El apóstol es aquel o aquella que se ensucia
los pies de polvo, que se mezcla entre la gente, que se deja impactar por la
realidad del mundo que le rodea.
El día está poblado de ruidos, de movimientos,
de correrías, de luchas por la vida, de conquistas y de pérdidas, de
experiencias de alegría y de tristeza. Muchas veces, con todo, no resulta fácil
estar atento, tener una mirada limpia y transparente y un corazón abierto y sencillo,
para ver el mundo con la mirada misericordiosa de Dios. Son las contradicciones
y las limitaciones propias de nuestra naturaleza humana. Sin embargo, no por
ello Dios habló menos.
Este es el momento de mirar para atrás y percibir
los pasos de Dios en el transcurso del día que viví. Delante de Jesús, hago
como los discípulos que le contaron todo lo que había sucedido (cf. Lc 10,
17-20).
1. Hago un tiempo prolongado de silencio.
Dejo que mi corazón y toda mi capacidad de pensar y reflexionar se aquieten.
Rezo: “Quédate conmigo, Señor, porque es tarde y está anocheciendo” (Lc 24,
29).
2. Invoco la presencia amorosa del Espíritu
Santo de Dios, el mismo Espíritu que caminó conmigo durante la jornada.
3. “¿No ardía nuestro corazón mientras nos
hablaba en el camino?” (Lc 23, 32). ¿Dónde y cuándo sentí mi corazón arder en
el transcurso de este día? Repaso las experiencias vividas: los rostros, los
encuentros, los desencuentros, todos los acontecimientos...
4. Recuerdo, agradecido, las experiencias
vividas. Dejo que mi corazón exprese gratitud, alabanza, acción de gracias.
5. Reconozco mi cerrazón y mi dificultad para
dejarme tocar por todo lo que Dios puso en mi camino. Experimento su
misericordia.
6. ¿Qué llamadas de Dios siento en este
momento? ¿Las experiencias de este día qué me invitan a hacer mañana? Repito el
gesto del inicio del día: me coloco con confianza en las manos de Dios y le
pido que Él haga fructificar las buenas semillas lanzadas en tierra en este
día.
7. Me entrego al sueño en los brazos de
María. Mientras rezo mi rosario me voy quedando dormido, en los brazos amorosos
de mi Madre.
Autor: Vanderlei Soela, FMS
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