Nabucodonosor, rey de Babilonia, en
cierta ocasión, mandó erigir una enorme estatua de oro con el objetivo de
instituir una nueva divinidad, como si ya no bastasen las muchas que eran
adoradas en el país. Promulgó en seguida un decreto que obligaba a todos sus
súbditos a postrarse en un acto de adoración, cada vez que las trompetas y
otros instrumentos musicales sonasen. Para los que no obedeciesen, el castigo
era la muerte: serían inmediatamente arrojados a una hoguera ardiente. (cfr.
Dan. 3. 1-7, Biblia Sagrada, 1964, p. 1213).
Babilonia en esa época era también
habitada por judíos cautivos. De estos, un cierto número se negó a obedecer a
tal ley impía; entre esos estaban tres jóvenes: Ananías, Azarías y Misael.
Como eran altos funcionarios del rey,
fueron llamados por el soberano e interrogados por él, confirmaron que, de
hecho, no adorarían y no cumplirían el edicto real, pues eran servidores del
Dios verdadero, único a quien se debe adoración.
Fuera de sí, el rey ordenó que fuesen lanzados inmediatamente al horno que fue, para ese efecto, calentado siete veces más como habitualmente lo era. Fueron amarrados y lanzados al fuego conforme el rey determinara. Dios, sin embargo, intervino y nada malo les sucedió a los tres jóvenes, que tranquilamente paseaban entre las llamas entonando alabanzas a la misericordia divina. [Ver Dan. 3, 57-89]
Fuera de sí, el rey ordenó que fuesen lanzados inmediatamente al horno que fue, para ese efecto, calentado siete veces más como habitualmente lo era. Fueron amarrados y lanzados al fuego conforme el rey determinara. Dios, sin embargo, intervino y nada malo les sucedió a los tres jóvenes, que tranquilamente paseaban entre las llamas entonando alabanzas a la misericordia divina. [Ver Dan. 3, 57-89]
Sabedor del hecho, Nabucodonor, lleno de
admiración, alabó también al Dios de Ananías, Azarías y Misael y ordenándoles
que saliesen de la hoguera, los restableció con honor en los puestos que antes
ocupaban.
El canto de los tres jóvenes es para
nosotros un mensaje lleno de poesía y verdad, pero no es ésta la razón
fundamental de su magnífico valor.
¿Cuál es el principal contenido de ese
mensaje? Él nos muestra, nos revela, que todas las cosas existen para alabar y
glorificar a Dios. Todo fue creado por Él, existe en función de Él, sustentado
por Él, según leyes establecidas por Él para su propia gloria y alabanza. De un
modo o de otro, Él está reflejado en todo lo que creó; en función de eso, el
conjunto de la creación constituye un inmenso libro en el cual el hombre que no
sea un analfabeto espiritual, podrá conocer y amar a Dios Nuestro Señor.
El orden que rige todas las cosas, el
orden del Universo - es verdaderamente la firma de Dios.
Por el Padre Edwaldo Marques, EP.
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