jueves, 4 de agosto de 2011

La prudencia


Una persona que vive la virtud de la Prudencia

La persona que vive la virtud de la Prudencia se distingue porque en su trabajo
y en sus relaciones con los demás, recoge una información que enjuicia interiormente de acuerdo con los criterios rectos y verdaderos. Luego, analiza las consecuencias buenas o malas para sí misma y para los demás. Por último, antes de tomar una decisión, actúa o deja de actuar, de acuerdo con aquello que haya decidido.
La virtud de la Prudencia nos permite reflexionar adecuadamente antes de tomar cualquier decisión. Para decidir, es necesario reflexionar con calma para ver lo bueno o lo malo de esa decisión. Se trata de analizar las consecuencias. La virtud de la prudencia es la que nos educa para reflexionar bien y así, decidir bien.
Bien dicen que la Prudencia es la "madre de todas las virtudes". Sin una buena reflexión no habrá buenas decisiones. Si se reflexiona con superficialidad o equivocadamente, nada realmente de provecho se logrará en la vida.
Si no se reflexiona bien, el pecado entrará en tu vida, pues decidirás libremente seguirlo ya que no descubres la maldad que hay detrás de él. Quedarás engañado y esclavizado.

La prudencia de los padres.

La vida de los padres no es fácil. Hay muchas preocupaciones, actividades y dificultades que no nos permiten reflexionar con calma ante las decisiones que hemos de tomar respecto a nuestros hijos. Generalmente, vamos decidiendo según sean las circunstancias que nos rodean y muchas veces no tomamos las mejores y oportunas decisiones.
Posiblemente los padres no tomen decisiones muy importantes con sus hijos, pero sí toman pequeñas decisiones continuamente. Desde que los hijos se levantan, deciden "mil y una" cosas pequeñas: qué se han de vestir, qué han de desayunar, cómo arreglarlos, a qué hora salir para la escuela, como corregirlos inmediatamente cuando desobedecen o se portan mal,… Son ocasiones que requieren la intervención de los papás.
Pero, ¿saben los padres realmente qué quieren de sus hijos? ¿Conocen las consecuencias que tendrá tratarlos con dureza o demasiada exigencia? ¿Saben realmente qué es lo mejor para ellos, lo que les ayudará a ser personas maduras?
Cuando un padre desarrolla la virtud de la Prudencia, se informa sobre aquellos detalles que realmente han de ser útiles para la educación de sus hijos.

Distinguir entre qué es lo importante y lo que no.

Por ejemplo, si tu hijo se ha esforzado realmente por hacer sus deberes de la escuela, con tenacidad y dedicación, pero en el exámen se pone nervioso y lo hace mal. ¿Qué es lo más importante? ¿Haber sacado un ocho o haberse esforzado aunque no haya sacado diez? ¿Acaso te preocupas más por las cosas que no son importantes?

Los enemigos de la Prudencia

La precipitación:
Es decir, cuando se decide sin reflexionar, por las prisas o los agobios.
¡Detente en el camino! Observa bien el mapa. Aprende a distinguir por dónde has de avanzar. Si no lo piensas, te precipitarás y tomarás decisiones imprudentes.

La debilidad de voluntad:
Cuando un padre de familia es débil de voluntad y se deja llevar por sus estados de ánimo, enojos e impaciencias, no podrá reflexionar bien antes de tomar las decisiones que se requieran. La falta de dominio personal lleva a tomar decisiones imprudentes.

Las pasiones:
Si por un lado la debilidad de voluntad nos hace ser imprudentes, las pasiones son el otro enemigo que entra en juego. Si no sé cómo dominar esas pasiones, ellas me cegarán al tomar las decisiones. Nunca tomes una decisión cuando estés bajo el dominio de una pasión.

¿Qué se necesita para ser prudente?

Reflexiona: Esfuérzate por pensar bien sobre lo que vas a hacer. Analiza las consecuencias, responsabilízate de ellas, valora diferentes opciones. No decidas lo primero que se te viene a la cabeza.

Posee valores: Para ser verdaderamente prudente, tenemos que tener nuestros valores muy bien establecidos, como vimos en sesiones pasadas. Si para mí no es un valor decir la verdad, ¿cómo seré prudente cuando me vea tentado a mentir?

Conoce criterios rectos y verdaderos: Si soy cristiano, he de conocer los criterios que Jesucristo quiere que yo viva en mi vida, para que las decisiones que tome sean conforme a ellos. Por ejemplo, si no conozco ni aprecio los mandamientos de la Ley de Dios, ¿cómo he de decidir ante las circunstancias de la vida? ¿Cómo sabré si el divorcio, el adulterio o el aborto son buenos o malos, si no conozco lo que Dios piensa de ellos? ¿Cómo podré ser honrado,
honesto, veraz si desconozco los criterios del Señor sobre ellos?

Acrecienta tu fuerza de voluntad: Sucederá que conoces qué valores son los que te acercan a Dios, los criterios que el mismo Dios te da, pero, ¿cómo decidir conforme a ellos si tienes una voluntad débil que se deja vencer por las tentaciones? ¿Cómo vas a decidir luchar en contra del pecado si tu voluntad es de papel? Y cuando las pasiones te ataquen, ¿cómo guardarás la serenidad para reflexionar si tu voluntad es débil?

Capacidades hay que desarrollar en nuestros hijos para que sean prudentes

- Que sepan observar bien: quien se detiene a observar, podrá reconocer lo bueno y lo malo.
- Que sepan distinguir entre lo que sucedió y lo que dice la gente que sucedió.
- Que sepan distinguir entre lo que es importante y lo que no lo es.
- Que sepan buscar bien la información que les permitirá decidir bien.
- Que sepan analizar lo que se les dice. Que no repitan de memoria las cosas, sino que las entiendan.
- Que sepan analizar las consecuencias de algo que van a decidir.
- Que sepan dominar sus enojos para que vean con serenidad la realidad.

Si los padres de familia ayudan a sus hijos a que reflexionen constantemente sobre lo que hacen y las consecuencias que traerán sus decisiones, poco a poco se irán acostumbrando a reflexionar y a ser prudentes.

En la Biblia, en (San Lucas 11, 38-42) verás a Marta y a María, dos amigas de Jesús. Él las visita y María escucha la palabra del Señor. Marta, en cambio, prefiere hacer los quehaceres de la casa. Jesús le dice: "Marta, Marta, tú te inquietas y te preocupas por muchas cosas. En realidad, una sola es necesaria. María escogió la parte mejor, que no le será quitada".
Autor: Francisco Cardona

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