"Jesús, tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió a
un monte a orar. Mientras oraba, el aspecto de su rostro se transformó, sus
vestidos se volvieron blancos y resplandecientes. Y he aquí que dos varones
hablaban con Él: Moisés y Elías..." (Lc. 9, 28-30)
La primera consideración es ésta: Jesús subió a la montaña y
se puso a orar... Nosotros conoceremos que nuestra oración ha sido buena si, como
Nuestro, salimos con la faz resplandeciente y los vestidos blancos como la
nieve; quiero decir, si nuestra cara brilla por la caridad y nuestro cuerpo por
la castidad. La caridad es la pureza del alma, pues no puede soportar en
nuestros corazones ningún afecto impuro o contrario a Aquel a quien ama (la
caridad y el amor son una sola cosa); y la castidad es la caridad del cuerpo,
que rechaza toda clase de impurezas.
si al salir de la oración tenéis un rostro hosco y
melancólico, enseguida se verá que no habéis hecho la oración como debierais.
La segunda consideración es que los apóstoles vieron a
Moisés y a Elías hablando a Nuestro
Señor del exceso que Él iba a hacer en Jerusalén. fijaros bien, durante la
Transfiguración están hablando de la Pasión... Y ¿qué exceso es ese? El exceso
de que un Dios descienda de su gloria suprema. Y ¿para qué desciende? Viene a
tomar nuestra humanidad y a estar sumiso a los hombres, o sea, a todas las
miserias humanas, hasta el punto de que, siendo inmortal, se sometió a la
muerte y muerte de Cruz...
Me diréis: es bueno subir al Tabor para ser consolados
porque eso empuja y hace avanzar a alas almas débiles que no tienen el valor
para hacer el bien si n sienten satisfacción. ¡Ah, ni, perdonadme!, la
verdadera perfección no se logra entre consuelos. Ya lo veis en la
Transfiguración: los tres apóstoles que vieron la gloria de Nuestro señor, no
dejaron por ello de abandonarle en su Pasión. Y San Pedro, que siempre había
hablado con mucho atrevimiento, fue sin embargo un gran pecador, negando a su
Maestro. Del Tabor se baja pecador y al contrario, del Calvario se baja
justificado; claro está que siempre que nos hayamos mantenido firmes al pie de
la Cruz, Nuestra Señora.
Oración a San Francisco de Sales
Glorioso San Francisco de Sales,
vuestro nombre porta la dulzura del corazón mas afligido;
vuestras obras destilan la selecta miel de la piedad;
vuestra vida fue un continuo holocausto de amor perfecto
lleno del verdadero gusto por las cosas espirituales,
y del generoso abandono en la amorosa divina voluntad.
Enséñame la humildad interior,
la dulzura de nuestro exterior,
y la imitación de todas las virtudes que has sabido copiar
de los Corazones de Jesús y de María. Amen
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