Es el carácter de aquello que nace, de modo incondicional y libre, de una iniciativa sobreabundante. Es gratuito el amor de Dios (creación, elección), plenamente revelado en Cristo (redención) y proprio también de los cristianos (cf. → caridad). Existe también una posible perversión de la gratuidad.
- En la tradición bíblica y cristiana el primer acto de gratuidad por parte de Dios es la creación misma. La creatio ex nihilo se debe únicamente al deseo de comunicar generosamente la propia bondad (cf. 2 M 7,28; Rm 4,17; Concilio Laterano IV, DS 800). El acto creador sucede con una decisión soberanamente libre ("Liberrimo consilio", según la expresión del Concilio Vaticano I, DS 3025). La gratuidad de la creación es el encuentro entre la plenitud de la bondad de Dios omnipotente y la radical contingencia de la criatura. Otra manifestación de total gratuidad, según las escrituras, es toda la historia de Israel: su elección, su redención de la esclavitud, el don de la Torah y la entrada en la Tierra Prometida. El libro del Deuteronomio no se cansa de recalcar la desproporción entre el don concedido por Yhwh y el beneficiario humano (cf. Dt 7,7; 6,11; 9,5).
En el NT brilla con aun más fuerza la gratuidad de la iniciativa divina. Gratuita es la revelación de Dios y de sus misterios (cf. Mt 11,26-27; Lc 11,32), como también la elección de los apóstoles primero (cf. Mc 3,13; Jn 15,16), y después la Pascua de Jesús (cf. Rm 1,1). Es Dios quien nos amó primero (1 Jn 4,19), entregándonos su Hijo (Rm 8,32), cuyo amor consiste en morir por nosotros, malvados y pecadores (Rm 5,6-8).
Tal es el → Evangelio de la gratuidad de la → salvación y de la justificación (cf. Rm 3,24; 2 Tm 1,9). A todos los testigos escogidos se les encomienda el tesoro del Evangelio, del que nadie nunca podrá llamarse digno (cf. 2 Co 4,1.7). Más bien: las dos "columnas" de la historia de la Iglesia, Pedro y Pablo, están personalmente marcados por la experiencia de la gratuita misericordia de Cristo (cf. p.e. Jn 21,15ss e 1 Co 15,10; UUS 91). El fiel y gratuito testimonio se transforma en una natural incumbencia para los apóstoles (cf. Mt 10,8; 1 Co 9,18; 11,7).
- A la experiencia del amor gratuito de Dios (cf. Lc 6,35) y preferencial por los pecadores (cf. Lc 15; 19,1-10) debe responder el agradecimiento humano del saberse beneficiado de un don no merecido (cf. la pecadora perdonada Lc 7,36-50). Tal reconocimiento se difunde hasta la conversión y la reparación del mal cometido (cf. Zacarías, Lc 19,8). El pecado más grave es precisamente la falta de percepción del don gratuito recibido (cf. el siervo despiadado, Mt 18,23-35).
Al contrario, si ya el AT había intuido la belleza de la gratuidad: (cf. Si 7,33-34: "La gracia (cháris) de tu dádiva llegue a todo viviente, ni siquiera a los muertos rehuses tu gracia. No te rezagues ante los que lloran, y con los afligidos muéstrate afligido"), tanto más el NT propugnará el amor sin condiciones: "Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis (cháris)? Pues también los pecadores aman a los que los aman. Si hacéis el bien a los que os lo hacen a vosotros ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente.
Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio (mêden apelpízontes); y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos" (Lc 6,32-35). En concreto esto se manifiesta → en el perdonar como se ha sido perdonados y beneficiando a todos, sin distinción, sin ninguna acepción de persona (cf. St 2,1ss). Forma parte de la gratuidad evangélica también el "malgastar" las cosas más preciosas para el Señor, como hizo la mujer de Betania (cf. Mc 14,4) y como en la tradición ininterrumpida de la Iglesia lo hacen las personas consagradas (cf. VC 104).
- El amor por la verdad exige que se mencione también el lado oscuro de la gratuidad. Corruptio optimi pessima. Así como la gratuidad evoca la libertad, la iniciativa y la sobreabundancia en el bien, así la gratuidad del mal, el odio, la crueldad, el sadismo son una respuesta trágica del perverso giro del más grande amor. Se encuentra en esto un signo inequívoco de la existencia del demonio ("me han odiado sin razón [dôrêan]", Jn 12,25).
Autor: C.L. Rossetti | Fuente: Vatican.va
No hay comentarios:
Publicar un comentario