La dificultad que muchos de nosotros
experimentamos en cuanto al tema no es tanto si cumplimos o no la Voluntad de
Dios sino si sabemos cuál es Su Voluntad para nosotros. A pesar de ello,
podemos estar seguros que algunas cosas sí son definitivamente parte del Plan
de Dios para nosotros, como por ejemplo:
Los Mandamientos – Los diez dados a
Moisés,
Los Preceptos de la Iglesia,
Los deberes de nuestro estado de
vida, obediencia a la autoridad civil – civil, familiar y eclesial; y
El Mandamiento nuevo dado por Jesús,
que nos amemos todos mutuamente.
En las escrituras podemos ver de
muchas maneras sencillas, exactamente lo que el Padre espera de nosotros. Todas
estas son manifestaciones directas de la Voluntad de Dios en nuestra vida
cotidiana. Quizá una lista podría ayudar.
1. "Ama a tus enemigos, haz el
bien a aquellos que te odian, bendice a los que te maldicen, ora por los que te
tratan mal" (Lc 6,27-35)
2. "Sé compasivo como vuestro
Padre es compasivo. No juzgues y no serás juzgado, no condenes y no serás
condenado." (Lc 6,36-38)
3. "Les digo solemnemente, si no
se hacen como niños no entrarán al Reino de Dios." (Lc 18,17)
4. "Es la Voluntad de mi Padre,
que quien ve al Hijo y cree en Él, tendrá vida eterna." (Jn. 6,40)
5. "Aprendan de mí que mi yugo
es suave, porque soy humilde de corazón." (Mt. 11,29)
Nuestro problema radica en que
miramos a los mandamientos de manera negativa. En nuestras mentes son meras
prohibiciones, pero no lo son. No encontramos fallas o errores cuando un
inventor nos explica como manejar su invento. ¿Quién mejor para saber como
funciona una máquina que el propio inventor? Para la mayoría de nosotros lo
lógico es que sea él y aceptamos las indicaciones y la garantía, siempre y
cuando las indicaciones sean seguidas adecuadamente.
Esto es exactamente lo que Dios ha
hecho al darnos los mandamientos. No son imposiciones, que le hacen hincapié a
Su criatura de su posición subordinada. Los mandamientos, dados por el Padre en
el Antiguo Testamento y por Jesús en el Nuevo, son solamente indicaciones del
Creador que nos dice que los seres humanos, creados por Él, son más felices,
saludables y están más contentos cuando siguen las directrices de su Creador.
El Padre sabe en qué condiciones
maduran y crecen nuestras almas. Sabe cuáles son las mejores cosas para
combatir nuestras debilidades. Sabe también cuáles son los pasos a seguir para
evitar los obstáculos que el enemigo pone en nuestro camino. Pero sobre todo,
sabe cómo deben ser purificadas y transformadas nuestras almas para que podamos
estar en Su presencia un día y no terminen siendo aniquiladas.
Las Escrituras están llenas de
revelaciones que nos dicen como el Padre quiere que pensemos y actuemos en toda
circunstancia. Nuestro problema está en que, conocer la voluntad de Dios está
en las decisiones que tomamos en nuestra vida cotidiana. Primero, debemos decir
que los mandamientos son parte de la voluntad de Dios. No hay duda aquí sobre
lo que quiere de nosotros. Las pruebas de la vida diaria, el mal, el
sufrimiento, etc., son parte de lo que Dios permite como Su voluntad.
La Voluntad de Dios solo quiere lo
que es bueno y santo, pero el libre albedrío del hombre y las tentaciones del
enemigo producen otros efectos que no son buenos. Estos efectos son los que
sufrimos, pero Dios, para quien todo es presente, ve lo bueno en nuestra manera
de enfrentarnos al mal y lo permite para obtener un bien mayor. San Pablo trae
esto a colación cuando nos recuerda que aquellos que aman a Dios tienden a lo
bueno (Rom. 8:28). Nuestro querido Señor se enfrentó a la malicia, al odio y a
la crucifixión para cumplir la Voluntad de Dios.
