Corresponde a la
fidelidad del hombre cumplir aquello que prometió (SANTO TOMÁS, Suma
Teológica, 2-2, q. 110, a. 3). La experiencia de nuestra debilidad y de
nuestros fallos, la desedificación que puede producir el espectáculo doloroso
de la pequeñez e incluso de la mezquindad de algunos que se llaman cristianos,
el aparente fracaso o la desorientación de algunas empresas apostólicas, todo
eso —el comprobar la realidad del pecado y de las limitaciones humanas— puede
sin embargo constituir una prueba para nuestra fe, y hacer que se insinúen la
tentación y la duda: ¿dónde están la fuerza y el poder de Dios? Es el momento
de reaccionar, de practicar de manera más pura y más recia nuestra esperanza y,
por tanto, de procurar que sea más firme nuestra fidelidad (S. JOSEMARÍA
ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, 128).
Y no os quedéis en el camino, sino pelead como fuertes
hasta morir en la demanda, pues no estáis aquí para otra cosa sino para pelear
(SANTA TERESA, Camino de perfección, 20, 2). Toda fidelidad debe pasar
por la prueba más exigente: la duración [...]. Es fácil ser coherente por un
día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida. ES
fácil ser coherente en la hora de la exaltación, difícil serlo en la hora de la
tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura a lo largo
de toda la vida (JUAN PABLO II, Hom. México, 27-1-79). No deseéis las
persecuciones para probar vuestra fidelidad; vale más esperar las que Dios
permita que desear otras. Vuestra fidelidad tiene mil maneras de manifestarse
en otra forma: en la humildad, en la dulzura, en la caridad (SAN FRANCISCO DE
SALES, Epistolario, fragm. 100, 1. c., p. 734). Que nadie mire hacia
atrás, como la esposa de Lot, máxime cuando el Señor ha dicho: Nadie que
pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios (Lc
9, 62). Mirar hacia atrás no es sino tener pesares y volver a tomarle gusto
a las cosas del mundo (SAN ATANASIO, Vida de San Antonio).
Perseverar, recomenzando muchas veces
Ahora, tornando a los que quieren ir por él (por el
camino de la santidad) y no parar hasta el fin —que es llegar a beber de esta
agua de vida—, cómo han de comenzar digo que importa mucho y el todo una grande
y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que
viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien
murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino, siquiera no
tenga devoción para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo
(SANTA TERESA, Camino de perfección, 21, 2).
Autor: Tomás Trigo, Profesor de Teología Moral, Facultad
de Teología, Universidad de Navarra
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