viernes, 20 de julio de 2012
El pastor
Salvar es propio de quien es bueno. “La misericordia del Señor se extiende a toda carne; acusa, corrige y enseña, como hace el pastor con su rebaño. Se apiada de quienes aceptan su corrección, y de los que se esfuerzan por unirse con él” (Si 18,13-14)... Los sanos no necesitan los cuidados del médico, porque están bien, pero sí necesitan de su arte los enfermos (cf. Lc 5,31; Mt 9,12; Mc 2,17). De la misma manera, nosotros, que en esta vida somos enfermos, aquejados por nuestros vergonzosos deseos, por nuestras intemperancias... nuestras pasiones, necesitamos del Salvador... Nosotros, por tanto, enfermos, necesitamos del Salvador; extraviados, necesitamos quien nos guíe; ciegos, necesitamos quien nos ilumine; sedientos, necesitamos de la fuente de la vida: esa de la que quienes beben, nunca más tendrán sed (cf. Jn 4,14); muertos, necesitamos de la vida; rebaño, necesitamos pastor; niños, necesitamos pedagogo; y toda la humanidad necesita a Jesús...
“Curaré lo que está herido, cuidaré lo que está débil, convertiré lo extraviado, y los apacentaré yo mismo en mi monte santo” (Ez 34,16. 14). Ésta es la promesa propia de un buen pastor. ¡Apacienta a tus criaturas como a un rebaño!
¡Sí, Señor, sácianos; danos abundante el pasto de tu justicia; sí, Pedagogo, condúcenos hasta tu monte santo, hasta tu Iglesia, la que está colocada en lo alto, por encima de las nubes, que toca los cielos! (cf. Sal 14 [15], 1; 47 [48], 2-3). “Y Yo seré —dice— su pastor, y estaré cerca de ellos” (Ez 34,23)...
Así es nuestro Pedagogo: justamente bueno. “No vine —ha dicho— para ser servido, sino para servir” (Mt 20,28; Mc 10,45). Por eso el Evangelio nos lo muestra fatigado (cf. Jn 4,6): se fatiga por nosotros y ha prometido “dar su alma [su vida] como rescate por muchos” (Mt 20,28; Mc 10,45).
Autor: San Clemente de Alejandría (150-v. 215)
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