No podemos decir que Dios ordenó a
los hombres rechazar y matar a su Hijo, pero al saber de antemano los
sentimientos del pueblo elegido cuando apareciese su Hijo en la tierra,
permitió la disposición de ese pueblo al mal y por la perfecta obediencia su
Hijo logró nuestra redención. Ordenó que el hombre no cayese, pero el orgullo
rechazó ese deseo. Ordenó al hombre aceptar a Su Hijo, pero muchos no lo
hicieron. Al permitir los efectos del rechazo, el Padre generó un gran bien. El
hombre sabría cuánto lo ama Dios, recibiría al Espíritu, la gracia, la
filiación divina y finalmente, el Cielo. Todo este bien fue obtenido a partir
de la malicia del hombre. Dios lo vio y permitió que Su Hijo sufriera
intensamente para terminar con el yugo del demonio sobre el hombre y destruir a
la muerte completamente por medio de Su gloriosa Resurrección.
El Padre nos ama de la misma manera y
nuestra fe, esperanza y caridad deben brillar cuando nos enfrentamos a las
pruebas que permite en nuestras vidas. La confianza es la clave para cumplir la
Voluntad de Dios. Debemos confiar en el Padre, cuyos ojos están siempre sobre
nosotros. No podemos ver o juzgar dentro de la niebla espesa, pero debemos
confiar en el Padre que lo ve todo con claridad.
Al tomar decisiones relativas a
nuestro estado de vida, los amigos, el trabajo, los planes futuros, negocios,
etc.; debemos utilizar las facultades mentales que Dios nos ha dado y debemos
rezar para pedir una guía. No podemos esperar que descienda como una especie de
visión de éxtasis que nos diga exactamente qué hacer.
De repente, algunas ideas que pueden
servirnos de guía pueden ser: ver si la decisión que tomamos honra y da gloria
a Dios, cómo afecta nuestra relación con Él y si estamos en paz con eso.
Podremos descansar seguros si tomamos nuestras decisiones de este modo. Así,
Dios estará de nuestro lado y obtendremos buenas cosas como resultado de ellas,
aunque veamos más tarde que nuestra decisión no fue la más acertada.
El fracaso también es usado por Dios
para acercarnos más a Él. Nunca nos ordenó tomar siempre las decisiones
correctas –sólo ser santos– y eso genera la confianza que como niños, debemos
tener en Él; quien hará que nuestros pasos sean firmes y que nuestras maneras
torcidas se enderecen.
Cuando tenemos la ocasión de hacer
amigos, ya tenemos un criterio para hacerlo. Jesús nos ha dicho que juzguemos
por los frutos (Matt 7, 16). Nuestros amigos deben ser escogidos, no sólo por
el fruto de sus propias vidas, sino también por el fruto que obtenemos con
ellos. Podríamos llegar a algún concepto sobre la Voluntad de Dios con relación
al trabajo, por los talentos que Dios nos ha dado. ¿Qué clase de trabajo es el
que mejor se me acomoda y el que me hace feliz? Si no estamos seguros, entonces
debemos experimentar con varios tipos de trabajo hasta que lleguemos a cierta
“conciencia” de que eso o aquello es lo que mejor hacemos.
Sucede, sin embargo, que en ocasiones
vivimos en una determinada situación que se origina por nuestras propias
debilidades, errores, decisiones equivocadas y las malas intenciones de quienes
nos rodean. ¿Dónde está la Voluntad de Dios en eso? Si hemos rezado y no
tenemos una solución a la mano, si hemos tratado de cambiar lo que estaba a
nuestro alcance y las cosas sólo se han puesto peor, entonces podemos estar
seguros de que el crecimiento en la paciencia es la Voluntad de Dios, al menos
por el momento. La oración continua nos dará fortaleza y ésta a su vez
perseverancia y ésta, esperanza que no será vana.
San Pablo dijo a los Corintios lo
siguiente: ”Tenemos problemas en todos lados, no veo respuesta a nuestros
problemas, pero no decaigo”. (2 Cor, 4:8) Incluso un alma especialmente
escogida como la de Pablo tuvo momentos en los que la Voluntad de Dios no
estaba clara, cuando todo parecía imposible. Esta es la razón por la que un día
Pablo le pidió al Señor que lo liberase de la multitud de dificultades que
tenía. Comenzó a pensar que la Voluntad de Dios no estaba sólo en las pruebas,
debilidades, insultos, persecuciones y en las agonías del Apostolado (2 Cor
12,10). Tres veces solicitó el alivio y la respuesta que recibió es que si eso
le estaba pasando, se debía a que la voluntad de Dios obtendría algo bueno de
allí. "Mi gracia" le contestó Jesús a Pablo "es suficiente para
ti, mi fortaleza se muestra en tu debilidad". (2 Cor. 12,9) Pablo se
alegró con esta respuesta. No pudo aplacar sus penas con eso, pero saber que la
gracia de Dios estaba con él lo hizo decir “debo estar muy feliz porque mi
debilidad permite que la fortaleza de Cristo esté sobre mí”. (2 Cor. 12,10)
Esta es la diferencia entre un pagano
y un cristiano. Para un pagano el dolor no tiene sentido. Como resultado vive
una vida de soledad y frustración. El cristiano puede experimentar las mismas
pruebas que un pagano y nunca perder la alegría. Ve la voluntad de Dios en
ellas, ve la oportunidad de ser como Jesús, de darle gloria en el Reino. Las
pruebas para el pagano incrementan la desesperanza y alumbran al cristiano que
comparte el yugo de Jesús.
