Mi ya larga y
humilde vida se ha ido devanando como una madeja bajo el signo de la
simplicidad y de la pureza. No me cuesta nada reconocer y repetir que no soy
más ni valgo más que un pobre pordiosero. El Señor me hizo nacer en el seno de
una familia pobre. El ha pensado en todo. Yo le he dejado hacer... Es verdad
que “la voluntad de Dios es mi paz.” Y mi esperanza está puesta totalmente en
la misericordia de Jesús...
Pienso que el
Señor me tiene reservado, para mi completa mortificación y purificación, para
admitirme en su gozo eterno, alguna gran aflicción o pena, del cuerpo y del
espíritu antes de que me muera. Bien, pues, lo acepto de todo corazón, que
sirva todo para su mayor gloria y el bien de mi alma y de mis queridos hijos
espirituales. Temo la debilidad de mi resistencia y le pido que me ayude ya que
no tengo casi ninguna confianza en mí mismo, pero una total confianza en el
Señor Jesús.
Hay dos puertas
que dan al paraíso: la inocencia y la penitencia. ¿Quién puede pretender, oh
hombre frágil, encontrar la primera abierta de par en par? Pero la segunda es
acceso seguro. Jesús pasó por ella con su cruz cargado, expiando nuestros
pecados. El nos invita a seguirlo.
Beato Juan XXIII (1881-1963), papa. Diario del alma, junio
1957( antes de su elección al Papado)
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