Cuando
estamos inmersos en un problema y pensamos que no podremos salir, cuánto
deseamos la mano de un amigo fiel y verdadero que nos brinde su consuelo y su
aliento. Su consejo nos da ánimo, su compañía paz, y hasta su simple presencia
nos obliga a mantenernos en pie, firmes como los árboles.
Hay quienes
“desean” tener muchos amigos para “sentirse populares”, presumen de amigueros.
Viven para su buena fama y desprecian a los que no pertenecen a su
“bolita”.¡Pobres insensatos! Ignoran que no tienen ningún amigo y que ellos, de
amigos, no tienen nada.
Un verdadero
amigo no busca “tener amigos”, sino “ser amigo”. Con todo lo que esto implica.
No le importa ni la fama, ni el dinero, ni el coche del otro. Le interesa el
bienestar y la vida de su amigo.
No se puede
llamar amigo a cualquiera. Los amigos no son la “bolita” de personas con las
que me junto para ir a la plaza, a la disco, al bar, al café o a las fiestas.
Con los que me la paso más o menos bien y dizque me divierto, pero cuando me
despido de ellos con sonrisa de azafata, no dejan de ser más que unos
desconocidos; unos “amiguetes” con los que anduve vagando y en los que busqué
mis intereses.
El amigo,
dicho con todas las de la ley, busca sólo el bien de su amigo aunque le cueste.
Está en las buenas y en las malas, siempre cerca. Perdona y excusa las ofensas
y los errores con paciencia. Y si le compete lo corrige y lo ayuda con
sinceridad. Si el amigo cae, lo levanta. Si está herido lo cura y lo lleva en
brazos. Luchan juntos en la vida y se impulsan en los ideales. Se alegra cuando
el amigo se alegra y sufre con el amigo que sufre. Los dos son “un solo corazón
y una sola alma”.
El amigo
tiene el corazón puesto en el amigo y le procura el mayor bien: llevarlo al
Cielo. No busca acumularlo aquí en la tierra, sino que su amistad esté
arraigada en Cristo.
Un amigo es
también un hermano. El hermano es, de hecho, el amigo que la naturaleza nos da
y nos unen vínculos de sangre.
El amigo, no
será sangre de su sangre, pero es alma de su alma, y los une un vínculo
irrompible.
No se nace
con la amistad, pero sin ella es imposible crecer. Para el niño, el amigo
significa mucho y crece con sus amigos. Es mejor descubrir la vida en aventuras
junto a un amigo, que solo. “El hierro con el hierro se aguza y el hombre con
su prójimo se afina” (Proverbios. 27, 17)
No cabe
duda, el amigo es uno de los mayores tesoros que Dios nos ha dado, un impulso
para llegar al Cielo.
Cristo, el
mejor Amigo, nos sublima esta virtud, y nos lo confirma en el Evangelio:
“Nadie tiene
mayor amor que el que da la vida por sus amigos”.
Autor:
Ricardo Laredo Delgado, L.C. | Fuente: Gama - Virtudes y Valores
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