Muchos se hacen la pregunta: ¿Cómo sé
cuál es la Voluntad de Dios para mí? La respuesta es simple: “Si sucede, es
voluntad de Dios. No es relevante si Lo ordena o si Lo permite, nada nos sucede
si Él no lo ha visto de antemano, teniendo en cuenta el bien que se obtendrá de
ello y esperando Su sello de aprobación.
La Voluntad de Dios para nosotros
está en los deberes y experiencias del presente. Sólo tenemos que aceptarlos y
tratar de ser como Jesús en ellos. Cuando Jesús no le respondió a Pilatos,
Pilatos le dijo "No me hablas, seguramente debes saber que tengo el poder
de crucificarte”(Jn. 19,10)
La respuesta de Jesús nos muestra claramente
que siempre contemplaba la Voluntad del Padre, justa o injusta. "No
tendrías poder sobre Mí, si no te hubiera sido otorgado de lo alto”. (Jn
15,11). Jesús vio al Padre en una debilidad, un juez injusto. ¿Cuántos de
nosotros tenemos esa clase de confianza, esa clase de visión?
San Pedro alienta al cristiano de su
época para que “acepte la autoridad de toda institución social, al emperador
como suprema autoridad entre los gobernadores... Dios quiere que seamos buenos
ciudadanos... que respetemos a todos... y que demos honor al emperador”(1 Pedro
2:13-16).
Todos somos conscientes del hecho que
Pedro estaba hablando de Nerón, cuya maldad era harto conocida. Sin embargo,
sigue adelante sin decir que si la autoridad legal exige el rechazo de Dios o
de sus mandamientos, debemos elegir a Dios por encima de todo. Dios no nos ha
redimido para colocarnos en una especie de utopía terrena. Nos ha redimido para
darnos un reino, para convertirnos en sus hijos adoptivos, para darnos su
felicidad eterna, para ser testigos en el mundo de la existencia de otra vida y
para probar con nuestra conversión personal que Jesús es el Hijo de Dios.
San Pablo nos asegura que todo el
sufrimiento en el mundo es nada comparado con la gloria que está por venir
(Rom. 8,18)
Todo momento de la vida es como un
sacramento en el que podemos recibir a Dios. Es el canal mediante el cual Dios
nos habla, nos forma y se dirige a nosotros. Sólo tenemos que aceptar los
deberes del momento presente para encontrar la Voluntad de Dios. Estamos
impedidos de respirar este aire sobrenatural por el hecho que vemos personas y
circunstancias producto de la malicia o el temperamento de otros. Ellos se
convierten en obstáculos en nuestro camino y no nos dejan ver a Dios.
No podemos ver a Dios en las acciones
de estas personas porque se oponen a lo que ordena Su Voluntad. A pesar de
ello, podemos ver a Dios a través de estas acciones; como cuando vemos a un
amigo cercano en medio de una espesa niebla. En esa niebla es posible que nos
resbalemos y caigamos, es posible también que lloremos y que nos desesperemos a
veces, pero la Imagen que vimos nos lleva a la luz más grande que está al final
de la niebla, más allá de todo.
El secreto, entonces, para encontrar
la Voluntad de Dios está en verLo en el presente y responder a Su presencia de
la manera más amorosa que podamos. Hace falta un poco de esfuerzo para ver a
Dios en todo, como Jesús, que lo hizo y con su obediencia nos ganó la
salvación.
Hay veces en las que necesitamos
decisiones inmediatas —ocasiones en las que difícilmente podemos rezar por el
poco tiempo que tenemos. En esas circunstancias podemos estar seguros que si
nuestro corazón ha estado con Dios hasta ese momento, tomaremos la decisión
correcta. Si fallamos, nuestra esperanza en Su amor, nos asegura que algo bueno
se obtendrá de la experiencia vivida.
