Nosotros,
siendo muchos, formamos un solo cuerpo y somos miembros los unos de los otros,
y es Cristo quien nos une mediante los vínculos de la caridad, tal como está
escrito: Él ha hecho de los
dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el
odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas. Conviene,
pues, que tengamos un mismo sentir: que, si un miembro sufre, los demás
miembros sufran con él y que, si un miembro es honrado, se alegren todos los
miembros.
Acogeos
mutuamente –dice el
Apóstol–, como Cristo os
acogió para gloria de Dios. Nos acogeremos unos a otros si nos
esforzamos en tener un mismo sentir; llevando los unos las cargas de los otros,
conservando la unidad del
Espíritu, con el vínculo de la paz. Así es como nos acogió Dios a
nosotros en Cristo. Pues no engaña el que dice: Tanto amó Dios al mundo, que le entregó su Hijo por
nosotros. Fue entregado, en efecto, como rescate para la vida de
todos nosotros, y así fuimos arrancados de la muerte, redimidos de la muerte y
del pecado. Y el mismo Apóstol explica el objetivo de esta realización de los
designios de Dios, cuando dice que Cristo consagró su ministerio al servicio de
los judíos, por exigirlo la fidelidad de Dios. Pues, como Dios había prometido
a los patriarcas que los bendeciría en su descendencia futura y que los
multiplicaría como las estrellas del cielo, por esto apareció en la carne y se
hizo hombre el que era Dios y la Palabra en persona, el que conserva toda cosa
creada y da a todos la incolumidad, por su condición de Dios. Vino a este mundo
en la carne, mas no para ser servido, sino, al contrario, para servir, como
dice él mismo, y entregar su vida para la redención de todos. Él afirma haber
venido de modo visible para cumplir las promesas hechas a Israel. Decía en
efecto: Sólo me han enviado
a las ovejas descarriadas de Israel. Por esto, con verdad afirma
Pablo que Cristo consagró su ministerio al servicio de los judíos, para dar
cumplimiento a las promesas hechas a los padres y para que los paganos
alcanzasen misericordia, y así ellos también le diesen gloria como a creador y
hacedor, salvador y redentor de todos. De este modo alcanzó a todos la
misericordia divina, sin excluir a los paganos, de manera que el designios de
la sabiduría de Dios en Cristo obtuvo su finalidad; por la misericordia de Dios,
en efecto, fue salvado todo el mundo, en lugar de los que se habían perdido.
Autor: San Cirilo de Alejandría, obispo, sobre la carta a los Romanos Cap 15,7
Oración de agradecimiento a la Virgen María
San Cirilo de Alejandría
O
Santísima Señora, Theotokos, luz de mi pobre alma, mi esperanza, mi protección,
mi refugio, mi consuelo, y mi alegría! Te agradezco por haberme permitido
participar del purísimo cuerpo y de la purísima sangre de tu Hijo.
Ilumina los ojos de mi corazón, O Bendita Virgen que llevaste la fuente de la
inmortalidad. O tiernísima y amorosa Madre del Dios misericordioso; ten
misericordia de mi y concédeme un corazón arrepentido y contrito con humildad
de mente.
Guarda mis pensamientos de que se pierdan en toda clase de distracciones, y
hazme siempre digno, hasta mi último aliento, de recibir los purísimos
misterios de Cristo para la sanación de mi alma y cuerpo.
Dame lágrimas de arrepentimiento y de agradecimiento para que Yo pueda cantarte
y alabarte todos los días de mi vida, porque tu eres siempre bendita y alabada.
Amén.
San Cirilo de Alejandría
Ilumina los ojos de mi corazón, O Bendita Virgen que llevaste la fuente de la inmortalidad. O tiernísima y amorosa Madre del Dios misericordioso; ten misericordia de mi y concédeme un corazón arrepentido y contrito con humildad de mente.
Guarda mis pensamientos de que se pierdan en toda clase de distracciones, y hazme siempre digno, hasta mi último aliento, de recibir los purísimos misterios de Cristo para la sanación de mi alma y cuerpo.
Dame lágrimas de arrepentimiento y de agradecimiento para que Yo pueda cantarte y alabarte todos los días de mi vida, porque tu eres siempre bendita y alabada.
Amén.
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