“Y dijo (Jesús) que se le diese de comer (a la niña resucitada). Te
ruego, Señor, que nos tomes la mano, también a nosotros que yacemos y no
resucites del lecho de nuestros pecados y nos hagas andar. Cuando
andemos, manda que se nos dé de comer: mientras yazcamos no podemos comer, si
no estuviéramos de pie, no podemos recibir el cuerpo de Cristo” (Sobre el
Evangelio de San Marcos Cap. 5, 43)
“Tomó los cinco panes y los dos pececitos y levantando los ojos al cielo
pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos.
Levanta los ojos al cielo para enseñarnos a dirigir hacia allí nuestra mirada.
Tomó en sus manos los cinco panes y los dos pececitos, los partió y se los dio
a sus discípulos. Cuando el Señor parte los panes abundan los alimentos. En
efecto, si hubieran permanecidos enteros, si no hubieran sido cortados en
trozos ni divididos en cosecha multiplicada no hubieran podido alimentar a las
gentes, los niños, las mujeres, a una multitud tan grande. Por eso la Ley con
los profetas es fraccionada en trozos y son anunciados los misterios que
contiene a fin de que lo que íntegro y en su primer estado no alimentaba,
dividido en partes alimente a la multitud de los pueblos.” (Comentario sobre
el Evangelio de San Mateo 14)
“Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Siento compasión de esta
multitud porque hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y
no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino.
Quiere alimentar a los que sanó. Primero quita las debilidades luego les ofrece
alimentos a los que están sanos… Siento compasión, dice, de esta multitud
porque hace tres días que permanecen conmigo. Tiene compasión de la
multitud porque ese número de tres días era símbolo de su fe en el Padre, en el
Hijo y en el Espíritu Santo. Y no tienen qué comer. La multitud siempre
tiene hambre y necesita alimentos sino es saciada por el Señor. No quiero
despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino. Tenían hambre
después de esas grandes enfermedades y por la paciencia esperaban los alimentos
futuros. Jesús no quiere despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el
camino.
Por tanto corre peligro el que se apresura a llegar a la mansión deseada
desprovisto del pan celestial. Por eso el ángel dice a Elías: Levántate y
come porque el camino es muy largo para ti (1 R 19,7).” (Comentario sobre el
Evangelio de San Mateo Cap15, 32)
…Más aún; como la carne del Señor es verdadera comida y su sangre verdadera
bebida, anagógicamente, lo único bueno en la vida presente es esto, a saber: el
comer su carne y beber su sangre; no sólo en el misterio (Eucaristía), sino
también en la lectura de las Escrituras” (Comentario al Eclesiastés 3, 12)
…Y pensaron que mi yugo ligero era pesado; y bajé a ellos, dejando los
reinos de los cielos, para comer con ellos, habiendo tomado la forma de hombre,
o les di la comida de mi cuerpo; yo mismo, alimento y convidado… (Comentario
a Oseas libro 3, cap., 11, 4)
“La tierra ha dado su fruto” (sal. 66). La tierra, Santa
María; de nuestra tierra, de nuestra semilla, de este barro, de este limo, de
Adán. Tierra eres y a la tierra irás (Gn 3,19) Esta tierra ha dada su
fruto: lo que perdió en el paraíso lo encontró en el Hijo. La tierra ha dado
su fruto. Primero dio la flor. Dice el Cantar de los Cantares: Yo, flor
del campo y lirio de los valles (Cant 2, 1). Pues esta flor se ha hecho
fruto para que nosotros lo comiésemos, para que comiésemos sus carnes. ¿Quieres
saber qué es este fruto? Virgen de la Virgen, Señor de la esclava, Dios del
hombre, hijo de la Madre, fruto de la tierra. Ve lo que dice el fruto mismo: Si
el grano de trigo no cayere en la tierra y muriere, no puede llevar muchos
frutos. La tierra ha dado su fruto, dio el grano de trigo; el cual grano cayó
en la tierra y murió y por eso siendo uno, resucitó a muchos. Porque cayó el
granos de trigo en la tierra y resucitó una mies abundante. La tierra ha
dado su fruto. Por eso ¡oh, Dios! Alábenle los pueblos; alábenle los pueblos
todos; la tierra ha dado su fruto” (Sobre el salmo 66, 6)
Autor: San Jerónimo (345-419)
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