COMUNIÓN CON LOS HERMANOS.
“Considerad, pues,
hermanos; comed espiritualmente el pan celestial, llevad al altar una
conciencia pura. Los pecados aunque se cometan todos los días, pero que no sean
mortales. Antes de acercaos al altar, mirad lo que decís: ‘Perdónamos nuestras
deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores’. Perdona y se te
perdonará, acércate confiado; pan es, no veneno. Pero mira bien si perdonas,
porque si no perdonas mientes y mientes a aquel a quien no engañas. A Dios
puedes mentir, más no puedes engañarle” (Sobre el Evangelio de San Juan Cap.
26, 11)
“Después de esto se dice: ‘La
paz sea con vosotros’ y los cristiano se dan el santo ósculo, que es signo de
paz. Procurad que lo que dicen los labios exista en los corazones”
CUERPO DE CRISTO
“Los fieles conocen el cuerpo
de Cristo, si no se olvidan que son cuerpo de Cristo. Háganse cuerpo de Cristo
si quieren vivir del espíritu de Cristo. ¡Oh, sacramento de misericordia! ¡Oh,
símbolo de unidad! ¡Oh, vínculo de caridad! Quien quiera vivir, aquí tiene
donde vivir, tiene de donde vivir. Acérquese, cerca, forme parte de este cuerpo
para ser vivificado” (Sobre el Evangelio de San Juan 26, 13)
“El Apóstol dice: ‘Somos
muchos, pero somos un solo pan y un solo cuerpo’. Así explicó el Sacramento de
la mesa del Señor; somos muchos, pero somos un solo pan y un solo cuerpo. En
este pan veis como habéis de amar la unidad… Recibid, pues, de tal modo este
sacramento que atendáis siempre a conservar la unidad en vuestros corazones, a
tener siempre levantados vuestros corazones al cielo” (Sermón 227)
“Si queréis entender lo que es
el cuerpo de Cristo, escuchad al apóstol, ved lo que les dice a los fieles:
‘Vosotros sois el Cuerpo de Cristo y sus miembros’. Si pues, vosotros sois el
cuerpo y los miembros, lo que está sobre la santa mesa es un símbolo de
vosotros mismos y lo que recibís, es vuestro mismo emblema. Vosotros mismos lo
refrendáis así al responder: ‘Amén’. Se os dice: ‘He aquí el cuerpo de Cristo y
vosotros contestáis: ‘Amén, así es’. Sed pues miembros de Cristo para responder
con verdad: ‘amén’. (Sermón 272)
“Y ¿por qué bajo la
apariencias de pan? No pongamos nada de nuestra cosecha, dígalo el Apóstol;
quien hablando acerca de este sacramento, escribe: ‘Aunque muchos en número,
somos un solo pan, un solo cuerpo’ (1Co. 10, 17). Entendedlo y regocijaos ¡Oh,
unidad! ¡Oh, verdad! ¡Oh, piedad! ¡Oh, caridad! Un solo pan ¿Qué pan es este?
Un solo cuerpo… Y respecto al cáliz, aunque no lo dijo, lo dejo entrever. Para
formar esta apariencia sensible de pan se ha conglutinado, mediante el agua y
la harina de muchos granos, símbolo de lo que decía la Escritura de los
primeros fieles:’No tenían sino un solo corazón y una sola alma’; así acaece con
el vino. Recordad hermanos, cómo se hace. Muchos granos cuelgan, formando un
racimo; pero el licor de los granos se confunde en uno solo. Tal es el modelo
que nos ha dado Nuestro Señor Jesucristo; así es como quiso unirnos a su
persona y consagró sobre su mesa el misterio simbólico de la paz y unión
que debe reinar entre nosotros. (Sermón 272)
UNION CON CRISTO
“El que come mi carne y bebe
mi sangre, esta en mí y yo en él”. Esto es comer aquel manjar y beber aquella
bebida, permanecer en Cristo y tenerlo a El permaneciendo en sí mismo. Y
por esto el que no permanece en Cristo y en quien Cristo no permanece, no come
espiritualmente se carne ni bebe su sangre, aunque material y visiblemente
toque con sus diente el cuerpo y la sangre de Cristo”
“La señal de que lo ha
comido y bebido es esta: si él permanece en Cristo y Cristo permanece en él, si
habita en Cristo y Cristo en él y está unido para que no sea abandonado”
“Teniendo, pues vida en Él,
formáis un solo cuerpo con El, porque este sacramento nos recuerda de tal modo
el Cuerpo de Cristo, que nos une con El. Esto es lo que según el apóstol, esta
predicho en la Sagrada Escritura: ‘Serán dos en una sola carne, este misterio
es muy grande y yo lo entiendo de Cristo y de la Iglesia’ (Ef. 5,32). (Sermón
sobre los Sacramentos en el día de la Pascua)
TENER LEVANTADO EL CORAZÓN HACIA EL SEÑOR
«En cierto modo hacemos una pregunta y una
exhortación al decir: Levantemos el corazón. No lo tengáis en el suelo, el
corazón se pudre al contacto con la tierra; levantadlo hacia el cielo.
Levantemos el corazón; pero ¿hacia dónde? ¿Cómo respondéis? ¿Hacia dónde
levantáis el corazón? Lo tenemos levantado hacia el Señor. El mismo tener
levantado el corazón, a veces es bueno, a veces es malo. ¿Cómo es malo? Es cosa
mala en aquellos de quienes se dijo: Los derribaste cuando se ensalzaron (Sal
72,18). Tener en alto el corazón, si no es hacia el Señor, en vez de justicia
es soberbia; por este motivo, cuando decimos: Levantemos el corazón, dado que
también la soberbia puede mantenerlo elevado, respondéis: Lo tenemos levantado
hacia el Señor. Es, pues, misericordia, no orgullo. Y si es misericordia el que
tengamos el corazón levantado hacia el Señor, ¿lo hemos conseguido nosotros?
¿Es resultado de nuestras fuerzas? De ningún modo. El lo hizo, él quien tuvo
esa bondad, él alargó su mano, él anticipó su gracia, él elevó lo que estaba
caído. En con secuencia, después de haber dicho: Levantemos el corazón, y de
haber respondido: Lo tenemos levantado hacia el Señor, para que no os atribuyáis
el tener en alto el corazón, añade: Demos gracias al Señor, nuestro Dios» (Sermón,
229A).
Autor: San Agustín (354-430)
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