Hay algunos
textos bíblicos que tradicionalmente han servido de apoyo importante para este trabajo
de crecimiento espiritual, que combina mística y ascética:
1 Corintios
9,24-27: *) No saben
que, en las carreras del estadio, todos corren, pero solamente uno consigue el
premio? Corran de tal manera que lo logren. Los atletas se abstienen de todo
con el fin de obtener una corona corruptible, mientras que nosotros aspiramos a
una incorruptible. Yo, pues, corro, pero no sin rumbo; lucho, no como quien da
golpes al aire, sino que disciplino mi cuerpo y lo domino, no sea que, después
de enseñar a los demás, quede yo descalificado.+
2 Timoteo 2,3 : *Soporta los sufrimientos como un buen
soldado de Jesucristo.+
Marcos 8,34 : *Si alguno quiere venir detrás de mí,
que renuncie a sí mismo, que car-gue con su cruz y me siga+. Con el agregado
lucano del cada día (Lucas 9,23).
A estas
referencia se puede agregar la idea del libro de Hechos de los Apóstoles de
que la vida cristiana puede ser llamada *camino+ (cf. Hechos 9,2;
18,25-26; 19,9.23; 22,4; 24,14.22).
Existen muchas sistematizaciones de las posibles etapas de
este camino. Lo importante de todas ellas es una doble insistencia. Por una
parte, que el proceso es siempre lento y complejo. No se trata de cambiar de
vida de un día para otro; de decir que se quiere seguir a Jesús y que quede
todo listo; de abandonar al hombre viejo en un momento y que uno pueda comenzar
de inmediato una vida nueva. El proceso es lento, complejo, difícil, con muchos
altibajos. Y de aquí surge la segunda cuestión importante. Que en este proceso
hay muchos momentos sucesivos, unos de plenitud y de integración, otros de
oscuridad, de complicaciones y de desintegración. Es un proceso que tiene algo
de espiral, de un ir sucesivamente adentrándose en dimensiones más profundas de
la propia vida, integrándose a niveles más hondos. Esto es lo que realmente
importa, no tanto el llegar a sistematizar un único elenco de etapas. Toda
sistematización es puramente in-dicativa, y se da de maneras distintas en cada
persona.
Una actitud básica
Un camino
espiritual es posible desde una actitud básica, fundamental, que está llamada a
presidir y orientar toda nuestra vida. Una mentalidad o primer dato de
conciencia, una actitud interior o disposición estable del espíritu, que
podemos nombrar de diversos modos:
- el
reconocimiento de la primacía de Dios
- el
reconocimiento del amor primero de Dios
- el sentido
de la gracia
- el
reconocimiento de que vivimos en Dios
No es tener una idea o noción racional. Es más bien tener
un cierto sentido, una especie de con naturalidad, disposición habitual que nos
acompaña siempre y que va asociada a una certeza de fe. Es una convicción
profunda y estable, no un conocimiento especulativo, sino una experiencia
vital. Una actitud que descansa en una Presencia: la de Dios en medio de
nuestra vida.
Autor: Congregación de los Sagrados Corazones
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