los profetas para silenciar su boca, para callar o hablar, si el Espíritu es quien habla por boca de ellos? Por consiguiente, si recibían del Espíritu lo que decían, las cosas que comunicaban estaban llenas de sabiduría y de sentido. Lo que llegaba a oídos de los profetas no era el sonido de una voz material, sino que era Dios quien hablaba en su interior como dice uno de ellos: El ángel que hablaba en mí, y también: Que clama en nuestros corazones: «¡Abbá! (Padre)», y asimismo: Voy a escuchar lo que dice el Señor.

Autor: san Jerónimo sobre el libro del profeta Isaías Nums. 1.2




ORACIÓN
A S. JERÓNIMO

O San Jerónimo que durante tu vida terrenal experimentaste la mirada misericordiosa del Señor y con la ayuda maternal de María Virgen te renovaste en la vida de gracia, derrama sobre nosotros tu protección y obtén del Señor una verdadera conversión al Evangelio de salvación.  Gloria...

O San Jerónimo que fuiste llama del amor divino hacia los huérfanos y necesitados, aliviando la miseria y el dolor, haz que tras tu ejemplo, podamos también nosotros acoger a nuestro prójimo con la misma caridad con que nos amó Cristo el Señor.  Gloria...

 O San Jerónimo, que en tu vida has revelado a los hombres la misericordia y la ternura del Padre celestial, acogiendo a niños y jóvenes y enseñandoles el camino del cielo, acoge, cuida y protege nuestra juventud de todo mal.   Gloria...

 O  San Jerónimo, que en tu vida mortal, como buen Samaritano, muchas veces te has inclinado con amor de padre hacia cada hombre herido en el espíritu y en el cuerpo, ayuda con tu oración y con tu paterna intercesión a nuestros hermanos enfermos; dónales la fuerza y el coraje para hacer frente al momento del sufrimiento viviéndolo con fe; concédeles que puedan supera pronto la enfermedad  y recuperar la serenidad y la salud, para alabarte en tu Iglesia con corazón agradecido.  Gloria...

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