viernes, 27 de julio de 2012

En tus manos todo se multiplica





En el desierto, nuestro Señor multiplicó el pan, y en Caná convirtió el agua en vino. Acostumbró el paladar de sus discípulos a su pan y a su vino, hasta el momento en que les daría su cuerpo y su sangre. Les hizo probar un pan y un vino transitorios para excitar en ellos el deseo de su cuerpo y de su sangre vivificante. Les dio estas pequeñas cosas generosamente, para que supieran que su don supremo sería gratuito.

        Se los dio gratuitamente, aunque habrían podido comprárselos, con el fin de que supieran que no pagaban una cosa inestimable: ya que, si podían pagar el precio del pan y del vino, sin embargo no podrían pagar su cuerpo y su sangre. No sólo nos colmó gratuitamente de con sus dones, sino que además nos trató con afecto. Nos dio estos dones gratuitamente para atraernos, con el fin de que vayamos a él y recibamos gratuitamente este bien por muy grande que sea la eucaristía.

        Estas pequeñas porciones de pan y de vino que nos dio, eran dulces a la boca, pero el don de su cuerpo y de su sangre es útil para el espíritu. Nos atrajo con estos alimentos agradables hacia el palacio, con el fin de acercarnos hacia lo que da vida a nuestras almas... La obra del Señor alcanza todo: en un santiamén, multiplicó un poco de pan. Lo que los hombres hacen y transforman en diez meses de trabajo, sus diez dedos lo hicieron en un instante... De una pequeña cantidad de pan surgió una multitud de panes; fue como en el momento de la primera bendición: "Sed fecundos, multiplicaos, cubrid la tierra" (Gn 1,28).

Autor: San Efrén (v. 306-373)

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