Un Camino
Hablamos de “camino”, de algo que se va haciendo poco a
poco, gradualmente, pero que tiene que
ir a alguna parte. Caminar sin dirección no tiene sentido, sino que se camina
hacia una meta, un fin, por una causa. Si no se tiene una meta clara, se puede perder
interés, nos podemos cansar muy pronto. Si caminamos, tenemos que ir a algún lugar.
A veces caminamos harto, con prisas, pero no siempre
sabemos hacia adónde ir. Hemos hablado en la convocatoria de “camino espiritual
de seguimiento de Jesús”.
Hemos ya puesto la finalidad o meta: queremos seguir a
Jesús, abrazar su causa, asumir sus opciones, tener sus sentimientos ante el
Padre y la Humanidad.
Cada uno de nosotros puede formular de muchas maneras la
meta o finalidad de su camino: unirme a Dios, amar con todo el corazón, vivir
en libertad…. Son diversas maneras de expresar el seguimiento de Jesús.
Hablamos de un camino “espiritual”. Queremos vivir la
vida en
el Espíritu Santo y desde el E.S.
Queremos vivir la
vida en Cristo y desde Cristo.
Como bien lo sabemos, no se trata de vivir en el Espíritu
sólo algunas dimensiones de la vida, las religiosas por ejemplo, sino todo lo
que somos y hacemos. Vivir en el Espíritu hasta que el Espíritu sea la ley, la
fuerza, el dinamismo fundamental que nos anima y orienta.
Es un camino espiritual “ss.cc.”, que se apoya en los
rasgos esenciales de nuestro carisma para conformar la vida de seguimiento de
Jesús.
Un camino espiritual tiene siempre dos componentes
esenciales que se ligan mutuamente:
- Ascética o práctica: se trata del conjunto de esfuerzos
mediante los cuales una persona se esfuerza por progresar en su vida moral y
religiosa. Es todo el trabajo por conocerse, asumirse y corregirse.
- mística: se trata del entusiasmo, de la finalidad que le
da sentido a todo el trabajo personal. Es el para qué, el enamoramiento de Dios
que le confiere un sentido transcendente a todo lo que uno hace. Es todo lo que
dice relación con las motivaciones profundas.
El camino espiritual es correcto y sano cuando ambas
dimensiones se dan en una buena y armónica relación. Un puro trabajo personal
sin motivaciones transcendentes se transforma en un asunto egocéntrico, casi
agobiador, que aplasta la vida en vez de animar y estimular. Ideales muy altos
que no van acompañados de un trabajo humilde y sincero de corrección personal
no sirven de nada; son puras ilusiones. Es indispensable conectar las
motivaciones profundas con los hechos puntuales de la vida (con las propias
acciones o con las cosas que nos llegan desde fuera). Hay que cuidarse de
evitar la monotonía de la vida, que hace imposible prestarle una sincera
atención al momento presente. Igualmente hay que estar atento a no caer en una
renuncia práctica a los grandes ideales, aunque se los mantenga en la teoría,
pero sin trabajarlos en concreto. También está el asunto de tener la sabiduría
necesaria para aprender a trabajarse en aquellas dimensiones que son las
adecuadas a los grandes valores que uno busca y a las deficiencias personales
reales. Es decir, cuidarse mucho de un perfeccionismo aplanador, que agobia y
mata la vida y la creatividad; la obra multiforme del Espíritu.
Autor: Congregación de los Sagrados Corazones
No hay comentarios:
Publicar un comentario