"El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito
muy fuerte, salió." Es esta la manera de expresar su dolor: retorcerlo. El
demonio, puesto que no había podido alterar el alma del hombre, ejerció su
violencia sobre su cuerpo. Estas manifestaciones físicas eran, por otra parte,
el único medio que tenía para dar a entender que iba a salir de aquel hombre.
Al manifestar su presencia el espíritu puro, el impuro no puede hacer más que
retirarse...
«Todos se
preguntaron estupefactos: '¿Qué es esto?'». Fijémonos en los Hechos de los
Apóstoles y en los signos que dieron los primeros profetas. ¿Qué dicen los
magos del Faraón al ver los prodigios que hacía Moisés? "Es el dedo de
Dios" (Ex 8,15). A pesar de ser Moisés quien los lleva a cabo, reconocen
que hay un poder mayor. Más tarde los apóstoles obraron otros prodigios:
"¡En el nombre de Jesús, levántate y camina!" (Hch 3,6); "Y
Pablo, en el nombre de Jesucristo, ordenó al espíritu salir de aquella
mujer" (Hch 16,18). Siempre se recurre al nombre de Jesús.
Pero aquí ¿qué es lo que él mismo dice? "Sal de él" sin
precisar más. Es en su propio nombre que ordena al espíritu de salir. «Todos
preguntaron estupefactos: '¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo».
La expulsión del demonio no era en sí mismo nada nuevo: los exorcistas de los
hebreos lo hacían corrientemente. Pero ¿qué dice Jesús? ¿Cuál es esta enseñanza
nueva? ¿Dónde está la novedad? La novedad reside en que Jesús manda a los
espíritus impuros con autoridad propia. No cita a nadie: él mismo da la orden;
no habla en nombre de otro sino en nombre de su propia autoridad.
Autor: San
Jerónimo (347-420), presbítero, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia Comentario
al evangelio de Marcos, 2; PLS 2, 125s
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