¿Existe el voto católico? La pregunta puede ser respondida
a diversos niveles. Queremos ahora fijarnos en dos.
En el primer nivel, el nivel sociológico, la respuesta es relativamente sencilla: si por “voto católico” se entiende el voto que los católicos ponen en las urnas durante las elecciones, resulta claro que existe el “voto católico”, entendido como el “voto de los católicos”. Porque muchos católicos votan allí donde viven, como votan también muchas personas que pertenecen a otras religiones o creencias.
Pero con esta primera respuesta, quizá se diluye el ser católico como un dato marginal que no tiene especial relevancia a la hora de dar el voto. Porque los votantes, según algunos, participan en las elecciones simplemente como ciudadanos, no como católicos o como musulmanes o como protestantes, aunque sociológicamente podemos decir que han votado católicos, musulmanes y protestantes.
Por eso podemos buscar una segunda respuesta en un nivel más profundo: el “voto católico” consistiría en un modo de valorar y decidir sobre las distintas posibilidades electorales según la visión que nace desde la propia fe católica.
Esta segunda respuesta nos lanza a una nueva pregunta: ¿existe en la religión cristiana, en la Iglesia católica, una doctrina que tenga consecuencias sociales, políticas, electorales?
Si volvemos a la primera respuesta, constataremos con una cierta perplejidad que en el pasado y en el presente los católicos han dado su voto a propuestas políticas muy diferentes entre sí, incluso algunas gravemente inmorales.
Por ejemplo, en Alemania hubo católicos que ofrecieron sus votos a un partido claramente anticatólico, el partido nazi. En otros países ha habido y hay católicos que votan por partidos políticos que promueven el odio de clases (como en el comunismo), o que defienden el aborto, o que están a favor de un capitalismo salvaje que pisotea los derechos de los obreros, o que se caracterizan por una mentalidad belicosa que origina guerras injustas y sumamente dañinas, o que faltan gravemente al respeto que merece la libertad religiosa y de conciencia, o que fomentan la destrucción de la familia.
Ante esta situación, nos damos cuenta de que el voto católico no puede ser visto simplemente en clave sociológica, sino que la identidad propia de la fe cristiana debe hacerse visible y tener consecuencias prácticas en las elecciones políticas.
Un católico que vote realmente como católico, por ejemplo, tiene que dejar de lado a los partidos que defienden el aborto y apoyar a los partidos promotores de los derechos de los hijos antes de nacer. Un católico que vote como católico estará en contra de cualquier partido racista o clasista, y escogerá a los partidos que defienden la igual dignidad de todos los seres humanos. Un católico que vote como católico promoverá las opciones y los candidatos que favorecen la paz nacional e internacional y excluirá de su voto cualquier partido político que promueva guerras y agresiones dentro o fuera de sus fronteras.
Causa un profundo dolor descubrir que muchos católicos no llegan a comprender el nexo que existe entre su fe, con todas las riquezas que contiene, y su modo de participar en la vida política. A veces esto ocurre porque existe muy poca formación y el bautizado se deja llevar por la propaganda o las ideas dominantes. Otras veces se da una auténtica prostitución de la conciencia por la que se llega a ver como bueno algo intrínsecamente malo e injusto. Otras veces existe una actitud cobarde cuando uno está llamado a defender las propias convicciones y prefiere optar por lo que parece conveniente, sin fijarse en los principios básicos que todo católico debería defender en la vida social.
Frente a esta situación, es urgente una esmerada preparación de los católicos que les permita participar en la vida política con ideas claras y con convicciones fuertes. No podemos ver con indiferencia cómo existen países donde la mayoría de la población es católica y, al mismo tiempo, gobiernan partidos políticos que promueven el aborto, que atacan a la familia, que no garantizan los derechos laborales, que aprueban leyes que fomentan la inmoralidad pública.
Existen para los católicos una serie de principios irrenunciables desde los cuales pueden juzgar a los partidos políticos. Aquellos partidos que no respeten ni defiendan esos principios no pueden ser votados por los católicos. Aquellos partidos que sí los promueven y garanticen, pueden ser elegidos por los católicos.
