jueves, 28 de junio de 2012

Oraciones de alegría




Oración del Buen Humor.

 Concédeme, Señor, la gracia del buen humor
Los santos fueron santos, pero también fueron alegres.
Santa Teresa de Jesús decía: "Un santo triste es un triste santo".
No me imagino a Jesús serio, ni a María.
Hubo mucha seriedad en mi vida, demasiada formalidad.
Muchas cosas me robaron la alegría,
fueron ladrones de mi buen humor.
El buen humor no es sólo reír ante un chiste,
no es la carcajada fácil, aunque reír ayuda.
El buen humor es una actitud frente a la vida,
es reconocer el lado alegre de los hechos y de las circunstancias.
El buen humor ayuda a aliviar las congojas y las culpas.
El buen humor transforma nuestros melodramas en comedias.
La ironía es la caricatura del buen humor.
La ironía hiere, el buen humor cura.
La ironía ridiculiza, el buen humor crea puentes.
Humor es espíritu, actitud, ingenio, alivio, sonrisa, esperanza.
Tú eres, Señor, la causa de mi alegría.
Si los Apóstoles se sentían tan bien contigo,
no creo que haya sido por tu severidad,
sino por tu buen carácter, por tu buen humor.
Que sepa reírme de mí mismo,
el primer peldaño del buen humor.
Que nunca me ría de los demás,
el primer peldaño de la tristeza.
Ante la seriedad, un poco de soltura.
Ante la rigidez, un poco de flexibilidad interior.
Que sepa tener buen humor hará de mi vejez un camino de luz;
sabré entusiasmar a otros, sabré reírme con otros.
Amén.







Oh Dios de ternura, eres mi alegría

        Oh mi Dios, yo sé que tú me amas y sé que tu
        amor por mí no es un amor que pasa,
        sino un amor eterno.
        Sé que me amas tal cual soy,
        ya sea tonto o inteligente
        ya sea débil o fuerte,
        ya sea equilibrado o disparejo...
        poco importa, yo sé que me amas,
        Es más aún: sé que me amas
        cuando me siento perdido,
        cuando soy pecador , cuando estoy pobre,
        no solo de dinero, sino de virtudes.
        Yo sé que tú me amas y que tu gozo es buscarme
        como el pastor busca a la oveja perdida,
        y sé que te daría un inmenso júbilo
        al dejarme encontrar.
        Yo sé, oh mi Dios, que tu Hijo es la prueba
        viviente de tu amor
        ese amor eterno, que en el tiempo
        viene a nuestro encuentro.
        Bendito seas oh mi Dios,
        Tú quieres guiarme por el mismo camino
        y darme un día de dicha,
        la alegría completa de ser tuyo
        para toda la eternidad.
        Amén.

Autor: Jacques Leclerc

No hay comentarios:

Publicar un comentario