En su discurso, Benedicto XVI ofreció unas reflexiones sobre la importancia del sacramento de la Penitencia y la necesidad de que los sacerdotes se preparen para administrarlo con devoción y fidelidad a Dios y para la santificación del pueblo cristiano.
"Todos -aseguró el Santo Padre- tenemos necesidad de beber de la fuente inagotable del amor divino, que se manifiesta totalmente en el misterio de la Cruz, para hallar la auténtica paz con Dios, con nosotros mismos y con el prójimo. Sólo es posible obtener de esta fuente espiritual aquella energía interior indispensable para vencer el mal y el pecado en la lucha sin pausa, que marca nuestro peregrinaje terreno hacia la patria celestial".
El Papa puso de relieve que en el mundo actual "vemos una humanidad que desearía ser autosuficiente, donde muchos consideran casi poder prescindir de Dios para vivir bien; sin embargo, ¡cuántos parecen estar tristemente condenados a afrontar dramáticamente situaciones de vacío existencial, cuánta violencia existe todavía en la tierra, cuánta soledad pesa sobre el ánimo del ser humano de la era de la comunicación! En una palabra, parece que se haya perdido el "sentido del pecado", pero para compensar, han aumentado los "complejos de culpa"".
"Que el sacerdote, ministro del sacramento de la Reconciliación -continuó-, sienta siempre como tarea suya la de transmitir con las palabras y en el modo de acercarse al penitente, el amor misericordioso de Dios. Que como el padre de la parábola del hijo pródigo, acoja al pecador arrepentido, le ayude a liberarse del pecado, le anime a enmendarse sin pactar con el mal, sino retomando siempre el camino hacia la perfección evangélica".
Tras subrayar que el sacerdote debe tender a la santidad, Benedicto XVIafirmó que para llevar a cabo su "importante misión" como confesor, "siempre unido interiormente al Señor, debe mantenerse fiel al Magisterio de la Iglesia en lo que concierne a la doctrina moral, consciente de que la ley del bien y del mal no está determinada por las situaciones, sino por Dios".
El Santo Padre concluyó pidiendo a la Virgen, Madre de Misericordia, que "sostenga el ministerio de los sacerdotes confesores y que ayude a cada comunidad cristiana a comprender cada vez más el valor y la importancia del sacramento de la Penitencia para el crecimiento espiritual de todos los fieles".
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