Dios no quiere que estemos
preocupados por el ayer y el mañana. En el evangelio de San Mateo leemos que
Jesús dijo "No te preocupes por el mañana, el mañana se preocupará por sí
mismo. Cada día hay suficiente para preocuparse” (Mt. 6,33-34). Aquí vemos una
llamada de Jesús para que vivamos el presente. Jesús no nos está diciendo que
como cristianos debemos estar libres de problemas. Nos está pidiendo que
compartamos nuestro yugo con Él y que lo hagamos siempre, minuto a minuto. Si
nos ejercitamos en esta forma de vida, podremos ver Su Voluntad y tendremos la
fuerza necesaria para cumplirla.
No hay manual ni reglas a seguir para
conocer la Voluntad de Dios en nuestras decisiones. El intelecto dado por el
Padre y el discernimiento dado por el Espíritu que está en nuestros corazones,
nos darán las herramientas necesarias para que nuestras decisiones sean
mejores; aunque a veces Su Voluntad permita que fracasemos, para ejercitar
nuestra fe, incrementar nuestra esperanza y descubrirlo como nuestro amigo en
tiempos de necesidad.
Habrá ocasiones en las que Su
Voluntad esté nublada en nuestras mentes y el camino a seguir sea tan incierto
que nos veamos forzados a escoger lo que menos dudas nos genera... y esperar
que suceda lo mejor. Nuestra paz en estas circunstancias viene de la profunda
certeza que vive aun entre nosotros sus hijos que Dios es nuestro padre y que
se hará cargo de nosotros.
Dios no es el tirano. Está satisfecho
con el esfuerzo sincero de sus hijos para conocer y cumplir Su Voluntad, que
será coronado con el éxito aunque todo parezca perdido.
Oración
Señor y Padre, permite que tu Santo
Espíritu me llene con la conciencia de tu Voluntad en este momento. Quiero ver
Tu Providencia, Tu guía y Tu gracia en mi vida diaria. Perdóname cuando me
rebelo por las ocasiones en las que me parece que tu Voluntad me parece difícil
de cumplir. Mi vida está plagada de mi propia voluntad y egoísmo. Mi corazón no
está listo para el sacrificio y mi mente rechaza lo que no puede comprender.
Permite que tu misericordia me rodee y que me llene con tu luz. Permíteme ver
con claridad la sapiencia detrás de todo lo que permites y el amor en todo lo
que ordenas. Que nuestras voluntades se hagan una sola para que haga en esta
vida lo que debo hacer para alcanzar la eternidad, perfectamente unido a Tu
voluntad.
Autor:
Eternal Word Television Network, Inc. (EWTN)
Señor, ten piedad de nosotros.
Padre celestial, que tu Voluntad se
cumpla en la tierra como en el cielo.
Verbo divino, que tu Voluntad se
cumpla en la tierra como en el cielo.
Espíritu Santo, que tu Voluntad se
cumpla en la tierra como en el cielo.
Adorable Trinidad, que tu Voluntad se
cumpla en la tierra como en el cielo.
Voluntad de Dios, infinitamente
santo, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios infinitamente
perfecta, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, infinitamente
recta, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, impenetrable en tus
decretos, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, infinitamente
adorable, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, todopoderosa, reina
soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, que haces todo con
sabiduría, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, ocupación eterna de
los santos, reina soberanamente sobre nosotros.
Volunta de Dios, alimento de todas
las almas justas, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, amor de los
corazones fieles, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios que premias todas
las cosas, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, medida del mérito y
del premio de nuestras obras, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, alegría y delicia
de nuestras almas, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, nuestra fuerza y
nuestra seguridad, reina soberanamente sobre nosotros
Voluntad de Dios, nuestra consolación
y nuestro reposo, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, remedio a nuestros
males y a las penas de esta vida, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, nuestra esperanza y
sostén en la muerte, reina soberanamente sobre nosotros.
Voluntad de Dios, cuyo reino es
nuestro único fin, nuestra salvación, nuestra fidelidad, reina soberanamente
sobre nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los
pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los
pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los
pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Oremos: Señor Dios Todopoderoso,
soberanamente bueno e infinitamente sabio; por el mérito de la perfecta
sumisión con la cual Cristo, nuestro Salvador, aceptó el cáliz de su Pasión;
por la conformidad de su divina Madre a tu voluntad santa y por la perfecta
obediencia de San José a todas tus órdenes: concédenos las gracia de cumplir en
todas las cosas, y hasta el momento de nuestra vida, tu santísima, justísima y
adorabilísima voluntad, tal como se cumple en el cielo. Amén.
(Compilado por José Gálvez Krüger)
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