miércoles, 6 de julio de 2011

APOCALIPSIS UNA Y OTRA VEZ: una perspectiva judía


"Que los pulmones de aquel quien se atreva a calcular el final de los tiempos se queden sin aire.” Al pronunciar esta terrible maldición, el sabio del siglo III e.c., Samuel, cargó contra el movimiento apocalíptico. Samuel y otros sabios (50 a.e.c – 600e.c.) tenían buenas razones para su actitud anti-apolíctica. Durante los primeros siglos de nuestra era, estos movimientos habían dejado un reguero de destrucción en el mundo judío, llegando a afectar a grandes maestros. Así pues, ¿qué es este fenómeno de la apocalíptica? y ¿qué fue lo que irritó tanto a Samuel?

La palabra “apocalipsis” (lit. “descubierto”) es de origen griego, pero el concepto es plenamente judío. En su sentido más estricto,se refiere a una revelación divina acerca del futuro de Israel y del mundo. En su sentido más amplio, se trata de la explicación de una visión determinada. El vidente describe con un lenguaje altamente simbólico el milagroso final de los días, la vida del más allá y la lucha entre las fuerzas angélicas y demoníacas. La literatura apocalíptica se inició a medida que iba desapareciendo la institución de la profecía (alrededor del 500 a.e.c). Al final, el judaísmo legó este género literario, con sus símbolos, al gnostocismo, cristianismo e Islam, los cuales, a su vez, desarrollaron sus propias visiones y textos apocalípticos.

La clave para la creciente popularidad de la literatura apocalíptica es su fuerte sentido de inmediatez y urgencia. El vidente, cargando con el peso del mundo que le rodea y consciente de las fuerzas cósmicas que se mueven a su alrededor, sabe que el fin de los días está cerca. Nos puede resultar fácil compartir el sentido de insatisfacción con el presente que tenían los escritores apocalípticos. También podemos sentir una atracción por el sentido absoluto de la historia que encontramos en este tipo de visiones. Todos los motivos mezquinos y todas las barbaridades de nuestro tiempo se reducen a una lucha fundamental de carácter espiritual / moral entre el Bien y el Mal. Más importante, quizás, es que la apocalíptica es una ideología optimista. Nos habla de una reforma última, prometiendo a aquellos que se comprometan con su causa la fe, el rejuvenecimiento y la solución de muchos de los paradójicos problemas de la humanidad.

Por desgracia, en el esfuerzo por “mantenerse fieles” a este tipo de visión radical, aquellos que abrazan la apocalíptica se convierten en radicales. La devoción total al principio impide cualquier compromiso. La pureza de la visión oscurece la auto-crítica. Las opiniones extremas acerca de instituciones humanas como la familia, la economía y la política se convierten en norma. La violencia es vista, con frecuencia, como un arma de redención válida, e incluso valiosa. Históricamente podemos ver que los movimientos apocalípticos nunca han alcanzado el final que imaginaban. Su potencial para construir se ve superado por sus propios impulsos destructivos. Como resultado, la apocalíptica se ha convertido en sinónimo de desastre.

Nadie era más consciente de esto que los sabios, que fueron tanto los primeros herederos como los intérpretes de los escritos apocalípticos judíos. Según el Talmud, durante el periodo del segundo templo aparecieron nada más que setenta mesías. El más famoso de estos pseudo-redentores, Bar Kojba, lideró una rebelión contra Roma que no tuvo éxito y que provocó la despoblación de Israel. Fueron tantas las tragedias asociadas a intentos de “forzar la mano de Dios” que los sabios -Samuel entre ellos- tuvieron que contrarrestar su influencia.

Aunque ninguno haya alcanzado su meta, los movimientos apocalípticos continuaron floreciendo a lo largo de toda la historia judía. Los periodos de grandes agitaciones fueron tiempos particularmente favorables para la aparición de grupos mesiánicos y apocalípticos. En nuestra época hemos tenido dos corrientes apocalípticas judías. La primera de ellas fue la de Rav Yehuda Zvi Kook y sus seguidores, la primera en asentarse en Israel después de la decisiva e inesperada victoria en la guerra del 1967. R. Yehudah transformó las enseñanzas mesiánicas de marcado carácter tolerante de su padre, R. Abraham Isaac Kook, en una fe militante en que el pueblo judío puede iniciar la era mesiánica mediante la reclamación total de la tierra de Israel que está en manos de no-judíos con los medios que sean necesarios. Los devotos del R. Kook, a los que se les suele llamar Gush Emunim (Bloque de creyentes, un sobrenombre muy apropiado), figuran entre los más violentos y comprometidos participantes en “el movimiento
de asentamientos” en los territorios.

La otra ideología judía apocalíptica de nuestro tiempo se centra en América. Ha florecido en el movimiento JaBaD (un acróstico judío para las palabras Sabiduría, Perspicacia y Conocimiento) un grupo
ultra-piadoso del judaísmo. Los jabadniks vieron implicaciones de tipo apocalíptico cuando su séptimo rebbe (un rebbe es un maestro espiritual con carisma), Menajem Mendel Schneerson, empezó a predicar que el Mesías ya estaba entre nosotros y sólo hacía falta que se dieran las condiciones necesarias para que se revelara. Muchos entendieron que R. Schneerson se estaba refiriendo a sí mismo, y el movimiento Jabad empezó una campaña agresiva para hacer posible que esa revelación tuviera lugar. Según el rebbe, la forma más simple para lograr esto era hacer que todos los judíos observaran todas las prácticas del judaísmo ortodoxo. Esta campaña ha tenido consecuencias inicuas, positivas, con jabadnics esparcidos por todo el mundo judío haciendo un esfuerzo misionero para animar a una mayor piedad y devoción hacia Dios y la Torá. Pero las consecuencias menos positivas se han dado con la incursión del movimiento Jabad en la política, donde la polarizada naturaleza de su ideología absolutista ha dividido a los judíos en América y ha exacerbado una cultura de la guerra entre ortodoxos y judíos laicos en Israel

El movimiento Jabad alcanzó su punto álgido en 1993, pero en ese año, el octogenario R. Schneerson sufrió una embolia fatal. Murió unos pocos años después, sin poder hacer nada cuando se desató la
lucha por el poder a su alrededor. Desde ese momento, Jabad ha sobrevivido redefiniendo su fe mesiánica en el último rebbe, pero sin renunciar a ella.

El futuro del movimiento de asentamientos apocalípticos está encima de la mesa. A pesar de la vuelta a la violencia de antaño, la opinión pública israelí está más a favor de una acomodación que de una
confrontación con los palestinos. Ciertamente se pone en duda la viabilidad de los asentamientos aislados del territorio israelí y rodeados por la autoridad palestina. Esta visión apocalíptica también
estará destinada a caer en la maldición de Samuel. Pero mientras, aquellos que religiosamente creen en la necesidad salvífica de un “Gran Israel” continúan siendo una fuerza potente y volátil en la cultura y la
política israelí. El vigor apocalíptico de la visión de Rav Yehuda aún no está agotado. Todo esto sólo sirve para recordar a aquellos de nosotros que tenemos un alma más comprensiva que la capacidad de hacer daño en nombre del Último Bien no va a terminar con el milenio. Estos son los retos para aquellos de nosotros que no sabemos que la Apocalipsis se está desarrollando ahora. Aún así, la historia parece favorecer a aquellos que pueden ver las cosas en perspectiva.
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