Lo que veis en el altar de Dios..., es el pan y el cáliz: esto es lo que vuestros ojos os indican. Pero es vuestra fe quien quiere ser instruida, que ese pan es el cuerpo de Cristo, que ese cáliz es su sangre. Esto supone una breve fórmula, que puede bastar a la fe. Pero la fe busca instruirse... ¿Cómo este pan es su cuerpo, y este cáliz, o más bien su contenido, puede ser su sangre?
Hermanos míos esto
es lo que se llaman sacramentos: muestran una realidad y de ellos se deduce
otra. Lo que vemos es una apariencia corporal en tanto que lo que comprendemos
es un fruto espiritual. Si queréis
comprender lo que es el cuerpo de Cristo, escuchad al Apóstol, que dice a los
fieles: “sois el cuerpo de Cristo, y cada uno de vosotros, sois los miembros de
ese cuerpo” (1 Co 12,17). Así pues si sois vosotros el cuerpo de Cristo y sus
miembros, es vuestro misterio quien se encuentra en la mesa del Señor, es
vuestro misterio lo que recibís. A esto, lo que sois, responded: “Amén” y con
esta respuesta, lo suscribiréis. Se os dice: «el cuerpo de Cristo» y respondéis
“Amén”. Sed pues miembros del cuerpo de Cristo para que este Amén sea
verdadero.
¿Por qué pues el
cuerpo está en el pan? Aquí aun, no decimos nada de nosotros mismos, escuchemos
una vez más al Apóstol, quien, hablando de este sacramento nos dice: “porque el
pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo” (1 Co 10,17) ¡Comprended
esto y permaneced en la alegría: unidad, verdad, piedad, caridad! “Un solo
pan”; ¿quién es este pan único? “un solo cuerpo, nosotros que somos muchos”.
Recordad que no se hace pan con un solo grano, sino con muchos. Sed lo que
veis, y recibid lo que sois.
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte),
doctor de la Iglesia. Sermón 272, A los nuevos bautizados, sobre el sacramento
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