sábado, 23 de marzo de 2013

Jesucristo se despoja de su condición divina




• Lecturas:
- Profeta Isaías 50, 4-7
- Carta de san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
- Lucas 22, 14 – 23, 56

• Con esta liturgia del Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa, que es la conmemoración de los misterios centrales de nuestra redención: la pasión, muerte y resurrección del Señor. Estos días santos han perdido su sentido en la cultura contemporánea; se ha desdibujado su clima de oración para convertirse en una vacación más.

• Con esta liturgia del Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa, que es la conmemoración de los misterios centrales de nuestra redención: la pasión, muerte y resurrección del Señor. Estos días santos han perdido su sentido en la cultura contemporánea; se ha desdibujado su clima de oración para convertirse en una vacación más.

• En este Domingo de Ramos, los invito a tomar conciencia de los misterios que celebramos. La pasión y muerte del Señor, que es el Hijo eterno de Dios hecho hombre, desbordan nuestra manera de comprender la realidad; por eso la cruz de Cristo, para unos es motivo de escándalo, y para otros es una locura.

• Las dos primeras lecturas que hemos escuchado expresan, de manera impactante, el supremo gesto de amor que llevó a Jesús a la cruz:

- El profeta Isaías describe los sufrimientos del siervo de Yahvé quien, con siglos de anticipación, anunció lo que sería la pasión del Señor: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos”. Esta desgarradora escena del siervo de Yahvé es un anticipo de las atrocidades que sufrirá Cristo.

- En su Carta a los Filipenses, san Pablo explica a la comunidad el significado profundo de los acontecimientos que se desarrollaron en Jerusalén durante los días santos; escribe san Pablo: “Cristo, siendo Dios, no consideró que debería aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”.

• El texto de Isaías y las palabras de san Pablo nos indican que la redención de la humanidad hace saltar en mil pedazos los razonamientos humanos para trasladarnos a unos horizontes insospechados de entrega sin límites. A la luz de la sabiduría humana, la cruz de Cristo es escándalo y locura.

• Los seres humanos buscamos, legítimamente, ser aceptados y reconocidos, tener unos mejores ingresos; estas aspiraciones son justas. Sin embargo, el plan de salvación nos presenta una realidad estremecedora: Cristo, siendo Dios, se despoja de su condición divina, abraza la cruz para que nosotros pudiéramos acceder a la dignidad de hijos de Dios. Este es el misterio de amor y entrega que conmemoramos en estos días santos. Por eso los invito a no tomar a la ligera la Semana Santa; no nos quedemos en una mirada superficial de las ceremonias y procesiones de estos días, que pueden ser más o menos pintorescas. En el silencio de la oración, dejémonos interpelar por el amor de Cristo que, dando su vida, nos permite acceder a una realidad absolutamente nueva.

• La liturgia de este domingo conmemora la entrada del Señor en Jerusalén, donde estaba el Templo, centro de la vida religiosa del pueblo de Israel. Jerusalén es una ciudad única; es reconocida como la ciudad santa de las tres grandes religiones monoteístas: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

• Jesucristo, el Mesías anunciado por los profetas, toma posesión de la capital del rey de David, de una manera insólita; cabalgando en un burro; sin pretensiones; al pasar por sus calles, la gente sencilla reconoce el liderazgo excepcional que irradiaba, mientras que los poderosos lo fulminaban con sus miradas cargadas de odio.

• Para los fieles de la Iglesia Católica, este Domingo de Ramos está acompañado de fuertes emociones; el Papa Francisco asume su servicio como Vicario de Cristo con humildad, despojándose de aquellas formas externas asociadas con el poder y la riqueza. Los ojos del mundo cristiana – no sólo de los católicos - están puestos en el nuevo Papa; los fieles esperan que lidere la renovación de la Iglesia de manera que, a través del testimonio de sus Pastores, se disipen las nubes de sospechas que impiden que los valores del Evangelio transformen la cultura contemporánea, hambrienta de espiritualidad y sentido.

• El Papa Francisco llena de esperanza a la Iglesia; oremos para que tenga la fortaleza para cambiar lo que haya que cambiar.

Autor: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

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