jueves, 30 de junio de 2011

Sor Teresita bate el récord: 84 años de clausura


BUENAFUENTE DE SISTAL, miércoles, 29 de junio de 2011.– Sor Teresita es la monja de clausura que más tiempo lleva en un monasterio: 84 años. Un verdadero récord Guinness. En la actualidad tiene 103 años y sigue viviendo en su convento de toda la vida: Buenafuente del Sistal (Guadalajara).

Pertenece a la orden del Císter y ha sido durante más de 20 años superiora de su comunidad religiosa. Española nacida en Foronda (Álava), ha participado con otros nueve monjas de clausura en un libro titulado “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?” (LibrosLibres),para explicar la riqueza interior y la felicidad que supone la vida contemplativa.

“No sabía nada de monjas”

El día que nació Benedicto XVI, sor Teresita ingresaba en el Convento Cisterciense de Buenafuente. “Me dio miedo entrar. Pero el Señor me ayudó. Yo venía 'zote', no sabía nada de monjas, pero Él y santa Teresita me ayudaron y entre ellos se las arreglaron para que no me acobardara”.

Dedica su vida a la oración por los demás y al trabajo en el Convento. Según sus propias palabras, “aunque rezo mucho, tengo mis fugas… Tengo una imaginación muy loca. En cuanto me descuido, ya estoy distraída. Entonces vuelvo a rezar a la Virgen María y ella me trae a la oración o a mi trabajo.

“Siempre he sido un poco 'trasto' y lo seguiré siendo. Por eso le digo a la Virgen tantas veces: Quiero mirar en tus ojos, hablar con tu boca, oír con tus oídos y amar con tu corazón”. Vivo en su corazón, porque sé cómo soy yo...”.

“No puedo vivir aburrida en el Convento”

Sor Teresita es la imagen de la felicidad: “No se puede vivir aburrida en el Convento. Terminas mal. O eres feliz o nada”.


¿Su secreto para la felicidad?: “Cada uno es feliz en su profesión. La felicidad se siente siguiendo cada uno su vocación. Eso sólo lo sabe quién lo vive”.


Sor Teresita (Valeria de nombre de civil), sin embargo tuvo una vocación tardía: “No me gustaban las monjas, ¡con lo bien que se estaba en casa! Éramos labradores. Estábamos en el campo de la mañana a la noche, trabajando, pero lo pasábamos bien. Yo era la mayor de 7 hermanos y con mi hermana me pasaba el día haciendo bromas, éramos felices”.

“Pero mi padre, viendo la vida que llevábamos en el campo, ¡y pensando que las monjas no trabajaban!, nos decía a mi hermana y a mí: ¿y no querríais ser monjas…? Y yo, por contentar a mi padre, le recé a la patrona de Vitoria y le pedí que me diese vocación… ¡Y vaya si me la dio!”.

“Una vez tuve la tentación de imaginar cómo hubiera sido mi vida fuera, porque me pareció que aquí no hacía nada. Es una crisis que pasamos muchas, pensar que aquí no hacemos nada. Pero lo hablé con un sacerdote y me dijo que tenía una vocación muy hermosa. Merece la pena, no tiene ni punto de comparación darle tu vida a Dios con nada más. Yo soy muy feliz y no envidio nada de fuera. Es una gracia de Dios. La vocación y la perseverancia. Son dos gracias que me ha dado Dios”.

Esta experta en tortilla de patatas (las mejores según el resto de las hermanas del Convento), todos los días recibe y lee la prensa y cree que todavía le quedan cosas por hacer: “Si Dios me sigue teniendo aquí, por algo será”. “Sé que muchos no entenderán mi manera de vivir, pero yo no entiendo otra”.

¿El resumen de su vida?: “El don más grande que he recibido en estos más de 100 años ha sido la oración. Sin ella no se puede sostener uno. Cada día es una opción de oración. Yo no dejo de repetir: “Gracias, perdón, Gracias, perdón”.

ZENIT

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