Es cosa muy útil investigar la antigua tradición, la
doctrina y la fe de la Iglesia Católica, aquella que el Señor nos ha enseñado,
la que los Apóstoles han predicado y los Padres han conservado. En ella, en
efecto, tiene su fundamento la Iglesia; y si alguno se aleja de esa doctrina,
de ninguna manera podrá ser ni llamarse cristiano.
Nuestra fe es ésta: la Trinidad santa y perfecta, que se
distingue en el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Santo, no tiene nada
extraño a sí misma ni añadido de fuera, ni está constituida por el Creador y
las criaturas, sino que es toda Ella potencia creadora y fuerza operativa. Una
sola es su naturaleza, idéntica a sí misma; uno solo el principio activo, una
sola la operación. En efecto, el Padre realiza todas las cosas por el Verbo en
el Espíritu Santo; de este modo se conserva intacta la unidad de la santa
Trinidad. Por eso en la Iglesia se predica un solo Dios que está por encima de
todas las cosas, que actúa por medio de todo y está en todas las cosas (cfr. Ef
4,6). Está por encima de todas las cosas ciertamente como Padre, principio
y origen. Actúa a través de todo, sin duda por medio del Verbo. Obra, en fin,
en todas las cosas en el Espíritu Santo. El Apóstol Pablo, cuando escribe a los
corintios sobre las realidades espirituales, reconduce todas las cosas a un
solo Dios Padre como al Principio, diciendo: hay diversidad de
carismas, pero un solo Espíritu; hay diversidad de ministerios; pero un solo
Señor; hay diversidad de operaciones, pero uno solo es Dios que obra en todos (1
Cor 12,4-6). En efecto, aquellas cosas que el Espíritu distribuye a cada uno
proviene del Padre por medio del Verbo, pues verdaderamente todo lo que es del
Padre es también del Hijo. De ahí que todas las cosas que el Hijo concede en el
Espíritu son verdaderos dones del Padre. Igualmente, cuando el Espíritu está en
nosotros, también en nosotros está el Verbo de quien lo recibimos, y en el
Verbo está también el Padre; de este modo se realiza lo que está dicho: vendremos (Yo
y el Padre) y pondremos en él nuestra morada (Jn 14,23). Porque
donde está la luz, allí se encuentra el esplendor; y donde está el esplendor,
allí está también su eficacia y su espléndida gracia.
Lo mismo enseña San Pablo en la segunda epístola a los
Corintios, con estas palabras: la gracia del Señor Jesucristo, el amor
de Dios y la comunicación del Espíritu Santo estén con todos vosotros (2 Cor
13,13). La gracia, en efecto, que es don de la Trinidad, es concedida por
el Padre, por medio del Hijo, así no podemos participar nosotros del don sino
en el Espíritu Santo. Y entonces, hechos partícipes de Él, tenemos en nosotros
el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del mismo Espíritu.
Autor: San Atanasio
Oración: de San Atanasio
Acoged, oh Virgen
Santísima, nuestras súplicas, y acordaos de nosotros.
Dispensadnos los dones de vuestras riquezas y de la abundancia de las gracias de que estáis llena.
El Arcángel os saluda y os llama llena de gracia.
Todas las naciones os llaman bienaventurada, todas las jerarquías del Cielo os bendicen, y nosotros, que pertenecemos a la jerarquía terrestre, os decimos también Dios te salve, oh llena de gracia, el Señor es contigo; ruega por nosotros, oh Madre de Dios, Nuestra Señora y nuestra Reina.
Dispensadnos los dones de vuestras riquezas y de la abundancia de las gracias de que estáis llena.
El Arcángel os saluda y os llama llena de gracia.
Todas las naciones os llaman bienaventurada, todas las jerarquías del Cielo os bendicen, y nosotros, que pertenecemos a la jerarquía terrestre, os decimos también Dios te salve, oh llena de gracia, el Señor es contigo; ruega por nosotros, oh Madre de Dios, Nuestra Señora y nuestra Reina.
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