«La voluntad de Dios
sea siempre el único refugio de la nuestra, y su cumplimiento, nuestro
consuelo».
«Preguntamos muchas veces: ¿cómo os
encontráis?, a pesar de que vemos a los interrogados en muy buena salud.
Permitidme, pues, que sin desconfiar de vuestra virtud y constancia, yo os
pregunte por amor: ¿amáis mucho a Dios, señora? Si lo amáis mucho, pensaréis
mucho en Él, hablaréis mucho con Él y de Él, os uniréis a menudo a Él en el
Santísimo Sacramento. Que sea para siempre Él nuestro propio corazón».
¿No es delicioso este
fragmento de una carta de san Francisco de Sales a la Sra. de Traves? Me
preguntaréis por qué lo traigo a colación. Porque es un modelo acabado de
exquisita sencillez y porque contiene en resumen toda la doctrina del Santo
sobre esta virtud, que debe caracterizar nuestras relaciones con Dios y que él
explicaba así a sus Hijas de la Visitación:
«La sencillez no es
sino un acto de caridad puro y simple, sin otro fin que conseguir el amor de
Dios; y nuestra alma es sencilla cuando no tenemos otra pretensión en todo lo
que hacemos».
Pero San Francisco de
Sales hace notar que «no sabernos lo que es amar a Dios. El amor de Dios no
consiste en grandes gustos o sentimientos, sino en una mayor y más firme
resolución de darle gusto en todo y tratar, lo más que podamos, de no
ofenderle; y en rogar para que aumente la gloria de su Hijo. Estas cosas son
señal de amor».
Respecto a los que
andan buscando «muchos ejercicios y medios para poder amar a Dios», escribe san
Francisco de Sales:
«¡Pobres gentes! Se
atormentan por encontrar el arte de amar a Dios y no saben que el único arte es
amarlo; piensan que se necesita cierta destreza para adquirir este amor y, sin
embargo, sólo se encuentra en la sencillez». Para amar a Dios «no hay más arte
que... ponerse a practicar las cosas que le son agradables, pues es el único
medio de encontrar y conseguir ese amor sagrado, siempre que esta práctica se
lleve a cabo con sencillez, sin turbarse ni inquietarse».
Ahí, precisamente,
está la dificultad. Nuestro amor propio lo complica todo e incesantemente tenemos que superar los obstáculos que
pone en el camino del puro amor: inquietudes de espíritu, consideración de
nuestras miserias, apego excesivo a nuestra voluntad. Todo esto lo supera la
sencillez, que nos sitúa en un profundo espíritu de fe, en la paz y en la santa
indiferencia.
Autor: San Francisco de Sales
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