El Ser humano debe resplandecer
Escrito por Mons. Rogelio Cabrera López
“Después de oír al rey Herodes,
los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían
visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde
estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa
alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y
postrándose, lo adoraron. Después, vertidos durante el sueño de que no
volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino” Mt 2, 10-12
Hemos celebrado la Navidad. Esta fiesta
nos remite a un acontecimiento religioso. Precisamente, hemos festejado
con fe y esperanza, que nuestra condición humana ha sido asumida por
Dios: “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1).
Así, quienes hayamos vivido sinceramente
la Navidad, tenemos que regresar a nuestra vida “por otro camino”, como
los magos de oriente, quienes no regresando a Herodes, volvieron a su
tierra, pero después de contemplar al Niño Jesús, por un camino diverso.
Porque quien descubre la verdad de Cristo inaugura nuevos caminos para
él y para la sociedad.
La dignidad del ser humano resplandece cuando la persona es consciente de su propia identidad: “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (GS 22).
Cuando el ser humano es incapaz de
contemplar su situación de vida, cuando se mantiene inerte en el camino
de su perdición, cuando excluye la vida trascendental de su condición;
corre el terrible riesgo de regresar a Herodes, es decir, a las
situaciones que le hacen perder su dignidad, a la esclavitud. La persona
será presa de la corrupción, de ejercer la violencia contra otro ser
humano, de tergiversar las leyes con tal de poseer el poder, de reducir
su verdadera alegría por el fugaz hedonismo, etc.
El Papa Benedicto XVI, en su Encíclica
Caritas in Veritate, nos ayuda a reflexionar sobre esta situación. El
reconocimiento de la dignidad humana es obra del amor o la caridad: “Las
grandes novedades que presenta hoy el cuadro del desarrollo de los
pueblos plantean en muchos casos la exigencia de nuevas soluciones.
Éstas han de buscarse, a la vez, en el respeto de las leyes propias de
cada cosa y a la luz de una visión integral del hombre que refleje los
diversos aspectos de la persona humana, considerada con la mirada
purificada por la caridad. Así se descubrirán singulares convergencias y
posibilidades concretas de solución, sin renunciar a ningún componente
fundamental de la vida humana” (32).
La desigualdad social lo erosiona todo,
pone en peligro la democracia, daña la convivencia social y trae
costos materiales, económicos y humanos. La pobreza extrema lacera todo
el sistema social: “La dignidad de la persona y las exigencias de
la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones económicas no
hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las
desigualdades y que se siga buscando como prioridad el objetivo del
acceso al trabajo por parte de todos, o lo mantengan. Pensándolo bien,
esto es también una exigencia de la «razón económica». El aumento
sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo
país y entre las poblaciones de los diferentes países, es decir, el
aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la
cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino
que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el
progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de
relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son
indispensables en toda convivencia civil. La ciencia económica nos dice
también que una situación de inseguridad estructural da origen a
actitudes anti productivas y al derroche de recursos humanos, en cuanto
que el trabajador tiende a adaptarse pasivamente a los mecanismos
automáticos, en vez de dar espacio a la creatividad. También sobre este
punto hay una convergencia entre ciencia económica y valoración moral.
Los costes humanos son siempre también costes económicos y las
disfunciones económicas comportan igualmente costes humanos.” (32)
Por esta razón, es necesario que la
dignidad humana resplandezca, para ello debemos poner el acento a sus
situaciones de vida integral. Los aspectos políticos y económicos, están
al servicio del resplandor del ser humano, no pueden opacarlo. Lo mismo
la educación y lo social. Urge encontrar nuevos caminos para el mundo
en el orden económico, político y humano.
+ Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Tuxtla
Arzobispo de Tuxtla
Conferencia del Episcopado Mexicano
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