“Sin
ilusiones la humanidad moriría de desesperación o de aburrimiento”, dijo
Anatole France.
Todas las
aventuras, los inventos, los hallazgos arqueológicos...se han llevado a cabo
gracias a personas ilusionadas en la vida.
Acuérdense
del alpinista Edmund Hillary, el neozelandés que escaló por vez primera la cima
del Himalaya, clavando lleno de ilusión y sano orgullo su bandera nacional. La
ilusión de los conquistadores españoles que se echaron a la suerte y se
lanzaron a alta mar, conquistando México, Perú y las Américas, y llevando la fe
cristiana, aunque a muchos les costó la vida. El bacilo de Koch, la penicilina
de Fleming, la máquina a vapor de James Watt y Stephenson, el cine de los
hermanos Lumiére, el submarino de Monturiol e Isaac Peral, el avión de los
hermanos Whright...todos estos inventos se llevaron a cabo gracias a la ilusión
de estos hombres. Sin ilusión no hay avances, ni progreso, ni heroísmo. Sin
ilusión la humanidad muere de desesperación o de aburrimiento. La ilusión da
ganas de vivir y nos hace crecer las alas de nuestra alma.
La ilusión
empuja, arrastra, tira, fascina por su contenido y pone en marcha la
motivación. Es como sentirse hipnotizado ante aquello que queremos conseguir.
¡Cuántas
veces hemos oído de algún amigo que, con el rostro radiante, nos dice con
palabras rotundas: “Estoy muy ilusionado”!
¿Qué podemos
decir de la ilusión positiva, la que no deforma la realidad, como veremos
después, sino que es el soporte de la acción, la energía emocional que nos
mueve en pro de la consecución de nuestro proyecto?
No pocas
veces la realidad cotidiana se nos presenta “gris”, enormemente rutinaria, por
seguir una pauta marcada y, por tanto, desprovista de incentivos. Es verdad que
cada día nos vemos obligados a realizar una serie de tareas que son más o menos
iguales; pero detengámonos y pensemos:
1) ¿Por qué, en vez de mantener fija
nuestra vista en el componente negro del gris, no impregnamos mucho más nuestra
mirada del componente blanco?
2) Aunque desempeñemos todos los días
las mismas tareas, no quiere decir que tengamos que realizarlas de la misma manera.
Podemos hacer intervenir a nuestra fantasía, de manera que demos calor y
alegría a lo que es rutinario y repetitivo.
3) Por otra parte, siendo el hombre ser
inacabado y continuo proyecto, siempre es posible diseñar proyectos que se
salgan de lo cotidiano, que sean asequibles y nos motiven.
Tanto si nos
ocupamos en las tareas necesarias del cotidiano vivir, como si proyectamos
cosas nuevas, debemos vivir con ilusión y realizando un constante ejercicio de
esperanza. Un buen resultado se obtiene haciendo bien lo que debemos hacer, con
ilusión positiva, fundada en la percepción real de las cosas.
Autor:
Antonio Rivero, LC | Fuente: GAMA-virtudes y valores
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