miércoles, 23 de enero de 2013

Pasión por la música




Esta universalidad de la música se acentúa de modo especial hoy gracias a los medios de comunicación electrónicos y digitales. ¡Cuántas personas, en los países más diversos, tienen la posibilidad de participar, desde su casa, en esta ejecución musical o también de revivirla después!

Estoy convencido de que la música —y aquí pienso de modo especial en el gran Mozart y, esta tarde, naturalmente en la maravillosa música de Gabrieli y en el majestuoso "Mundo nuevo" de Dvorák— es realmente el lenguaje universal de la belleza, capaz de unir entre sí a los hombres de buena voluntad en toda la tierra y de hacer que eleven su mirada hacia las alturas y se abran al Bien y a la Belleza absolutos, que tienen su manantial último en Dios mismo.

Al echar una mirada hacia mi vida pasada, doy gracias a Dios porque puso a mi lado la música casi como una compañera de viaje, que siempre me ha dado consuelo y alegría. También doy las gracias a las personas que, desde los primeros años de mi infancia, me acercaron a esta fuente de inspiración y de serenidad.

Doy las gracias a los que unen música y oración en la alabanza armoniosa de Dios y de sus obras: nos ayudan a glorificar al Creador y Redentor del mundo, que es obra maravillosa de sus manos. Y expreso el deseo de que la grandeza y la belleza de la música os den también a vosotros, queridos amigos, nueva y continua inspiración para construir un mundo de amor, de solidaridad y de paz.

Por esto invoco sobre los que nos hallamos reunidos aquí esta tarde en el Vaticano, y sobre todos los que están en conexión con nosotros mediante la radio y la televisión, la protección constante de Dios, del Dios de amor que desea encender continuamente en nuestro corazón la llama del bien y alimentarla con su gracia. Él, el Señor y dador de la vida nueva y definitiva, cuya victoria celebramos con alegría en este tiempo pascual, os bendiga a todos. 

Autor: Benedicto XVI | Fuente: zenit.org 

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