Este «sueño de Juana de Arco» es una tarea escolar,
probablemente de junio de 1887, siguiendo el borrador detallados de un Tratado
de narraciones; cf Récréations, p. 320, donde apareció este texto por primera vez.
Juana de Arco está en Rouen. Está allí, en su prisión, y
pide perdón para sus verdugos, para los ingleses que la han condenado tan
injustamente.
Pide perdón también para el rey, para aquel rey que, en
vez de la gratitud que debe a la generosa heroína, sólo tiene para ella olvido
e indiferencia. ¡Cómo debe de sangrar su corazón cuando, sola y abandonada en
su prisión, se acuerda de sus victorias y de sus triunfos! Entonces todo el mundo
la aclamaba, veía como las multitudes se apretujaban emocionadas a su paso.
Pero hoy todos la abandonan, y no ve más que olvido e indiferencia. Sin
embargo, Juana no pierde el valor. Su espíritu está sereno, su confianza en
Dios no tiene límites, posee la paz del corazón, da muestras de una conciencia
pura. Sus enemigos podrán quitarle la vida, pero aunque todos se unan contra
ella no lograrán quitarle lo que tiene de más precioso en la tierra. Se duerme
con la conciencia tranquila. Es la víspera de su muerte, pero ¿qué le importa a
Dios la muerte?, mañana estará con él. En sus sueños, Juana no ve sus
victorias, no consigue nuevos triunfos; se ve transportada a los lugares
queridos de su juventud, está en Domrémy, y allí vuelve a ver su rebaño ya sus
queridas compañeras, vuelve a jugar los juegos de su niñez, pasa momentos
felices con sus familiares, saluda el paisaje que tantas veces contemplaron sus
ojos: el vallecito, el río plateado, las verdes praderas, la iglesita donde tantas
veces escuchó las voces de sus santos preferidos. En el pueblo la reciben entre
transportes de alegría; sus ancianos padres yerguen orgullosos sus blancas
cabezas. Juana se encuentra en el colmo de la felicidad. Pero de pronto
resuenan fuertes pasos bajo las bóvedas sonoras: son los del carcelero que
viene a buscar a la prisionera. Juana se levanta valerosa, fortalecida por su
sueño bendito, y se va a coronar en los cielos el sueño que había comenzado en
la tierra, y que ya no conocerá interrupciones. Su sueño se convertirá en
realidad, durante toda la eternidad gozará de la visión de Dios y volverá a
encontrar a su padres a los que tanto había amado en la tierra, y ya nunca se
separará de ellos.
Autor: Santa Teresa de Lisieux
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