“La Sagrada Familia es icono de la
Iglesia doméstica, llamada a rezar unida. La familia es Iglesia doméstica y
debe ser la primera escuela de oración”, señala Benedicto XVI
La
oración siempre ha sido y será una necesidad del corazón humano. Especialmente en
momentos de particular apuro, todos los hombres, incluso los que están inmersos
en las tinieblas del pecado y apartados de la amistad con Dios, se sienten
empujados a volverse hacia el Creador implorando aquello de lo que carecen y a
esperar confiados la obtención de un bien imposible de conseguir sin un
sobrenatural auxilio.
La
humanidad está atravesando en la actualidad por tormentas y dramas de todo
tipo. La sociedad cristiana -que debería estar ordenada a la manera de una
maravillosa sinfonía de vínculos entre superiores e inferiores, en un clima de
auténtica caridad- se encuentra devastada por el ateísmo, por el pragmatismo y
por una creciente inmoralidad. La familia, lazo fundamental y natural de esa
armonía, lo está sufriendo duramente. ¿En dónde encontraremos un remedio eficaz
para hacer resurgir la santidad en los hogares?
Eso
es precisamente lo que el Papa Benedicto XVI explica en la Audiencia General
del 28 de diciembre pasado. Continuando la catequesis sobre la oración e
invitando a todos los fieles a que hicieran una reflexión sobre la vida de la
Sagrada Familia, incentiva a que cada hogar se transforme en una nueva Casa de
Nazaret, es decir, en una "escuela de oración".
"La
Sagrada Familia es icono de la Iglesia doméstica -acentúa el Pontífice-,
llamada a rezar unida. La familia es Iglesia doméstica y debe ser la primera
escuela de oración. En la familia, los niños, desde la más temprana edad,
pueden aprender a percibir el sentido de Dios, gracias a la enseñanza y el
ejemplo de sus padres: vivir en un clima marcado por la presencia de
Dios".
Reunida
por la noche tras las arduas tareas cotidianas, deseosa de algunos momentos de
intimidad y descanso, la familia no podrá hacer nada mejor que darle a Dios el
lugar que le corresponde, a través de la oración en común, implorando la
protección y la bendición del Señor para los que viven bajo el mismo techo.
Porque es innegable una cosa:
el triste cortejo de las miserias, dificultades, angustias y problemas que
afligen al mundo en la actualidad, recibiría un lenitivo insuperable si reinase
en la familia -la "Iglesia doméstica"- el verdadero espíritu de
oración.
En
vista de esto, así se entiende la insistencia del Papa: "Si no se aprende
a rezar en la familia, luego será difícil colmar ese vacío. Y, por lo tanto,
quiero dirigiros la invitación a redescubrir la belleza de rezar juntos como
familia en la escuela de la Sagrada Familia de Nazaret. Y así llegar a ser
realmente un solo corazón y una sola alma, una verdadera familia".
Poner
en práctica diariamente con fervor y perseverancia este homenaje conjunto a
Dios tan vivamente recomendado por el Santo Padre es un medio excelente de
conferirle vigor y durabilidad a la unión familiar. Y el efectivo cumplimiento
de los pedidos así formulados alimentará la confianza de sus miembros y les
hará indispensable recurrir a la amorosa Providencia Divina, por intercesión de
María Santísima, proclamada Reina de la Familia por el Beato Juan Pablo II.
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