Fuera hace frío, mucho frío; se ve el aliento de las
personas al respirar, mientras caminan envueltos en abrigos y bufandas y las
manos en los bolsillos. Quizá las crestas de los montes estén cubiertas de
nieve o de hielo, pero hay gente que tiene su corazón caliente, y no importa el
frío de las calles; personas que tienen una razón para vivir, gentes felices y
que saben amar, que saben convertir todas las cosas duras de la vida en algo
bueno, algo positivo, tienen esperanza, confían en Dios, aman a su prójimo y se
esfuerzan por mantener un clima de paz y calor en sus hogares, en su trabajo.
Pero, ¡qué duro debe ser que ahí fuera haga frío y que el
corazón esté congelado, hecho hielo, también! Frío por fuera y frío por dentro;
Hielo es la desesperanza, dejarse arrancar día a día los restos de confianza a
los que uno se agarra para seguir viviendo. Hielo es el rencor y el odio que va
pudriendo poco a poco de modo irremediable tantos corazones. ¡Qué hielo tan
duro, es el miedo a la vida, al futuro, a la vejez, a la enfermedad y a la
soledad!
Necesitamos que salga el sol dentro de nosotros mismos, el
sol de la esperanza, del amor, del optimismo, de la paz interior; tenemos que
forzarnos a nosotros mismos y, antes que nada, obligarnos a creer que el sol
puede salir en nuestra vida.
El que desespera de todo, puede tener muchas razones y
excusas, pero también algo de culpa porque penas, sufrimientos, apuros
económicos, contratiempos, están repartidos en la vida de todos, pero ahí está
también la mente, nuestra mente, para buscar soluciones a los problemas, y unos
la usan y otros no.
Ahí están nuestras manos para trabajar, y unos les dan uso y
otros no, ahí está Dios que sí ayuda a los que confían, pero unos le rezan a
ese Dios y otros le dan la espalda; ahí están las oportunidades que ofrece la
vida, pero unos las buscan y otros se excusan diciendo que nada se puede hacer.
El sol de la esperanza puede salir y de hecho sale en la
vida de todos los que se fuerzan a sí mismos a creer en Dios y en sí mismos,
que se fuerzan a esperar lo mejor, a luchar por salir adelante a pesar de todo
Yo no puedo controlar el clima de afuera, pero sí el
interior de mi espíritu. Los problemas lo pueden quebrantar a uno si se deja,
pero pueden fortalecerlo si los enfrenta como retos magníficos.
Autor: Padre Mariano de Blas L.C. Fuente: Libro De paso
por la vida
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