¿Cuáles son esos principios? Podemos resumirlos, desde un importante documento en la Iglesia (Congregación para la Doctrina de la Fe, “Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política”, 24 de noviembre de 2002, n. 4), en los siguientes puntos, algunos de los cuales vamos a copiar literalmente:
1. El respeto a la vida, también de los embriones humanos, y la clara oposición al aborto y a la eutanasia.
2. “La tutela y la promoción de la familia, fundada en el matrimonio monógamo entre personas de sexo opuesto y protegida en su unidad y estabilidad, frente a las leyes modernas sobre el divorcio”.
3. “La libertad de los padres en la educación de sus hijos es un derecho inalienable, reconocido además en las Declaraciones internacionales de los derechos humanos”.
4. “La tutela social de los menores” y la “liberación de las víctimas de las modernas formas de esclavitud (piénsese, por ejemplo, en la droga y la explotación de la prostitución)”.
5. “El derecho a la libertad religiosa”.
6. “El desarrollo de una economía que esté al servicio de la persona y del bien común, respetando la justicia social, el principio de solidaridad humana y el de subsidiariedad, según el cual deben ser reconocidos, respetados y promovidos los derechos de las personas, de las familias y de las asociaciones, así como su ejercicio”.
7. El tema de la paz, que es obra de la justicia y de la caridad, y que “exige el rechazo radical y absoluto de la violencia y el terrorismo, y requiere un compromiso constante y vigilante por parte de los que tienen la responsabilidad política”.
El “voto católico” será, por lo tanto, verdaderamente católico si sabe respetar estos siete puntos básicos para la vida social, que valen no sólo para los católicos, sino para todos los hombres y mujeres que forman parte de un estado. Son puntos, según dice la Nota doctrinal antes citada (n. 4), que “no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno”. Es decir, son puntos no negociables, sobre los que un verdadero católico no puede ceder a la hora de poner su voto en una urna.
La fe, hemos de tenerlo presente, ilumina y permite vivir más a fondo la justicia. Un católico, en ese sentido, se siente llamado a construir un mundo que esté de acuerdo con la verdad sobre el hombre y sobre la sociedad, que respete en serio los derechos humanos. Por eso su voto será responsable: excluirá cualquier opción y partido que vaya contra los principios que acabamos de recordar, y escogerá y promoverá aquellas opciones y partidos que defiendan programas en los que sean respetados los puntos no negociables y ofrezcan garantías administrativas, legales y jurídicas para la tutela de los mismos.
En el primer nivel, el nivel sociológico, la respuesta es relativamente sencilla: si por “voto católico” se entiende el voto que los católicos ponen en las urnas durante las elecciones, resulta claro que existe el “voto católico”, entendido como el “voto de los católicos”. Porque muchos católicos votan allí donde viven, como votan también muchas personas que pertenecen a otras religiones o creencias.
Pero con esta primera respuesta, quizá se diluye el ser católico como un dato marginal que no tiene especial relevancia a la hora de dar el voto. Porque los votantes, según algunos, participan en las elecciones simplemente como ciudadanos, no como católicos o como musulmanes o como protestantes, aunque sociológicamente podemos decir que han votado católicos, musulmanes y protestantes.
Por eso podemos buscar una segunda respuesta en un nivel más profundo: el “voto católico” consistiría en un modo de valorar y decidir sobre las distintas posibilidades electorales según la visión que nace desde la propia fe católica.
Esta segunda respuesta nos lanza a una nueva pregunta: ¿existe en la religión cristiana, en la Iglesia católica, una doctrina que tenga consecuencias sociales, políticas, electorales?
Si volvemos a la primera respuesta, constataremos con una cierta perplejidad que en el pasado y en el presente los católicos han dado su voto a propuestas políticas muy diferentes entre sí, incluso algunas gravemente inmorales.
Por ejemplo, en Alemania hubo católicos que ofrecieron sus votos a un partido claramente anticatólico, el partido nazi. En otros países ha habido y hay católicos que votan por partidos políticos que promueven el odio de clases (como en el comunismo), o que defienden el aborto, o que están a favor de un capitalismo salvaje que pisotea los derechos de los obreros, o que se caracterizan por una mentalidad belicosa que origina guerras injustas y sumamente dañinas, o que faltan gravemente al respeto que merece la libertad religiosa y de conciencia, o que fomentan la destrucción de la familia.
Ante esta situación, nos damos cuenta de que el voto católico no puede ser visto simplemente en clave sociológica, sino que la identidad propia de la fe cristiana debe hacerse visible y tener consecuencias prácticas en las elecciones políticas.
