miércoles, 29 de febrero de 2012

SEGUNDO MOMENTO: DURANTE EL DIA




Tres actitudes, al menos, que deben orientar y animar al apóstol de Jesús durante la jornada.
        
     1. Dejarse guiar
        
Supone la actitud de continuar el proceso iniciado por la mañana. La apertura al Espíritu Santo y el gesto de ofrenda me van a colocar en sintonía con Dios que se manifiesta a lo largo de todo mi día. (No es necesario llevar conmigo un itinerario para hacer experiencia de Dios, sino más bien estar atento a las innumerables señales de su presencia.)
        
— Busca estar en constante sintonía con el Espíritu de Dios: presente, actuante, liberador, amoroso. Siéntete en sus manos, guiado por Él. Es el Espíritu que “llega antes que nosotros, que trabaja más y mejor que nosotros, que juega siempre su partida como vencedor”. Es el Espíritu quien camina junto a mí, que anima, envuelve, empuja, desinstala, despierta, sonríe, danza, invade e inspira.
        
Déjate guiar por el Espíritu...

— Y haz, como Abraham, un camino de fe en medio de las incertidumbres e inseguridades del futuro (cf. Gn 12, 1-9).
        
— Es la actitud de Moisés que, a pesar del miedo y las resistencias de su corazón, asume el proyecto liberador de Dios para con su pueblo (cf. Ex 3,1-10).
        
— Es la atención del joven Samuel que busca, en medio de tantas voces, discernir la voz de Dios y colocarse a su disposición (cf. 1 Sam 3,1-21).
        
— Es dejarse llevar, como Elías, a un lugar especial para recibir el soplo de Dios, e iluminar los ruidos, las luchas y tas persecuciones cotidianas, y renovar el celo por las cosas del Señor (1 Re 19, 1-18).

— Es hacer la experiencia de Jesús que se dejó conducir al desierto, para escuchar a Dios hablarle al corazón, superar las contradicciones, vencer el mal, y disponerse para ser presencia viva en medio del pueblo (cf. Mt 4,1-11).
        
— Es colocarse con confianza en las manos de Dios, como Maria, con la intención de percibir y vivir su voluntad a lo largo del camino y colaborar en el proyecto salvífico (cf. Lc 1, 26-38).
        
— En fin, es la actitud de los discípulos de Jesús que, movidos por el Espíritu, recobran el ánimo, el coraje, el vigor y se vuelven valientes en la misión de anunciar las maravillas de Dios como hizo el Maestro (cf. Hch 2, 1-36).
        
Toma uno de estos textos cada día y déjate orientar por las actitudes que allí se vivencian

                        2. Confianza

Una actitud fundamental para ser vivida a lo largo del día es la del profeta Jeremías, que se ve como barro en las manos del alfarero y se deja modelar por sus manos. Vaso frágil, que se puede quebrar, pero que va tomando la forma que el alfarero quiere darle. Es Dios modelando mi historia y la historia del mundo. Ver: Jer 18, 1-6.

            3. Prestar atención
        
Esta es la actitud básica del apóstol de Jesús. Completa así un conjunto de actitudes fundamentales que nos pueden ayudar mucho a hacer experiencia de Dios en la vida. Si Dios se revela, se deja encontrar, se manifiesta en todo y en todos; si el Espíritu Santo llega antes que nosotros y trabaja más y mejor que nosotros, entonces, ¿qué nos queda por hacer? ¿Cuál es nuestra participación?
        
— Es preciso cultivar una mirada nueva y limpia, transparente, capaz de ver las cosas, los acontecimientos y las personas a partir del corazón. Mirar el mundo con los ojos del corazón de Dios. “Ver trazos eternos en paisajes diarios”.

— Es preciso entrenar nuestra atención para percibir la presencia de Dios y sus llamadas. Prestar atención a las señales de su presencia, discernir, escrutar, e intuir obedientemente una respuesta. Solo una mirada limpia y transparente, libre de prejuicios y deseosa de ver, y un corazón atento, son capaces de percibir, de darse cuenta de los pasos de Dios en las experiencias de la vida cotidiana.
        
¿Prestar atención a qué?
        
— A los innumerables y diferentes rostros que encontramos. Mirarlos atentantamente. Observa la fisionomía de cada persona que Dios coloca en tu camino. Haz silencio ante el misterio de cada uno y de cada una.
  
— A los rostros desfigurados. Contempla tantos rostros sufrientes, que son la expresión del abandono, la exclusión, del egoísmo, del hambre, del pecado. ¿A qué te llaman? ¿Cómo los acoges en tu mente y en tu corazón?

— A los niños y jóvenes. Observa cómo ellos transmiten vida y esperanza. Acógelos en tu corazón. Renueva tu esperanza...

— A la naturaleza. Contempla la belleza de la creación, los colores, los movimientos, la vida que late. Observa también las señales de destrucción. Siéntete llamado a cuidarla...
        
— A las obras humanas. Déjate impactar por a capacidad que tiene el ser humano de crear. Contempla las obras de arte sencillas y complejas. Déjate llenar de admiración por la capacidad de creatividad, de construir belleza, de facilitar la vida de las personas. ¿Qué llamadas sientes ante todo esto? ¡Cuantas cosas bonitas es capaz de crear el ser humano!
        
— A las señales de muerte. También allí Dios nos entrega un mensaje. Esas señales están entremezcladas con las señales de vida, por tanto, tienden a aparecer con más claridad. Están en el corazón humano, están también impregnando las estructuras que matan. Siente los llamados de Dios...
        
Déjate iluminar por las palabras de Jesús: Mt 16,1-4.



Autor: Vanderlei Soela, FMS

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