domingo, 4 de marzo de 2012

La pobreza el hombre



«Preocupado con la pobreza el hombre de Dios (Francisco), temía que llegaran a ser un gran número, porque el ser muchos presenta, si no una realidad, sí una apariencia de riqueza. Por eso decía: "Si fuera posible, o, más bien, ¡ojalá pudiera ser que el mundo al ver hermanos menores en rarísimas ocasiones, se admire de que sean tan pocos!"» (2 Cel 70b).


¡Ese día ha llegado! En muchas Provincias se advierte una fuerte disminución del número de vocaciones; en otras se percibe una disminución ligera; en todas las Entidades se observa falta de perseverancia, sobre todo en las nuevas generaciones, durante los primeros años de profesión temporal o solemne. Es un fenómeno que afecta a casi todos los Institutos de vida consagrada, así como a las vocaciones sacerdotales y matrimoniales. Este hecho tiene, sin duda, muchas razones, que, en parte, se relacionan con las nuevas situaciones, mentalidades y comportamientos sociales y religiosos observables en todas las culturas del mundo; el «huracán de la globalización» no perdona a nadie; además, cada cultura tiene que vérselas con sus propios problemas.

Es evidente, sin embargo, que el problema vocacional debe encararse y estudiarse a partir de nuestra propia vida, en el seno de nuestras Casas. Los últimos documentos de la Iglesia y de la Orden invitan a revisar con urgencia la calidad espiritual-carismática de nuestra vida y a reestructurar todo el itinerario formativo, que en algunas Provincias se mantiene inalterado desde hace cincuenta años -salvo algún retoque superficial-.
La «enfermedad del número» y la «angustia por la supervivencia» son fenómenos que afectan a casi todas las Provincias; y esto impide una reconstrucción objetiva y espiritualmente serena de nuestras Familias provinciales y de la Orden entera.

La lógica «de la cantidad» no parece concordar con la creatividad de Dios; más aún, puede obstaculizarla (cf. Jue 7,2). Para Francisco el número puede convertirse en una riqueza que induzca a la autosuficiencia y la vanagloria (cf. Adm 5).

Es imprescindible una buena programación de la pastoral vocacional, pero lo esencial es el testimonio de nuestra vida evangélica configurada por nuestro proyecto de vida, bien definido por la Regla, las Constituciones generales y los otros documentos.

Indudablemente el Señor llama a quien quiere, como quiere y cuando quiere. Pero nosotros, por nuestra parte, tenemos el deber de pedir, de orar, de acoger y de acompañar evangélicamente, con el testimonio de nuestra vida y con la palabra, a aquellos a quienes ha llamado el Señor.

Hemos escrutado bastante el camino recorrido en los últimos años, hemos analizado nuestros errores y fracasos, ¡incluso hemos previsto, con estadísticas, lo que nos espera en el futuro! Quizás haya llegado el momento de empeñarnos en el presente, sin miedos, conscientes de nuestra responsabilidad ante la historia que estamos escribiendo hoy.

Autor:  Giacomo Bini, Ministro General o.f.m.

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