Un católico que vote realmente como católico, por ejemplo, tiene que dejar de lado a los partidos que defienden el aborto y apoyar a los partidos promotores de los derechos de los hijos antes de nacer. Un católico que vote como católico estará en contra de cualquier partido racista o clasista, y escogerá a los partidos que defienden la igual dignidad de todos los seres humanos. Un católico que vote como católico promoverá las opciones y los candidatos que favorecen la paz nacional e internacional y excluirá de su voto cualquier partido político que promueva guerras y agresiones dentro o fuera de sus fronteras.
Causa un profundo dolor descubrir que muchos católicos no llegan a comprender el nexo que existe entre su fe, con todas las riquezas que contiene, y su modo de participar en la vida política. A veces esto ocurre porque existe muy poca formación y el bautizado se deja llevar por la propaganda o las ideas dominantes. Otras veces se da una auténtica prostitución de la conciencia por la que se llega a ver como bueno algo intrínsecamente malo e injusto. Otras veces existe una actitud cobarde cuando uno está llamado a defender las propias convicciones y prefiere optar por lo que parece conveniente, sin fijarse en los principios básicos que todo católico debería defender en la vida social.
Frente a esta situación, es urgente una esmerada preparación de los católicos que les permita participar en la vida política con ideas claras y con convicciones fuertes. No podemos ver con indiferencia cómo existen países donde la mayoría de la población es católica y, al mismo tiempo, gobiernan partidos políticos que promueven el aborto, que atacan a la familia, que no garantizan los derechos laborales, que aprueban leyes que fomentan la inmoralidad pública.
Existen para los católicos una serie de principios irrenunciables desde los cuales pueden juzgar a los partidos políticos. Aquellos partidos que no respeten ni defiendan esos principios no pueden ser votados por los católicos. Aquellos partidos que sí los promueven y garanticen, pueden ser elegidos por los católicos.
¿Cuáles son esos principios? Podemos resumirlos, desde un importante documento en la Iglesia (Congregación para la Doctrina de la Fe, “Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política”, 24 de noviembre de 2002, n. 4), en los siguientes puntos, algunos de los cuales vamos a copiar literalmente:
1. El respeto a la vida, también de los embriones humanos, y la clara oposición al aborto y a la eutanasia.
2. “La tutela y la promoción de la familia, fundada en el matrimonio monógamo entre personas de sexo opuesto y protegida en su unidad y estabilidad, frente a las leyes modernas sobre el divorcio”.
3. “La libertad de los padres en la educación de sus hijos es un derecho inalienable, reconocido además en las Declaraciones internacionales de los derechos humanos”.
4. “La tutela social de los menores” y la “liberación de las víctimas de las modernas formas de esclavitud (piénsese, por ejemplo, en la droga y la explotación de la prostitución)”.
5. “El derecho a la libertad religiosa”.
6. “El desarrollo de una economía que esté al servicio de la persona y del bien común, respetando la justicia social, el principio de solidaridad humana y el de subsidiariedad, según el cual deben ser reconocidos, respetados y promovidos los derechos de las personas, de las familias y de las asociaciones, así como su ejercicio”.
7. El tema de la paz, que es obra de la justicia y de la caridad, y que “exige el rechazo radical y absoluto de la violencia y el terrorismo, y requiere un compromiso constante y vigilante por parte de los que tienen la responsabilidad política”.
El “voto católico” será, por lo tanto, verdaderamente católico si sabe respetar estos siete puntos básicos para la vida social, que valen no sólo para los católicos, sino para todos los hombres y mujeres que forman parte de un estado. Son puntos, según dice la Nota doctrinal antes citada (n. 4), que “no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno”. Es decir, son puntos no negociables, sobre los que un verdadero católico no puede ceder a la hora de poner su voto en una urna.
La fe, hemos de tenerlo presente, ilumina y permite vivir más a fondo la justicia. Un católico, en ese sentido, se siente llamado a construir un mundo que esté de acuerdo con la verdad sobre el hombre y sobre la sociedad, que respete en serio los derechos humanos. Por eso su voto será responsable: excluirá cualquier opción y partido que vaya contra los principios que acabamos de recordar, y escogerá y promoverá aquellas opciones y partidos que defiendan programas en los que sean respetados los puntos no negociables y ofrezcan garantías administrativas, legales y jurídicas para la tutela de los mismos.
Autor: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic net
No hay comentarios:
Publicar un comentario