“Todo lo que
pertenece a mi Padre es mío”
Tú
brillaste, te manifestaste como una luz de gloria
la luz
inalcanzable de tu esencia, Salvador,
y tú
iluminaste un alma hundida en las tinieblas...
Iluminados
por la luz del Espíritu,
los hombres
miran al Hijo, ven al Padre
y adoran a
la Trinidad de Personas, al Dios único...
Porque el
Señor (Cristo) y el Espíritu (2Corintios 3,17),
el Espíritu
también es Dios, el Padre del Señor,
seguro que
es un solo Espíritu, porque no está dividido.
Aquel que lo
posee, posee realmente los tres
pero sin
duda...
Porque el
Padre existe ¿y cómo será el hijo?
Ya que él
fue unigénito por esencia.
Ahí está el
hijo ¿y cómo se volverá Espíritu?
El Espíritu
es Espíritu - ¿y cómo aparecerá el Padre?
El Padre es
Padre, porque produce constantemente...
El Hijo es
Hijo porque constantemente es engendrado
y fue
engendrado antes de todos los tiempos.
Él surge sin
ser cortado de raíz.
Pero a la
vez es una parte sin ser separado
y se hace
uno con el Padre que está Vivo,
y él mismo
es Vida y da la vida a todos (Juan 14,6:10,28).
Todo lo que
tiene el Padre, el Hijo también lo tiene.
Todo lo que
tiene el Hijo, el Padre también lo tiene.
Vemos que el
Padre en todo se parece al Hijo,
solo que uno
engendra y el otro es engendrado constantemente...
¿Cómo surge
el hijo del Padre? Como la palabra sale del espíritu.
¿Cómo fue
separado? Como la voz lo es de la palabra.
¿Cómo tomó
un cuerpo? Como la palabra que escribimos...
¿Cómo darle
un nombre al Creador de todo?
Nombres,
acciones, expresiones,
todo vino al
mundo bajo la orden de Dios
porque él le
dio nombre a sus obras
y a cada
realidad su apelación propia...
Pero su
nombre nunca lo hemos conocido
si no que es
“Dios inexplicable” como dice la Escritura (Génesis 32,30).
Entonces, si
Él es inexplicable, si no tiene nombre,
si es
invisible, si es misterioso,
si es
inaccesible, solo más allá de toda palabra,
más allá del
pensamiento no solamente humano
sino también
aquel de los ángeles,
“Envuelto en
un manto de oscuridad” (Salmos 17,12).
Todo el
resto, aquí abajo pertenece a las tinieblas
pero él
mismo, como la luz, está más allá de las tinieblas.
Autor: Simeón
el Nuevo Teólogo (c 949-1022), monje griego. Himno 21; SC 174
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