lunes, 9 de enero de 2012

El Ser humano debe resplandecer

El Ser humano debe resplandecer

Escrito por  Mons. Rogelio Cabrera López

Después de oír al rey Herodes, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, vertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino” Mt 2, 10-12

Hemos celebrado la Navidad. Esta fiesta nos remite a un acontecimiento religioso. Precisamente, hemos festejado con fe y esperanza, que nuestra condición humana ha sido asumida por Dios: “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1).

Así, quienes hayamos vivido sinceramente la Navidad, tenemos que regresar a nuestra vida “por otro camino”, como los magos de oriente, quienes no regresando a Herodes, volvieron a su tierra, pero después de contemplar al Niño Jesús, por un camino diverso. Porque quien descubre la verdad de Cristo inaugura nuevos caminos para él y para la sociedad.

La dignidad del ser humano resplandece cuando la persona es consciente de su propia identidad: “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”  (GS 22).

Cuando el ser humano es incapaz de contemplar su situación de vida, cuando se mantiene inerte en el camino de su perdición, cuando excluye la vida trascendental de su condición; corre el terrible riesgo de regresar a Herodes, es decir, a las situaciones que le hacen perder su dignidad, a la esclavitud. La persona  será presa de la corrupción, de ejercer la violencia contra otro ser humano, de tergiversar las leyes con tal de poseer el poder, de reducir su verdadera alegría por el fugaz hedonismo, etc.

El Papa Benedicto XVI, en su Encíclica Caritas in Veritate, nos ayuda a reflexionar sobre esta situación. El reconocimiento de la dignidad humana es obra del amor o la caridad: “Las grandes novedades que presenta hoy el cuadro del desarrollo de los pueblos plantean en muchos casos la exigencia de nuevas soluciones. Éstas han de buscarse, a la vez, en el respeto de las leyes propias de cada cosa y a la luz de una visión integral del hombre que refleje los diversos aspectos de la persona humana, considerada con la mirada purificada por la caridad. Así se descubrirán singulares convergencias y posibilidades concretas de solución, sin renunciar a ningún componente fundamental de la vida humana” (32).

La desigualdad social lo erosiona todo, pone en peligro la democracia, daña la convivencia social  y  trae costos materiales, económicos y humanos. La pobreza extrema lacera todo el sistema social: “La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones económicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las desigualdades  y que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos, o lo mantengan. Pensándolo bien, esto es también una exigencia de la «razón económica». El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil.  La ciencia económica nos dice también que una situación de inseguridad estructural da origen a actitudes anti productivas y al derroche de recursos humanos, en cuanto que el trabajador tiende a adaptarse pasivamente a los mecanismos automáticos, en vez de dar espacio a la creatividad. También sobre este punto hay una convergencia entre ciencia económica y valoración moral. Los costes humanos son siempre también costes económicos y las disfunciones económicas comportan igualmente costes humanos.”  (32)

Por esta razón, es necesario que la dignidad humana resplandezca, para ello debemos poner el acento a sus situaciones de vida integral. Los aspectos políticos y económicos, están al servicio del resplandor del ser humano, no pueden opacarlo. Lo mismo la educación y lo social. Urge encontrar nuevos caminos para el mundo en el orden económico, político y humano.

+ Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Tuxtla
Conferencia del Episcopado Mexicano

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