Herbert von Karajan (Salzburgo, 5 de abril de 1908 - Anif, cerca de
Salzburgo, 16 de julio de 1989), fue uno de los más destacados directores de
orquesta austriacos del periodo de posguerra. Dirigió la Orquesta Filarmónica
de Berlín durante treinta y cinco años. Realizó más de 900 grabaciones y vendió
más de 300 millones de discos en todo el mundo.
Reverenciado y detestado,
siempre polémico, si hay un músico que represente mejor que nadie la dirección
orquestal durante el siglo XX, ese ha sido Karajan. Por un lado su
carisma, su forma apasionada de acercarse a la música, su capacidad única para
arrancar las más brillantes sonoridades a la orquesta (aunque basado en una
realidad, se ha convertido ya en un tópico hablar del «sonido Karajan») y, por
otro, tanto su culto a la técnica y los estudios de grabación como su profundo
conocimiento del mercado discográfico lo convirtieron en la batuta más popular
y aclamada de toda la centuria y también en una de las más vilipendiadas por
quienes le criticaban su afán megalómano, su superficialidad a la hora de
afrontar el repertorio y su conservadurismo estético, cerrado a las nuevas
corrientes musicales de su tiempo. Acusaciones estas que, siendo ciertas en el
fondo, no pueden hacer olvidar su magisterio en la interpretación de las
grandes obras del repertorio sinfónico y operístico romántico, con Beethoven, Chaikovski
y Richard Strauss a la cabeza.
Hay un consenso general sobre el
don de Karajan para extraer una bella sonoridad de una orquesta. Donde la opinión
varía es acerca de los grandes fines estéticos para los que el sonido Karajan
era empleado. El crítico estadounidense Harvey Sachs analizó la postura de
Karajan así:
Vemos que Karajan eligió un sonido para todo propósito, altamente
refinado, enlacado, calculadamente voluptuouso que podría ser aplicado, con las
modificaciones estilísticas que estimaba necesario, a Bach y Puccini, Mozart y
Mahler, Beethoven y Wagner, Schumann y Stravinski... muchas de sus
interpretaciones tienen una cualidad prefabricada que otros como Toscanini, Furtwängler
y otros nunca tuvieron... muchas de las grabaciones de Karajan son
exageradamente pulidas, una suerte de contraparte sonora a las películas y
fotografías de Leni Riefenstahl.
Sin embargo, el crítico y
comentarista Jim Svejda ha dicho que el estilo de Karajan anterior a 1970 no
parece tan calculadamente pulido como su estilo posterior.
Este estilo general impacta a
muchos oyentes en diferentes grados de pareceres sobre el logro final en la
música de diferentes épocas. La información en la Web sugiere que de las
numerosas grabaciones de Karajan, aquéllas del repertorio principal romántico
del siglo XIX a menudo atrae mayor admiración (y muchos comentan que sus
grabaciones de las sinfonías de Beethoven dan la norma para otras versiones de
las mismas), pero hay menos afecto por su obra en la música del clasicismo,
siendo estas y sus incursiones en la música barroca más bien mediocres.
Dos reseñas que podrían
considerarse representativas de la muy leida Guía Penguin de Discos
Compactos pueden servir para ilustrar este tema.
- Respecto de una grabación de Tristán e Isolda de Richard Wagner, una obra romántica muy importante, los autores del Penguin dicen «La de Karajan es una interpretación sensual de la obra maestra de Wagner, cuidadosamente hermosa y con una ejecución bastante refinada de la Filarmónica de Berlín... una excelente primera opción».
- Acerca de la grabación de las sinfonías París de Haydn, los mismos autores dicen, «un Haydn a lo big-band con una venganza... No se puede dejar de pasar que la calidad de la ejecución orquestal es soberbia. Sin embargo, son versiones pesadas, más cercanas al Berlín Imperial que a París... los Minuetos son también muy lentos... Estas interpretaciones son tan carentes de encanto y de gracia para ser recomendadas de corazón».
Con respecto a la música del
siglo XX, Karajan fue criticado por haber dirigido y grabado casi exclusivamente
obras compuestas antes de 1945 (Mahler, Schoenberg, Berg, Webern, Bartók, Sibelius,
Richard Strauss, Puccini, Ildebrando Pizzetti, Arthur Honegger, Prokofiev, Debussy,
Ravel, Paul Hindemith, Carl Nielsen y Stravinski), si bien grabó dos veces la Sinfonía
n.º 10 (1953) de Dmitri Shostakóvich,
y estrenó el Trionfi de Afrodite (Teatro alla Scala, de Milán, 13 de
febrero de 1953) y la De Temporum Fine Comoedia (en el Festival de
Salzburgo el 20 de agosto de 1973), ambas del compositor Carl Orff.
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